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Arzobispado de Buenos Aires y toda Argentina
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Boletín dominical correspondiente al domingo 30 de diciembre de 2012
Domingo posterior a la Navidad
Jesús
Simples Miradas hacia el Salvador (36)
La hora de la verdadera veneración
El Padre profundamente comprometido en la decisión martirizante y glorificante. “El Padre me ama”, dice Jesús, “porque
Yo doy Mi vida” (Jn 10:17). Este amor del Padre no se explica, en esta frase de Jesús, por el hecho que el Padre haya
engendrado al Hijo; pero nos está presentado como causado por la generosidad del Hijo, por Su voluntad de ser una
víctima para el sacrificio. Hay en una tal frase una revelación del ser del Padre que deslumbra y conmueve.
Jesús establece aún una relación entre su propia voluntad de sacrificio y el conocimiento que tiene de Su Padre. “Como el
Padre me conoce, así también yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas” (Jn 10:15). El conocimiento del Padre culmina en
voluntad de sacrificio, porque Dios es amor y don. El mártir tiene de Dios un conocimiento vital. Es, en un sentido muy
verídico, el perfecto teólogo.
La adoración del Padre: “…La hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre… La hora viene, y
ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4:21: 23). En estas palabras de Jesús a la
Samaritana, ¿no hay una cierta contradicción aparente? Si la hora viene, ¿cómo puede ser que ya haya llegado? Si la hora ha
llegado, ¿cómo puede ser que todavía está por llegar? Pero las dos afirmaciones son verídicas.
La hora de la pura adoración en espíritu y en verdad no llegó todavía, porque las divisiones subsisten entre aquellos
que creen en el mismo Padre – y aún entre aquellos que creen en el Hijo. Jesús no trata estas divisiones ligeramente. No
pone en el mismo plano a los samaritanos y a los judíos. Los samaritanos, dice, adoran lo que no conocen, y “la salvación
viene de los judíos” (Jn 4:22). Asimismo, la luz de Cristo no es mantenida pura igualmente en todos los grupos que se
reclamen de Él. Jerusalén y Garizim subsisten todavía.
Y sin embargo, ya la hora ha llegado donde los santuarios respectivos desvanecen delante de la adoración en espíritu y
en verdad. Para la Samaritana, esta hora ya “es”, ha llegado, ella está presente - porque la Samaritana se encuentra en este
momento delante de Jesús y Le abre a Él su alma. La hora de la pura adoración ha llegado en la medida que Jesús mismo
nos habla y donde Lo escuchamos, porque Jesús contiene toda verdad, y cada hombre que escucha a Jesús y Lo acepta
adhiere implícitamente a esta verdad total.
Jesús es la imagen exacta y el eco del Padre. Lo que es Jesús nos revela lo que es el Padre. Pero Jesús se revela a nosotros
como aquel que es “manso y humilde de corazón” (Mt 11:29). Estamos habituados a pensar al Padre en términos de poder. Sí,
el Padre es todopoderoso. Pero el corazón del Padre es manso y humilde como el de Jesús. Manso: en Él no hay nada brusco
o herido, ninguna violencia, ningún arrebato, sino la benevolencia, la bondad, la ternura. Humilde: no que el Padre se
incline delante de alguien más grande (como el Hijo hecho hombre se inclina delante del Padre), sino que no hace ninguna
“publicidad” tampoco se complace en las apariencias, y prefiere los medios “pobres”, y se une a la bajeza voluntaria de Su
Hijo tomando nuestra naturaleza y el sufrimiento. Aprender a ver al Padre en este aspecto.
Todo lo que Jesús nos dice de Su corazón se aplica, en efecto, al corazón del Padre. El corazón del Padre es el modelo
que reproduce el corazón de Jesús. Quizás la imagen más satisfactoria que podemos concebir del Padre sea aquella del
corazón, - la primera emoción que se propaga en todo lugar, el primer amor que mueve todas las cosas, los astros y las
almas. Cada latido del corazón es un “impulso” por el cual el Padre se da. Estos latidos reenvíen hacia nosotros la sangre del
Hijo, vivificado por el soplo del Espíritu.
