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SUSTENTABILIDAD: ¿Paradoja o posibilidad? Carlos Miranda / Mty MÉXICO De esta manera se refería Susannah Hagan, en el 2º simposio sobre sustentabilidad celebrado en la Architectural Association en 1997, a la complejidad de aplicar el concepto de sustentabilidad fuera de la escala del objeto arquitectónico, es decir, abarcando la vasta y compleja escala de la ciudad. Hagan resalta1 por un lado la evidente preocupación de los ponentes del simposio por intervenir a esta escala, y contradictoriamente, por el otro, la falta de consenso en la definición de estrategias para lograrlo. Sin embargo, y después de conocer las diferentes propuestas y proyectos presentados en aquel simposio (“La Universidad de Nottingham”, de Michael Hopkins; “Stuttgart 21”, del Renzo Piano Building Workshop; “El Earth Centre” de Fielden Clegg y la propuesta de concurso de Foster and Partners para una universidad sustentable en Australia), concluye que el emergente acuerdo en la multiplicidad de estrategias, a nivel de la práctica de la arquitectura, amplía la posibilidad pragmática de aplicar este concepto al edificio en lo individual o, en el mejor de los casos, al conjunto de edificios, pero no así, necesariamente a nivel urbano. Dentro de esta óptica, Bill Dunster (arquitecto “medioambientalista” y colaborador del simposio) sugiere que no es necesario discutir (acerca) de la sustentabilidad a nivel urbano como totalidad, sino referirnos a la suma de las partes que la componen, es decir a la adición de los objetos que en su conjunto, al menos en teoría, llevarían a alcanzar un nivel de sustentabilidad a gran escala. ¿Será entonces exclusivamente al nivel del edificio individual donde el concepto de sustentabilidad puede convertirse en una posibilidad? La paradoja parecería permanecer si se considera al edificio como un objeto aislado e independiente, ya que sería contradictorio hablar de sustentabilidad a este nivel excluyendo el efecto del contexto inmediato –dígase la inmediación urbana y microclimática- sobre el edificio y el efecto que éste tiene en el contexto local. La práctica de la arquitectura debe abordar la problemática de la sustentabilidad interviniendo ciertamente al nivel del objeto arquitectónico -en lo individual o en conjunto-, pero sin perder de vista la interdependencia que éste tiene dentro de la escala urbana y, más aún, dentro de la escala global, ya que es precisamente dentro de esta mega-escala donde la arquitectura, con su microscópica participación (o mas bien con la sumatoria de sus minúsculas participaciones, que en conjunto constituye un 40% del consumo energético mundial), contribuye con el política y académicamente explotado término “desarrollo sustentable”. En términos reales, la contribución de una práctica arquitectónica sustentable redunda en beneficios inmediatos –económicos, de salud y de calidad de vidaaltamente palpables para el usuario del edificio. Si, adicionalmente a ello, éste lo satisface moral y socialmente por su contribución a la reducción del calentamiento global y del cambio climático, el objetivo se alcanza plenamente. ¿Cómo determinar entonces el carácter de sustentabilidad dentro de la práctica arquitectónica sin caer en la confusión de discursos ambiguos y faltos de contenido? Hagan2 define esta condición, no como un único acercamiento a la arquitectura basado exclusivamente en el diseño pasivo- sino como una dualidad de acercamientos aparentemente discordantes: uno enfatizando el desempeño sobre la apariencia, el otro la apariencia sobre el desempeño. El primero está basado específicamente en aspectos técnicos y físicos encaminados a ofrecer una respuesta climática con la menor utilización de recursos, mientras que el otro involucra una intención consciente y deliberada a la expresividad de su adaptación climática y contextual. La aplicación de la noción de sustentabilidad en la arquitectura debe incluir ambos argumentos, técnicos y estéticos. Debe abordar un único acercamiento integral e inclusivo que enfatice tanto el desempeño como la expresividad formal. Para aplicar integralmente esta noción y convertirse en una posibilidad real, es necesario intervenir a todos los niveles, desde el proyecto y la ejecución hasta la operación a largo plazo del edificio. En la etapa del proyecto conceptual, la percepción del sitio nos obliga a examinar ciertos elementos esenciales de la arquitectura como la geometría y la orientación, mismos que determinan significativamente la sensibilidad térmica del envolvente, muros, cubiertas y cristales. La eficiencia del envolvente radica no sólo en los materiales y aislantes utilizados, sino en la geometría y la orientación -en términos solares y de ventilación- del edificio. La geometría involucra aspectos no solamente formales o tipológicos, sino que abarca relaciones más complejas entre vanos y sólidos, entre área y volumen, entre área de desplante y área expuesta al exterior, etc. Estas relaciones, sin duda, fundamentales para el desempeño del edificio, definen además una estética de adaptación local altamente identificable dentro de la arquitectura vernácula. Ejemplos relevantes del estudio detallado de la geometría en función de la eficiencia se encuentran no solamente en la arquitectura tradicional sino en edificios contemporáneos, como el nuevo edificio de la “London Greater Authorithy”, o los corporativos del “Commerzbank” en Frankfurt y de “Swiss Re”, de Foster and Partners, ubicado en Londres. La geometría y la forma final de éstos fue determinada mediante programas avanzados de simulación destinados a eficientizar las condiciones interiores de confort y el desempeño energético. La habilidad a predecir el comportamiento de los edificios se amplía con el uso de herramientas tecnológicas de simulación, cuyo objetivo es influenciar la continua toma de decisiones durante la definición del proyecto, dejando pocos elementos al azar. Las posibilidades de alcanzar la sustentabilidad no terminan al concluir la etapa de diseño ni radican exclusivamente en la búsqueda de la eficiencia energética del edificio, sino que continúan durante y después del proceso constructivo y contemplan factores como el tratamiento adecuado del sitio (incluyendo la topografía natural y la flora), el manejo de insumos y desechos, el manejo sustentable del agua (cosechado de agua de lluvia, separación y tratamiento de aguas grises), la eficiencia en el equipamiento, el control y monitoreo de la calidad interior del aire, entre otros parámetros. Incluso, los profesionistas más “radicales” llegan hasta los procesos previos a la etapa de edificación, es decir a la producción industrial de los materiales constructivos “indagando” la energía incorporada y la carga de bióxido de carbono que conllevan. Es así como la práctica sustentable de la arquitectura puede dejar de ser una paradoja y convertirse en una posibilidad real y alcanzable. Sobreponer el titulo de “sustentable” a la arquitectura requiere no solamente una intención, sino un compromiso con el usuario final del edificio. Es éste quien debe verse directamente favorecido con beneficios reales económica y tecnológicamente viables en todos los niveles. 1 AA Files 34. Architectural Association. AA publications. Londres, 1997 2 Hagan S., (2001). Taking Shape. A New Contract between Architecture and Nature. Architectural Press. London pies de Foto: City.jpg Foster and Partners. London Greater Authority. Consultores, Ove Arup. La forma del edificio minimiza el área de superficie exterior reduciendo las ganancias y pérdidas de calor. IMG.jpg Foster and Partners. Corporativo Swiss RE. Consultores, Ove Arup. La forma aerodinámica del edificio reduce significativamente las cargas de viento eficientizando la estructura, además de generar grandes diferenciales de presión sobre la superficie exterior, lo cual facilita la ventilación natural. La forma curvilínea además reduce los reflejos solares a los edificios circundantes.