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La Empatía en la Consulta del Profesional de la Salud
Maria del Carmen Vidal Benito
Psiquiatra. Buenos Aires
Resumen: La autora ofrece una clarificadora visión de lo que significa
el término “Empatía”, resaltando su doble componente emotivo y
cognitivo. Para ello lo encuadra desde distintas perspectivas: la
histórica, que clarifica su origen, interpretaciones y usos dados al
término; la práctica, en la que resalta su aplicación en el ámbito de la
consulta a profesionales de salud no psiquiatras o psicólogos,
señalando no solo sus potencialidades sino sus peligros para el
profesional, para el paciente y para la relación entre ellos.
La Empatía es un fenómeno que ha sido tratado bastante intensamente
aunque
por
épocas,
por
diversos
estudiosos
y
pensadores pertenecientes a diferentes disciplinas y en cuanto se
comienzan a analizar los ensayos, las monografías, las tesis de
doctorado, las revisiones y los trabajos de investigación dedicados a
este tema, lo primero que resalta es que no existe consenso acerca de
lo que esta palabra significa.
Es muy probable que el uso del término, por parte de profesionales de disciplinas diversas, además de su
vulgarización y uso cotidianos, sean las circunstancias que han contribuído a la confusión que existe con
respecto del mismo.
La Empatía considerada como un fenómeno básicamente afectivo presente en los seres humanos, que posibilita
darse cuenta de que el otro, el que está frente a mí, presente en toda su corporeidad, se emociona como yo lo
hago, siente como yo siento, y por lo tanto es una persona tal cual yo lo soy, ha sido abordado por la Filosofía
y estudiado por ella como una condición del ser o del existir humanos, que posibilita la intersubjetividad, es
decir la relación con los otros.
La Psicología en cambio, ha estudiado la Empatía como característica psicológica, principalmente afectiva
para algunos, cognitiva para otros y mixta para la mayoría en la actualidad, que constituye por sí misma o es
una condición para la generación de las conductas y actitudes prosociales y es fundamental en el desarrollo
infantil.
Más recientemente, las Neurociencias se interesan en hallar las razones por las cuales el cerebro-cuerpo genera
una mente que se piensa a sí misma y abordan la consciencia, la Empatía, el altruismo, las conductas morales,
etc., tratando de entender cómo en el ser humano, se producen la consciencia de uno mismo y también la
capacidad de sentir la emoción de otro, pudiéndola diferenciar de la propia emocionalidad.
Es así que cuando se habla de Empatía, el o los autores pueden estar refiriéndose a:
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Sentir la emoción que el otro siente
Conocer el mundo interno de otra persona, sus ideas, creencias y sentimientos.
Conocer y comprender al otro y también compartir su estado emocional
Comprender los sentimientos de los otros: vivenciar lo que el otro siente, tomar distancia y valorar lo
sentido por el otro
Adoptar la postura o la expresión facial del interlocutor durante el intercambio con otros (la imitación
sería la base de la Empatía)
Proyectarse uno mismo en la situación de otro y luego percibir lo proyectado como perteneciente al
objeto (Empatía Estética)
Imaginar lo que se sentiría o se pensaría si se estuviera en el lugar del otro.
Imaginar cómo el otro siente o piensa.
Incomodidad, malestar, angustia, distress frente al sufrimiento del otro.
Acompañamiento del sufrimiento o la alegría del otro lo que motiva a ayudarlo. La compasión, la
congratulación, la conmiseración, son componentes de esta actitud que es designada desde Max
Scheler, como Simpatía, si bien algunos autores denominan Empatía.
Es fácil observar que en las definiciones anteriores, la Empatía es considerada como un elemento afectivo o
cognitivo o mixto.
Pero además la empatía forma parte relaciones interhumanas muy específicas, como la Relación Profesional de
la Salud-Paciente y dentro de este campo se puede diferenciar la Empatía de la Relación Médico Paciente y la
de la Relación Psicoterapeuta/Psicoanalista-Paciente, esta última conocida como Empatía Terapéutica.
Personalmente adhiero al concepto de Empatía como una actitud humana que forma parte de la
Competencia Social, entendida ésta, como el conjunto de habilidades, destrezas y actitudes de las
personas, necesarias para relacionarse los unos con los otros y conformar grupos sociales.
En la RMP tal actitud es parte de la Competencia Comunicacional que a su vez está incluída en la
Competencia Clinica.
