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OÃdos ávidos de música
15 de abril de 2013
Recuerdo que hace pocos años atrás salió al mercado el primer fonograma de
Telmary Díaz, A diario, lanzado por el sello discográfico EGREM. Inmediatamente
pensé en adquirirlo a través de los vendedores de discos, pues ya había escuchado
algunos temas y no podía esperar a escuchar más. Algunos conocidos profetizaron
el fracaso de mi búsqueda, pero yo pensaba que era imposible que no lo vendieran
si temas como “Ves” y “Que equivoca’o” habían disfrutado de una buena promoción
en los medios e incluso tenían su propio videoclip. Ese fue mi primer error, pensar
que un poco de promoción obligaría a dichos cuentapropistas a invertir recursos en
algo que no les produciría las ganancias siempre deseadas. Lo mismo me sucedió
con el CD Mi feeling de Sexto Sentido, y en la actualidad con el de Qva Libre del
pasado año. Una y otra vez me he visto sumergida en una búsqueda infructuosa.
Fue entonces que empezaron a surgir un sinfín de preguntas sin respuestas: ¿Por
qué los vendedores de discos no venden música cubana con la misma capacidad
que la música internacional? ¿Acaso no tenemos derecho a consumir otros géneros
aparte de la salsa, el pop o el reggaetón, o son estos los únicos géneros que vale la
pena escuchar? Después de todo, no creo que sea justo que algunos que
escuchamos un espectro de música más amplio, tengamos que depender de la
ayuda del “amigo de un amigo” para poder escuchar algo más aparte de lo
comercial. Tomemos el ejemplo de un cantante más popular como X Alfonso, quien
de una manera inteligente optó por regalar reproducciones de su última producción
Reverse, en algunas de sus presentaciones, a todo el que la quisiera y totalmente
libre de costo. X Alfonso a pesar de ser uno de los cantantes más conocidos de esta
generación, también es de los músicos ausentes en los portales de La Habana.
Como ven, hay tela por donde cortar. Estas son sólo algunas de las adversidades de
la música en la Isla. Me imagino que no sea la única que se plantea estas
interrogantes. ¿Pero quién soy yo para criticar la educación musical en este siglo
XXI donde los protagonistas de las fiestas de niños de 7 u 8 años son grupos de
reggaetón “porque eso es lo que se usa”? ¿Será que lo que se usa es lo único que
se puede vender? Mientras tanto seguiremos dependiendo del “amigo de un amigo”,
o de sitios como éste, que con el mayor amor del mundo les abre las puertas a los
músicos menos favorecidos y nos ayudan a satisfacer a muchos oídos que se
encuentran ávidos de buena música.
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