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La reconciliación en Euskal Herria: una aproximación cristiana
____________________________
La necesaria reconciliación para una pacificación verdadera y completa:
desafíos, actitudes y praxis como ciudadanos y miembros de la Iglesia
1. Memoria y análisis de un conflicto irresuelto
1.1. Las raíces del conflicto vasco
1.2. El peso del largo tiempo de irreconciliación
1.3. La necesaria reconciliación para una paz justa
2. Implicación y contribución de la ciudadanía
2.1. No partimos de cero…
2.2. Constantes de las diversas propuestas e intentos de reconciliación
2.3. Implicación y compromiso ciudadanos
3. La misión evangelizadora de la Iglesia -Pueblo de Dios- en la reconciliación
3.1. El evangelio de la reconciliación
3.1.1. La praxis reconciliadora de Jesús
3.1.2. En las comunidades cristianas primitivas
3.1.3. Algunos aspectos de teología bíblica a subrayar
3.2.
3.2.1.
3.2.2.
3.2.3.
3.2.4.
Una historia eclesial de irreconciliación y reconciliación
Los Santos Padres: pastoral reconciliadora
La cristiandad
El Vaticano II (1962-1965), concilio reconciliador
En la Iglesia vasca
3.3.
3.3.1.
3.3.2.
3.3.3.
Responsabilidad de la Iglesia en Euskal Herria y pasos a dar para la reconciliación
Dificultades para una reconciliación eficaz y resolutiva
Pasos, testimonios, proyectos que abren un camino de esperanza
Claves para un proceso reconciliador de la Iglesia en Euskal Herria hoy
 Primer paso hacia la reconciliación: reconocimiento y verdad. Anamnesis
 Segundo paso: lectura creyente desde la compasión liberadora
 Tercer paso: Compromiso transformador de las relaciones. Perdón
 Con mediaciones reconciliadoras de la Iglesia vasca.
 La amnistía, camino hacia un nuevo paradigma
3.3.4. Desde una espiritualidad de la reconciliación:
 compasiva y liberadora del sufrimiento,
 desde la autoridad de los que sufren,
 trasformadora, subversiva en la práctica de la justicia,
 orante en la escucha de los deseos de reconciliación y de paz de Dios.
4. Conclusión: Hacia un nuevo paradigma de convivencia en Euskal Herria desde la
memoria, la justicia, la reconciliación y la paz
1
La reconciliación en Euskal Herria: una aproximación cristiana
____________________________
La necesaria reconciliación para una pacificación verdadera y completa:
desafíos, actitudes y praxis como ciudadanos y miembros de la Iglesia
La reconciliación es hoy un tema candente, complejo y un compromiso apremiante en nuestro
contexto, en Euskal Herria. Afecta a to
da la ciudadanía y, en particular a la Iglesia, como pueblo de Dios que comparte angustias y
esperanzas de los hombres y mujeres de su tiempo (Vaticano II, Gaudium et spes1). Tratamos de
aproximarnos a esta profunda necesidad y demanda humana comprendiéndola a la luz de la fe y
aportando nuestra solidaridad cristiana.
Centro este trabajo en las implicaciones y exigencias de un proceso de reconciliación para la
actualidad y el futuro desde la aportación, ayuda, compromiso y misión que nosotros y nosotras,
ciudadanos y ciudadanas de nuestro Pueblo, tenemos como miembros del pueblo de Dios.
Pero teniendo en cuenta que el reto que plantean a la Iglesia el presente y futuro de la
reconciliación no puede hacerse al margen del pasado, propongo tres pasos metodológicos:
 Memoria histórica y análisis de un conflicto irresuelto
 Contribución y compromiso como ciudadanos/as de Euskal Herria
 Misión evangelizadora de la Iglesia en la reconciliación de nuestro Pueblo
Estos pasos responden a la comprensión y aportación específicas de la Iglesia, de los
cristianos. Debemos ser memoria viva y veraz de un proceso, reconociendo y discerniendo los
conflictos, porque somos también responsables de la historia de sufrimiento, y sentirnos parte
solidaria con la ciudadanía, con el pueblo en el que vivimos y al que servimos a fin de aportar con
credibilidad la especificidad del mensaje y compromisos reconciliadores del evangelio.
