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AMIGOS Y SERVIDORES DE LA PALABRA
22 abril 2017, sábado. Octava de Pascua
DE LA PALABRA DEL DIA
Resucitado al amanecer del primer día de la semana, Jesús se aparece primero a María Magdalena, de la que
había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros que estaban tristes y llorando. Ellos al
oírla decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de
ellos que iban de camino a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no les creyeron. Por
último se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa y les reprochó por su incredulidad y dureza de
corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: “Id al mundo entero y predicad
el Evangelio a toda criatura”. Mc 16,9-15
¿Cómo vivir esta Palabra?
En la página evangélica de hoy hay un estribillo que se repite y que crea en el lector un cierto efecto sorprendente y
desconcertante.
-Llega María Magdalena a anunciar a los discípulos que ha visto al Señor Resucitado: ”Pero ellos, oído que
estaba vivo y que lo había visto ella, no la creyeron”.
-Vuelven los dos discípulos de Emaús que habían referido “lo que les había pasado a lo largo del camino y
cómo lo habían reconocido al partir el pan”. Pero no los creyeron tampoco a ellos.
-Finalmente Jesús se aparece a los Once, mientras estaban a la mesa, y los reprochó por su incredulidad y
dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Parece que el evangelista Marcos quiere poner en evidencia la dificultad grande e insuperable del creer en la
Resurrección, ya desde los inicios de la Iglesia naciente, y no solo en los adversarios (sumos sacerdotes y jefes del
pueblo) sino en el corazón mismo de aquellos que pertenecían al entorno más íntimo de los discípulos. También el
discípulo está expuesto al riesgo de convivir con la incredulidad y la dureza de corazón (esclerocardia). El corazón
endurecido reclama siempre una conciencia cerrada en sí misma, esclava de los propios esquemas demasiado
seguros de sí, prisionera del propio orgullo que quiere ser el protagonista de la propia existencia. Por tanto hay
formas de incredulidad que no pertenecen solo a los ateos y no creyentes, sino que pueden coexistir también en los
creyentes.
Pero la sorpresa es aún mayor si se observa al final del Evangelio que, no obstante la incredulidad de sus
discípulos, el Señor no los rechaza, no reniega de ellos nunca, sino que su fidelidad en sus relaciones permanece
siempre sin cambios de idea. Son incrédulos y duros de corazón, es verdad, y sin embargo Jesús confía precisamente
a ellos el anuncio de su Evangelio ¡a toda criatura!
La voz de un gran jesuita arzobispo de Milán
Pienso que cada uno de nosotros tiene en sí un no creyente y un creyente, que se hablan dentro, se
preguntan mutuamente, se mandan continuamente preguntas punzantes e inquietantes el uno al otro. El
no creyente que hay en mí inquieta al creyente que está en mí y viceversa […] La claridad y la sinceridad
de tal diálogo me parece síntoma de madurez humana alcanzada. C.M. Martini, Le cattedre ddei non
credenti, Milano, Bompini,2015,6)
Comentario de Don Ferdinando Bergamelli SDB.
[email protected]
Casa di Preghiera San Biagio www.sanbiagio.org [email protected]