En esta relación, la Empatía no solo “se presenta”, dependiendo de la capacidad natural del profesional y de
las características del que consulta, sino que puede ser considerada como una herramienta al servicio de alguna
estrategia con una finalidad terapéutica y por lo tanto puede y debe ser enseñada y también puede y debe ser
aprendida por los profesionales de la Salud.
Lo que sucede habitualmente en la relación entre los Profesionales de la Salud en general y los Pacientes, es
que el vínculo empático se desarrolla dependiendo de las capacidades naturales de cada profesional, ya que en
general, éstos carecen de la formación necesaria para implementarlo, salvo en algunos ámbitos de formación en
los cuáles se intenta fomentar esta actitud, los cuales son más bien escasos al menos en la Argentina.
Sea cual fuere la definición que se utilice, se acepta en general que la Empatía se desarrolla en los seres humanos
desde muy pequeños, no es de distribución homogénea, ya que hay personas con mayor facilidad para
empatizar que otras; se entiende que se presenta con mayor frecuencia en las mujeres, lo que muy
probablemente sea una consecuencia de lo que se valora en el sexo femenino en nuestra cultura, aunque también
debe haber otros factores que intervienen, muy probablemente neurohormonales (Oxitocina); sabemos que hay
relación entre la Empatía, las habilidades sociales de los niños, su capacidad para aprender y la tolerancia a la
frustración y que el grado de desarrollo de esta característica en los padres, influye en la evolución infantil.
Por otra parte la Empatía está muy relacionada a la posibilidad de vivir en sociedad, al altruismo, a las
condiciones para la afiliación a un grupo, a la solidaridad, a los valores éticos, es decir a todas las actitudes y
conductas que favorecen la convivencia y la interacción social y es posible por lo tanto inferir que la Empatía
está vinculada a la concepción de la nostridad, del nosotros como una entidad compleja y no como un yo plural,
como una sumatoria de individuos singulares.
También se vincula la Empatía y sus disfunciones a la psicopatología humana, particularmente con los llamados
Trastornos Generales del Desarrollo, especialmente el Autismo.
Theodor Hans Lipps (1851-1914), fue un filósofo y psicólogo que se dedicó al arte y a la estética, que difundió
a fines del siglo XIX, el término que estamos estudiando utilizando para ello la palabra “Einfühlung”, término
que ya había sido utilizado anteriormente por Robert Vischer en 1873, quien lo había usado para explicar
cómo la belleza de la naturaleza es aprehendida por el sujeto humano.
Si bien Lipps es poco conocido actualmente por los profesionales de la Psicología, algunos investigadores de las
Neurociencias han redescubierto sus hipótesis sobre la Empatía, que se articulan con los hallazgos acerca del
sistema espejo en el cerebro humano.
Calidad de Vida del Profesional de la Salud. La Satisfacción y la Fatiga por Compasión
En la tarea de los Profesionales de la Salud, el fenómeno empático sostenido a través del tiempo, a veces en
situaciones humanamente muy conmovedoras, con un elevado compromiso afectivo y una gran carga de
responsabilidad, generó hace alrededor de veinte años, una nueva preocupación vinculada al estrés laboral de
los profesionales, cuyo máximo exponente había sido hasta ese momento el síndrome conocido como Burnout
o Síndrome del Quemado, que nunca se había relacionado con la Empatía, aunque sí con carencias en las
habilidades comunicacionales de los Profesionales de la Salud. Se observó la aparición de un cuadro entre los
rescatistas que trabajaban en las catástrofes, que se denominó Estrés Traumático Secundario, ya que en estos
casos, la persona que se estresaba no era el paciente, es decir la que atravesaba la situación traumática, como
ocurre en los cuadros llamados Trastorno por Estrés Postraumático, sino que esto le pasaba al que atendía,
ayudaba y sostenía al primariamente traumatizado [II]
Es decir que llegados a este punto, existían dos cuadros de estrés en los trabajadores de la Salud como resultado
de su tarea de ayuda a las personas que atraviesan por situaciones traumáticas, sean ellas producto de
enfermedades, de accidentes o de catástrofes naturales.
Es decir que dejando de lado otros factores vinculados a la tarea que podrían influir, el Profesional de la
Salud se estresa por el padecimiento del paciente, porque lo acompaña simpáticamente, (se compadece
de él) y/o lo comprende empáticamente, (comparte su emoción y se pone en su lugar) y no está preparado
para elaborar la carga emocional que esto le representa.