1. Memoria histórica y análisis de un conflicto irresuelto
Si deseamos una auténtica reconciliación, es necesario analizar con honradez las raíces del
conflicto que nos enfrenta e irreconcilia, ya que un proceso reconciliador debe resolver esas causas,
puesto que trata de solucionar y superar el enfrentamiento, la ruptura y separación.
De aquí se deriva la importancia de un análisis honesto y honrado de la historia del conflicto.
1.1.
Las raíces del conflicto vasco
El conflicto con los Estados español y francés y entre los ciudadanos se remonta en el tiempo
hasta épocas que podemos fijar en el s. XVI con la conquista del reino de Navarra por Fernando el
Católico (1512-1522)y la consiguiente negación del Estado navarro. Desde entonces se ha vivido
bajo la dominación castellana y española, rechazada por unos y apoyada por otros.
Las guerras carlistas (s. XIX) ahondaron irremediablemente el enfrentamiento, que se estancó e
invadió todos los territorios vascos.
La guerra civil de 1936, con la derrota republicana, inició un largo periodo de represión en el
conjunto de Euskal Herria en lo político, cultura y social: negación, represión y sometimiento de
todo lo vasco, en particular de su lengua, por los “vencedores”.
En los años 60 con la subversión armada se dio un cambio cualitativo y el enfrentamiento se
hizo aún más doloroso aún en consecuencias y víctimas. El Estado ha ido respondiendo con
represión recrudecida: detenciones, cárceles, tortura, presos, dispersión, exilio…
A lo largo de estos más de 40 años sucesivas treguas por parte de ETA se ha intentado la
resolución del conflicto de formas diversas. Pero, por falta de voluntad política, fracasaron: Xiberta
(1977), conversaciones de Argel(1989), Grupos de Maroño (1993-1995), Lizarra-Garazi (1998) y
conversaciones políticas secretas, mediadores e intermediarios.
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El cese definitivo de la violencia armada de ETA(20.10.11), después del Acuerdo de Gernika
(sept. 2010) y Declaración de Aiete (oct. 2012), y la posición declarada de la izquierda aberzale han
marcado un punto positivo de no retorno en el proceso de la normalización y pacificación.
1.2.
EL peso del largo tiempo de irreconciliación
Los años -siglos- de enfrentamiento e irreconciliación, sellados con mucha sangre, ha
esclerotizado actitudes y han levantado muros de incomprensión y obstáculos casi insuperables que
se mantienen y se manifiestan en enfrentamientos políticos, sociales, culturales; también en el
silencio de muchas conciencias.
La irreconciliación es, por tanto, objetiva (enfrentamiento político, social, cultural) y subjetiva
(sufrimiento acumulado, prejuicios, odio…) y las dificultades, enormes para lograr una
reconciliación en justicia y un perdón mutuo.
1.3.
La necesaria reconciliación para una paz justa
Por tanto, el largo camino de sufrimiento en Euskal Herria y su memoria sólo puede
resolverse, si se desea una paz desde la justicia, con una reconciliación auténtica. De lo contrario
resurgirán las raíces del enfrentamiento y no habrá paz verdadera.
La reconciliación es, en consecuencia, una dimensión esencial de la paz y un camino
imprescindible que implica:
 Memoria y mutuo reconocimiento del daño causado y el dolor
 el cese de la confrontación armada (ya establecido) y de la represión estatal
 asunción de responsabilidades
 la reparación del daño infligido
 convivencia positiva y colaborativa
Todo ello para llegar a acuerdos políticos y sociales que cumplan y respeten todos los
derechos (también de los presos) para un proyecto integral de paz.
La reconciliación aparece, por tanto, como el desafío, reto y demanda más urgente para la
ciudadanía vasca y, consiguientemente y de forma especial, para la Iglesia. Es una tarea en la que
todos y todas somos responsables por razones de humanidad, por el momento en que vivimos, por
el dolor acumulado, para caminar hacia la paz …
Y esto se debe lograr por los caminos del diálogo, de la memoria y verdad, de la justicia y
reparación, del reconocimiento mutuo, del perdón.