El Padre es corazón. Vivir según la voluntad del Padre, es vivir bajo la dependencia de ese corazón. Unir cada latido de
nuestro corazón a aquellos del corazón divino.
Jesús se ha hecho hombre, y he aquí que, por primera vez, un corazón de hombre late en perfecto “unísono” con el
corazón de Dios. Por la primera vez, un amor perfecto hacia el Padre hace latir un corazón humano. Por la primera vez, un
corazón humano late de un amor perfecto hacia los hombres. Terminación suprema del destino humano, - en Jesucristo.
Esta terminación dura, durará para siempre, como el Dios-hombre. En Jesús, Dios verdadero y hombre verdadero,
permanece inscripta la vocación de cada hombre. Antes que Él tomara carne, el Hijo amaba perfectamente a los hombres.
Sin embargo, el corazón de Dios no estaba todavía unido a un corazón de hombre.
Es también en el “discurso después de la cena” que Jesús, habiendo hablado del Padre, habla del Espíritu. Uno y otro
tienen sus lugares en estas últimas efusiones de amor y de luz. No podemos entrar en la intimidad del Hijo sin encontrar al
Padre y, al mismo tiempo, al Espíritu Santo. Juan ya había visto la paloma descender sobre Jesús, cuando anunció al cordero
de Dios. El cordero y la paloma: distintos e inseparables.
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Padre Lev Gillet
Tropario de la Resurrección (Tono 5)
Al coeterno Verbo, con el Padre y el Espíritu, al Nacido de la Virgen para nuestra salvación, alabemos, oh fieles, y
prosternémonos. Porque se complació en ser elevado en el cuerpo sobre la Cruz y soportar la muerte, y levantar a los
muertos por su Resurrección gloriosa.
Tropario del domingo posterior a la Navidad (Tono 2)
¡José! Anuncia a David el antepasado de Cristo, las esplendorosas maravillas. Porque Tú habías contemplado en cinta a
una virgen. Por lo tanto, con los pastores, glorificaste; con los Magos adoraste; y por el ángel fuiste inspirado. Suplica, pues,
a Cristo Dios, que Salve nuestras almas.
Tropario de Navidad (Tono 4)
Tu Natividad, Cristo nuestro Dios, hizo brillar en el mundo la luz del conocimiento; Porque los que adoraban a las
estrellas, por una estrella aprendieron a adorarte, Sol de la Justicia; y de conocer que Tu has venido desde la aurora de lo
alto, Señor, Gloria a Ti.
Kontakion de Navidad (Tono 3)
Hoy, la Virgen da a luz al que supera toda esencia; y la tierra ofrece la gruta para Él quien nadie puede acercarse. Los
ángeles con los pastores glorifican; y los magos con la estrella van por el camino. Porque un Niño Nuevo ha nacido para
nosotros; Quién es el Eterno Dios.
Carta a los Gálatas (1:11-19)
Hermanos, quiero que sepan que la Buena Noticia que les prediqué no es cosa de los hombres, porque yo no la recibí ni
aprendí de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. Seguramente ustedes oyeron hablar de mi conducta anterior
en el Judaísmo: cómo perseguía con furor a la Iglesia de Dios y la arrasaba, y cómo aventajaba en el Judaísmo a muchos
compatriotas de mi edad, en mi exceso de celo por las tradiciones paternas. Pero cuando Dios, que me eligió desde el seno
de mi madre y me llamó por medio de Su Gracia, se complació en revelarme a Su Hijo, para que yo Lo anunciara entre los
paganos, de inmediato, sin consultar a ningún hombre y sin subir a Jerusalén para ver a los que eran Apóstoles antes que
yo, me fui a Arabia y después regresé a Damasco. Tres años más tarde, fui desde allí a Jerusalén para visitar a Pedro, y
estuve con él quince días. No vi a ningún otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el hermano del Señor.
