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LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y EL PODER DE LA PALABRA Cuando hablamos de movimientos sociales podemos pensar en una especie de movimiento colectivo, que utiliza canales no institucionalizados o alternativos para elaborar una demanda y que al mismo tiempo van encontrando propias formas de acción que les permitan formularlas y expresarlas, para de esta manera constituirse sujetos colectivos y así reconocerse a si mismos como grupo o categoría social. Sin embargo según Klaus Eder “los movimientos sociales representan a un nuevo tipo de institución que obliga al sistema institucional a adaptar estructuras discursivas (…) la forma institucional emergente que se encuentra en la acción colectiva organizada en la esfera publica es la utilización del discurso para su legitimidad” [1]. Lo que nos permite pensar que lo que realmente nos convierte en sujetos colectivos, en seres políticos, es el discurso, el poder de la palabra, del habla. No el habla como una condición inminentemente humana, sino como una capacidad de expresar sus subjetividades, y crear así su propio universo que puede compartir con los demás. Tal como lo reconoce Wittgentein en el texto de Hanna Pitkin al explicar que “el lenguaje es el medio en el que constituimos nuestro mundo social, político, humano, el medio en que nos construimos a nosotros mismos” [2]. Es decir que, por medio del lenguaje podemos comenzar a construir un mundo en el que nos movilicemos a nosotros mismos y a los demás. Una manera de acción y de lucha organizada, que nos permita producir un cambio en la sociedad. ¿Y de que manera podemos utilizar, el habla, la política y la acción para producir un cambio? Como menciona Claus Offe, al referirse al “nuevo paradigma” podemos hacerlo mediante la configuración de grupos combatientes por los derechos del hombre, nuevas políticas que emanan movimientos sociales, movimientos alternativos que actúan “reclamando la esfera de la acción política dentro de la sociedad civil como espacio propio desde el cual se desafían las prácticas e instituciones privadas como las correspondientes a la política institucional” [3]. Estos nuevos movimientos están estrechamente relacionados con la realidad y los conflictos que surgen en una sociedad que muchas veces se ve lastimada por malas decisiones del gobierno de turno o por condiciones que hacen sentir a los sujetos que sus libertades se limitan, sus derechos como ciudadanos. Entonces, la idea esta en no ser conformista, no callar, y como dijimos anteriormente movilizarse, reunirse, luchar por nuestra libertad y lo que consideramos justo para nuestro pueblo. Ya lo dijo Hanna Pitkin: “Decir que la libertad consiste en aceptar lo que verdaderamente no puede ser cambiado significa que la aceptación de la realidad es la única base posible de un cambio genuino, como el reconocimiento de quienes somos y a que damos valor, de donde estamos y a lo que hacemos frente, de nuestros actuales compromisos y responsabilidades, es el único fundamento genuinamente sólido para una acción que sea afortunada y para un cambio significativo”[4], “Reconocer lo que decimos, lo que hacemos, lo que sentimos, quienes somos puede decir renunciar a algunos sueños de cambio como imposibles, pero puede ser también un fundamento –talvez el único fundamento eficaz- para lograr un cambio genuino”[5]. En nuestro país no faltan ejemplos de grupos de movimiento alternativos que acepten su propia realidad, sepan a que le otorgan valor y reconozcan a que o a quien le hacen frente para generar una acción que defienda o luche por sus propios valores y convicciones. Tal es el caso de la agrupación H.I.J.O.S, que es una organización horizontal que trabaja por la memoria, la verdad, la identidad y la justicia, creyendo que “otro mundo es posible y busca caminos para construirlo”, y que ese mundo, más justo, debe incluir estos valores y el respeto irrestricto por los Derechos Humanos de todas y todos. El grupo AMMAR por su parte, es una asociación sindical que lucha por el respeto de los derechos humanos y laborales de todas las trabajadoras sexuales de la argentina. En Córdoba, la Coordinadora Córdoba en Defensa del Agua y la Vida –CCODAV- Es la mayor Coalición de Organizaciones que lucha por el Derecho al Agua en toda la provincia, constituida por un conjunto de organizaciones políticas, vecinales, sindicales, sociales, piqueteras, de derechos humanos, desarrollo sostenible, desempleados, participación social, que sostiene ininterrumpidamente desde el año 2005 a la fecha acciones contra la Transnacional Suez. Desde esta perspectiva, pretendo dejar en claro por un lado que los movimientos sociales alternativos, además de plantearse como gestadores de una nueva cultura libertaria y crítica no pretenden en ningún caso renunciar una emancipación humana conseguida mediante infinidad de luchas sociales acontecidas en el devenir del mundo moderno, y gracias a la cual se garantizan los derechos y las libertades de todos los ciudadanos frente a cualquier poder autoritario, sea estatal o privado, que pretenda avasallarlos; y por el otro que la incorporación dinámica de los individuos a los diversos movimientos sociales que reconocen la importancia de incrementar su nivel de autoorganización y concientización ciudadana, presupone la elaboración de propuestas concretas y la corresponsabilidad en los esfuerzos por alcanzar el progreso comunitario. Entonces, podemos decir que un movimiento social