2. Implicación y contribución de la ciudadanía
No hay duda, por tanto, de que la reconciliación es tarea común y en la que se debe confluir desde
instancias diversas -civiles, sociales, religiosas, políticas, culturales- y con el mutuo apoyo en
propuestas y realizaciones.
2.1. No partimos de cero…
a) Hay toda una historia de esfuerzos reconciliadores: una especie de ‘libro blanco’ de la
reconciliación buscada y tantas veces obstruida.
Podemos recordar algunos hitos y momentos recientes de esperanza a partir de la llamada
“transición política”, aunque, por supuesto, existen otros anteriores muy significativos:
Ya he recordado los intentos políticos de Xiberta, Argel, Lizarra-Garazi, etc.
No podemos olvidar la reclamación de amnistía (como forma y exigencia de reconciliación)
de los años 77-80 y a la que sectores de Iglesia se adhirieron con gran motivación que luego los
analizaremos; las treguas de ETA, conversaciones ETA-Gobiernos; diálogos entre
partidos…Últimamente el Acuerdo de Gernika y la Declaración de Aiete con referencias explícitas
a la reconciliación, declaraciones de la izquierda abertzale, el cese definitivo de la violencia armada
de ETA…
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b) Pero también prosiguen los obstáculos:
 Político-institucionales permanentes y repetidos:
 estructurales: una Constitución que impide la autodeterminación,
 judiciales: juicios políticos,
 legislativos: Ley de partidos,
 penitenciarios: Ley Parot, represión, aislamientos, dispersión de presos
 policiales: detenciones, torturas…
 Socioeconómicos: neoliberalismo capitalista y crisis económica cuyas consecuencias agravan el
conflicto y enfrentamiento social y ponen de manifiesto las causas de un sistema neoliberal
capitalista generador de injusticias, pobreza y exclusión social.
 Culturales: Medios de comunicación que alimentan ideologías de confrontación, negación de la
identidad vasca, obstáculos al euskera…
 Personales: intolerancia, exclusión, falta de autocrítica, memoria selectiva, culpabilidad no
aceptada, resentimientos, odios y venganzas mantenidos,
 Falsas reconciliaciones: de “borrón y cuenta nueva”, olvido de las injusticias, dialéctica
‘vencedores’ y ‘vencidos’.
2.2.
Constantes de las diversas propuestas e intentos de reconciliación
A pesar de estas contradictorias posiciones, se van desvelando cada vez con más claridad y
urgencia las exigencias imprescindibles de una reconciliación integral:
 A nivel político: Toda reconciliación auténtica debe implicar la memoria, la verdad, la
justicia, el reconocimiento y cumplimento de todos los derechos, también la amnistía.
 A nivel personal y social: cambio de actitudes y convivencia del pluralismo, del
reconocimiento mutuo, del respeto, aceptación y colaboración.
 A nivel ideológico: la reconciliación debe reflexionarse y desarrollarse desde la ética de la
religación, de la comprensión, del perdón.
 Con el convencimiento y motivación, cada día socialmente más afincados, de que la
reconciliación es imprescindible en el camino de la paz deseada, por los caminos del diálogo
sin exclusiones.
2.3.
Implicación y compromiso ciudadanos
Teniendo en cuenta que la reconciliación es tarea común, recíproca, interactiva, socialmente
imprescindible para la paz, la conciencia y compromiso ciudadanos son necesarios y
democráticamente ineludibles.
¿En qué campos y cómo realizarlos hoy y aquí?
 En el estructural sociopolítico: con una política y leyes que garanticen todos los derechos
democráticos.
 En el estructural socioeconómico: por medio de un cambio de modelo económico que supere
las desigualdades e injusticias de esta crisis.
 En el campo cultural-educativo: renovación de valores solidarios, sentido crítico, diálogo,
convivencia de identidades, desarrollo de la identidad y cultura vascas (euskera), cultivo de
valores específicos.
 En el medio ecológico, ante las agresiones a la tierra (nucleares, TAV, contaminación…),
paralización de proyectos, desmantelamiento de centrales nucleares…
 Personal: actitudes positivas de reconciliación que implican reconocimiento mutuo, diálogo
y reparación.
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En definitiva, la propuesta es caminar, desde la honestidad histórica, hacia un nuevo paradigma de
reconciliación innovadora y creativa.
