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Galileo Galilei y sus
aportaciones a la astronomía.
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Galileo y la Luna.
Una de las aportaciones más importantes de Galileo a la astronomía, fueron sus
observaciones lunares y sus investigaciones sobre los movimientos de nuestro satélite.
De hecho, el interés de Galileo como científico no se centraba en la astronomía, sino en
la mecánica y en el movimiento de los cuerpos. Desde el primer momento en el que
Galileo contempló la Luna con el telescopio percibió con claridad que su superficie no
era lisa y no dudó en señalar la existencia de valles y montañas. Contempló la Luna a lo
largo de varios días constatando el movimiento aparente del avance de luces y sombras
sobre su superficie, recogiendo todos los datos en “La gaceta sideral”, una de sus
grandes obras.
Dibujos de la Luna realizados por Galileo
Una de las pruebas que Galileo utilizó para demostrar que la superficie de la
Luna no era lisa consistía en que el límite que divide la parte clara y la parte oscura, el
llamado terminador, no es uniforme, presentando irregularidades. Otro aspecto que lo
demostraba, es la existencia de pequeñas zonas de luz en la superficie lunar aún en
sombras lo que delata la existencia de montañas. En cuanto a los cráteres, Galileo
percibió claramente, numerosas manchas oscuras en la zona iluminada que tenían una
particularidad: sus contornos son muy luminosos y sus sombras van disminuyendo a
medida que aumenta la parte luminosa. Galileo comparó esta situación con el orto
terrestre. Es conocido por todos, que el Sol al salir por el horizonte primero ilumina las
cimas de las montañas y a medida que se va elevando en el cielo va inundando de luz
los valles. Otro dato a tener en cuenta de la observación de los cráteres es que la parte
oscura de su interior siempre se hallaba orientada hacia el lugar de la irradiación solar.
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Dibujos de Galileo
Pero a Galileo le fascinó también la observación de los mares lunares. Una vez
más razonó su naturaleza en base a las observaciones de nuestro propio planeta. Dedujo
que las zonas que conformaban las grandes manchas estaban más deprimidas con
respecto a las tierras que la bordeaban y constató, evidentemente, que su superficie era
más uniforme. En cuanto a su tonalidad, dedujo que al contemplar los mares terrestres,
éstos se mostraban más oscuros a la luz del Sol que las zonas emergidas.
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Galileo y las estrellas fijas.
A Galileo le llamó la atención que al contemplar a través de su telescopio las
estrellas no aumentasen de tamaño como ocurría con las observaciones terrestres o de la
propia Luna. E incluso no mostrasen una pequeña figura esférica como ocurría con los
planetas. Pero sí percibió que a través de las lentes, las estrellas parecían más luminosas
que a simple vista, y que se podían contemplar numerosos astros que eran demasiado
débiles como para que el ojo humano pudiera resolverlos. En su búsqueda de mostrar
este efecto, Galileo realizó una serie de dibujos en los que recogió las estrellas que se
podían ver a través de su instrumento.
Dibujó con doble trazo aquéllas estrellas que veía a simple vista y con un trazo
las que sólo podía contemplar a través del telescopio. Hizo lo mismo con las Pléyades.
Según la mitología griega, las Pléyades eran hijas de Pleiona y Atlas, y eran perseguidas
continuamente por Orión, el cazador, que las deseaba. Pero una de ellas, Merope o
Electra, no era visible a simple vista porque se había casado con un mortal. Galileo la
descubrió junto con otras cuarenta hermanas más.
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Galileo también contempló la Vía Láctea y comprobó que esa mancha lechosa
no era más que un conglomerado de innumerables estrellas, tantas que las más débiles
escapaban a la potencia de su telescopio. Basándose en esta observación dedujo
erróneamente que las nebulosas que se contemplaban a simple vista como la de Orión,
no eran más que un conglomerado de estrellas muy juntas, cuya luz, al sumarse
provoca esa nebulosa nívea. Representó M42 de la siguiente manera:
También presentó un esquema de la “nebulosa” del Pesebre, y descubrió que no
era una única estrella como se creía, sino más de cuarenta, dispuestas a modo de un
pesebre entre dos potros.
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Es decir, Galileo no logró con sus investigaciones discernir una nebulosa de un
cúmulo de estrellas.
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Galileo y los satélites de Júpiter.
