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Antonio Rosmini. Carácter de su filosofía "Texto de la presentación del Congreso 'La filosofía cristiana de Antonio Rosmini' (UCA, 1 al 3 de junio de 2005)" Juan F. Franck La atención dedicada a Antonio Rosmini en la bibliografía filosófica no se corresponde con la envergadura real de su pensamiento. Apenas se lo menciona en las historias de la filosofía moderna y, si acaso, se lo coloca erróneamente junto a Gioberti como uno de los representantes del ontologismo, o bien como una de las personalidades del Risorgimento, en este último caso acertadamente. Cabe preguntarse cuáles son las razones de esta omisión. Si se trata de la cantidad y extensión de sus obras, o del relativo desconocimiento de la filosofía italiana en general; de la cambiante posición del magisterio de la Iglesia con respecto a su filosofía; del innegable hecho de la moda en ámbito intelectual, etc. A estas posibles explicaciones hay que agregar la tergiversación de la que Gentile lo hizo objeto, al presentarlo como el “Kant italiano”,1 carente por lo tanto de novedad o valor propios, y la recepción de una buena parte de la filosofía cristiana de la segunda mitad del siglo XIX y posterior, apoyada fundamentalmente en la encíclica Aeterni Patris (1879) y en el famoso decreto Post Obitum (1888), que gravitaría enormemente sobre las generaciones siguientes.2 Sin embargo, más allá de toda explicación histórica o política la obra de Rosmini representa un desafío que pocos han sido capaces de afrontar. Y ésta es la principal razón del limitado eco que ha alcanzado. A pesar de su claridad, o tal vez en virtud de ella, los escritos del Roveretano no son siempre penetrables en una primera lectura. De su teoría del conocimiento decía, por ejemplo, que muchos pasan por alto la intensa meditación que requiere. Rosmini veía en ella “la primera base que se debe colocar en el edificio intelectual”3 y “el gran principio filosófico que es necesario abrazar”.4 Sin embargo, no sería correcto ver en su punto de partida gnoseológico una limitación o un condicionamiento del resto de su filosofía, sino muy al contrario la razón de su importancia. En efecto, de la adecuada resolución del problema del conocimiento depende no sólo la cuestión de la certeza, 5 sino también la rectitud del razonar, la posibilidad de una moral objetiva,6 la cuestión de la 1 Ver G. Gentile, Rosmini e Gioberti: saggio storico critico sulla filosofia del Risorgimento, en Opere complete di Giovanni Gentile, vol. 25, Sansoni, Florencia 1958, pp. 59-81; la expresión se encuentra en p. 65. 2 Ver, entre los numerosos estudios históricos, véase L. Malusa, Neotomismo e intransigentismo cattolico, 2 vol., Marzorati, Milán 1986 y 1989. Un análisis adecuado de las proposiciones contenidas en el mencionado decreto se puede ver en G. Giannini, Esame delle quaranta proposizioni rosminiane, Sodalitas, Stresa 1985. 3 A. Rosmini, Carta del 30 de enero de 1831 a Michele Parma, en Epistolario filosofico, ed. G. Bonafede, Fiamma Serafica, Palermo 1968, p. 140. 4 A. Rosmini, Carta del 11 de marzo de 1831 a Michele Parma, en Epistolario filosofico, cit. p. 153. 5 Ver A. Rosmini, Nuovo saggio sull’origine delle idee, tomo 3, ed. crítica de G. Messina, vol. 5 de las Opere, 2005, nn. 1040-1377. 6 Ver A. Rosmini, Principi della scienza morale, ed. crítica de U. Muratore, vol. 23 de las Opere, 1990. Contiene dos obras. La primiera lleva el mismo título que el volúmen de la edición crítica. Fue publicado por primera vez en 1831, un año luego del Nuovo saggio. En él Rosmini se proponía justamente mostrar las consecuencias de una correcta teoría del conocimiento para la ética. En efecto, si el entendimiento humano no poseyera una luz capaz de guiarlo con seguridad hacia la verdad, tampoco sería posible una moral objetiva. La segunda obra, Storia comparativa e critica dei sistemi intorno al principio della morale (1837), consiste en un fino análisis de unos 2 inmortalidad del alma,7 de la dignidad de la persona,8 de la naturaleza intrínseca del ser,9 el conocimiento de la existencia de Dios,10 etc. De todo esto, las obras de Rosmini ofrecen un exhaustivo desarrollo. A pesar de su confianza en que “llegará un momento en que todas estas doctrinas, se volverán familiares gracias a la meditación y ya no parecerán tan increíbles”, 11 no deja de advertir una actitud paradójica que la lectura de sus escritos producía en sus lectores. Así es que escribe en otra