3. La misión evangelizadora de la Iglesia -Pueblo de Dios- en la reconciliación
Dentro del contexto y momento histórico que vivimos en Euskal Herria ¿qué podemos y
debemos hacer como Iglesia, como pueblo de Dios en el proceso de reconciliación desde nuestra
específica misión y “sintiéndonos íntimamente solidarios del género humano y de su historia”?
(Gaudium et spes1) ¿Cómo responder con fidelidad evangélica a este apremiante signo de los
tiempos? ¿Cuál es la originalidad de nuestra aportación?
3.1.
El evangelio de la reconciliación
Subrayo algunas referencias bíblicas básicas de la reconciliación:
3.1.1. La praxis reconciliadora de Jesús
Toda la praxis de Jesús fue reconciliadora, comenzando por el anuncio liberador de Lc 4,18,
ejerce la compasión con palabras y obras, denuncia la religión irreconciliadora; desde la profunda
compasión de la cruz perdona y establece la reconciliación definitiva en la resurrección.
La primera mirada de Jesús no se dirige al pecado, sino al sufrimiento de los otros
respondiendo con misericordia y compasión eficaces y, por tanto, el mayor pecado consiste en no
participar en el sufrimiento del prójimo, no compadecerse con solidaridad y compromiso (Mt 25).
3.1.2. En las comunidades cristianas primitivas
Hech. 32: Todos los creyentes, que ya eran muchos, pensaban y sentían de la misma manera.
Ninguno decía que sus cosas fueran solo suyas, sino que eran de todos. Los apóstoles seguían dando
un poderoso testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y Dios los bendecía mucho a todos. No
había entre ellos ningún necesitado, porque quienes poseían terrenos o casas los vendían, y el
dinero lo ponían a disposición de los apóstoles para repartirlo entre todos según las necesidades de
cada uno.
San Pablo interpretó con claridad el misterio de la reconciliación:
Rom 10: Porque si Dios, cuando aún éramos enemigos suyos, nos reconcilió consigo mismo
mediante la muerte de su Hijo, con mayor razón nos salvará por su vida ahora que ya estamos
reconciliados con él. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos de Dios mediante nuestro Señor
Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.
Cor 18 Todo esto es obra de Dios, quien, por medio de Cristo, nos reconcilió consigo mismo y nos
dio el encargo de anunciar la reconciliación. Es decir que, en Cristo, Dios estaba reconciliando
consigo mismo al mundo, sin tomar en cuenta los pecados de los hombres; y a nosotros nos encargó
que diéramos a conocer este mensaje. De modo que somos embajadores de Cristo, como si Dios
mismo os rogara por medio de nosotros. Por eso, en el nombre de Cristo os rogamos que aceptéis la
reconciliación con Dios.”
En consecuencia, como afirma el Vaticano II, la “Iglesia es en Cristo como una sacramento o
señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano…para que
todos los hombres , unidos hoy íntimamente con toda clase de relaciones sociales, técnicas y
culturales, consigan también la plena unidad en Cristo” (Lumen Gentium1).
3.1.3. Algunos aspectos de teología bíblica a subrayar:
 Iniciativa: Dios en Cristo. La reconciliación es iniciativa y gracia de Dios.
 Modo: por amor en el sufrimiento liberador y compasivo de Xto.
 Características: anamnética (memoria passionis), por la compasión con la víctimas,
liberadora de opresiones internas -odio, rencor…- y externas -cautividad, cárcel…-,
proclamando la amnistía: año de gracia, trasformadora de relaciones.
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 Amplitud: universal en extensión puesto que es para todos los pueblos, en toda las
dimensiones humanas y en su última profundidad llegando hasta el perdón.
 Finalidad: Reino de Dios donde se inscribe la realización plena de la reconciliación: “no hay
nada verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón (GS1)”: “El Señor, punto
de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización… plenitud
total de toda la aspiraciones”(GS45); “la Iglesia reconoce cuanto de bueno e halla en el
actual dinamismo social… evolución hacia la unidad, proceso de una sana socialización
civil y económica … concuerda con la misión íntima de la Iglesia…” (GS42).
3.2.