es una forma de acción colectiva, y la existencia de una acción colectiva implica la preexistencia de un conflicto, de una tensión que trata de resolver –haciéndole visible, dándole dimensiones- esa acción colectiva. Si un grupo de interés se mueve en el terreno de la cooperación y un partido compite por el poder, la estrategia prioritaria de un movimiento social es la del conflicto. Un conflicto de identidad y un conflicto con el poder político. Un movimiento busca y practica una identidad colectiva, es decir un movimiento supone que determinada gente quiere vivir conjuntamente una distinta forma de ver, estar y actuar en el mundo. Un movimiento social no puede ser (no es) una oficina donde la gente arregla sus problemas individuales. Debe existir un mínimo de compartir un sentido, una común forma de interpretar y vivir la realidad con la gente concreta. En la perspectiva que nos interesa, consideraremos aquí a los movimientos sociales que tienen como horizonte una sociedad más justa (movimiento obrero, feminista, ecologista, de solidaridad internacional, pacifista, antirracista, etc.). Al analizar los movimientos sociales externamente, encontramos una visión que liga la acción social (de protesta, de reivindicación, etc.) a la existencia de realidades objetivas de carácter negativo o limitante: revueltas por subidas de precios de alimentos básicos, movilizaciones por mejora de salarios, etc. Nadie duda de que la realidad externa influye en la acción social, pero también resulta evidente que similares condiciones no siempre producen respuestas similares. Es necesario volver a plantearse la acción social a partir del proceso por el cual su significado se construye en la interacción social. Son los actores sociales quienes producen el sentido de sus actos a través de las relaciones que entablan entre ellos. Los movimientos sociales son expresiones colectivas de una voluntad consciente de intervenir en el proceso de cambio social. Voluntad expresada por colectivos e individuos situados en una posición subalterna respecto al poder hegemónico (económico, político y/o cultural), cuyo espacio de actuación preferido –pero no exclusivo- como lugar de socialización y de representación es la calle; es decir, el ámbito extrainstitucional. Finalmente diré, que este tipo de movimiento, que existe a raíz de conflictos con el poder político, puede tener razón de ser en la “rabia”. Rabia que revoluciona a los ciudadanos, rabia que nos hace reaccionar de manera a veces violenta y nos moviliza de una manera u otra, porque tal como lo indica Hanna Arendt “la rabia solo brota allí donde existen razones para sospechar que podrían modificarse esas condiciones y no se modifican. Solo reaccionamos con rabia cuando es ofendido nuestro sentido de justicia”. [6] o nuestra condición de ciudadanos. Entonces la participación de las personas en los movimientos sociales (sea cuales fueren) es en cierta medida una forma de hacer política, es un accionar que nos constituye ciudadanos, puesto que la ciudadanía es aquella facultad que nos garantiza la condición de miembros de una comunidad política y conlleva el derecho y la disposición para participar en dicha comunidad, tal como lo explicita Marshall: “la ciudadanía es la plena pertenencia a una comunidad, donde pertencia implica participación de los individuos en la determinación de las condiciones de su propia asociación. Es un status que garantiza a los individuos iguales derechos y deberes, libertades y restricciones, poderes y responsabilidades” [7] Concluyendo, y dejando en claro mi postura creo que es importante concientizarnos de nuestros valores, nuestras posturas, nuestros derechos y deberes como ciudadanos, reconocer aquello por lo que tomamos partido, nuestro discurso, nuestro accionar y accionar frente de ello. Defender aquellas causas que creemos justas y que pueden atentar contra nuestras libertades, individuales y sociales. Para ello, contamos con nuestra libertad de expresión, de asociación, de reclamo, y principalmente contamos con nuestra voz, nuestra palabra. No dejemos que nadie hable por nosotros, tomemos partida, hagámonos escuchar. No dejemos que nadie hable ni piense por nosotros, no nos alienemos. Tengamos voz y voto y utilicemos nuestra mejor herramienta como comunicadores: “el poder de la palabra” BIBLIOGRAFIA: [1] EDER, KLAUS: La institucionalización de la acción colectiva. Hacia una nueva problemática teórica en el análisis de los movimientos sociales. Transformaciones políticas y cambio cultural. Pedro Ibarra Tejerina editores. Editorial Trotta. Madrid 1998. Pág. 357 [2]PITKIN, HANNA (1984): La teoría política y el predicamento moderno. En Wittgenstein: el lenguaje la política y la justicia. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid. 1984. [3] OFFE CLAUS: La Gestión Política: Nuevos movimientos sociales. Colección ediciones de la revista de trabajo núm. 23. Ministerio de trabajo y seguridad social de España.1992. Pág. 230. [4] PITKIN, HANNA (1984): La teoría política y el predicamento moderno. En Wittgenstein: el lenguaje la política y la justicia. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid. Pág. 487 [5] PITKIN, HANNA (1984): La teoría política y el predicamento moderno. En Wittgenstein: el lenguaje la política y la justicia. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid. Pág. 486 [6]ARENDT, HANNAH: Crisis de la republica. Editorial Taurus. Pág. 163 [7]MARSHALL; en HELD, D.; ciudadanía y autonomía; En La Política; Paidós, Bs. As; 1997; Pág. 42;