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AMIGOS Y SRVIDORES DE LA PALABRA
25 octubre 2015. XXX domingo Tiempo ordinario
DE LA PALABRA DEL DIA
El ciego Bartimeo estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús
Nazareno quien pasaba empezó a gritar: “Hijo de David, ten compasión de mí”. {…] Jesús se
detuvo y dijo: “Llamadlo”. Llamaron al ciego diciéndole: “Ánimo, levántate, que te llama”.
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Entonces Jesús le dijo: “¿Qué quieres que
haga por ti?”. El ciego contestó: “Maestro, que yo vea de nuevo”. Jesús le dijo: “ Anda, tu fe
te ha salvado”, y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino. Mc 10, 46-47; 49-51
¿Cómo vivir esta Palabra?
¡Qué viva, limpia y se diría que “impulsiva” la fe de Bartimeo, el mendigo del que nos habla
Marcos en el Evangelio de hoy! Él estaba sentado al borde del camino de Jericó pidiendo
limosna cuando el Maestro lo llama. Tiró su manto, se puso de pie y corrió hacia Él, gritándole
su oración angustiada: “Hijo de David, ten piedad de mí”.
Es interesante notar que el ciego no pide enseguida el milagro de tener de nuevo vista, sino
que solamente pide que el Nazareno “tenga piedad”. Es esta la oración más importante del
ciego, hasta el punto que en el párrafo está repetida dos veces. Sólo en un segundo tiempo,
cuando Jesús le dice explícitamente “¿Qué quieres que haga por ti?”, él responde: “Que yo vea
de nuevo”. Esto quiere decir que su plegaria estaba colmada de fe y de adhesión total al
Maestro y que no era una petición egoísta de ser solamente curado de su mal. Y Jesús había
visto en aquella oración una fe humilde y verdadera. He aquí por qué el Nazareno al final
del encuentro salvador con Bartimeo, le dice expresamente: “Anda, tu fe te ha salvado”.
Es hermoso subrayar que esta oración de Bartimeo ha sido después elegida por el Oriente
cristiano como oración característica de la espiritualidad oriental, y es llamada la “oración del
corazón”, también denominada por los Padre más antiguos la “oración monológica” (oración
sintetizada en una sola palabra: Jesús) para repetirla a lo largo del día, al ritmo de la
respiración ( El “ Peregrino ruso”).
Señor, también yo, como Bartimeo te grito mi humilde y afligida oración:
“Hijo de David, Jesús, ten piedad de mi”. Y la repetiré con frecuencia a lo largo del
día.
La voz de un gran obispo y Padre oriental
Efectivamente, solo aquel que en lo profundo del propio corazón medita constantemente
aquel santo y glorioso Nombre puede ver finalmente también la luz del propio conocimiento.
Porque sostenido por una fuerte atención, ello consuma, en un sentimiento intenso, toda la
suciedad que recubre la superficie del alma, y verdaderamente, nuestro dios – se dice - es un
fuego que devora (Dt 4,24). Seguidamente el Señor llama al alma hacia un gran amor desde
su gloria. Porque cuando persiste en el fervor del corazón aquel Nombre glorioso y tan
deseable, implanta en nosotros el hábito de amar la bondad sin que ya nada allí se oponga.
Diadoco de Fotica. Cien capitulos gnósticos, cp. 5
Comentario de don Ferdinado Bergamelli, SDB. [email protected]
Casa di Preghiera San Biagio www.sanbigio.org [email protected]