Una historia eclesial de irreconciliación y reconciliación
Sin embargo, la historia de la Iglesia está tejida de complejas relaciones de reconciliación e
irreconciliación, de fidelidades e infidelidades a su misión reconciliadora. Centró más su mensaje
en el pecado y la culpabilidad, erigiéndose en juez y afianzando su poder sobre las conciencias, que
en el perdón y la reconciliación. En consecuencia se debilitaron su sensibilidad al sufrimiento y su
capacidad y misión compasivas, características centrales de su responsabilidad evangelizadora
(J.B.Metz).
3.2.1. Los Santo Padres: pastoral reconciliadora
La teología pastoral de los SSPP mantiene una clara línea reconciliadora en todos los aspectos
de la convivencia social (por ejemplo, denunciando injusticias económicas) y eclesial: San Ireneo
entiende la autoridad papal como la que “preside en la caridad”; San León Magno insiste en que
“nadie sea dado como obispo a quienes no le quieren” y San Celestino proclama el principio de que
“ningún obispo sea impuesto”. Es decir, una autoridad consensuada, reconciliadora y no impositiva.
3.2.2. La cristiandad
Su intencionalidad primera (patrística) fue profundamente reconciliadora. Sin embargo, acabó
siendo una falsa y peligrosa ‘reconciliación’ con los imperios, que tuvo consecuencias seculares en
donde la complejidad y contradicciones de una Iglesia ansiosa de poder se contraponen a
testimonios de servicio reconciliador con los pobres.
Un periodo de particular y grave irreconciliación fue la acción de la Iglesia en el
descubrimiento de América donde se extendió la cristiandad con las armas, aunque no faltaron
protestas significativas: Montesinos, Bartolomé de las Casas.
La ilustración, modernidad, el marxismo fueron periodos de irreconciliación con la cultura y
la clase obrera.
La guerra civil española fue una lamentable y trágica demostración clamorosa de
irreconciliación por parte del episcopado y su cruzada, con sus graves secuelas especialmente en
Euskal Herria.
3.2.3. El Vaticano II (1962-1965), concilio reconciliador
Con Juan XXIII, papa reconciliador por excelencia, se inició un profundo cambio de
concepción y de dirección en la Iglesia desde la fidelidad a sus fuentes, olvidadas en la cristiandad.
Se recuperó la solidaridad profunda con los “gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de la
humanidad” en una Iglesia fiel a “Cristo que vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para
salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido” (GS1;3).
Pero su aplicación en estos 50 años ha adolecido de graves infidelidades, por un lado, y de
importantes procesos reconciliadores, por otro: Asamblea conjunta obispos-sacerdotes, teología de
la liberación, compromisos solidarios con los pobres, presos, inmigrantes….
3.2.4. En la Iglesia vasca
Desde la introducción inculturadora de la cristiandad en el País Vasco hay una larga y
compleja historia con importantes aportaciones socioculturales, defensa de los Fueros, trabajo
caritativo de órdenes y congregaciones religiosas, arte…hasta graves incidencias políticas en la
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pérdida de su soberanía y conquista del Estado Navarro, inquisición…. (puede consultarse mi
trabajo “La religión en Euskal Herria”, 2010).
En la guerra civil se generó la más grave irreconciliación en nuestro Pueblo donde la Iglesia
jugó un papel complejo y contradictorio con obispos como M. Mujika, desterrado y, luego, los
adictos al régimen victorioso, J. Lauzurica y M.Olaechea. El llamado ‘clero vasco’, como voz en
defensa de su pueblo, denunció las injusticias del nacionalcatolicismo y la represión con la
colaboración de la Iglesia jerárquica; no faltó en los años del franquismo el compromiso del clero y
laicos con los derechos de Euskal Herria, su lengua y con los represaliados (carta de los 339
sacerdotes, 1960).
