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Transcript
Super Nanny
Revista nº 3 abril 2009
Tema el mes
¿ es hiperactivo o inquieto?
Son niños muy pero muy inquietos que parecen estar en las nubes. A veces es sólo
su forma de ser pero otras veces, su inquietud, su impulsividad y su falta de
atención indican que padecen TDAH. Cómo detectarlo y qué hacer.
¿Qué es el TDAH?
La sigla corresponde a Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. Es una
enfermedad mental con un importante componente biológico: hay un desequilibrio entre
dos neurotransmisores, la noradrenalina y la dopamina, que afecta a las áreas del
cerebro responsables del autocontrol y de la inhibición del comportamiento inadecuado.
Pero los investigadores aseguran que todavía hay un gran desconocimiento sobre las
causas de este tratorno.
Se estima que en España lo padece entre un 8 y un 12% de la población infanto-juvenil,
siendo los niños más afectados que las niñas en razón de 4 a 1.
En 1994 se menciona por primera vez el TDAH en el famoso Manual Estadístico y de
Diagnóstico (DSMIV) de la Asociación Americana de Psiquiatría, hasta entonces se
hablaba del “Síndrome del niño hiperactivo”. En este manual se establecen los cinco
criterios que caracterizan el trastorno:
1- Con frecuencia el niño presenta dificultades para mantener la atención o se
muestra hiperactivo e impulsivo. Esto dura por lo menos seis meses seguidos y
no es coherente con su nivel de desarrollo.
2- Este comportamiento aparece antes de los siete años.
3- Se comporta así en más de un sitio, en casa y en la escuela, en casa y en el
centro comercial...
4- Su comportamiento le acarrea problemas con los demás y le dificulta su
rendimiento escolar y deportivo.
5- El niño no tiene otros problemas físicos ni psíquicos.
El diagnóstico no es sencillo. La Organización Mundial de la Salud propone otro
criterio de diagnóstico, llamado CIE-10, más riguroso, por el cual muchos menos niños
serían diagnosticados con TDAH.
Además este trastorno no afecta a todos los niños por igual. En algunos es muy marcada
la hiperactividad, en otros la impulsividad o la falta de atención y en otros, se combinan.
Cómo son los niños con TDAH
Para saber que un niño está sano, basta con verlo moverse, reaccionar a lo que le sucede
o interesarse por todo. La niñez se caracteriza por la actividad, las respuestas y la
curiosidad. ¿Cómo saber, entonces, si las distracciones, el no parar quieto o el no pensar
antes de hacer es propio de la edad o de su temperamento, o si tiene algún trastorno?
La diferencia pasa por la intensidad de las conductas, porque duran más de lo que
deberían (no es lo mismo una rabieta a los 3 que a los 8 años) y porque se producen en
más de un sitio, generalmente la casa y la escuela. Y lo más llamativo es la falta de
control sobre esa actividad. Por muy inquieto que sea un niño es capaz de estarse quieto
en el cine, en la consulta del médico, en el colegio... Los niños hiperactivos, cuando
necesitan estar quietos, haciendo los deberes por ejemplo, es cuando más se mueven.
- Cómo distinguir el déficit de atención de las distracciones:
Los niños afectados es como si vivieran en la luna. En un rato pueden preguntar quince
veces lo mismo y no escuchar ninguna de las respuestas porque están pensando en otra
cosa. Prepararse a la mañana para ir al colegio es una odisea. Si mientras se viste ve un
juguete que lo atrae, se pone a jugar aunque tenga un zapato a medio poner. Hay que
decirle muchas veces “termina de vestirte”, quitarle el juguete, vestirlo y llevarlo a
desayunar para enseguida encontrarlo jugueteando con cualquier cosa y sin desayunar.
Si en el colegio, va a sacar punta al lápiz y alguien le hace una broma, se quedará
bromeando y luego volverá a su banco para darse cuenta de que su lápiz no tiene punta.
Una tarea larga y difícil, como resumir un texto, se le hace imposible.
Es como si estuvieran en todo y no pudieran estar en nada. Hasta las cosas más simples
y cotidianas se vuelven terriblemente complicadas. Si no reciben ayuda, el mundo se
torna caótico. Como no pueden hacer lo que deberían hacer a su edad, les empieza a ir
mal en el colegio y en casa tampoco les va mejor porque los padres se cansan.