Por esta razón muchos de los que estudiaron este cuadro, lo denominaron Fatiga por Compasión o
Desgaste por Empatía.
Pero entre los profesionales de la Salud, no es para nada infrecuente que el hecho de comprometerse
afectivamente con el asistido, genere un sentimiento positivo y una sensación interna de bienestar, que los autores
que postularon el concepto de Fatiga por Compasión, decidieron denominar Satisfacción por Compasión.
Este concepto tiene implicaciones complejas, ya que sentirse complacido con la tarea que se realiza, involucra
la intervención de numerosos factores socioculturales, ambientales, económicos, políticos y también ideológicos
y religiosos, además de los estrictamente psicológicos.[III]
La Medicina es un arte antiguo y muchas de las conductas y actitudes del médico son por lo tanto de larga data,
aunque por cierto la mayoría de las veces, los profesionales de la salud no nos detenemos a reflexionar acerca
de ellas.
A través del tiempo, un gran número de las formas de atender a los pacientes han sufrido variaciones
acompañando los cambios histórico-culturales que se han ido produciendo.
En la medida que una modalidad de atención se repite, se instala, se incorpora a la cotidianeidad de la actividad
profesional, se pasa a creer que tal modalidad es “naturalmente así” y por lo tanto no merece que nos detengamos
a analizar sus implicancias.
Es así como en la consulta médica poco a poco se ha establecido un modo de encuentro rápido, de contacto
superficial, centrado en recabar los síntomas de la enfermedad o el malestar físico que aqueja al consultante,
orientado a diagnosticar con la mayor aproximación posible el problema biológico, con preguntas cerradas, con
escasa oportunidad de exposición por parte del paciente de su interioridad, con una psicosemiología
prácticamente ausente, una semiología clínica breve y rudimentaria y una hipertrofia de estudios y análisis
complementarios.
Es lo que se denomina el modelo biomédico, focalizado en el diagnóstico de la enfermedad y centrado en el
profesional de la salud, con una relación Médico Paciente fragmentada y fragmentadora , objetivante y
cosificadora, en la que los sentimientos, afectos, preocupaciones, temores y expectativas del paciente no son de
interés para el médico y cuando perturban el desarrollo de la entrevista generando situaciones incómodas para
el profesional que no las maneja y además piensa que no le corresponden, entonces se procede “a derivar” al
paciente depositándolo en el psicólogo o en el psiquiatra para que se hagan cargo “de la parte psicológica”.
Algunos autores plantean que la Empatía no puede ser enseñada ni aprendida, porque la consideran una
característica de los sujetos humanos que depende básicamente de su personalidad.
No quiere decir esto que un médico/a o un enfermero/a deban manejar la Empatía tal como lo haría un
psicoterapeuta, pero tampoco pueden dejar librada esta actitud a su propia intuición, transformándola en un modo
benevolente y a veces hasta condescendiente de escucha de lo que el otro tiene que decir, constituyendo
finalmente una actitud hacia el interlocutor pseudo-empática o pseudo-comprensiva.
También resulta claro que no con todas las personas que nos consultan, se establecerá una relación empática
profunda.
Son muchos los pacientes que llegan a la consulta, con los que se establece una relación amable y atenta,
respetuosa de sus particularidades como sujeto humano, pero en la cual por diversas razones, no se desarrolla
ese “aprehender la vivencia ajena”, [IV] muchas veces porque lo que trae al paciente a ver al médico es un
problema intrascendente desde el punto de vista de la salud y el mismo paciente desea una consulta rápida, o
porque el que consulta, como muchos en la actualidad, está acostumbrado a ver especialistas directamente y no
cuenta o no desea contar con un médico de cabecera o porque recurre a lo que se llaman “consultas noprogramadas”, que son breves y se crearon para resolver el problema de la espera de turnos en los sistemas
sobresaturados, pero que muchas personas utilizan sistemáticamente y mediante las cuales cada vez verán a un
profesional de la salud distinto, que los atenderá poco tiempo, y no tendrán un médico que los conozca y los
siga, ya que nunca se generarán un espacio de tiempo dedicado a su salud, y más bien verán a un profesional
de la salud diferente cada vez, en los espacios que “les sobren” entre otras actividades “más importantes”,
pensando que la historia clínica computarizada reemplaza perfectamente al médico de cabecera.