En el periodo reciente marcado por la lucha armada de ETA, de la transición política y
posterior democracia se han dado posiciones eclesiásticas muy diversas. Por parte de la jerarquía
hubo un periodo brillante con Añoveros, Argaya, Setién, Uriarte, Cirarda (con sus desaciertos en
Bilbao); destacaron las tomas de postura del Consejo Presbiteral de Pamplona/Tudela y de
sacerdotes navarros (puede consultarse J. Equiza: “¿Política o profecía? El profetismo dela Iglesia
navarra en los años 70”,1983) y de las otras diócesis que respondieron al clamor bellamente
expresado por Gandiaga:
Bada gizakiaren
alde den jenderik
askapen-justizien
antsiaz beterik;
Lur berri bat bakean
Non bizi librerik,
Gozamena dastatuz
Bereizpen gaberik.
Sin embargo actualmente, aparte de algunos grupos creyentes, tal vez son hoy aplicables los
versos de Balendin Enbeita :
Herri bat hemen sufritzen dago
Menperatu indarrez
Eleiztar asko isilik dago
Egia esaten beldurrez.
Ta bitartean gure Herria
Justizi eske negarrez.
3.3. Responsabilidad de la Iglesia en EH y pasos a dar para la reconciliación
No puede dudarse del momento decisivo que vivimos hoy. Está en juego el porvenir de un
pueblo, su futuro, su paz y convivencia…Las posibilidades y pasos dados están siendo decisivos en
la política por parte de determinados sectores. Otros mantienen su inmovilismo. Se abre un futuro
de esperanza y también de graves obstáculos. Con discernimiento ignaciano lo advertía el
Provincial de los Jesuitas (oct. 2011):
“Estamos ante un tiempo nuevo.. La construcción de una sociedad en paz y reconciliada es
tarea de todos…Tenemos perdón que ofrecer, heridas que sanar…La necesaria reparación
de las víctimas, el derecho a la memoria son tareas que tienen su repercusión en nuestros
compromisos pastorales. Sociales, educativos e intelectuales… Deberemos comprometernos
aun más con el diálogo y el entendimiento necesario que anhelamos”.
J.M. Uriarte subrayaba que la Iglesia vasca ha hecho esfuerzos honrados ("saio zintzoak") en
favor de la paz pero que son todavía bastante pequeños ("nahiko xumeak").
3.3.1. Dificultades para una reconciliación eficaz y resolutiva
Se pueden subrayar como especialmente significativas:
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 Nuestra propia irreconciliación eclesial manifestada en síntomas como el
nombramiento de obispos, su formas de actuación pastoral, su distancia con el pueblo
y grupos de laicos y sacerdotes, religiosos, religiosas aperturistas, progresistas.
 La oposición entre grupos creyentes donde falta un diálogo en profundidad extenso e
intenso.
 Un espiritualidad que, poco atenta a los signos de los tiempos, es mas bien intimista,
cuando no solamente cultual, con graves carencias de sensibilidad social y política,
poco comprometida y eficaz, encarnada, reconciliadora.
 “Las divisiones sociales y políticas entran en el seno de la comunidad eclesial,
impotente para instaurar una crítica fraterna y constructiva”, reconocían los obispos
vascos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria en su carta pastoral
conjunta Conflictos humanos y reconciliación cristiana (1984).
 Al silencio arriba denunciado se añade la gravedad de la culpa de un sector
eclesiástico que durante el largo periodo franquista fue colaborador, apoyó y bendijo
como cruzada lo que fue una cruel represión contra un pueblo y contra gentes que,
fieles a su conciencia y a Euskal Herria, mantuvieron su dignidad y libertad. Por todo
ello todavía no se ha pedido perdón y reparación suficientes por parte de la Iglesia.
3.3.2. Pasos, testimonios, proyectos que abren un camino de esperanza
Ante este desafío y clamor no han faltado ni faltan voces y acciones en la Iglesia que claman
por una reconciliación en profundidad y justicia, que piden testimonios auténticamente proféticos.
Aunque no prosperó como conclusión en la Asamblea conjunta (1971) la propuesta navarra de
“reconocimiento de culpa y perdón por la falta de reconciliación por parte de la Iglesia en el seno de
nuestro pueblo por una guerra entre hermanos”, este mismo curso de Teología se planteó dar pasos
hacia la rehabilitación de fusilados, aunque el Consejo Presbiteral (su presidente) retirara la
propuesta. Más adelante comenzó a prosperar, alentada por el arzobispo J.M. Cirarda, y ya
recientemente se ha dado una auténtico y ejemplar proceso de rehabilitación y perdón con los
fusilados como consecuencia de la guerra civil. Los obispos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria en
nota de prensa Purificar la memoria, servir a la verdad, pedir perdón (2009), expresaron su
voluntad de “cumplir con el deber pendiente ante los catorce sacerdotes ejecutados en los años 1936
y 1937 por quienes vencieron en aquella contienda; en un solemne funeral en Vitoria les recordaron
junto a “cientos de personas ejecutadas, víctimas de odios y venganzas”.
