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Domingo 29º tiempo ordinario, ciclo A
DAD A DIOS LO QUE ES DE DIOS
de los sermones sobre los salmos de san Agustín, obispo
Dos hombres malos, semejantes en costumbres y vida, están muy cerca uno
de otro, aunque vivan en las antípodas. Y dos justos en las antípodas viven juntos, porque uno y otro están en Dios. Inversamente, un justo y un malvado sujetos
a la misma cadena, están separados por un abismo. En este sentido, la diferencia
nos aleja de Dios, la semejanza nos conduce a él. ¿Qué semejanza? La de nuestra creación, deformada por nuestro pecado, recobrada cuando Dios nos perdona:
esta creación se renueva en el fondo de nuestro corazón cuando la imagen de
nuestro Dios se encuentra de alguna manera reesculpida en el denario de nuestra
alma, y así somos recuperados para su tesoro.
Porque ya recordáis, hermanos, que el Señor quiso un día mostrar, a partir de
una moneda, la exigencia de Dios a aquellos que lo tentaban, aquellos hombres
tuvieron la idea de consultar sobre el impuesto al Maestro de la verdad a quien
ellos deseaban desacreditar, y le preguntaron si era lícito pagar el tributo al César.
¿Qué respondió él? «¿Por qué queréis hacerme tropezar, hipócritas?». Y pide
que le traigan un denario, y se lo traen. «¿De quién es esta imagen», les dijo.
Ellos respondieron: «Del César». Les dice: «Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Dicho de otra manera: el César quiere recuperar
su imagen que figura en la moneda. «Por qué Dios no quisiera reencontrar la suya, grabada en el corazón del hombre?
Y es a esta semejanza que nos invita nuestro Señor Jesucristo, cuando nos
manda amar incluso a nuestros enemigos, porque entonces él toma ejemplo de
Dios: «Sed —dice él— hijos de vuestro Padre del cielo, que hace brillar su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos e injustos». «Sed, pues, perfectos
como vuestro Padre celestial es perfecto». Estas palabras: «Sed perfectos como
él» nos invitan a la semejanza. Si Jesús nos invita a ella, es evidentemente porque nuestra existencia en la no semejanza nos había alejado de Dios. Alejados
por la no semblanza, la resemejanza nos acerca a él, y se realiza ya en nosotros
la promesa de la Escritura: «Levantada a él la mirada: ¡os llenará de luz!». Es así
que otro salmo invita a los hombres que viven mal y que están alejados: «¡Venid,
celebremos el Señor con gritos de júbilo!». ¿A dónde vais, y por qué dais marcha
atrás? ¿Hacia dónde camináis y por qué esta fuga hacia las alegrías del mundo?
¡Venid, exultemos por el Señor! ¿Por qué vais hacia las alegrías del mundo? Venid, exultemos por Aquel que nos ha creado. ¡Venid, exultemos por el Señor!
Sobre el salmo 102,3
MONESTIR DE SANT PERE DE LES PUEL·LES