Santo Evangelio según San Mateo (2:13-23)
En aquel tiempo, cuando los magos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate,
toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y quédate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño
para matarlo”. Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de
Herodes (para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo). Entonces Herodes, al
ver que había sido burlado, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de
dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta
Jeremías: Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto, lamento y gemido: Raquel llora a sus hijos y no quiere consolarse,
porque ya no existen… Muerto Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: “Levántate,
toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del
niño”. Él se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero, al enterarse de que Arquelao
reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró de Galilea y fue a vivir
en una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliese el oráculo de los profetas: Será llamado Nazareno.
El Domingo posterior a la Navidad
San José, el Profeta David y San Santiago
El domingo que cae inmediatamente después de la Navidad conmemoramos siempre a tres personas: a San José, el
“prometido” de la Virgen, a David, el Profeta y Rey, y a Santiago, el hermano del Señor.
San José (cuyo nombre significa “el que aumenta”) era hijo de Jacob quien pertenecía a la tribu de Judá, de la
descendencia de David. Era un habitante de Nazaret, carpintero de profesión y un hombre de edad avanzada cuando, por la
buena voluntad de Dios, se comprometió con la Virgen para servir al gran misterio de la providencia de Dios como
protector de la Virgen, siendo su marido para que ella no sufra reproches al estar embarazada. José había estado casado
antes de su compromiso con la Virgen, de ahí los que son llamados “hermanos y hermanas” de Jesús (Mt 13:55-56) y que son
los hijos de José de su primer matrimonio. De las Escrituras, sabemos que San José vivió por lo menos hasta el duodécimo
año después del nacimiento de Cristo (Lc 2:41-52), de acuerdo a la tradición, durmió en el Señor antes del inicio del
ministerio público de Cristo.
El antepasado de Dios, David, el gran profeta después de Moisés, nació de la tribu de Judá. Era hijo de Jesé (también
llamado Isaí), y nació en Belén (que se conocía como “la Ciudad de David”), en el año 1085 antes de Cristo. Aunque todavía
era joven, por orden de Dios fue ungido secretamente por el profeta Samuel para ser el segundo rey de los israelitas,
mientras que Saúl, que ya había sido privado de la gracia divina, estaba aún vivo. A los treinta años de su vida, cuando Saúl
había muerto en batalla, David fue elevado a la dignidad de rey, en primer lugar, por su propia tribu, y después por todos
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los hijos de Israel, y reinó durante cuarenta años. Después de haber vivido setenta años durmió en el Señor en el año 1015
antes de Cristo, después de haber proclamado que su hijo Salomón sería el sucesor al trono.
La historia sagrada ha registrado no sólo la gracia del Espíritu que moraba en él desde su juventud, sus hazañas en la
guerra, y su gran piedad hacia Dios, sino también sus transgresiones y faltas. Sin embargo, su arrepentimiento fue más
grande que sus transgresiones, y su amor por Dios fue ferviente y ejemplar. El nombre “David” significa “el amado”.
Su libro de los Salmos es el fundamento de todos los oficios de la Iglesia, no hay un solo oficio que no esté lleno de
salmos y versos tomados de los Salmos. Es el medio por el cual el antiguo Israel alabó a Dios y fue utilizado por los
Apóstoles y por el Señor mismo. Los Santos Padres de todas las edades lo han utilizado como “entrenador” y “maestro” de
vida interior y de forma de conversar con Dios. Además, este libro elocuentemente retrata todos los estados y las emociones
del alma ante su Hacedor. El Salterio está lleno de profecías sobre la venida de Cristo. Se anuncia la Encarnación, Su
bautismo en el Jordán, Su crucifixión con todos sus detalles, Su descenso a los infiernos, Su Resurrección, Su Ascensión y Su
Gloria.