carta: “Algo inexplicable para mí es cómo no soy capaz de hacerme entender, mientras que al mismo tiempo todos dicen que soy claro hasta el extremo”.12 A pesar de lo aparentemente exorbitante del siguiente juicio, es preciso reconocer que el pensamiento de Rosmini es una de las síntesis filosófico-teológicas más importantes, profundas y completas elaboradas por el pensamiento cristiano, únicamente comparable a lo realizado por Agustín de Hipona y por Tomás de Aquino, en cuya continuidad se sitúa consciente y consecuentemente.13 Rosmini se propone un profundo examen crítico de toda la filosofía moderna y en este sentido considera insuficientes tanto la antigua como la medieval. Si bien prefería en líneas generales el pensamiento de Platón al de Aristóteles, “las filosofías tolerables de la antigüedad”, añadía que “ninguno de los dos sistemas puede satisfacer”. Y luego de destacar el siglo XIII como el momento más elevado de la Escolástica, afirmaba: “Incluso considerada en su mejor momento, la Escolástica necesitaría un nuevo desarrollo, nuevas aplicaciones, y no caminar sostenida por la espalda como un niño que se deja llevar por su ayo, Aristóteles”.14 Desprovistas de todo acento polémico, estas afirmaciones muestran ante todo su preocupación por hacer frente de manera eficaz tanto al materialismo de Locke, como al escepticismo de Hume y al idealismo alemán, de Kant a Hegel. Entre los filósofos cristianos modernos, ni Descartes ni Malebranche ni Leibniz lo convencen del todo. No puede sino recomendarlos parcialmente, lo mismo que a tantos otros: Bossuet, Fenelon, Gerdil, etc. En el contexto de este intento de reforma en la continuidad merece gran atención la siguiente afirmación de Rosmini: “La escuela teológica (medieval y post-medieval) partió de la meditación sobre Dios, yo partí simplemente de la meditación sobre el hombre y sin embargo llegué a las mismas conclusiones”.15 cincuenta sistemas de ética, desde la antigüedad hasta su propio tiempo. En él Rosmini se ocupa en mostrar bondades y deficiencias de sus predecesores y ataca decididamente la moral utilitarista y materialista. 7 Ver A. Rosmini, Psicologia, tomo I, ed. crítica de V. Sala, vol. 9 de las Opere, 1988, libro V, nn. 660-730. 8 Ver A. Rosmini, Principi della scienza morale, cit., cap. 3, art. 9, pp. 44f. y cap. 4, art. 8, pp. 59f.; Compendio di Etica e breve storia di essa, ed. crítica de M. Manganelli, vol. 29 de las Opere, 1998, n. 102. 9 El tema está presente en toda su obra; valga como referencia principal la Teosofia, ed. crítica en 6 tomos de M. A. Raschini y P. P. Ottonello, vol. 12-17 de las Opere, 1998-2002. 10 Ver A. Rosmini Sistema filosofico, cit., nn. 178-182; Nuovo saggio, tomo 3, cit., nn. 1456-1460; Teosofia, tomo I (1998), nn. 298-301, etc. A lo largo de la Teosofia el lector encontrará numerosas pruebas de la existencia de Dios, por ejemplo como la Primera Inteligencia o Mente Infinita. Un estudio clásico sobre el tema es F. Percivale, L’ascesa naturale a Dio nella filosofia di Antonio Rosmini, Città Nuova, Roma 2000, 2a edición. 11 A. Rosmini, Carta del 9 de diciembre de 1844 a Michele Parma, en Epistolario filosofico, cit., p. 478. 12 A. Rosmini, Carta del 15 de abril de 1841 a Cesare Cantù, en Epistolario filosofico, cit., p. 374. 13 De Tomás decía que era “el más grande filósofo de Italia, y tal vez del mundo”. A. Rosmini, Teosofia, tomo I (1998), n. 468. Ver también Teosofia, tomo IV (2000), nn. 1619 y 1692. Rosmini es consciente de que Tomás de Aquino necesita en más de un tema ser interpretado; por eso escribe, refiriéndose a la cuestión del origen de las ideas: “es imposible establecer cuál es la verdadera opinión de Santo Tomás sin entrar en investigaciones eruditas. Si bien creo haber logrado conocer el límite preciso hasta el cuál estoy de acuerdo con Santo Tomás y el punto donde comienzo a separarme de este hombre estimabilísimo, sin embargo considero inútil extenderme sobre el asunto”. Carta del 11 de febrero de 1831 a Giacomo Mellerio, en Epistolario filosofico, cit., p. 144. 14 A. Rosmini, Carta del 13 de febrero de 1833 a Antonio Riccardi, en Epistolario filosofico, cit. p. 208. 15 A. Rosmini, Il rinnovamento della filosofia in Italia, ed. de D. Morando, vol. XIX de la Edizione nazionale delle opere edite e inedite di A. Rosmini-Serbati, Milano, Fratelli Bocca, 1941, p 81. 