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La construcción del consenso en la democracia
Francisco Fernández de Castro*
Los mexicanos hemos sido testigos del advenimiento de la democracia en México y
estamos viviendo día con día los beneficios de ese proceso, así como los costos que genera.
En el medio académico los expertos han observado este aspecto con distintas perspectivas.
Por ejemplo, el politólogo y académico del Instituto Tecnológico Autónomo de México
(ITAM), Jeffrey Weldon, ha señalado que los frenos y contrapesos madisonianos
contenidos en la Constitución General de la República están siendo activados como
resultado del advenimiento de la democracia y el debilitamiento del autoritarismo. Observa
en ese sentido que el Presidente y el Congreso en México se encuentran en una etapa de
aprendizaje de sus roles republicanos.
Alberto Aziz y Jorge Alonso, ambos académicos del Centro de Investigación y Estudios
Superiores en Antropología Social (CIESAS), anotan que dada la alternancia en el gobierno
y la configuración de un congreso sin mayoría, la presidencia de la república ya no controla
algunas partes importantes del poder y surge una nueva relación entre los poderes
(ejecutivo, legislativo y judicial). De esta manera, todos los actores se enfrentan con un
nuevo dilema: o construyen consensos o corren el riesgo de quedar paralizados.
Juan Poom, investigador de El Colegio de Sonora, explica que desde la década de los 80’ y
en particular en los 90’, las elecciones en México empezaron a ser cada vez más
competidas y Sonora no es la excepción. Sonora forma parte de los quince estados de la
Federación mexicana que hasta el trienio 1997-2000 contaba con un gobierno dividido. En
concreto, la verdadera competencia por el poder ha llegado a Sonora y con ello, el
funcionamiento legislativo es más complejo. Lo relevante y deseable, dice Poom, es que la
ciudadanía sonorense vea el fenómeno del gobierno dividido como algo común, y que el
legislativo funcione con base en el consenso.
Actualmente, tenemos un Presidente constitucional que ganó las elecciones por un cerrado
margen de medio punto porcentual (56 %) ante su más cercano competidor. El nuevo
presidente propuso desde su campaña formar un gobierno de coalición, en circunstancias
donde las visiones acerca de los problemas de la nación por parte de las principales fuerzas
políticas, eran (y siguen siendo) radicalmente distintas. Esa propuesta parece que está
siendo reconsiderada, pero en el fondo, permanece el criterio de gobernar con base en un
intenso trabajo político que privilegie la construcción de acuerdos.
En un escenario como este, cobra relevancia un estudio sistemático sobre cómo los actores
en una democracia entran en conflicto y construyen acuerdos, orientados por sus creencias
e instituciones, normas formales e informales y por la comprensión que a partir de todo
esto, tienen de la realidad.
Un acercamiento sociológico nos permitiría enfocar la mirada en la naturaleza del conflicto,
qué lo provocó y cómo está siendo tratado, pero sobre todo cómo están visualizando o
“construyendo” ese conflicto cada una de las partes y, con base en ello, qué metas
persiguen. En términos de Berger y Luckman, el supuesto teórico que se asume dice que la
manera en que los humanos explicamos lo que está sucediendo mientras interactuamos, es
crucial para comprender el conflicto social. Así, el conflicto es una construcción social que
inicia cuando primero externamos nuestra creencia de lo que está sucediendo. De este
modo, si el conflicto es una realidad construida por oponentes, también puede ser
reconstruida por ellos mismos mediante formas menos costosas y más cooperativas para
obtener el consenso.
Además de identificar las metas que los actores buscan cumplir en el proceso del conflicto,
tenemos que caracterizar a las partes involucradas. Estas partes pueden ser adversarios,
aliados, intermediarios, tomadores de decisiones, medios de comunicación, entre otros. Esta
aproximación podría complementarse por un examen de disputas pasadas y la forma en que
fueron resueltas. Esto es de mucha utilidad ya que si se considera que el conflicto es un
proceso de largo plazo, es previsible que los intereses de los actores vayan modificándose y
con ello, la intensidad y forma del conflicto también variaría.
Si acudimos a la teoría económica de la política, veremos que los mercados político y
económico están compuestos por agentes egoístas y estratégicos que operan conforme a
determinadas reglas del juego. En la búsqueda por maximizar su utilidad, esos actores
descuidan la utilidad social y queda sin resolverse el conflicto distributivo. Se confirma
entonces la hipótesis de que el mercados per se no está provisto de los mecanismos que
promuevan el interés general y por lo tanto, se requiere de la intervención del Estado a
través de las políticas públicas. José Ayala Espino, quien en vida fuera investigador de la
Facultad de Economía de le UNAM, puso el énfasis en las instituciones, entendidas estas
como el conjunto de reglas del juego, es decir, la estructura de incentivos en el intercambio
humano, sea político, social o económico. De esta forma, instituciones ineficientes
propician fallas en el mercado y el Estado, que a su vez repercuten en mayor riesgo e
incertidumbre: mercados débiles, políticas públicas ineficientes, conductas oportunistas,
precarios encadenamientos productivos, distribución del ingreso socialmente injusta,
etcétera.
Desde la ciencia política sobresale el argumento de Giovanni Sartori, politólogo italiano
con profundo conocimiento del caso mexicano. Un gobierno fundado sobre el consenso es
para Sartori, un gobierno por consentimiento. El consenso es un requisito de la democracia,
pero a la vez es maximizada y enriquecida por el conflicto que es muy diferente a disenso.
El consenso, dice Sartori, no es una aprobación explícita, sino un “sentir conjunto”, un
sentir común, compartido, coligante. Así, consenso no es aprobar, es simplemente aceptar.
Entonces, en la democracia se aceptan o comparten tres cosas: a) los valores últimos, b) las
reglas del juego y c) los gobiernos. Puesto que la democracia se instala en una sociedad
conflictiva, el consenso como condición necesaria es aquel que se refiere a las reglas del
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juego. La regla primaria es la que decide cómo decidir, la que establece un método de
solución de conflictos.
Como puede apreciarse, la construcción del consenso en nuestra democracia es algo más
que un discurso de buena voluntad. La generación de acuerdos y nuestra convivencia en la
diversidad democrática no se reduce a un asunto de votos; es ante todo, el diseño de nuevas
reglas del juego que nos permitan superar las limitantes de los modelos mentales que hemos
construido a través de la historia para resolver los problemas de nuestra interacción
conflictiva.
Economista y actual tesista en El Colegio de Sonora. Es también docente en la Universidad
del Noroeste en las áreas de Economía y Administración Pública,
[email protected]
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