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SALMO 119:32
“Por el camino de tus mandamientos correré;
Cuando ensanches mi corazón”
En este último verso de la cuarta estrofa, el salmista reconoce una vez más su necesidad de la
ayuda de Dios, para poder vivir una vida de obediencia a la Palabra de Dios. Él ha escogido “el
camino de la verdad” (v.30a); él se ha ‘pegado’ a los testimonios de Dios (v.31a). Pero algo falta
– la disposición interna de obedecer la Palabra de Dios. Una cosa es reconocer la importancia
de la revelación divina, y tener el compromiso de vivir en obediencia a ella; pero todo esto no
sirve de mucho, si en el momento de la tentación, no tenemos la voluntad de obedecer la Palabra
de Dios. Para los judíos, la voluntad del ser humano radica en el corazón; por eso el salmista
afirma, ‘Cuando Tu toques mi corazón, y me des una voluntad dispuesta a obedecerte, correré por
el camino de Tus mandamientos’.
Ya hemos visto, en versos anteriores, la importancia del corazón en la obediencia a la Palabra de
Dios (ver v.2, 7, 10-11). El salmista ahora vuelve al mismo tema, y habla de la importancia de
tener un corazón ‘ensanchado’ (v.32). ¿Qué significa esto?
El verbo, ‘ensanchar’ (hebreo, ‘racab’), significa ‘agrandar’. A veces es un territorio que se
‘ensancha’ (Éx 34:24; Deut 12:20), o una boca (1 Sam 2:1; Sal 35:21), o los pasos de alguien (Sal
18:36), o las angustias (Sal 25:17). Hay solo dos o tres textos donde este verbo se usa en relación
con el corazón. En Is 60:5, el verbo apunta a la tremenda emoción y alegría que los judíos
sentirían al ver a los exiliados volver de Babilonia. En 1 Rey 4:29, la frase “anchura de corazón”
parece significar ‘generosidad’. En 2 Cor 6:11, la expresión “nuestro corazón se ha
ensanchado”, indica el gran cariño que Pablo sentía por los creyentes en Corinto; un cariño que lo
llevó a ser generoso con ellos, y a querer hacer todo lo posible por ayudarles.
Si aplicamos todo esto al Sal 119:32, podemos concluir que las palabras, “Cuando ensanches mi
corazón”, significan ‘Cuando me haces amarte más; cuando tenga un corazón tan grande para
contigo, que estaré dispuesto a hacer cualquier cosa para agradarte’. El salmista reconoce que la
obediencia a la ley de Dios depende, en gran medida, del amor que uno tiene para con Dios. Si lo
amamos, le obedeceremos; si no lo amamos, no le obedeceremos. Es así de sencillo. Fue por eso
que el Señor afirmó que el mandamiento más importante de todos es: “Amarás al Señor tu Dios,
con todo tu corazón” (Mat 22:37), porque es de ese mandamiento que depende el cumplimiento
de los demás.
La Biblia indica que el creyente tiene la responsabilidad de guardar su corazón (Prov 4:23). Esto
significa que debe aprender a amar a Dios con todo su corazón; es su responsabilidad hacerlo. Lo
hace, meditando en la grandeza de Dios, y considerando todo lo que Dios ha hecho por nosotros,
los pecadores. Sin embargo, aquí el salmista reconoce su necesidad de la ayuda de Dios, porque
indica que es Dios quien tiene que ‘ensanchar’ su corazón. ¿Cómo lo hace Dios?
En primer lugar, perdonando nuestros pecados. Cuando Cristo fue a visitar a Simón el Fariseo,
halló una tremenda ‘estrechez’ en su corazón (Lucas 7:36-50). No le dio agua para lavarse los
pies; no lo saludó con un beso; no ungió Su cabeza con aceite (v.44-46). ¿Por qué no? Porque no
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amaba al Señor. Sin embargo, la mujer ‘pecadora’ fue muy diferente. Besó los pies del Señor;
los lavó con sus lágrimas; y los ungió con perfume. Tenía un corazón grande, lleno de amor por
el Señor. ¿Por qué? Porque Cristo había perdonado todos sus pecados (Lucas 7:47). Es el
perdón de los pecados que ‘ensancha’ nuestros corazones, y nos lleva a amar mucho al Señor, y a
querer obedecer Sus Palabra.
En segundo lugar, Dios ‘ensancha’ nuestros corazones abriendo nuestros ojos espirituales, para
entender el amor de Dios. En Efesios 3:18-19, Pablo pide a Dios que ayude a los creyentes a
entender la grandeza del amor de Cristo. ¡Esa era una buena forma de ‘ensanchar’ el corazón de
los creyentes en la ciudad de Éfeso! Cuando el creyente ha entendido la magnitud del amor de
Dios, hallará un nuevo deseo de complacer a Dios, guardando Sus mandamientos.
En tercer lugar, Dios ‘ensancha’ nuestros corazones cuando el Espíritu Santo derrama el amor
de Dios en nosotros. Pablo describe esta obra del Espíritu Santo en Rom 5:5. Cuando amamos a
Dios de todo corazón, lo manifestaremos en una mayor obediencia a Su Palabra (Juan 14:21).
Volviendo al Salmo 119:32, observamos la consecuencia del ‘ensanchamiento’ del corazón. El
salmista afirma que ésta será una mayor disposición de obedecer al Señor. Escribe, “Por el
camino de tus mandamientos correré”. El verbo, ‘correr’, señala una mayor diligencia al guardar
los mandamientos de Dios. El autor del salmo declara que no va a guardar los mandamientos ‘a
medias’, sino de todo corazón, como un atleta, corriendo, haciendo uso de gran energía,
dedicándose a la tarea por delante.
Podemos observar el tremendo contraste que hay entre el v.25 y este verso. Al comienzo de la
cuarta estrofa, el salmista estaba ‘abatido’; sus ánimos estaban ‘por los suelos’, como se dice.
Pero para el fin de la estrofa, el autor del salmo está ‘corriendo’. ¿Qué fue lo que hizo la
diferencia a su estado anímico? Simplemente la meditación en la Palabra de Dios, y la gracia del
Señor obrando en su corazón.
Probablemente esto es algo que hace falta a muchos creyentes. ¡Cuántos creyentes se sienten
totalmente desanimados en la vida cristiana! ¡Aun pastores y líderes! Si esa es nuestra condición
espiritual, tenemos que aprender urgentemente del salmista. Tenemos que aplicar su remedio a
nuestra situación. Necesitamos ser vivificados por la Palabra de Dios (v.25, 28). Tenemos que
dedicarnos a leer y a estudiar más la Biblia (v.26-27). Esto implicará apartarnos de toda mentira,
y andar en la verdad (v.29-30). Al tomar la decisión de apegarnos más y más a la revelación
divina, y a la voluntad de Dios para nuestras vidas, nuestros corazones se ‘ensancharán’,
sentiremos nuevas fuerzas espirituales, y éstas nos ayudarán a correr por el camino de la
obediencia.
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