Para Galileo las observaciones más importantes correspondieron a las realizadas
sobre los satélites de Júpiter. Con un instrumento perfeccionado las observó la noche
del 7 de enero de 1.610, fecha clave en la historia de la astronomía. Ya lo había
observado un mes antes con otras lentes, pero eran de tan mala calidad que no pudo
percibir los satélites. La sorpresa de Galileo al contemplar el planeta fue mayúscula
cuando observó tres estrellas pequeñas, pero muy brillantes cerca de Júpiter, y con la
increíble característica de que se encontraban en una línea recta paralela a la elíptica,
dos al este y una al oeste. Afortunadamente, se conservan sus apuntes de observación de
esas noches.
La noche siguiente, al contemplar de nuevo a Júpiter descubrió que la
disposición de las estrellitas había variado, hallándose las tres al oeste de Júpiter, a
intervalos regulares. En un principio, Galileo llegó a pensar que Júpiter había
adelantado a las estrellitas en su recorrido sobre el fondo de estrellas. Pero observando
nuevamente el planeta el 10 de enero, se encontró con que una de las estrellitas había
desaparecido., y que las otras dos aparecían al este. Entonces supuso que la
desaparecida se encontraba oculta detrás de Júpiter. Esto hizo que asombro y confusión
vagaran en la mente de Galileo. Así, el planeta Júpiter captó la mayor atención del
científico y reforzó sus observaciones desde ese día. Paralelamente, empezó a suponer
que Júpiter no tenía nada que ver con el movimiento propio de las estrellas y quería
averiguar la naturaleza de estos astros.
La siguiente noche, Galileo volvió a ver dos estrellas al oriente de Júpiter, pero
percibió que la más alejada del planeta brillaba mucho más que el día anterior. Hoy se
sabe que estos dos satélites son Ganímedes y Calixto, mientras que Io y Europa se
encontraban demasiado cerca de Júpiter como para ser resueltos por el telescopio de
Galileo.
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Basándose en estas observaciones, Galileo ya apuntó a que las estrellas
observadas en torno a Júpiter eran estrellas errantes que giraban en torno al planeta del
mismo modo que Venus y Mercurio lo hacen alrededor del Sol. El científico se interesó
entonces en establecer el periodo de órbita de cada uno de los astros. Comprobó cómo
estos variaban de posición en la misma noche realizando observaciones a diferentes
horas y durante diversos días.
Fue el 13 de enero cuando Galileo consiguió ver los cuatro satélites, que hoy en
día llevan su nombre: los satélites Galileanos, Io, Europa, Ganímedes y Calixto. Galileo
no logró calcular el periodo de los satélites para cuando publicó una de sus obras más
conocidas, el Sidereus Nuncius, pero sí consiguió demostrar que los satélites que
orbitaban más cerca de Júpiter se movían a mayor velocidad que los que, en sus
recorridos, se alejaban más del planeta.
Galileo fue meticuloso en recoger los movimientos orbitales de los satélites mediceos.
Como he indicado, Galileo redactó sus descubrimientos en la obra Sidereus
Nuncius, que la escribió en latín en apenas dos semanas. Mientras su obra estaba en la
imprenta, escribió a Belisario Vinta, secretario del duque indicándole que quería
dedicarle sus descubrimientos al soberano de Toscana. Pero no sólo quería dedicarle la
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obra, sino que como él era el descubridor de las estrellas errantes, tenía el deber de
ponerles nombre y había decidido inmortalizar el nombre del duque en las estrellas.
Pero Galileo necesitaba el consejo de Vinta. No sabía si llamar a todos los satélites
Cosmeanos por Cosme o llamarlos satélites mediceos por los cuatro hermanos:
Francisco, Carlos, Lorenzo y el propio Cosme. O simplemente designar a todos los
satélites en conjunto como astros mediceos, para gloria de la familia. Vinta respondió,
en nombre del duque, que prefería esta última opción. Y así puede verse en la portada
del libro, considerado como el más famoso del siglo XVII.
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Galileo y Saturno.
Galileo comenzó a observar Saturno a finales de julio con la intención de buscar
más satélites para dedicárselos a monarcas que pudieran favorecerles. Pero en vez de
lunas, se sorprendió al contemplar una “especie de aceituna con orejas”. Así que,
erróneamente, llegó a la conclusión de que Saturno era una estrella triple.
Para evitar disputas en la prioridad de este descubrimiento, o simplemente que
publicaran con otro nombre sus nuevas observaciones, envió mensajes cifrados a Vinta.