3 Luego de dedicar largos años a estudios de ciencia política, Rosmini comprendió que la reforma moral del hombre y de la sociedad exigían una renovación de todo el saber. La filosofía, como ciencia de las razones últimas, está en la base del árbol científico, ya que investiga los fundamentos del conocimiento, la naturaleza de las cosas. Sólo una sana filosofía permite además el paso a la ciencia de la fe y conducir a los hombres por medio de la inteligencia a la religión. Es por ello que emprendió una reforma de toda la filosofía, comenzando por el problema fundamental: el alcance del conocimiento humano o, en otras palabras, el problema de la naturaleza y del origen de las ideas.16 Es su convicción que el resto de la filosofía queda a oscuras si el problema gnoseológico no es adecuadamente resuelto y por ello comienza la exposición del sistema filosófico con la publicación del Nuovo saggio sull’origine delle idee, que constituye un punto de llegada de la tradición filosófica occidental, en la que se apoya continuamente. Aunque Rosmini aclara en el prefacio que “la obra presente no pertenece a la filosofía que investiga nuevas verdades, sino que más bien se esfuerza por añadir claridad y desarrollo a verdades ya conocidas universalmente”, 17 lo novedoso consiste en el puesto sistemático que la teoría del conocimiento recibe, permitiendo además dar razón de toda posición contraria, sin rechazarlas antes de examinar sus entrañas. El Nuovo saggio se coloca así por lo menos a la altura de la Crítica de la razón pura, cuyos defectos y contradicciones pone de manifiesto, junto con sus innegables méritos. La cuestión del origen de las ideas, profundamente debatida por Platón y Aristóteles, así como durante la Escolástica medieval, fue repropuesta nuevamente en la Edad Moderna, colocando a la filosofía en un nivel de reflexión superior, que requería nuevas respuestas y nuevas soluciones. Sin embargo, en Rosmini no hay nada de la convicción, común a tantos intentos de reforma de la filosofía del siglo XX, de que los filósofos de todos los tiempos habrían olvidado algo importantísimo, fundamental, incluso la clave de toda la filosofía. Al contrario, su pensamiento es un ejemplo único de cómo la filosofía clásica es capaz de renovarse de modo auténtico sin negar sus logros anteriores ni recurrir a terminologías extrañas o a afirmaciones confusas. En el prefacio al Nuovo saggio dice: “Esta doctrina nuestra fue vista más o menos claramente por todos los mayores filósofos y si nos corresponde algún mérito al haberla expuesto, éste no consiste tal vez en otra cosa que en una mayor coherencia al aplicarla y desarrollarla”.18 Frecuentemente se desconfía de la pretensión de reformar la filosofía desde sus fundamentos, ya que parece incongrua con la limitación esencial al conocimiento humano. Aunque el siglo de Rosmini es el de las grandes síntesis filosóficas y también del idealismo, sería erróneo emplear este argumento como excusa para rechazar su ambicioso intento de elaborar, como él mismo lo llamaba, el “sistema de la verdad”.19 Y esto por dos motivos. El primero es que nadie estuvo más atento que Rosmini a no reducir la realidad a una fórmula, evitando todo “amor exagerado a la regularidad y al sistema”, 20 que mueve a elegir unos principios arbitrarios y a excluir todo lo que de esos principios no puede legítimamente “La cuestión de las ideas – dice Rosmini – siendo la primera y principal de todas, basta sola para caracterizar un sistema y para juzgarlo”. A. Rosmini, Carta del 13 de febrero de 1833 a Antonio Riccardi, en Epistolario filosofico, cit. p. 208. 17 A. Rosmini, Prefazione al Nuovo saggio sull’origine delle idee, tomo 1, ed. crítica de G. Messina, vol. 3 de las Opere, 2003, n. 1. 18 Ibidem, Preliminare alle opere ideologiche, n. 14. 19 En este sentido no es correcto hablar con von Balthasar del “idealismo cristiano” de Rosmini o de su “doctrina idealista del ser”, ni tampoco decir que “no tenía tal vez la mirada totalmente abierta” para el misterio. Cfr. A. Rosmini, Leitsätze der christlichen Vollkommenheit, Johannes Verlag, Einsiedeln 1964, introducción de H. U. von Balthasar, pp. 6, 8 y 14. 20 A. Rosmini, Nuovo saggio sull’origine delle idee, tomo 1, cit., n. 342. 