Pero que el profesional de la salud “sienta lo que el paciente está sintiendo” en el momento en que éste nos
cuenta una situación de su vida que a él le importa mucho, es fundamental para que dicho paciente se dé cuenta
de que es escuchado y comprendido, y por ende valorado como persona digna de ser el centro del interés del
profesional-persona que lo está atendiendo.
Pero este momento de “aprehensión del vivenciar del otro”, como planteaba Edith Stein, es un acto incompleto
en las Ciencias de la Salud, a menos que el profesional tratante pueda “cortar” el momento emocional para
pasar a un momento reflexivo, en el cual rápidamente tendrá que articular la emoción experienciada por él y la
sentida por el paciente, con las creencias, pensamientos, ideas, modo de vivir y de ser de ese paciente,
separándolas además, de las propias ideas y emociones. No se trata de imaginar lo que el paciente siente, ni
tampoco de representarse lo que el profesional de la salud sentiría si estuviera en el lugar del paciente. Ambas
situaciones son engañosas y están más relacionadas con las características del profesional que se imagina o se
representa la emocionalidad del otro, que con el mundo emocional real del paciente. Se trata en ambos casos de
inferencias, de suposiciones que podrían ser acertadas, pero que en igual proporción podrían ser erróneas ya que
están muy contaminadas con la interioridad del profesional. Pero que el profesional de la salud contextualice la
emoción expresada por el paciente y que él ha vivenciado, es importante para no propiciar con ciertas
actitudes, aspectos poco saludables de dicho paciente. Una persona puede llorar dramáticamente, con angustia
intensa y muy conmovedora, porque no ha logrado manipular a otro, y en el acompañamiento empático se debe
tener cuidado, porque es probable que ese paciente se calme si el médico se deja manipular, con lo cual se
fortalece un aspecto poco sano del que consulta.
En síntesis:
La Empatía requiere de un primer paso que consiste en que el profesional de la salud, escuchando atentamente
lo que el paciente dice y observando lo que expresa sin palabras, con los gestos, las actitudes, los tonos de voz,
los énfasis, los silencios, etc., pueda sentir la emoción que el paciente está sintiendo, y en este sentido, la Empatía
es claramente una actitud afectiva, en la que el estado emocional percibido por el profesional, se ha generado en
aquél al cual éste escucha utilizando al máximo su capacidad de concentración, sin prestar o prestando poca
atención a los aspectos del mundo circundante, ni tampoco a las propias preocupaciones que en ese momento
deben estar fuera del foco de la consciencia.
Pero “ponerse en los zapatos del otro”, la frase de Rogers que más utilizan los profesionales de la Salud cuando
se refieren a la Empatía, requiere un paso más, que consiste en tomar distancia, saliéndose del estado afectivo
en el que se estaba inmerso hasta ese momento, para entender el mundo de creencias, vivencias, concepciones e
ideas del paciente y en este momento la Empatía es una actitud básicamente cognitiva.
Todas las observaciones, señalamientos, esclarecimientos, orientaciones y consejos que se brinden deberán serlo
desde ese mundo de creencias que es el mundo del paciente, porque de otra forma lo que el profesional de la
salud quiera transmitir no tendrá significado para dicho paciente, le resultará extraño, ajeno, no lo comprenderá
y por lo tanto no producirá el efecto buscado.[V]
Referencias y Notas
I Este artículo está basado en “La Empatía en la Consulta” de María del Carmen Vidal y Benito. En prensa.
Editorial POLEMOS. Buenos Aires. Argentina. 2012.
II Figley, C. R. (Ed.) “ Compassion fatigue: Coping with secondary traumatic stress disorder in those who treat
the traumatized”. New York: Brunner/Mazel.1995.
III Puede utilizarse para evaluar este fenómeno la Escala de calidad de vida profesional (ProQOLProfesional Quality Of Life Scale). Este instrumento detecta la Satisfacción por Compasión; en cuanto a la
Fatiga por Compasión, incluye el Burnout y el Estrés Traumático Secundario, ambos considerados como
componentes de la Fatiga por Compasión, que sería el concepto que genéricamente los comprende. (Beth
Hudnall Stamm)
IV Empatia: aprehender la vivencia ajena (Edith Stein. Alumna de Husserl)
V Vidal y Benito, M del C. “La Relación Médico Paciente. Bases para una comunicación a medida”. Edit. Lugar.
Bs As. Argentina. 2010
Post date: 2012-06-01 07:50:12
Post date GMT: 2012-06-01 05:50:12
Post modified date: 2015-01-07 13:23:49
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