Por ello causó sensación el mensaje que recibieron eminentes científicos de toda Europa
como Kepler:
SMAISMRMILMEPOETALEUMIBVNENUGTTAVIRAS
Kepler lo interpretó como: Salve umbistineum geminatum Martia proles. Por lo
que erróneamente lo atribuyó a algún descubrimiento sobre el planeta Marte. A final,
por petición de Giuliano de Médicis, que era entonces emperador de Toscana del Sacro
Imperio Romano, en Praga, Galileo interpretó el mensaje para el emperador alemán
Rodolfo II y para el propio Kepler. Su contestación fue aclaratoria: “Saturno no es una
única estrella, sino tres estrellas juntas que están en contacto. Con un telescopio de una
potencia de mil aumentos pueden verse los tres globos clarísimamente, casi tocándose,
sólo con un pequeño espacio entre ellos”.
Pero dos años después, en diciembre de 1.612, al volver a observar Saturno,
Galileo fue incapaz de encontrar sus “asas”, viéndolo tan sólo como una pequeña esfera.
Las preguntas lo asaltaron y llegó a dudar de sus investigaciones. Saturno parecía
“haber devorado a sus hijos” y no sabía cómo.
El 3 de septiembre de 1.616 en una carta a Federico Cesi, le comunicó que en
sus nuevas observaciones de Saturno, había descubierto que sus “orejas” ya no eran dos
cuerpos definidos, sino que era mucho mayores y no redondos, sino con la forma de dos
medios eclipses.
Este es un dibujo que realizó Galileo fruto de estas últimas observaciones:
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Galileo y Venus.
El 30 de diciembre de 1.610, Galileo le escribió desde Florencia una carta a
Cristóforo Clavius, un matemático con el que solía discutir sus investigaciones, para
exponerle las observaciones llevadas a cabo durante tres meses del planeta Venus.
Galileo señala que al principio de su aparición vespertina, Venus aparecía a través del
telescopio como una esfera blanquecina de pequeño tamaño. A medida que los días iban
transcurriendo, aumentó su tamaño aunque siguió conservando su forma circular. Pero
al acercarse a la elongación máxima, su disco comenzó a disminuir por la parte opuesta
al Sol alcanzando la forma de un arco de Luna que fue menguando progresivamente
hasta que su aparición dejó de ser vespertina. Así, cuando el planeta apareció en el cielo
matutino lo hizo como un fino arco lunar. A medida que pasaron los días, observó que
Venus disminuía de tamaño conforme aumentaba la superficie iluminada por el Sol,
alcanzando una forma de semicírculo en torno a la máxima elongación. Y después,
rápidamente, Venus apareció más bajo sobre el horizonte, mientras alcanzaba de nuevo
una forma circular.
Para Galileo, ésta es una prueba irrefutable de que Venus gira en torno al Sol del
mismo modo que lo hace Mercurio. También señala que ambos planetas no emiten luz,
sino que reflejan la del propio Sol, de ahí las fases que se observan.
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Galileo y las manchas solares.
Como ya he señalado anteriormente, las disputas sobre la autoría de un
descubrimiento eran habituales en la época de Galileo. Y las manchas solares no
escaparon a esta contienda. Hay que tener en cuenta que los telescopios llegaron a
muchos científicos casi al mismo tiempo, lo que hizo que comenzara una carrera por
realizar nuevos descubrimientos. Galileo no fue una víctima de estas artimañas.
Participaba activamente en ellas para ganarse el favor de los monarcas e influir lo
máximo posible en sus decisiones científicas para mejorar su estatus y su poción
económica, así como para lograr un prestigio, más que merecido según él. Además, para
seguir cultivando su ego, hizo que compusieran odas con los descubrimientos que ya se
le habían atribuido.
Sí que destacaré, en, favor de Galileo, que fue realmente él el creador del
compás geométrico, y no otros investigadores tal y como se cuenta en algunos pasajes
de la historia de este instrumento.
Pero regresemos al tema de las manchas solares y las disputas que generaron en
Europa. Para entender esta historia debemos conocer primero el trabajo de Christopher
Scheiner, matemático jesuita que en 1.610 comenzó la construcción de telescopios y fue
el primer europeo, según algunas crónicas de la época, que observó las manchas solares.