Además deben subrayarse también en las diócesis vascas grupos creyentes que han dedicado
permanentes esfuerzos por la reconciliación y la paz (toda la trayectoria de la Coordinadora de
Sacerdotes de Euskal Herria y Comunidades Cristianas Populares, Herria 2000 Eliza, Foro Gogoa,
‘eutsi gogoratuz’, Abadeen Forua), así como laicos (elkarri, lokarri) y otros…
3.3.3. Claves para un proceso reconciliador de la Iglesia en Euskal Herria hoy
Primer paso hacia la reconciliación: reconocimiento y verdad. Anamnesis
"En los procesos históricos de reconciliación, la importancia de la verdad es evidente y su
dificultad es máxima, sobre todo después de conflictos de guerra sucia o represión. Las víctimas, y
quienes las defienden, trabajan denodadamente por el esclarecimiento de la verdad, a la que no
tienen miedo…Los victimarios, y quienes los defienden, oligarquías, bastantes medios de
comunicación, también algunos jerarcas, no exigen la verdad, sino perdón y olvido, para evitar
males mayores, dicen".
Esta afirmación y denuncia de Jon Sobrino como primer paso liberador para llegar a la
reconciliación en El Salvador, es sin duda aplicable a nuestra situación. Percibir la memoria
histórica de otra manera y, también las interrelaciones actuales, condicionadas por un pasado
irresuelto, desde el honesto y necesario análisis crítico de la realidad y búsqueda de la verdad.
La negación de los hechos, de la historia, de sus conflictos o el recuerdo parcial, impiden no
sólo el acceso a la verdad, sino a las mismas personas que sufren el olvido de las raíces de su dolor.
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Por supuesto, sabiendo que nadie somos poseedores de la totalidad de la verdad y que, por tanto, su
siempre inacabado descubrimiento es tarea común, dialogante.
Segundo paso: lectura creyente desde la compasión
El Dios de Jesús, que reconoce la dignidad íntegra de todas las víctimas sin exclusiones, nos
propone la compasión como actitud capaz de superar posiciones enfrentadas para llegar, desde el
diálogo y el mutuo reconocimiento, a la reconciliación que nos conduzca a una auténtica
humanización. Esta reconciliación es compleja. Jon Sobrino la denomina "cara", es decir costosa
porque las raíces del conflicto también son profundas y nada se opone más a una verdadera
reconciliación que la frivolidad y superficialidad que huye de las causas y evita afrontar esa nueva
relación en todas su dimensiones y exigencias. Por ello es necesario:
a) Interpretar con honestidad:
Desde el evangelio -y desde la ética- es preciso evitar indiferencias y cegueras ante lo que pasó y
está pasando hoy, comprender con lucidez, vencer el miedo y ser audaces para ver al prójimo en su
propio sufrimiento por causa de tanta injusticia, y
b) aprender a "com-padecer" (“sed compasivos como vuestro Padre…”), para abrirnos a una
misericordia samaritana que, superando barreras, interioriza el sufrimiento de la otra persona,
reacciona ante ese dolor, se acerca a la víctima y la acoge y aporta soluciones para suprimir el
sufrimiento. Sólo desde la compasión se puede leer evangélicamente la situación y actuar
cristianamente en el camino de la reconciliación.
c) Por medio del diálogo interpretativo: saber escuchar y aprender de los demás.
d) Para comprender la situación de irreconciliación y la misión reconciliadora en claves de
liberación y de salvación, movidos por la esperanza motivadora (con Espíritu).
