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16 de julio,
Aniversario de la fundación de la Congregación
Por el Secretariado del Corazón Inmaculado de María
Delegación de Canadá
El 16 de julio celebramos el aniversario de la Fundación de la Congregación.
Nuestro padre Fundador, en la Autobiografía, nos confía una frase que ilumina esta
celebración y nos ayuda a renovar nuestra vida. Habla de su proyecto de fundar una
congregación de misioneros “que fueran y se llamasen Hijos del Inmaculado Corazón de
María” (n. 488).
Se llamasen “Hijos del Inmaculado Corazón de María”
La Iglesia ha reconocido y aceptado esta denominación. El número 1 de las
Constituciones dice: “Nos llamamos Hijos del Inmaculado Corazón de la Bienaventurada
Virgen María”. Este nombre muestra una realidad característica.
“Que fueran Hijos del Inmaculado Corazón de María”
Este nombre no es solo devocional, sino que debe llevarnos a un modo de vivir.
Después del Concilio Vaticano II, nuestra realidad religiosa no es solo jurídica, ascética, sino
“carismática”. Por eso, el número 2 de las Constituciones, al hablar de nuestro objeto, dice:
“El objeto de nuestra Congregación es buscar en todo la gloria de Dios, la santificación de sus
miembros y la salvación de los hombres de todo el mundo, según nuestro carisma misionero
en la Iglesia”. Y en el número 8 se dice: “La fundación de la Congregación se atribuye a la
intervención de la Santísima Virgen, a quien tenemos como Patrona bajo el título de su
Inmaculado Corazón. Siendo y llamándonos Hijos de su Corazón, la veneramos con amor y
confianza. Y nos entregamos a Ella para ser configurados con el misterio de Cristo y para
cooperar con su oficio maternal en la misión apostólica”.
En los tiempos de la fundación de nuestra Congregación, se presentaba al Corazón de
María como refugio de pecadores, pero ahora que se celebra la fiesta de la misericordia de
Dios Padre, se ve principalmente al Corazón de María en la contemplación del Hijo y de su
Palabra.
La liturgia nos dice: “Acogiendo tu Palabra con un corazón inmaculado” (Misa de
María, Madre de la Iglesia).
El Concilio afirma también: “A lo largo de su predicación acogió las palabras con que
su Hijo, exaltando el Reino por encima de las condiciones y lazos de la carne y de la sangre,
proclamó bienaventurados a los que escuchan y guardan la palabra de Dios, como ella lo
hacía fielmente” (LG 58).
Siguiendo el ejemplo de nuestra Madre: “Escuchémosla (la Palabra) antes en asidua
contemplación y compartámosla con los hermanos, para que nosotros mismos nos
convirtamos al evangelio, nos configuremos con Cristo y seamos inflamados por su caridad
que nos ha de apremiar” (CC 34).