Inicialmente utilizó lentes coloreadas para no dañar su vista, pero a sus oídos llegó el
método de proyección ideado por Kepler, siendo el primero en usarlo. En marzo de
1.611 descubrió las manchas solares, pero sus convicciones religiosas le empujaban a
creer que el Sol debía ser perfecto e inalterable, por lo que no publicó sus
descubrimientos. Sus estudios han llegado hasta nosotros, porque al año siguiente, en
1.612, un amigo suyo publicó sus investigaciones bajo un pseudónimo. A pesar de su
miedo a la inquisición, Scheiner siguió estudiando la superficie solar, y dieciséis años
después publicó su obra más importante, "Rosa Ursina", en la que describe el plano de
rotación de las manchas solares como fruto de la inclinación del eje solar respecto al de
la Tierra.
Christopher Scheiner
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Rosa Ursina de Christopher Scheiner
Galileo comenzó una disputa con Scheiner sobre quién había descubierto las
manchas solares. Es cierto que Galileo realizó sus observaciones sin tener conocimiento
de las investigaciones de Scheiner y se sabe que en abril de 1.611 mostró a varias
personas influyentes de Roma dichas manchas. Pero un tercer científico entra también
en juego en esta carrera por ser el primero en atribuirse el descubrimiento. David
Fabricius fue uno de los primeros astrónomos alemanes en utilizar el telescopio para la
observación del cielo.
David Fabricius
Aunque algunas fuentes le conceden ser el descubridor de las manchas solares,
mientras que otras lo niegan, lo que se sabe con seguridad es que Fabricius fue el primer
astrónomo que estudió una estrella variable. En 1.596 localizó una nueva estrella en la
constelación de la Ballena, a la que llamó Mira, la maravillosa, y que antes no había
estado ahí. Fue la primera estrella variable de la que se tuvo constancia en Europa.
Lo que ni Galileo, ni Scheiner, ni Fabricius sospechaban es que su disputa por
ser el primer astrónomo en haber observado las manchas solares era una pérdida de
energía, ya que los científicos chinos conocían su existencia desde hacía siglos. Además
numerosos observadores europeos se encontraban ya en posesión de telescopios con los
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que realizaban sus observaciones. Y con los registros que se conservan hoy en día, no se
puede asegurar quién realizó las primeras observaciones de este fenómeno.
Una diferencia importante entre Galileo y Scheiner es que mientras el primero
nunca mostró poseer un mayor conocimiento de las manchas solares del que realmente
tenía, el alemán, veía obstaculizados sus estudios por el deseo de preservar las
enseñanzas aristotélicas mientras que no aparecieran pruebas concluyentes que
obligaran a rechazarlas. Por ello, en vez de pensar que había manchas en el Sol, lo que
convertía a este astro en un cuerpo imperfecto y sometido a cambios, prefería
considerarlas como cuerpos reales, es decir como pequeños planetas situados entre la
Tierra y el Sol. En cambio, Galileo, al no tener estos prejuicios avanzó en el
conocimiento de las manchas, ya que consideraba que éstas eran una prueba más que
desmerecía las ideas aristotélicas de un cielo inmutable e incorruptible. Scheiner
también se dejó engañar por el descubrimiento de los satélites de Júpiter por parte de
Galileo y realizó un símil equivocado con respecto a las manchas solares. Si este planeta
contaba con un conjunto de satélites, ¿por qué no iba a tenerlos el Sol?
Dibujos sobre las manchas solares realizados por Scheiner y publicados en Rosa Ursina
Mucho se ha escrito sobre la manifiesta enemistad entre Scheiner y Galileo.
Algunos autores sostienen que el jesuita intrigó para que se presentaran cargos de
herejía contra Galileo, pero por otra parte, se sabía que él mismo era temeroso de lo que
le pudiera pasar a raíz de sus descubrimientos. De hecho, Galileo comentó a sus
amistades que se sentía más seguro sabiendo que un jesuita estaba llevando a cabo
investigaciones astronómicas, porque eran muchas las voces que manifestaban que las
manchas solares eran fruto de hechizos perpetrados por el “brujo Galileo”. Entonces,
¿se atreverían a decir que Scheiner era un brujo? Pero al astrónomo lo que más le
enfureció fue que en Perugia decían que su telescopio era un instrumento óptico en el
que había insertado partículas para que parecieran estrellas. Galileo retó a un premio de
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diez mil coronas al hombre capaz de construir un telescopio que hiciera girar lunas
alrededor de un planeta pero no de otro. Al mismo tiempo, en la Universidad de Bolonia
se estaba levantando una corriente contra las ideas galileanas, movimiento que
aprovechó un joven luterano alemán llamado Martin Horky. Este joven era protegido de
Kepler y pensó que atacando a Galileo, conseguiría el favor de su maestro. Pero lo que
logró fue precisamente lo contrario. Kepler abandonó a su discípulo y escribió una carta
de disculpa a Galileo sellando su amistad.
