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Transcript
Palabras del Presidente de la República de Ecuador, Rafael Correa Delgado, en la
inauguración del Encuentro “Clima Latino”
Quito, 17 de octubre de 2007
Querido amigo, ciudadano, compañero Lenin Moreno, Vicepresidente Constitucional de la
República del Ecuador; señoras y señores Ministros de Estados, señor Freddy Ehlers, Secretario
General de la Comunidad Andina; señor General Paco Moncayo Gallegos, Alcalde
Metropolitano de la ciudad de Quito, querido Premio Nóbel de la Paz, que nos honra con su
presencia en este día; excelentísimos señores embajadores acreditados ante el Gobierno de la
República del Ecuador y representantes de Organismos Internacionales; señores Presidentes
del Tribunal de Justicia de la Comunidad Andina; Señor Vicepresidente del Parlamento Andino
y Parlamentarios Andinos; señores Secretarios Ejecutivos del Organismo Andino de Salud
Convenio Hipólito Unanue y del Convenio Andrés Bello; Señor Presidente del Gobierno
Regional de Lambayeque – Perú; señores alcaldes de las ciudades de Oruro - Bolivia, Cuenca y
Loja del Ecuador; señoras y señores delegados internacionales; distinguidos representantes de
Centros Académicos de Investigación y Universidades; señores representantes de Medios de
Comunicación del Ecuador y del Extranjero; queridos jóvenes estudiantes que nos acompañan;
invitados espacialísimos, queridos compañeros y compañeras.
Primero, permítanme aclarar que no fueron palabras mías, Freddy, las que te cité esa vez.
"Deseo poco y lo poco que deseo, lo deseo poco", tal vez el secreto de la felicidad. Son
palabras de San Francisco de Asís y ojalá muchos de nosotros las siguiéramos.
Cuando se hablaba del Apocalipsis del planeta tierra, la gente escuchaba con incredulidad
tales advertencias porque parecían surgidas de la ciencia ficción o de las profecías de
Nostradamus.
Hoy, la conciencia universal asiste a un consenso desafortunado y aterrador. El clima global
ha sido alterado de manera grave: nos enfrentamos al mayor peligro de la historia de la
humanidad. Y este peligro es resultado del aumento de concentraciones de gases
invernadero, tales como dióxido de carbono, metano, óxidos nitrosos, clorofluorocarbonos,
aumento indiscriminado del consumo de los recursos, quema de combustibles fósiles, tala y
quema de bosques y manglares, entre otras causales.
Los cambios en los ecosistemas globales determinarán cataclismos, inundaciones, variaciones
de especies arbóreas, enormes desequilibrios económicos, impactos sin precedentes sobre los
seres humanos, como enfermedades infecciosas, pandemias, extinción de innumerables
especies de plantas y animales, fracasos en cultivos en áreas vulnerables.
Este catálogo del Apocalipsis ya está inventariado y ahora lo que corresponde es enfrentar la
situación con la urgencia que requiere, y uno de los primeros pasos posibles es afrontar un
dilema que debemos decidir ya: el consumismo y la posibilidad de elegir una ética para el
mismo. Con lo dicho quiero mencionar fundamentalmente a los inusitados y arbitrarios niveles
de consumo de los países de mayor desarrollo, o del mal llamado mayor desarrollo, o de los
que a espaldas de la catástrofe quieren llegar a esos modos y maneras de vivir, que serían a
la postre, modos y maneras de morir. Por favor, adquiramos conciencia. La generalización de
ese grupo privilegiado de la humanidad que se hunde en la opulencia es sencillamente
imposible. Sencillamente insostenible. No solamente es necesario luchar contra el cambio
climático. Es necesario buscar otro concepto, otra noción de desarrollo. Lo que hoy
conocemos como desarrollo es sencillamente imposible de generalizar. No es sustentable.
Hablamos entonces de la influencia del ser humano, de la influencia antropogénica en el
cambio climático. La decisión de deforestar para convertir esos espacios en tierras de cultivo
y pastoreo devino, con el tiempo, en emisión de gases que producen efecto invernadero, CO2
por las fábricas y transportes, metano en zonas de ganadería intensiva y arrozales.
Cualquier diagnóstico nos enfrenta a un panorama desolador, más aún si tomamos en cuenta
la problemática del agua, su escasez y hasta la terrible voracidad por privatizarla.
En Latinoamérica, el calentamiento está derritiendo los glaciares de Los Andes y con ello los
suministros de agua estarán cada día más lejos del alcance de los pobladores. El impacto se
sentirá también en el desabastecimiento de tierras de cultivos y de sistemas hidroeléctricos.
