Download Al borde del abismo – ya no caben dilaciones ante el cambio climático

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Transcript
Cambio climático: ¡ Es hora de actuar!
Por: José Manuel Barroso, Presidente de la Comisión Europea
El cambio climático se está produciendo más rápidamente de lo que
creíamos hace solamente dos años. Si continuamos sin cambiar
nuestros hábitos nos veremos abocados, casi con certeza, a un cambio
climático peligroso, quizás catastrófico, durante el curso de este siglo.
Este es el desafío más importante para la actual generación de
políticos.
De ahí mi preocupación por las perspectivas de la Cumbre de
Copenhague, en diciembre próximo. Las negociaciones en este
momento amenazan peligrosamente con estancarse y esto puede ser
mucho más que una simple complicación que podríamos solucionar el
próximo año. Se corre el riesgo de que las negociaciones fracasen en
un clima de enfrentamiento que tal vez provoque una fractura entre los
países desarrollados y países en desarrollo. Y en este momento el
mundo no puede permitirse un resultado tan desastroso.
Por eso confío en que esta semana, cuando en Nueva York y Pittsburgh
nos reunamos los líderes mundiales y contemplemos el abismo que se
abre ante nuestros pies, lleguemos juntos a la conclusión de que
tenemos que hacer avanzar las negociaciones.
No es el momento de jugar al póker. Es hora de poner ofertas en la
mesa; ofertas que lleguen al límite de nuestras posibilidades políticas.
Eso es exactamente lo que Europa ha hecho y continuará haciendo.
Parte de la respuesta radica en identificar la base del compromiso que
nos pueda llevar a un resultado positivo, y considero que es
precisamente ahí que el encuentro de los líderes mundiales en Nueva
York puede hacer la diferencia.
En primer lugar hace falta que todos los países desarrollados aclaren
sus planes sobre la reducción de emisiones a mediano plazo,
mostrando el liderazgo necesario, y que esto por lo menos esté en
consonancia con nuestra responsabilidad por las emisiones del pasado.
Si queremos lograr por lo menos una reducción del 80 % antes del
2050, los países desarrollados deben lograr necesariamente
reducciones colectivas de entre 25 % y 40 % antes del 2020. La UE
está dispuesta a pasar del 20 % al 30 % si otros países hacen
esfuerzos comparables.
En segundo lugar, los países desarrollados deben admitir desde ahora
explícitamente que todos tendrán que desempeñar un papel importante
en la financiación de las medidas de mitigación y adaptación de los
países en desarrollo.
Calculamos que antes del 2020, los países en desarrollo necesitarán
aproximadamente 100 mil millones de euros (150 mil millones de
dólares) más por año para abordar el cambio climático. Una parte será
financiada por los propios países en desarrollo económicamente más
avanzados. Pero la mayor parte debería proceder del mercado del
carbono, en la medida en que tengamos la audacia de crear un
esquema global de comercialización ambicioso.
Ahora, bien, otra parte deberá financiarse mediante transferencias de
los países desarrollados a los países en desarrollo que podrían estar
anualmente entre 22 mil y 50 mil millones de euros (30.000 a
70.000 millones de dólares) antes de 2020. Casi la mitad de este monto
deberá ser empleado para apoyar acciones que contribuyan a la
adaptación, priorizando los países más vulnerables y pobres.
Dependiendo del resultado de las negociaciones sobre la repartición de
esta carga a nivel internacional, la parte de la UE podría aportar de
entre
10 % y
30 %, es decir, hasta 15 mil millones de euros
(22 mil millones de dólares) anuales. Dicho de otro modo, tenemos que
estar dispuestos a contribuir de forma importante a mediano plazo y
también a considerar a corto plazo, tal vez ya a partir del año próximo,
la financiación de «arranque» para los países en desarrollo. Me anima la
perspectiva de discutir sobre este tema con los líderes de la UE cuando
nos encontremos a finales de octubre.
Así pues, necesitamos mostrar que estamos dispuestos a tratar las
cuestiones financieras esta semana. A cambio, los países en desarrollo,
al menos los más avanzados económicamente, tienen que brindar
mucho más claridad sobre lo que están dispuestos a hacer para atenuar
sus emisiones de carbono como parte de un acuerdo internacional. Y si
bien están estableciendo ya medidas nacionales para limitar las
emisiones de carbono, obviamente necesitan intensificar tales
esfuerzos, particularmente los países en desarrollo más avanzados. Por
otra parte, insisten comprensiblemente, en que, según lo acordado en
Bali, la disponibilidad del recurso financiero para el carbono por parte
del mundo rico es un requisito previo para sus medidas de atenuación.
Pero el mundo desarrollado no tendrá nada que financiar si no hay
ningún compromiso respecto a tal acción.
Tenemos menos de 80 días antes de ir a Copenhague. Desde la
reunión de Bonn, el mes pasado, el texto del proyecto tiene unas 250
páginas: una profusión de opciones alternativas, un sin número de
corchetes. Si no lo arreglamos, corre el riesgo de convertirse en la carta
de suicidio más larga y global de la historia.
Esta semana en Nueva York y Pittsburgh promete ser crucial: revelará
cuán dispuestos están los líderes globales en invertir en estas
negociaciones para lograr un resultado positivo. La opción es simple:
sin dinero, no hay acuerdo. Pero a la vez ¡sin acción, no hay dinero!
Copenhague es probablemente la última oportunidad de influir,
colectivamente, en la trayectoria de las emisiones, para que el
calentamiento del planeta se mantenga por debajo de 2 º C. Así que el
contraataque tiene que comenzar esta semana en Nueva York.
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