Semejante situación los hace sufrir mucho.
- Cómo reconocer la hiperactividad:
El movimiento es constante. Si están muy concentrados viendo la tele, dejan la cabeza
quieta y mueven los brazos y las piernas. O si no, aunque sea su programa favorito, se
levantan, dan un paseíto y se vuelven a sentar. Si no se mueven, dicen que están
inquietos o nerviosos. Demasiado ruidosos, hablan sin parar. Cuando están a la mesa no
paran quietos en la silla, cambian de postura, lo tocan todo, siempre algo se cae y ellos
canturrean o siguen un ritmo golpeando los cubiertos. Mordisquean y rompen los
lápices y los bolígrafos. Desarman las cosas y pierden o estropean las piezas y ya no las
pueden volver a armar. Muerden la ropa o arrancan los hilitos que sobresalen hasta que
la rompen. Los deberes son auténticas batallas porque les resulta imposible estar tanto
tiempo leyendo o escribiendo. No pueden aguantar una clase entera sentados en el
banco, se levantan.
Convivir con ellos, en casa o en la escuela, no es fácil. Hay que ayudarlos mucho
porque ellos están sufriendo esa hiperactividad y no pueden hacer nada para detenerla.
- Cómo detectar la impulsividad:
Son muy volubles, están bien y, de golpe, estallan en una rabieta. Actúan de forma
inmediata, sin pensar en las consecuencias. No tienen tiempo para modular la respuesta
o inhibirla. Dicen lo primero que se les pasa por la cabeza, muchas veces antes de
terminar de escuchar lo que les preguntan. O hacen comentarios inapropiados, dicen
“vaya, tontería” al profesor simplemente porque lo pensaron y no pudieron callarlo. Si
pierden en un videojuego, pueden arrojar la videoconsola contra el suelo o desgarrarse
la ropa. Sufren muchos accidentes, caídas de la bici, golpes en la cabeza, fracturas; los
padres acuden a urgencias por todo tipo de heridas o intoxicaciones. Les resulta muy
difícil esperar su turno. En un partido son capaces de tirar la falta antes de que se
coloque la barrera, antes del silbato y aunque el entrenador le haya dicho a otro que
pateara. Como hacen lo que les apetece y dicen lo que se les ocurre sin pensar en si es
adecuado o no, no pueden respetar normas.
Si no son ayudados, rápidamente sus compañeros, y a veces hasta el maestro, lo aíslan
del grupo dándole un lugar de marginal fuera de las normas que los rigen a todos. Se
convierten en un “niño-problema” y ahí quedan. ¿Quién quiere a alguien que insulta,
que interrumpe, que molesta? Estos niños sufren por conductas propias que no pueden
controlar ni elegir.
El TDAH invade toda la vida del niño, su rendimiento escolar, su desarrollo social y
emocional. Es común que tenga pocos amigos, sus pares lo ven como alguien que no
sabe jugar o se enfadan por sus reacciones. Sus bajas calificaciones le acarrean el
disgusto de sus padres y maestros. Es como si en todo les fuera mal. Hay que actuar
para sacarlos de tamaño malestar y ayudarlos a ser felices.
¿Quién diagnostica?
Los padres o los maestros, los que están en contacto con el niño, son quienes detectan
que hay algún problema. Pero son los profesionales médicos, neuropediatra, psiquiatra
infantil, neurólogo o psicólogo clínico, los que realizan el diagnóstico. La valoración
debe cubrir varios dominios y contar con la información de muchas personas. Consta
de:




Entrevistas con los padres y el niño.
Una evaluación de la información de los profesores.
Exámenes físicos.
Pruebas complementarias para descartar otros problemas.
Siempre que se sospeche este trastorno se debe recurrir a especialistas.
Los tratamientos
Los especialistas están de acuerdo en que lo indicado es un tratamiento multimodal que
combine medicamentos (ver recuadro) con terapia psicológica. Siendo fundamental la
participación de los padres y profesores, se diseña un tratamiento exclusivo para cada
niño y cada familia.
Así, mientras la medicación aplaca los síntomas, la psicoterapia da recursos al niño para
controlar sus conductas y lograr un mejor desenvolvimiento en sus actividades.