San Santiago es el apóstol mencionado en Mt 13:15 y en Mc 6: 3 como uno de los cuatro hermanos del Señor. Los otros
tres fueron: José, Simón y Judas. Parece que ninguno de los “hermanos” creyó en Jesús al principio, como lo menciona
claramente San Juan el Evangelista (7:1-5). ¿Qué es lo que transformó a Santiago para que se presentase en su carta como el
“siervo de Dios y del Señor Jesucristo” (según la carta atribuida a él en St 1:1)?, no lo sabemos claramente; pero el apóstol Pablo
menciona en su primera carta a los Corintios que Jesús se manifestó a Santiago después de la Resurrección (I Cor 15:7).
De los textos bíblicos, sabemos que Santiago era uno de los representantes más sobresalientes de la Iglesia de Jerusalén.
San Pablo en su carta a los Gálatas (1:19; 2:9) lo menciona entre las tres “columnas” de la Iglesia en esta ciudad. También en
Hechos de los Apóstoles cuando éstos con los ancianos se reunieron para decidir si los convertidos de los gentiles debían
aceptar la circuncisión o no, Santiago habló como la cabeza de la comunidad en Jerusalén, y pronunció el juicio del
“concilio”.
Se atribuye a Santiago la primera de las siete cartas pastorales que forman el Nuevo Testamento. Según los exegetas la
carta de Santiago fue escrita entre los años 50 y 60 d.C. La carta contiene una colección de enseñanzas e instrucciones sobre
la conducta cristiana y la vida pastoral: la paciencia en las tribulaciones, la fe que obra en el amor, el control de la lengua, el
peligro del dinero, entre otras cosas. La Tradición menciona otras cosas sobre él. Entre ellas, que Santiago se le llamaba, en
su vida, el Justo; que desde su niñez había sido separado para Dios; y que su cabello “no conoció tijeras” (en señal de su
dedicación a Dios) y que permaneció casto toda su vida. Los Apóstoles lo eligieron unánimemente como el primer obispo
de Jerusalén, y así cumplió su labor durante 30 años, en los cuales atrajo a muchos, judíos y gentiles, hacia la fe en
Jesucristo. Una vez, predicando desde la azotea de una casa decía: “el Hijo del hombre está a la diestra del Altísimo, y vendrá
sobre las nubes a juzgar al mundo con su bondad”. Mientras el pueblo alababa: “¡Hosanna el Hijo de David!”, los fariseos y los
fanáticos de los judíos empujaron hacia abajo al Justo, y luego lo apedrearon y así llegó el martirio del Justo.
Oración por el nuevo año
Señor, Dios nuestro, que por Tu soberanía estableciste los tiempos y las temporadas; que eres Eterno y permaneces para
siempre; el que existe en Si Mismo, sin cambio ni alteración. Tú que perfeccionas todas las cosas, que nos has hecho, por la
compasión de Tu indescriptible Misericordia, dignos en llegar al inicio de este nuevo año. Tú, Soberano Bondadoso, bendice
por Tu Divina Gracia este año, y hazlo un año bueno disponiendo en cada estación de la abundancia de los frutos de la
tierra y la regularidad de los aires. Otórganos pasar el año venidero, en paz y concordancia, siendo adornados con las
coronas de las virtudes, andando en la luz de Tus Mandamientos como hijos del día. Conserva en la paz a Tu Iglesia, apoya
con Tu Poder a nuestros gobernantes y otórgales una paz firme e inconmovible. Educa a los jóvenes, fortalece a los
ancianos, une a los dispersos, vuelve a los extraviados y júntalos a Tu Santa Iglesia Católica y Apostólica. Vierte sobre todos
Tu Bondad, Piedad y paz, y haznos dignos que con una sola boca y un solo corazón Te glorifiquemos y Te alabemos a Ti, el
Dios Trino en Personas, el Eterno y el Bendito por los siglos de los siglos. Amén.
¡Bendito 2013!
Al iniciarse un nuevo año, Monseñor Siluan y el cuerpo sacerdotal de nuestra Iglesia en Argentina desean enviarles sus
mejores augurios a todos los fieles ortodoxos argentinos. Quiera Dios que este nuevo año sea un tiempo de bendición, de
crecimiento y de búsqueda de Dios. Que Jesús esté siempre presente en nuestras vidas en el transcurso de este año.
¡Felicidades!
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