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Domingo 25º tiempo ordinario, ciclo C EL INGENIO RECOMENDADO POR CRISTO por KARL RAHNER ¿Dónde está realmente el ingenio del administrador alabado por su amo y de quien el mismo Jesús nos propone su imitación? Podríamos decir que ese ingenio se caracteriza por su actitud para sacar provecho de todas las ocasiones. Cuando era administrador sacó provecho de su cargo, un provecho seguramente injusto, y ahora que se le quita el cargo vuelve a sacar provecho de aquella ocasión que es, sin embargo, todo lo contrario de lo que era su vida anterior. Mientras era administrador, quizás le resultaba una desventaja reducir las deudas. Ahora explota esa ocasión de una manera muy distinta de como lo habría podido hacer antes. Es un hombre ingenioso. Es un ingenuo terrenal y vulgar, pero el Señor se sirve de él para enseñarnos el ingenio que necesitamos. ¿Qué significa eso para nosotros? Nuestra actividad está sometida a numerosas vicisitudes. Los estados de ánimo más diversos invaden nuestra vida; a ratos estamos alegres y a ratos tristes; a ratos valientes y a ratos cansados; a ratos contentos con los que nos rodean y a ratos afligidos y heridos; ahora jóvenes y después ancianos; ahora llenos de éxitos y después hundidos en el fracaso amargo; ahora llenos de agradecimiento por lo que recibimos y después amargamente heridos por lo que no se nos ha otorgado. Son vicisitudes parecidas a las que experimenta el administrador del Evangelio. Pero, ¿nosotros somos tan ingeniosos como él? Es decir, ¿tenemos la fe, la valentía de corazón, la humildad de espíritu, una tal apertura a las disposiciones de Dios, que en todas las peripecias de nuestra vida, incluso en las más contrarias, vemos una posibilidad de sacar fruto para la eternidad, de dar nuestro amor a Dios, de ser pacientes y valientes, humildes y sumisos, o bien nos obstinamos a querer servir a Dios a nuestra manera y únicamente en una determinada situación que nosotros hemos escogido para encontrar a Dios? En este último caso, puede ocurrir que Dios nos coloque en otra situación y que a nosotros nos falte ese ingenio magnánimo (que es disponibilidad, apertura y sumisión para ver en ello una llamada, una misión confiada por Dios, por decirlo de alguna manera) para aceptar las disposiciones de Dios por encima de nosotros y continuar alegres y contentos. No somos tan ingeniosos como el administrador del Evangelio. Y, sin embargo, lo tendríamos que ser. Cuando se mantiene el corazón verdaderamente abierto a Dios y disponible, no hay circunstancias de la vida que no pueda aceptar como una gracia y una bendición. Es cierto que para ello es necesario un corazón disponible, sumiso y obediente. Pero, ¿que quizás no podemos pedir ese corazón a Dios? Lecturas cristianas para nuestro tiempo, I, 37 MONESTIR DE SANT PERE DE LES PUEL·LES