También trabaja con los padres para reducir el estrés familiar y ayudarlos a organizar la
vida en casa. En el colegio no es necesario disminuir la exigencia pero sí implementar
estrategias para que el niño pueda ser parte de la clase.
Con un entorno consistente, en el que padres, psicoterapeutas, médico y maestros
colaboren entre ellos y con el niño, este trastorno no resulta devastador.
Cómo lo viven los padres
Aceptar que un hijo tiene problemas severos no es fácil. Al principio, cuando recién le
diagnostican el TDAH, se suele pasar por un período de desconcierto, miedo, enfado...
Pero, pasada esta etapa, los padres están dispuestos a profundizar en el problema del
niño, a escuchar a los especialistas y a otros padres en la misma situación y tienen una
actitud más confiada y positiva. Comienza un tiempo de búsqueda y formación que los
llevará a estar más cerca de su hijo.
Lo más importante es escucharlo, conocer la manera propia que tiene el niño de vivir
este trastorno y disponerse a ayudarlo, que él sepa que puede contar con sus padres para
resolver sus problemas. Para esto es necesario:
- Buscar una evaluación y un tratamiento profesionales: en las consultas, hacer
muchas preguntas sobre cómo evaluarán al niño, qué forma tiene el trastorno en él, qué
tipos de tratamientos existen... Y pedir que se haga un reconocimiento tanto de las
debilidades como de las fortalezas de su hijo. Esto ayudará a todos los miembros del
equipo de tratamiento a desarrollar un plan adecuado a las particularidades del niño.
- Buscar un programa de formación para padres: el tratamiento puede tardar en
hacer efecto y, mientras tanto, la convivencia puede ser agotadora. Los talleres o cursos
para padres proporcionan estrategias para mejorar la vida en casa y la relación con el
niño.
- Hablar con la pareja, la familia y los amigos: no sólo alivia la carga emocional el
ser escuchado por los seres queridos, la charla también ayuda a que todos se impliquen
en el problema. Si hay hermanos, también hablar con ellos. Cuando un miembro de la
familia tiene dificultades, hay que poner en práctica el lema de los tres mosqueteros,
“todos para uno”, sólo así será posible que todos se conviertan en personas valiosas
capaces de devolver el “uno para todos”.
- Compartir experiencias y dudas con otros padres: ayuda a sentirse menos solo. En
la web de la Federación Española de Asociaciones de Ayuda al Déficit de Atención e
Hiperactividad (www.feaadah.org) hay un directorio con las diferentes asociaciones que
trabajan en España.
- Si es necesario, buscar apoyo psicológico: un hijo con TDAH es un problema muy
complejo que requiere mucha participación de los padres. Es necesario estar lo mejor
posible para poder ayudar al niño que tanto los necesita.
- Disfrutar el presente: el miedo al futuro, qué pasará cuando el niño crezca, si podrá
formar una familia o progresar profesionalmente... es una preocupación lógica pero que
puede sumar amargura al presente. Hay que intentar mirar lo bueno que sucede cada día
sin que la inquietud por el futuro lo estropee.
- Buscar información: aprender la terminología de esta enfermedad y preguntar mucho
a los profesionales. Conseguir documentación, estudiarla y guardarla, seguro que
querremos volver a leerla. Cuanto más se sabe, mejor se comprende.
- Aprender a manejar el enfado y la amargura: son sentimientos muy normales en
esta situación tan difícil pero hay que controlarlos y no permitir que nos invadan. No es
sencillo y muchas veces se requiere de ayuda profesional pero aprender a manejar estas
emociones nos hace más tolerantes y comprensivos con las dificultades propias y
ajenas.
- Cuidarse: un niño con TDAH puede generar mucha tensión y cansancio pero no hay
que hacer de la enfermedad el centro de la vida. Hay que disponer de tiempo para la
pareja, la diversión con amigos, descansar e intentar relajarse. Cuanto mejor estén los
padres, mejor ayudarán al hijo.
- Mantener una actitud positiva: hay que evitar la compasión y concentrarse en los
aspectos positivos. Estar muy atentos a los logros del niño y estimularlo, esto les eleva
la confianza y desarrolla la autoestima. Acudir al humor, reírse mucho con su niño.