16 4 derivarse. Una filosofía tal partiría de una observación incompleta y de principios parciales, pero la noción de sistema en cuanto tal no implica la deriva hacia el pensamiento ideológico. Un sistema es “un principio considerado con todas sus consecuencias”21 y la razón, si no quiere negarse a sí misma, se ve obligada tanto a remontarse a los principios de las cosas como a extraer de ellos las consecuencias acertadas. La reductio ad principia realizada por Rosmini sólo puede aumentar la solidez del entero edificio del pensamiento, ya que no es posible proceder más allá de las primeras verdades. Por otra parte, la manera más eficaz de alejar un error es colocarlo frente a la verdad que desvela su fealdad y su intrínseca contradicción. El espíritu inquieto del hombre, siempre deseoso de mirar a otra parte y propenso a la duda y a la sospecha, es constantemente seducido por una apariencia de verdad, así como por un bien aparente. Dar al intelecto una verdad luminosa y completa como alimento es entonces algo necesario para la vida del espíritu. En efecto, por su misma esencia “el hombre está hecho para la verdad”,22 su “patrimonio más precioso”.23 Para seducirlo, el error debe ocultarse adoptando la forma de su opuesto, ya que si se presentara tal como es, el entendimiento lo rechazaría inmediatamente. Quienes están movidos por un real amor a la verdad emplean todos sus esfuerzos en poner en evidencia las falacias y sofismas que el error genera. De allí proviene que alternativamente en unas épocas domine el error y que en otras la verdad sea más eficaz, cuando el engaño es descubierto. La verdad es de por sí pacífica, ya que quien la posee ama contemplarla reposadamente; el error, en cambio, es por esencia inquieto y busca siempre nuevas maneras de imponerse, pasando desapercibido. Esta alternancia del pensamiento “gobierna el desarrollo de la inteligencia humana”.24 Según otra ley del pensamiento humano, la inteligencia se eleva siempre mediante nuevos actos de reflexión. “[A] partir del conocimiento primero y directo [la mente] se elev[a] a una primera reflexión, y de ésta a una segunda, y luego de esta última a una tercera y así, ordenadamente, sin salto alguno, por una serie de reflexiones cada vez más elevadas”. 25 En cada uno de estos niveles el error tiene una nueva oportunidad de introducirse. Así, una misma cuestión puede presentarse en forma diferente y obligar así a elevarse a un grado de reflexión superior y a buscar nuevos argumentos a la altura y en los términos en que la cuestión se presenta. Quien no comprende esta ley del pensamiento propondrá argumentos antiguos a objeciones nuevas y dejará la impresión de “que el error ha vencido, como si se agitase en un campo en el que apenas encuentra adversarios”.26 Existe por ello progreso en la filosofía y este progreso es de tipo dialéctico. El error sirve al mayor conocimiento de la verdad, porque exige contemplarla desde un punto de vista más elevado, “como el hombre que va desde el valle hasta la cumbre de las montañas y ve desde allí un horizonte inmensamente más vasto que antes”.27 De acuerdo a Rosmini, durante la Edad Moderna fue el sensismo de Locke el que reintrodujo el mismo espíritu sofista, lleno de adulación y superficialidad, que había provocado la reacción de los tres grandes griegos. El Ensayo sobre el entendimiento humano propagó durante todo el siglo posterior el materialismo y el subjetivismo, que inficionaron tanto la filosofía como la moral, la política y la literatura. Rosmini estaba convencido de que, a pesar de que “hubo ciertamente excelentes 21 A. Rosmini, Introduzione alla filosofia, ed. crítica de P. P. Ottonello, vol. 2 de las Opere, n. 46. A. Rosmini, Trattato della coscienza morale, vol. XXVI de la Edizione Nazionale delle Opere edite e inedite di A. Rosmini-Serbati, ed. G. Mattai, Fratelli Bocca, Milán-Roma 1954, n. 525. 23 A. Rosmini, Introduzione alla filosofia, cit., n. 2. 24 A. Rosmini, Introduzione alla filosofia, cit., n. 4. 25 Ibidem. 26 Ibidem. 27 Ibidem, n. 5. 22 5 escritores que respondieron a tales errores”, éstos “no han sido impugnados enteramente en su propia forma”.28 Además, los intentos parciales de deshacer los errores en uno u otro campo del saber exigían una visión integral de la filosofía, ya que quien ama la verdad busca contemplarla en su última expresión y en toda su integridad, de manera que ya no pueda ser atacada por el error. En efecto, si mediante un acto de reflexión la mente se ocupa no ya de una parte, sino de la totalidad del conocimiento, sólo cabe la oposición de la voluntad. “De ahí que – dice Rosmini – suponiendo que el entero sistema de la verdad sea alguna vez hallado y bien conocido, el combate de que hablamos no puede continuar sino de parte de quienes no quieren conocerlo, o bien, luego de haberlo conocido