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SAN ISIDORO DE SEVILLA
No existen noticias fidedignas de la fecha del nacimiento y del lugar de San
Isidoro de Sevilla. Se cree que pudo nacer en Cartagena o Sevilla, en el año 560,
y que falleció en Sevilla en 636. Su familia procedía de Cartagena, tanto sus
padres Severiano y Tortura, como sus hermanos Leandro, Fulgencio y
Florentina. Isidoro era el menor de los hermanos, pero la familia tuvo que
trasladarse a la Bética, los motivos pudieron ser la expulsión de los hispanoromanos o bien, a causa de una persecución arriana. A la muerte de sus padres,
Leandro se hace cargo de la educación del pequeño. Serrateix relata en el
Martyrologio el poco interés de Isidoro por los estudios, por lo que decide huir
de Sevilla hasta Santiponce, donde se detiene ante un pozo y, después de
reflexionar, decide dedicar su vida a la Iglesia.
En este mismo lugar se levantaría, años más tarde, el monasterio de San
Isidoro del Campo, en recuerdo del suceso. A partir de entonces, Isidoro recibirá
una exquisita educación, tanto religiosa como científica, con el estudio de los
clásicos y la lengua griega. Estudió el Trivium y el Cuadrivium, así como la
filosofía y el derecho. Una vez aprendida la doctrina y la retórica, Leandro lo
coloca para que adoctrine a los arrianos. Esto le dará prestigio a Isidoro dentro
de la comunidad cristiana y, tras la muerte de Leandro, en el año 599, lo
sucederá como metropolitano de Sevilla. Años más tarde fue nombrado obispo,
de manera que desempeñó en el cargo durante treinta y seis años.
Durante este tiempo Isidoro fue organizando la Iglesia española, de
acuerdo con el Derecho Romano. Presidió dos sínodos, el Concilio II de Sevilla
(619) y el Concilio IV de Toledo (633), que fue declarado como magnum et
universale concilium, por su importancia como asamblea religiosa y política.
Fue cuando la Iglesia decidió mantener la estructura del Estado visigodo, así
como mantener buenas relaciones con la minoría nobiliaria latifundista. Isidoro
es muy conocido entonces en la España visigoda y mantiene una enorme
influencia entre los eclesiásticos del reino, a través de epístolas, con san Braulio
de Zaragoza, así como entre la nobleza y el rey Sisebuto, al que le dedicó su obra
más famosa, las Etimologías.
En abril de 636, Isidoro nota que se encuentra muy enfermo y pide que lo
lleven a la Catedral de de Sevilla (entonces dedicada a San Vicente), donde pide
públicamente perdón de sus pecados, reparte sus bienes entre los pobres y
aconseja a los cristianos que practiquen la caridad. Cuatro días después, Isidoro
fallece en su celda y el día 11 lo entierran en la Catedral hispalense, junto a sus
hermanos san Leandro y santa Florentina. Diecisiete años después, en 653, el
Concilio VIII de Toledo lo declaró doctor insigne, la gloria más reciente de la
Iglesia católica. A través de la carta, que su discípulo Redempto escribió a
Braulio de Zaragoza, se sabe cómo murió Isidoro.
A mediados del siglo XI, Sevilla, Toledo y Zaragoza son los reinos taifas
más importantes. El rey Fernando I de Castilla y León emprende la conquista y
vence al rey al-Mutadid, en 1063, haciéndolo tributario de su reino. Fernando I
le exige la entrega de los restos de santa Justa, que se encuentran en Sevilla.
1
Para esta tarea envió a los obispos de León y de Astorga, Alvito y Ordoño,
respectivamente, acompañados de algunos nobles, pero al no encontrar los
restos de la santa en Isbiliya (Sevilla), se llevaron a León los de su hermano san
Isidoro, a quien incluso los mozárabes tenían en gran estima. En la ciudad
leonesa se construyó una basílica para albergar sus restos. Es a partir de
entonces cuando la imagen del santo aparece en la Reconquista combatiendo a
caballo y con la espada desenvainada.
En 1722, el Papa Inocencio XIII declara a san Isidoro doctor de la Iglesia y
su culto se extiende a todo el catolicismo. Hoy día, debido a la sabiduría
enciclopédica que tenía, ha sido propuesto a la Santa Sede como patrón de
Internet. En cuanto a sus obras, el santo ordenó restaurar los monumentos
grecolatinos, que se encontraban abandonados debido a las guerras e
invasiones. Sus escritos guardan relación con su cargo de obispo, por lo que no
se trata simplemente de mera erudición. Se cree que su extensa obra se debe en
parte a que poseía la mayor biblioteca de Occidente, en el siglo VI.
En cuanto a la preferencia de san Isidoro por los autores, destacan san
Agustín, san Jerónimo, Gregorio Magno, así como Rufino, Lactancio, Cipriano,
Minucia, Félix, Tertuliano e Hilario de Poitiers. Las obras del santo se agrupan
en cinco temas: histórico-enciclopédicas, escriturarias, teológicas, litúrgicas y
ascéticas.
1.
Histórico-enciclopédicas. Cronica mundi recoge los sucesos
principales del mundo hasta 615, durante el reinado de Sisebuto, a
modo de una historia universal. En los tres años siguientes escribe
la obra De viris ilustribus, sobre las biografías de escritores
hispanos. Para establecer una conexión entre la Roma antigua y los
visigodos, san Isidoro escribió Historia Gothorum, Vandalorum,
Sueborum.
Pero es conocido sobre todo por sus famosas
Etimologías. Los Etymologiarum sive Originum libri XX, son
veinte libros que escribió sobre 620, porque se lo pidió san Braulio.
Recogen el saber y la ciencia, tanto pagana como cristiana, hasta su
época.
2.
Teológicas.
Las sentencias o sumas teológicas, que tanto
abundan en la Edad Media, vienen en el Sententiarium libri III. Su
hermana, santa Florentina le rogó que escribiera un tratado contra
el judaísmo y a favor de la religión católica, al que denominó De
fide católica contra judaeos.
3.
Escriturarias. Hizo unos apuntes sobre el canon bíblico e
introducciones a los libros sagrados, llamados In libros veteris et
Novi Testamenti prooemia. También redactó notas biográficas de
86 personajes del Antiguo y Nuevo Testamento.
4.
Liturgia isidoriana. Su hermano Fulgencio le pidió que
escribiera De eclesiasticis officiis, un manual histórico sobre la
liturgia visigoda.
5.
Ascéticas. Regula monachorum posiblemente lo escribió para el
monasterio donde estuvo de joven, una especie de estatutos
monásticos en la línea de san Agustín y san Benito, pero adaptados
a las características de España.
2
Se puede asegurar que la obra de san Isidoro influyó en toda la cristiandad,
durante un milenio. Sus manuscritos pasaron pronto a Francia y, más tarde, a
través de los monjes irlandeses se extendieron por el mundo católico.
3