- Darle mucho amor: el niño es más importante que su trastorno. Hay que amarlo y
disfrutarlo, que sepa que juntos sobrellevarán los momentos difíciles. Reconocer las
inmensas dificultades que él enfrenta y que sienta nuestro apoyo incondicional.
¿Qué hacer en casa?
Hay que apoyarlos mucho con una buena organización, mucha atención y estímulos
constantes. El terapeuta hará con los padres un buen plan para implementar en casa.
Éstas son algunas ideas:
- Tener mucho contacto físico con el niño. Abrazos, besos, cosquillas, sentarse cerca o
ponerlo sobre las rodillas. Sobre todo si es pequeño este contacto con los padres es muy
gratificante.
- Premiar al niño inmediatamente después de un buen comportamiento. Por ejemplo, si
habla sin gritar, si pide un juguete a su hermano en lugar de quitárselo, hay que
felicitarlo en el momento. Así sabe que le prestamos atención.
- Emplear la técnica del “tiempo afuera”. El objetivo es que el niño se tranquilice y
pueda pensar sobre lo que ha hecho. Debe aplicarse inmediatamente después de una
mala conducta y de una advertencia: “si continúas arrojando los juguetes sobre tu
hermana tendrás tres minutos de tiempo afuera”. Se recomienda un minuto por cada
dos años de la edad del niño.
- Hacer juntos listas y horarios. Es importante fijar a qué hora se hace cada cosa y todas
las actividades que debe realizar el niño. Colocarlos en sitios bien visibles como su
cuarto y la nevera y recordarle que los utilice.
- Utilizar alarmas para las cosas más importantes. Por ejemplo, que suene una diez
minutos antes de ir a bañarse, otra, diez minutos antes de hacer los deberes o de poder
ver la tele, jugar o poner la mesa. Eso les da tiempo de prepararse para lo que tienen que
hacer.
- Ayudarlo a prepararse para ir al colegio. Hay que dejar todo preparado de la noche
anterior en un sitio, por ejemplo un cajón al lado de la puerta, que debe quedar vacío
cuando el niño se va. Supervisarlo para que haga se vista, se asee y desayune a tiempo.
- Regalarle una agenda. Es una manera de enseñarle que el tiempo es valioso y, además,
él mismo apunta lo que tiene que hacer.
- Entrenar su capacidad para clasificar. Que participe en la confección de la lista de la
compra o del menú familiar, que colabore guardando la vajilla o la ropa en el armario,
que ayude a cocinar, tendrá que medir, seguir instrucciones, clasificar ingredientes...
También es bueno que coleccionen algo, cromos, cómics, piedras. En una colección
siempre hay que organizar, seleccionar y clasificar.
- Apoyarse en el “sí”. Hay que intentar acceder a todos los pedidos razonables. Si pide
una chocolatina antes de la cena, en lugar de decirle “no, ahora no es momento”,
decirle “sí, pero la guardamos para el postre”.
Recuadro: Cuando hay hermanos
El TDAH afecta a toda la familia. Pero la forma en que lo haga depende directamente
de los padres. La relación entre hermanos es fuente de afectos muy intensos y enseña a
vincularse con los pares. Hay que ayudarlos a establecer una buena relación y cuidar de
dar a cada hijo lo que necesita. Éstas son algunas pautas:
- Cada hijo es único. Aunque se tengan cinco, habrá que encontrar esos ratos de estar a
solas con cada uno. Y en esos momentos a solas se puede ir al cine o a comer afuera,
que son actividades difíciles de hacer con un niño con TDAH.
- Todos necesitan ser valorados. Hay que estar muy atentos a los logros de cada uno.
Los chicos, aún saludablemente, no pueden evitar rivalizar por el amor de los padres.
Rivalizan por todo porque esto los ayuda a conocerse, medir sus fuerzas, saber cómo
comportarse entre pares. Entonces todos necesitan ser los más queridos. Aplaudamos
muy fuerte a cada uno en todos sus éxitos.
- Ayudarlos a resolver los conflictos entre ellos permitiendo que ellos mismos
encuentren la solución. Si están peleando por un juguete, se retira el juguete y se les
dice que pelear está mal, que cuando se pongan de acuerdo, se les devolverá el juguete.
A veces, cuando se tranquilizan, habrá que escucharlos, ayudarlos a comprenderse y a
buscar una solución satisfactoria para todos.