le niegan su asenso. En este caso sólo queda la lucha de las voluntades, antes que de las inteligencias, una lucha a la cual ninguna ciencia, ningún argumento humano puede poner fin, ya que el hombre es libre y la libertad bien puede ser condenada por la razón, pero sólo por Dios vencida”.29 Todos los esfuerzos de Rosmini se dirigen a la investigación de este sistema de la verdad, exigido por la necesidad especulativa que la filosofía moderna hizo ineludible. Su intento se coloca por tanto en directa oposición a la Encyclopédie de la Ilustración, de inspiración materialista, y busca darle una respuesta igualmente ambiciosa. El sistema que Rosmini elabora no supone el conocimiento de la totalidad de las verdades particulares, ni implica la negación del misterio, natural o sobrenatural. Siendo “la ciencia de las razones últimas”,30 la filosofía trata de las primeras verdades, más allá de las cuales no es posible remontarse y que fundamentan el resto del saber. Si quien las considera entiende por qué su evidencia es primera, debe quedar satisfecho y con la certeza de haber alcanzado un punto de apoyo firmísimo para todo el conocimiento. El sistema de la verdad es más bien la descripción de la totalidad de la verdad “según aquella forma en que está contenida en los principios”.31 Su objetivo corresponde por lo tanto a la naturaleza misma del saber filosófico. Tanto la sospecha de que esta nueva “forma dialéctica”32 de la filosofía sería una ilusión, como la impresión de ingenuidad que puede dar quien habla todavía de verdad – más aún, de la verdad – nacen probablemente de no haber comprendido la importancia de una operación como la de Rosmini para la metafísica. A pesar de su incompatibilidad, estas dos actitudes tienen una misma raíz: el desconocimiento del carácter propio de la filosofía moderna. Al mismo tiempo que Rosmini estaba convencido de que nadie era capaz de añadir una sola verdad fundamental al depósito del conocimiento, era consciente de que la filosofía necesitaba alcanzar una forma más madura, en la que todas las verdades aparecieran en su orden propio, según su íntima conexión y subordinación recíprocas. No sólo el desarrollo del idealismo alemán lo movía a ello, sino el haber aferrado otra ley intrínseca al pensamiento humano, el cual pasa por tres etapas: el pensar común o imperfecto, el pensar dialéctico o crítico y el pensar absoluto. El pensar común “se detiene en los primeros juicios formulados espontáneamente por la mente a partir de los múltiples sentimientos y principalmente de las sensaciones externas”;33 “es el que emplean normalmente los hombres, incluso los científicos”.34 La lógica y la metafísica de Aristóteles están edificadas en su mayor parte sobre este modo del pensar. “Alcanza ciertamente la verdad, pero una verdad parcial ... [aunque] suficiente para los fines 28 Ibidem, n. 4. Ibidem, n. 5. 30 A. Rosmini, Sistema filosofico, en Introduzione alla filosofia, cit., pp. 223-302, n. 1. 31 A. Rosmini, Introduzione alla filosofia, cit., n. 8. 32 Cfr. ibidem, n. 4. 33 A. Rosmini, Teosofia, cit., tomo IV (2000), n. 1997. 34 A. Rosmini, Logica, ed. crítica de V. Sala, vol. 8 de las Opere, 1984, n. 37. 29 6 que el hombre se propone normalmente”.35 Debido a la limitación del pensar común el entendimiento humano cree caer en contradicciones o incongruencias y se ve enfrentado a otras tantas antinomias. Se desalienta, ya que se creía en posesión de una verdad absoluta, y su combate por resolver las antinomias es lo que se denomina pensar dialéctico. Es una etapa intermedia que “dura mientras intenta la conciliación”.36 En él se sitúan sobre todo los pensadores alemanes de Kant a Hegel, que sintieron fuertemente los problemas que están a la base de la ontología, pero que, según Rosmini, no lograron abordarlos adecuadamente. Se trata de problemas clásicos, ya sentidos por la escuela de Elea y relegados posteriormente a un segundo plano, pero presentados nuevamente de manera radical, por ejemplo: la unidad del ser y la multiplicidad de los entes; la ciencia de intuición y la ciencia de predicación, etc.37 Dependiendo de la confianza en la razón que tenga el filósofo que advierte las dificultades del pensar común, el resultado será una filosofía escéptica o el pensar absoluto, en el que las aparentes contradicciones se resuelven. El pensar absoluto es lo que Rosmini emprendió en la Teosofía, obra inconclusa que representa la culminación de sus esfuerzos metafísicos y que comprende