Hemos dicho en otros foros que la ética del consumo es fundamental. Para entender lo que
significa vivir bien, no vivir mejor, como ya lo expresó Freddy Ehlers invocando a ese amigo y
filósofo el canciller boliviano David Choquehuanca. Vivir mejor que quién? Que nuestros
antepasados? Que nosotros mismos hace algunos años? Que nuestro vecino en esta carrera
loca por ser más que el resto, por tener más que el resto. Tenemos que buscar el significado
de lo que es vivir bien. Pero si las cosas siguen como hasta hoy, quizá sea necesario
solamente decidir sobrevivir, que será de por sí una hazaña si continúan los patrones de
consumo y el cambio climático actual.
La ética del consumo, que hoy proclamamos, tiene entonces que ver con varios frentes que
día a día emboscan a sus ciudades enteras; me refiero a la máxima rentabilidad proclamada
por el neoliberalismo, a la dictadura sacrosanta del mercado por sobre los seres humanos, a
la tortura de la publicidad enajenante, a la producción sin límite de artefactos, artilugios y
bienes suntuarios, a tonterías que incluso se enseñan día a día en escuelas y universidades,
que yo mismo he enseñado, como por ejemplo, que economía es ciencia de la escasez porque
hay recursos escasos sobre necesidades ilimitadas, qué barbaridad. Ustedes saben que antes
de meterme en este lío, hombre público, Presidente de la República, Ministro de Economía,
pase muchos años enseñando economía, entre ellas economía teórica, y al igual que Joan
Robinson, esa famosa economista inglesa, me toca ahora preguntarme si me estaba ganando
la vida honestamente, enseñando esas tonterías.
Es necesario que para salvar al planeta tomemos plena conciencia de nuestro deber como
ciudadanos de este universo. Es fundamental que esa conciencia transforme a los seres
humanos de simples y pasivos consumidores, atrapados por un supuesto bienestar, en
consumidores conscientes, capaces de advertir y alertar sobre los riesgos de consumos
indiscriminados. Es decir, convertirnos en consumidores sostenibles.
No podemos seguir la práctica de una economía basada en la presión de la competencia y la
rentabilidad en el más corto tiempo posible, porque tras esa máscara se esconden los
impactos ambientales de mayor gravedad. Es por ello que la proclama e invocación parte de
lo que podemos y debemos hacer en nuestra condición doméstica y cotidiana, que
naturalmente incide en el territorio global, aunque está muy lejos en satisfacer las
necesidades de la Madre Tierra, que parece clamar por la corresponsabilidad de salvarnos.
Existen obviamente fuerzas que están más allá de los venideros y de las voluntades y para
enfrentarlas se requiere de un pacto universal de supervivencia. Los daños y afección a la
biosfera con la emisión de contaminantes en la atmósfera, contaminación de acuíferos y
daños a los sistemas marinos, no son una responsabilidad individual ni social, sino que tiene
que partir de los Estados, de un acuerdo entre naciones, de un mandato de las Naciones
Unidas, aunque quizá lo de Unidas sea solamente una metáfora o un contrasentido. Hace poco
participé en la Asamblea General de las Naciones Unidas, con tristeza, con decepción, más
que con rabia. Escuchamos discursos tremendamente simplistas, primitivos, donde todavía
hay gobiernos que se creen los gendarmes del mundo, sacaron una lista de las naciones que
de acuerdo a ellos se comportaban mal, atentaban contra derechos humanos, no respetaban
la democracia como ellos la entienden. Paradójicamente, ellos guardan grandes lazos
comerciales con países que incumplen lo que ellos mismos pregonan. Entonces, uno tiene que
entender que no se trata si se cumple ciertos códigos o no, sino que si se está en función de
ciertos intereses o no. Pero cómo nos gustaría escuchar de esas Naciones Unidas, con esa
misma contundencia, con esa misma firmeza, la lista de las naciones que están acabando con
el planeta, la lista de esos terroristas ambientales, que por su ambición, por su hiper
consumismo, van a acabar la vida en el planeta tierra.
La mayor torpeza de los codiciosos y avaros es que no se han dado cuenta que no tiene
sentido la obtención de máxima rentabilidad en un mundo en el que ya no existan potenciales
consumidores. Quizá algún día, si todo sigue como hasta hoy, quienes hagan desde otro
planeta la narración de estos acontecimientos se preguntarán cómo fue posible que un 10% de
la población de la tierra decidió el suicidio colectivo de toda la humanidad.
Como representantes de nuestros países, de nuestra región y del continente, estamos en la
cruzada por revertir este holocausto y tenemos la obligación de elevar nuestra voz como lo
hicimos recientemente en todos los foros mundiales, para que la humanidad tome conciencia
de que camina hacia el precipicio. También, en el ámbito local, debemos insistir en la tarea
de empoderar la ética del consumo y debemos actuar con racionalidad ambiental. En este
escenario la conducta individual, familiar, barrial y comunitaria, tiene un peso social
sumamente importante. Si somos consumidores sostenibles es posible enfrentar a quienes
producen no para satisfacer la demanda de los consumidores, sino para la búsqueda de
mayores utilidades, aunque la mentira y los panfletos publicitarios sea el salvoconducto para
lograrlo.