A continuación dejaré los entresijos históricos que dieron lugar al
descubrimiento de las manchas solares y me centraré en las observaciones de Galileo y
en las cartas que escribió sobre ello.
Lo primero que comenta Galileo sobre las manchas solares en la segunda de las
cartas escritas sobre este tema el 14 de agosto de 1.612, es su convencimiento de que las
manchas se encuentran sobre la superficie solar o muy cerca de ella, pero no en su
lejanía como indicaba Scheiner. También añade que no son cuerpos consistentes como
los planetas y que desaparecen y se generan nuevas siendo su tiempo de duración
variable, desde unos pocos días a más de un mes de existencia. Galileo percibió cómo
las manchas van variando su forma y tonalidad con el paso de los días y cómo algunas
que aparecen en racimos parecen juntarse en una única mancha y como otras,
provenientes de una sola mancha, al disgregarse ésta, se forman algunas más pequeñas.
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Cada mancha parece seguir un curso evolutivo propio diferente al de las demás, pero
todas tienen una característica en común: recorren el disco solar siguiendo líneas
paralelas entre sí. A raíz de este movimiento, Galileo dedujo que el Sol es
completamente esférico y que gira en torno a su propio eje central aproximadamente en
un mes lunar en dirección de oriente a occidente. También apuntó que las manchas se
encuentran en una franja que no declina más de 29 grados al norte o sur respecto de su
círculo máximo de rotación.
Dibujos de Galileo
Galileo dio una sencilla explicación a todas las conclusiones que había
alcanzado respecto a la morfología solar. Primero argumentó que si todas las manchas,
independientemente de que fuera una sola o un grupo de ellas, manifiestan siempre el
mismo movimiento, y no que cada una presente un curso diferente, era argumento
suficiente para decir que su movimiento estaba provocado por una sola causa. Es decir,
o se hallaban sobre una sola esfera muy próxima al Sol, o se hallaban sobre la propia
superficie solar. Galileo desechó rápidamente la primera hipótesis avalándose en los
resultados de sus posteriores observaciones. Contemplo cómo, cuando las manchas se
encuentran próximas a la circunferencia, conservan la misma anchura pero pierden
longitud. Este efecto, en perspectiva, es lo que ocurre cuando un cuerpo se mueve en
una esfera. Luego, de aquí se pueden deducir dos cosas: el Sol es esférico, y las
manchas se encuentran muy próximas a su superficie. Más interesante aún fue la
argumentación de la profundidad de las manchas. Percibió que en las cercanías de la
circunferencia, algunas manchas sólo se presentan como si fueran un hilo, mientras que
otras presentan un grosor, lo que puede deberse a que tienen “altura”, siendo ésta
variable en el tiempo. Esta verticalidad no podría percibirse tampoco si las manchas no
estuvieran cerca de la superficie solar.
Otro argumento que presentó fue la distancia que recorrían las manchas sobre la
superficie solar en intervalos de tiempo iguales. El espacio atravesado en tiempos
iguales por la misma mancha decrece a medida que se hallan más próximas a la
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circunferencia y es máximo en el centro de la misma. Éste argumento es
verdaderamente sólido para indicar que el Sol es una esfera. Del mismo modo, cuando
dos manchas se hallan en la misma declinación, en el centro de la esfera, puede
apreciarse una separación mayor entre ellas, mientras que cuando se hallan cerca de la
circunferencia, algunas incluso parecen tocarse.
Dibujos de Galileo que abarcan desde el 2 de junio hasta el 8 de julio de 1.613
Galileo, en sus cartas, presentó una demostración geométrica que explicaba estas
variaciones de percepción cuando un objeto es observado en una esfera. Aún así, por
último, para reforzar todas sus teorías, y para resolver un misterio que a su amigo
Kepler le habían costado múltiples horas de estudio en vano, recordó un evento que
había tenido en vilo a los astrónomos no hacía muchos años. En el año 1.588, se
recogieron los testimonios de muchos científicos en París que aseguraban haber visto
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una mancha en el Sol durante ocho días. Entonces, con la idea aristotélica de que el Sol
era una esfera pura e inalterable, se dedujo, que tal mancha era en realidad el planeta
Mercurio que transitaba por delante del disco solar. Pero Mercurio no puede permanecer
en conjunción con el Sol más de siete horas, por lo que Kepler trató de dar una
explicación al evento. Ahora bien, con el descubrimiento de las manchas solares,
quedaría resuelto este enigma: aquella mancha observada no era Mercurio sino una
mancha solar de enorme tamaño, fenómeno que con toda probabilidad podría repetirse
en el futuro.