la ontología general o teoría general del ente, la teología racional o doctrina del Ente infinito y absoluto, y la cosmología o doctrina filosófica del mundo, es decir del ente finito y relativo.38 En ella Rosmini comienza a desarrollar la doctrina de las tres formas del ser (ideal, real y moral), ya concebida en su primera madurez, pero cuya lograda expresión no había sido alcanzada. La Teosofía completa entonces el arco que había comenzado a tender con la publicación del Nuovo saggio; ambas obras subsisten o caen juntas. La magnitud de este salto dialéctico, perfectamente comprendido por Rosmini, escapó a la atención de la mayoría de las respuestas provenientes de quienes con razón veían en la filosofía moderna un “amasijo de negaciones y de ignorancia”,39 para emplear una caracterización rosminiana del siglo XVIII. El siguiente texto refleja su posición al respecto: “insistiendo el hombre en dar plena fe a su manera espontánea de pensar, se esfuerza por resolver las antinomias, por responder a las objeciones con el mismo pensar común que las contiene en su seno; de ahí que o da respuestas insuficientes, con las que se da por satisfecho, o se enreda acumulando objeción tras objeción, distinción tras distinción, aprisionando así la ciencia y volviéndola una madeja. Esta es la razón de las infinitas sutilezas de la Escolástica, que terminaron por agotar los ingenios inútilmente y así ocasionaron su perdición”. 40 La principal diferencia entre los anti-modernos y Rosmini está quizás en que el Roveretano no se limita a reconstruir una doctrina antigua, sea incluso mediante el método moderno, crítico y sistemático. Rosmini responde a las dificultades en el mismo nivel en que ellas nacieron; más aún, se ve urgido a elevarse más alto, a fin de dar razón de la posición contraria. Leyendo a Rosmini se tiene la imprensión por un lado de que cada intuición verdadera encuentra su justo lugar en la totalidad del pensamiento y, por otro, de que la verdad misma se abre paso a través de sistemas erróneos, para aparecer finalmente en una forma más luminosa. En esto Rosmini es decididamente innovador y puede enseñarnos algo muy fácil de olvidar. No se crea sin embargo que Rosmini se ocupó solamente de cuestiones de alto vuelo especulativo, pero que le faltaron el sentido de lo concreto y la capacidad de observación. Por el contrario, sus obras están llenas de análisis agudísimos y observaciones finísimas sobre las leyes del movimiento de los cuerpos, de la percepción sensible, del comportamiento animal, de la vida del espíritu, de los múltiples actos de la voluntad, de las distintas potencias, etc. Su 35 Ibidem, n. 38. Ibidem, n. 37. 37 Ver A. Rosmini, Teosofia, cit. tomo I (1998), nn. 41-72. 38 Cfr. ibidem, n. 30. 39 A. Rosmini, Introduzione alla filosofia, cit., n. 10. 40 A. Rosmini, ver Teosofía, tomo IV (2000), n. 1997. 36 7 antropología por ejemplo, elaborada en tres obras principales – la Psicologia, la Antropologia in servizio della scienza morale y la Antropologia soprannaturale –,41 analiza finamente numerosos principios, activos y pasivos, proporcionando una base filosófica a la más reciente teoría del conocimiento por empatía,42 entre otras. Además, los análisis de la animalidad, las distinciones entre conocimiento directo y reflejo, moralidad y conciencia, voluntad y libertad, por citar sólo algunas, permiten dar un sólido fundamento a la investigación de la psique y de su actividad, así como de numerosas enfermedades físicas y psicológicas.43 En Rosmini se unen el observador, el metafísico, el maestro de fineza moral y un hombre de profundísima espiritualidad y conocimiento de la religión cristiana. Todo ello hace de él un guía excepcional para adentrarse en los innumerables pliegues de la persona humana y le permite alcanzar su objetivo de unificar al hombre “tan miserablemente dividido”44 [en ángel y bestia] por el pensamiento moderno. La armonía y claridad de la mente de Rosmini le impiden también colocar al hombre en el centro del universo.45 La reflexión sobre la naturaleza humana, su origen y su destino, no puede hacerse independientemente, sino que debe estar precedida por una adecuada visión del conjunto de la filosofía, es decir del saber sobre la naturaleza de las cosas y sobre sus últimas razones y causas. El punto de partida de la antropología no es el mismo sujeto humano. No lo es porque no puede serlo. Sin negar en nada su dignidad, tanto natural como sobrenatural, el hombre participa