Tenemos que enfrentar esa inconsecuencia con la Pachamama y promover una mayor
conciencia sobre la necesidad de entender que los actuales patrones de producción no pueden
continuar. La educación debe incorporar este tema como fundamental para la comprensión
del fenómeno del calentamiento global. Como lo ha manifestado Freddy, incluso hacer esos
minutos de reflexión, escuchar en el silencio, aunque si es de acuerdo a la edad, algunos
tendríamos que parar unas dos horas diarias.
Efecto invernadero, deforestación, capa de ozono, salinización y erosión de tierras,
contaminación del agua, mal manejo de desechos, etc. deben formar parte de un pensum que
nos ayude a actuar con responsabilidad.
Debemos estar alertas a las tecnologías contaminantes, implementar auditorias ambientales,
promover el uso de tecnologías limpias de bajo impacto sobre los ecosistemas; y así, un
sinnúmero de medidas que fortalezcan la conciencia y la responsabilidad de los seres
humanos frente al potencial colapso.
No olvidemos finalmente dos temas de enorme trascendencia. El primero, relacionado con la
injusticia globalizada, producto precisamente del calentamiento global, porque los países
pobres no responsables de la tragedia, son afectados en mayor grado porque no tienen la
capacidad de responder a desafíos de tales dimensiones. Son esos países pobres los que
muchas veces son los mayores generadores de bienes ambientales, como los países de la
Cuenca Amazónica y sencillamente no reciben nada a cambio, pero sí reciben las
consecuencias de los países que depredaron ya su medio ambiente y siguen depredando el
medio ambiente mundial. Y lo segundo, una respuesta que el gobierno de la revolución
ciudadana ha planteado al mundo entero, el cambio cualitativo de la economía, en los
conceptos de valores de uso y de cambio, con nuestra propuesta contenida en el ITT, que
significa no sólo una innovadora propuesta energética: dejar el petróleo en tierra a cambio de
una compensación del resto del planeta; significa, además, un cambio en la lógica
económica. Compensar ya no la generación de valores de cambio, es decir, de mercancías,
sino la generación de valores de uso, es decir, bienes con capacidad de satisfacer las
necesidades.
Fíjense lo irracional del sistema económico actual, si después de 100 años, sobrevivimos, y
algún estudioso analice el período histórico actual, incluso encuentre que por allí algún
desubicado dijo que era el fin de la historia, que el sistema de mercado era lo más perfecto,
etc. y se dé cuenta que si compensaba eran los valores de cambio de las mercancías y no los
valores de uso, dirán: cómo pudo ser tan estúpida la humanidad. Si implementarán un sistema
realmente de justicia donde se compense la creación de valor, bienes con capacidad real de
satisfacer necesidades, probablemente los países pobres pasarían a ser ricos y los países ricos,
menos ricos, pero sostenibles, porque los mayores bienes, los bienes con mayor valor, con
mayor capacidad de satisfacer necesidades los producen los países del tercer mundo. Qué
tiene mayor valor que el bien ambiental, que la generación de medio ambiente limpio que
permite la vida en el planeta por parte de los países de la Cuenca Amazónica. A cambio de
eso no recibimos absolutamente nada. Si nosotros queremos comprar un tractor al primer
mundo, tenemos que pagar por ese tractor, porque en la lógica económica actual se
compensa lo que tiene precio. Aquello que para disfrutarlo tengo que pagarlo. Aquello que
para disfrutarlo no tengo que pagar nada, es decir, bienes sin capacidad de exclusión como
los bienes ambientales, sencillamente en un sistema económico que promueve la
competencia, el individualismo, el egoísmo, no se lo compensa. Pero esos son los bienes más
importantes. Esta propuesta del ITT que Ecuador está llevando al mundo, implica también
una lógica fundamental, un cambio fundamental en la lógica económica. De una lógica
individualista, egoísta, a una lógica de justicia, donde se compensen, insisto, la generación
de valor, no solamente la generación de mercancías.
En la parafernalia universal hemos sido escuchados y existen posibilidades y certidumbre que
el Ecuador sea un ejemplo para el mundo entero. Y esto solamente es posible con una
proclama que proviene de los ciudadanos patriotas y en el término mundial de seres humanos
comprometidos con el futuro. Cambiar el mundo, decía el poeta Rimbaud, y nosotros desde la
humildad de un país pequeño, cumplimos esa sentencia y debemos de hacerlo antes de que
los sueños y la misma condición de humanidad ya no tengan sentido.
Bienvenidos, hermanas y hermanos de América Latina, de la región andina y del mundo
entero, que estos días de trabajo sean tremendamente fructíferos. Unidos podemos lograr
una conciencia planetaria. Unidos podemos lograr un desarrollo verdadero sostenible, un
desarrollo para todos y para todas. Por nuestra patria, tierra sagrada, por la Pachamama,
tierra sagrada. Hasta la victoria siempre compañeros.
Muchas gracias.