- Hay que ser justos. Y esto es difícil con un niño con TDAH porque hay conductas que
son entendibles en él y no en un niño sin el trastorno. Pero entender no significa
justificar. El niño con TDAH también debe comprender que si se porta mal, los otros se
enfadan.
Recuadro: En la escuela
El maestro es una persona muy importante en la vida del niño y deberá implicarse en su
tratamiento, tendrá que informarse y actuar codo a codo con los padres y el terapeuta.
Lo que el niño necesita de su profesor es que:
- Sea muy expresivo y utilice el contacto visual. Todos los niños, pero los que tienen
TDAH más, prestan mayor atención a lo que el adulto hace que a lo que dice: hay que
sonreírle, abrazarlo, aprobar con la cabeza, mirarlo a los ojos cuando se le habla... Es
mejor no levantar la voz y actuar siempre con calma y paciencia.
- Lo ayude a distinguir entre los estímulos. Para estos niños todos los estímulos tienen la
misma intensidad. Hay que ayudarlos a distinguir lo importante usando escrituras
diferentes o colores, diciendo una frase más alto o más acentuada que las otras y, si son
pequeños, utilizando muchos dibujos. Por ejemplo, cuando le corrige un trabajo, además
de muy bien dibujar una carita sonriente, un sol, una flor...
- Esté cerca. Es esencial para mantener la atención del niño y, también, darle apoyo
emocional. Observar su trabajo con frecuencia, ponerle una mano en el hombro,
preguntarle por las dificultades del momento, los ayuda a concentrarse en la tarea.
- Valore su trabajo según el esfuerzo realizado. Aunque la tarea esté desprolija o
incompleta, lo que hay que tener en cuenta es el trabajo que puso el niño en ella. Y si se
esforzó, reconocerlo y premiarlo.
- Le permita moverse. Si en la clase reina un ambiente de calmo trabajo, que el niño
camine un poco por el salón no molestará a los demás. Y hay que cuidar que entre las
normas establecidas en el aula no se incluya la de no levantarse del banco porque se le
estaría dando un lugar de infractor.
Recuadro: Los psicofármacos para el TDAH
Hay dos clases, estimulantes y no estimulantes. Los primeros, como el metilfenidato,
aumentan la secreción del neurotransmisor dopamina y los segundos, como la
atomoxetina y el grupo de los antidepresivos tricíclicos, aumentan la noradrenalina.
Estos neurotransmisores actúan en las áreas frontales del cerebro que se encargan de
inhibir las reacciones, filtrar el ruido de fondo y mejorar la concentración.
El metilfenidato pertenece a la familia de las anfetaminas y es el más utilizado. Aunque
tiene una acción rápida, su efecto se desvanece a las cuatro o cinco horas por lo que es
necesario tomarlo dos veces al día. Hay una variante, de liberación prolongada por
sistema osmótico, que sólo se toma una vez al día.
Los fármacos no estimulantes no están especialmente indicados para el TDAH pero se
suelen utilizar cuando no hay buena respuesta a los estimulantes. No son derivados de
las anfetaminas y actúan en las zonas del cerebro implicadas en la atención.
Cualquiera de estos medicamentos se toman en forma progresiva y es muy importante
averiguar cuáles son los posibles efectos secundarios y ante qué síntomas del niño
consultar rápidamente.
Recuadro: Las niñas y el TDAH
En las niñas es muy frecuente el Trastorno de déficit de atención sin hiperactividad ni
impulsividad. Son sumamente distraídas, pierden muchas cosas, dejan lo que hacen sin
terminar y todo lo que causa esfuerzo mental, como los deberes, para el final. Como no
molestan, pasan desapercibidas y llegan a consulta mucho más tarde que los niños. Lo
más común es que la alerta se dispare por el bajo rendimiento escolar, cuando tiene que
resolver tareas complejas que requieren concentración y no lo logra.
Entrevista: Los padres deben profesionalizarse
Trinidad Bonet Camañes es psicóloga especialista en Psicología clínica y trabaja en el
departamento infantil de Cinteco, Centro de investigación y terapia de conducta. A ella
recurrimos para que nos asesorara en este tema y respondiera algunas preguntas.
- ¿Qué distingue al TDAH, la hiperactividad o el déficit de atención?