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Galileo y la nueva estrella
Dibujo de Tycho sobre la ubicación de la nova
En 1.572, cuando Galileo era niño, apareció en el cielo una estrella a la que se
conoce como Nova de Tycho, porque fue este astrónomo danés quien la estudió con
más profundidad. Este suceso no inmutó las mentes aristotélicas que mantuvieron sus
fuertes ideales intactos argumentando aún la solidez de un Universo inalterable. Lo que
los astrónomos se cuestionaban sobre esta estrella nueva era su naturaleza. De hecho,
muchos científicos tenían la convicción de que esta estrella nada tenía que ver con el
mundo de los astros.
Hoy día se sabe que la nova de Tycho fue fruto de la explosión de una estrella,
una supernova. Este fenómeno es raramente observable, por lo que Galileo tuvo mucha
suerte de contemplar dos en su vida.
Nova de Tycho observada por instrumentos actuales
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En 1.604 otra estrella nueva de las mismas características apareció en el cielo en la
constelación de Sagitario. Ésta es conocida como la “nova de Kepler”. Ambas fueron
tan brillantes que podían verse a simple vista. Uno de los primeros observadores en
contemplarla fue Simon Mayr que contaba con la colaboración de su alumno Baldassare
Capra, el 10 de octubre de 1.604. Mediante un amigo común, Giacomo Cornaro, Mayr
dio noticia a Galileo de su descubrimiento. Aunque otras fuentes indican que fue un
sacerdote de ideas independientes, Ilario Altobelli, el que comunicó el hallazgo a
Galileo.
Galileo interrumpió sus estudios sobre el movimiento y se entregó a la
observación de esta estrella nueva. A raíz de este evento, Galileo se crea un nuevo
enemigo. En las conferencias que ofrece sobre la nueva estrella, no menciona nunca a
Capra, lo que enfurece a éste y empieza a publicar notas relativas sobre Galileo,
incluyendo en una de ellas, que fue él quien realmente inventó el compás geométrico.
Galileo contraatacó y puso en evidencia los conocimientos científicos de Capra, quien
viendo arruinada su reputación como astrónomo, le quedó el consuelo de al menos ser
uno de los primeros observadores de la nueva estrella.
Galileo tenía la esperanza de que las mentes aristotélicas tambalearan sus
cimientos a raíz de este suceso. Pero en vez de ello,
explicaron el fenómeno desde el punto de vista más
trágico posible: la nueva estrella era un ml presagio
que avecinaba grandes males. Se sustentaban en que
no mostraba paralaje alguno. Galileo trató de
explicarles, que si no mostraba este movimiento era
porque se encontraba muy alejada de la Tierra. Pero
entonces, otros científicos aristotélicos calmaron a
sus compañeros más pesimistas dando la explicación
de que la nueva estrella no era más que mantos de
vapores procedentes de la Tierra.
Nova de Kepler
Finalmente, Galileo después de razonar y estudiar profundamente el tema, llegó
a la conclusión de que la Tierra sí que podría estar detrás de este nuevo fenómeno, pero
no alcanzó a exponer ninguna de estas ideas. Lo que sí se sabe es que este evento hizo
que mostrara más interés por las ideas copernicanas del heliocentrismo.
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Bibliografía
http://www.astromia.com/biografias/scheiner.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/David_Fabricius
http://es.wikipedia.org/wiki/Galileo_Galilei
http://es.wikipedia.org/wiki/Johannes_Kepler
http://es.wikipedia.org/wiki/Sidereus_Nuncius
Galileo: el genio y el hombre. James Reston, Jr. 1994. Ediciones B,S.A
Galileo: el desafío dela verdad. Michel Serrat. Ediciones Temas de Hoy S.A.1996.
Colección: biografías
Galileo Galilei: La gaceta Sideral y Johannes Kepler: Conversaciones con el mensajero
Sideral. Alianza Editorial: Historia de la ciencia2007
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