del ser sin ser él mismo el ser. Su valor no puede venirle de sí mismo, sino de su peculiar participación en el ser. Es persona y por consiguiente portador de la mayor dignidad entre las cosas que existen, pero es persona finita y entonces recibe su dignidad de otro y no se la da a sí mismo.46 La antropología no puede alcanzar su plenitud sin una filosofía que en sus principios sea completa y abrace la totalidad del ser, es decir en una metafísica adecuada. Sólo entonces el hombre encontrará su puesto en el conjunto de las cosas 41 A. Rosmini, Psicologia, en 4 volúmenes, ed. crítica de V. Sala, vol. 9, 9/A, 10 y 10/A de las Opere, 19881989; Antropologia in servizio della scienza morale, ed. crítica de F. Evain, vol. 24 de las Opere, 1981; Antropologia soprannaturale, ed. crítica de U. Muratore, vol. 39 y 40 de las Opere, 1983. 42 Para la elaboración teórica de este concepto son de gran importancia los conceptos rosminianos de sentimento animastico, sensitività pneumatica e inoggettivazione morale. Los textos principales pueden verse respectivamente en el Grande Dizionario Antologico del Pensiero di Antonio Rosmini, ed. C. Bergamaschi, Città Nuova-Edizione Rosminiane, Roma 2001, 2a edición, 4 vol.: IV, p. 330; IV, p. 312 y II, pp. 684-686, respectivamente 43 Ver D. Sartori, “Discovering Rosmini as a Psychologist”, en P. P. Ottonello (ed.), Rosmini e l’Enciclopedie delle Scienze, Olschki, Florencia 1998, pp. 315-320. 44 A. Rosmini, Psicologia, cit., n. 7. 45 Kolvenbach emplea mal una cita de la Antropologia morale, en la que Rosmini dice que “todo se anuda en el hombre [tout se noue dans l’Homme]” (Antropologia in servizio della scienza morale, cit., n. 906), refiriéndose a la intrínseca unidad del hombre, a su integralidad en términos de Sciacca. Rosmini no se refiere de ninguna manera a la totalidad de lo que existe, como Kolvenbach sugiere, aunque en otro sentido pueda decirse que en el hombre se da la unión de lo corpóreo y de lo espiritual, de lo finito y de lo infinito. Su carácter finito en todo caso le impide colocarse en el centro de la atención del filósofo que busca hacer justicia a la totalidad de lo existente. La fe cristiana enseña por otra parte que Cristo es el Alfa y el Omega, no el hombre sin más. Kolvenbach no puede apoyarse por lo tanto ni en las enseñanzas de Juan Pablo II ni en las necesidades de nuestro tiempo, para decir, como hace al final: “En este tiempo de la ‘mundialización’ de la existencia humana, Rosmini propone una filosofía que “se anuda” en el Hombre” (P.-H. Kolvenbach, Rosmini: un prophète pour le 3e millénaire?, en Rivista Rosminiana di Filosofia e di Cultura (1999), pp. 1-5, 5; el texto de la Antropologia morale está citado en p. 3). Esta distinción podrá parecer sutil, pero es de una importancia difícil de exagerar y su omisión, implícita o explícita, trae consigo gravísimas consecuencias para la moral, la política y la religión. La traducción inglesa de este artículo, publicada en Internet (vid. http://www.rosmini.org/docs/index.php), confunde aún más, ya que traduce: “everything is connected with man”, mientras que incluso la traducción inglesa de la obra, hecha por D. Cleary y T. Watson, dice, siguiendo fielmente el texto original: “Everything in the human being is interconnected” (cfr. A. Rosmini, Anthropology as an Aid to Moral Science, trad. Denis Cleary y Terence Watson, Durham 1991). 46 Cfr. C. Bergamaschi, L’essere morale nel pensiero filosofico di Antonio Rosmini, cit., pp. 76 y 78. 8 que son. Rosmini se coloca por lo tanto años luz de la hodierna idolatría del hombre y de su tan pregonada autorrealización. Dice con claridad: “Recuerde el mortal que no está en el centro del gran mar del ser, sino en un ángulo y que sólo desde ese ángulo dirige su mirada a las cosas, no desde el centro”.47 La persona finita existe frente a la Persona Infinita, de la cual depende. El sistema de la verdad entonces, lejos de abstraer al hombre de su realidad, es un valioso instrumento para su perfeccionamiento. Dice Rosmini: “Una filosofía que no tienda al mejoramiento del hombre es vana. Yo diría más: es falsa, porque la verdad mejora siempre al hombre.”48 Así comienza un ensayo de 1833 titulado Cómo se puede conducir el estudio de la filosofía, resumiendo de alguna manera el propósito general de su obra. Y más adelante dice: “todo lo que buscamos con la filosofía no es finalmente otra cosa que nuestro propio mejoramiento”.49 Sin embargo: “el hombre abusa de la misma