- El TDAH puede manifestarse con predominio de cualquiera de los dos, la
impulsividad se asocia con la hiperactividad, o combinado. Ahora se está estudiando
más el déficit de atención que explicaría mejor todas las manifestaciones del trastorno.
A nivel neurológico, parece haber dificultades en el proceso de inhibición, de
autocontrol, de las funciones ejecutivas: atender, discriminar lo importante de lo que no
lo es, planificar, saber esperar... Este trastorno ejecutivo del autocontrol explicaría lo
atencional, la hiperactividad y la impulsividad.
- Cinteco tiene un taller para padres de niños con TDAH. ¿Qué proporciona el
taller?
- El objetivo del taller es que los padres se profesionalicen en el trastorno, que se
vuelvan expertos. Pero no a nivel de información, a veces tengo la impresión de que se
vuelven obsesivos buscando información y no toda la que circula es buena. La clave es
volverse expertos en recursos, estrategias, habilidades y destrezas para ser buenos
controladores y entrenadores de sus hijos. Estos niños necesitan un plus de buen control
para autocontrolarse. Y es importante que los padres no mueran en el intento, ni se
perjudique la relación afectiva con el hijo. El niño antes que un TDAH es un niño y los
padres, además de lidiar con el trastorno, deben atender al niño en su totalidad y ser
papás completos.
- En España se han triplicado los diagnósticos de TDAH en los últimos cuatro años,
¿a qué lo atribuye?
- Ahora se conoce más y se puede diagnosticar mejor casos que antes pasaban
desapercibidos o se incluían en otras patologías. Hay que ser muy cuidadosos porque no
es un diagnóstico fácil y este trastorno se ha puesto de moda. Podemos hablar de la
presión de las farmacéuticas, de la presión de los padres para tener niños que no den la
lata, incluso presión social. Estamos ante una sociedad que cada vez quiere situaciones
más fáciles e inmediatas, medicinas para adelgazar, para no tener arrugas, para una
buena y duradera erección, para rendir al máximo y hasta para ser felices. Pues también,
medicinas para niños sin problemas y en este contexto es posible que se cuelen niños
que no tengan TDAH.
- ¿Cuáles son las creencias erróneas más comunes?
- Hay muchas pero voy a señalar cuatro: que todos los niños inquietos e impulsivos son
hiperactivos; que los problemas de atención son por falta de interés, que si algo les
gusta son capaces de estar atentos; que la medicación crea adicción; que todos los
TDAH van a tener graves problemas en el futuro si no hacen un tratamiento adecuado.
- ¿Se cura?
- Con la edad va cambiando la sintomatología y se va aprendiendo recursos y trucos
para manejar con éxito las dificultades. Lo ideal sería aprender a conocerse para poder
desarrollar todo lo positivo, las habilidades y las destrezas, incluso se puede encontrar
un lugar donde la hiperactividad más que un impedimento resulte una necesidad.
Recuadro: Cuatro capacidades dañadas
El TDAH afecta principalmente cuatro capacidades. La psicóloga Trinidad Bonet las
explica:
- la memoria de trabajo no verbal, “el ojo de la mente”. Es la encargada de revivir el
pasado para guiarse en el futuro. Saber qué suele pasarme cuando actúo de esta manera,
saber que esto que me sucede es parecido a algo que ya me sucedió. Sirve para actuar
con previsión y poder planificar.
- la memoria de trabajo verbal, “la voz de la mente”. Es el lenguaje interno, las
instrucciones que nos damos para hacer bien una tarea: qué es lo que tengo que hacer,
cómo lo voy a hacer, cómo me está saliendo...
- la automotivación, “el corazón de la mente”. Son todos los procesos que controlan las
emociones. Hay que saber regularlas para que la respuesta sea ajustada y eficaz. No
precipitarse, no actuar a impulsos sino tranquilizarse y ver con calma lo que ha pasado,
por qué sucedió y qué se puede hacer.
- la resolución de problemas, “el terreno de juego de la mente”. Es la capacidad de
manejar la información externa, como analizar detalles, y poner en marcha todo lo que
sabemos, como los aprendizajes previos y los recuerdos, para poder sacar conclusiones
y resolver problemas.
Las terapias cognitivo-conductuales actúan precisamente sobre estas áreas.