verdad y la hace servir al error y a la propia perversión”.50 Por eso “la filosofía no puede ser más que una parte de los medios que el hombre tiene a su disposición para mejorar y para perfeccionarse”.51 El amor y la práctica de la virtud, actos de la voluntad, son tanto o más necesarios que el conocimiento de las razones últimas de las cosas, ya que en ellos se encierra la bondad o maldad de una persona. El ser humano actúa siguiendo la luz de su razón, o negándola, pero por más acabada que se presente, la filosofía no tiene en sí la fuerza de inclinar la voluntad. Es la antigua idea de sabiduría, en la que se unen el conocimiento y el ejercicio de la virtud.52 No por casualidad varias de las exposiciones de este congreso hacen referencia a la temática de la persona. En sus múltiples aspectos – ético, psicológico, ontológico, religioso, jurídico, político y social – la cuestión de la persona humana y de su dignidad intrínseca se coloca en el foco de la atención del pensamiento contemporáneo. Y es precisamente un punto en el que la reflexión rosminiana ofrece la máxima actualidad y una de sus contribuciones más ricas y originales, como atestigua hasta la evidencia la bibliografía rosminiana reciente.53 Rosmini enseña que la razón, si se la sigue fielmente, lleva al hombre a reconocer su límite y su debilidad, y la necesidad por tanto de abrirse a una verdad que lo supera y a una gracia que lo salva. Sus esfuerzos van en ambos sentidos, sin negar un ápice a los derechos de la razón ni retroceder ante las exigencias de la fe. La unidad y solidaridad entre ambas, sin suprimir las diferencias, es tal que Rosmini puede decir: “La revelación divina ... supone anterior a ella e indica una filosofía, cuya búsqueda Dios encomendó a la razón humana, ayudada y sostenida por Él mismo, a fin de que al encontrar los principios de esas verdades, la razón rinda tributo a la fe (...) de modo que el orden mismo de las cosas naturales sería absurdo e incluso un enigma inexplicable si esas verdades sobrenaturales no existieran. En resumen, como he dicho, la verdad revelada representa el cumplimiento de la verdad natural”.54 En particular, el pensamiento rosminiano permite comprender mejor misterios tales A. Rosmini, Preliminare alle opere ideologiche, en Nuovo saggio sull’origine delle idee, tomo 1, cit., n. 29. A. Rosmini, Come si possano condurre gli studi della filosofia, en Introduzione alla filosofia, cit., pp. 317333, n. 1. 49 Ibidem, n. 19. 50 Ibidem, n. 1. 51 Ibidem, n. 2. 52 Cfr. A. Rosmini, Introduzione alla filosofia, cit., nn. 57-112. 53 Ver por ejemplo: C. Bergamaschi, L’essere morale nel pensiero filosofico di Antonio Rosmini, La Quercia, Génova 1981; C. Riva, Il problema dell’origine dell’anima intellettiva, Sodalitas, Milán-Domodossola 1956; F. Evain. Être et Persone chez Antonio Rosmini, Beauchesne, París-Roma, 1981; S. Spiri, Essere e sentimento. La persona nella filosofia di Antonio Rosmini, Città Nuova, Roma 2004; J. F. Franck, From the Nature of the Mind to Personal Dignity. A Study on Rosmini, CUA Press, Washington DC 2005 (en prensa). 54 A. Rosmini, Antropologia soprannaturale, cit., tomo I, p. 480. 47 48 9 como la naturaleza de la gracia,55 el pecado original56 y la existencia de un Dios personal y trinitario.57 Digamos para concluir que en una cultura filosófica que privilegia la elección de una metodología o de un punto de vista determinados, Rosmini abre el horizonte, ya que la suya es una filosofía del ser, que busca hacer justicia a todo lo que es. Tanto la antropología como la ética, el derecho y la ciencia política; la ontología, la teología natural y la teodicea; la filosofía de la naturaleza y la lógica, deben a Rosmini insospechados desarrollos y clarificaciones. Su obra representa en la actualidad un gran aliado de la metafísica clásica y su estudio serio responde más que a una simple curiosidad: es fuente de luz y una guía preciosa para leer en profundidad la situación cultural y espiritual de nuestra época. 55 Ver. ibidem, pp. 81-227. Ver ibidem, pp. 369-486; Il razionalismo teologico, ed. crítica de G. Lorizio, vol. 43 de las Opere, 1992; Opuscoli morali, vol. XXXI (Dottrina del peccato originale) y XXXII (Le nozioni di peccato e colpa) de la Edizione Nazionale delle Opere edite e inedite di A. Rosmini-Serbati, ed. R. Bessero Belti, Cedam, Padua 1965. 57 Ver una antología de textos en el Grande Dizionario Antologico del Pensiero di Antonio Rosmini, cit., I, pp. 690-728. 56