Tercer paso: Compromiso transformador de las relaciones. Perdón
Consiste en buscar la acción comprometida, la respuesta fiel, la transformación de personas y
estructuras que hagan posible la justicia y la auténtica reconciliación que abran la esperanza de una
vida digna, humanizada para los pobres, para quienes han sufrido y sufren la opresión y la represión
en los sistemas de los vencedores, para todas las víctimas de todas las violencias.
Este compromiso se empeña en realizar -en hacer real- la reconciliación que se sustenta en la
justicia social, política, ecológica, en los derechos humanos individuales y colectivos como
condición primera para la reconciliación y auténtica y definitiva respuesta compasiva.
Pero probablemente lo más costoso -un acto límite- pero al mismo tiempo el más
profundamente cristiano y humanizador consiste en el perdón. Ahí nace una radical liberación
personal e interpersonal. Este perdón no es olvido y menos aún renuncia a la verdad, sino mano
tendida, corazón abierto, acercamiento sincero, tal como Jesús lo hizo. En el mutuo perdón dado y
aceptado está la última expresión humana y cristiana de reconciliación desde la verdad y la justicia.
Como subraya E. Morin, el perdón es una apuesta ética por la regeneración de quien ha faltado y
fallado; es una apuesta sobre la posibilidad de transformación y de conversión al bien de aquel que
ha cometido el mal. Es una acto de confianza en lo más hondo de la persona.
Por supuesto, el perdón nunca se refiere a los sistemas generadores de víctimas. Estos no son
objeto de perdón, sino de desaparición. Perdonar a los responsables, no significa perdonar la
barbarie de sus sistemas, menos aún el mal realizado. Eso es imperdonable. El perdón abraza a las
personas y sus relaciones, nunca a sus medios, que precisamente se busca desaparezcan con el
perdón asumido y aceptado. Lo contrario sería antiético. Por tanto el perdón no es ceder en la lucha
contra toda opresión o represión, sino llevarla a sus últimas exigencias humanizadoras.
Solamente por el perdón podemos llegar a una auténtica regeneración. Por eso, cuando
determinados sectores de la jerarquía eclesiástica se resisten a pedir perdón por lo que supuso su
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colaboración al triunfo bélico, posterior dictadura y represión de Euskal Herria se afianzan en
posiciones que impiden una reconciliación cristiana liberadora.
Pero incluso cuando el perdón no es pedido, otorgarlo es la clave para que los corazones
cerrados puedan abrirse al reconocimiento de su culpa. El odio y la venganza son las grandes
barreras del perdón, que deshumanizan, degradan y destrozan toda relación humana y nos condenan
a una callejón sin salida, a una espiral de barbarie imparable.
Diálogo, perdón, reconciliación son claves liberadoras, humanizadoras en medio de los
profundas fracturas sociales, de los agresivos enfrentamientos políticos, de la estéril confrontación
entre víctimas, de aniquiladoras leyes del Talión. Y porque son claves humanizadoras tienen una
decisiva connotación religiosa y fueron fundamentales en la praxis de Jesús de Nazaret y en su
evangelio. Nos descubren el auténtico rostro de Dios en el cristianismo y en otras religiones, fuera
del cual todos los demás dioses se reducen a ídolos destructores y deshumanizadores. El Dios de la
misericordia y del perdón es la razón y motivación de un mundo diferente, de una humanidad
liberada.
Con mediaciones reconciliadoras de la Iglesia vasca
Si la Iglesia asume su libertad y justicia evangélicas, será capaz de anunciarlas y practicarlas
en su contexto con estas mediaciones:
a) denunciar la falta de diálogo político y de negociación, la injusticia de un gobierno
central empeñado en mantener el conflicto, la ausencia de democracia real en un Estado
que niega a los pueblos sus derechos de autodeterminación y soberanía.
b) exigir con autoridad moral que los presos y presas, exiliados y deportados vuelvan a
Euskal Herria de donde nunca debieron salir y que sean respetados todos sus derechos.
c) Mostrar una solidaridad auténtica y convincente con todas las víctimas ejerciendo la
misericordia del “buen samaritano” y no dudando en bajarse de su cabalgadura de
prestigio y poder para acercarse y atender a los que están tirados por el camino,
apaleados por los ladrones económicos, sociales y culturales de hoy.
d) ser creativa y audaz para abrir caminos de reconciliación desde la justicia y la verdad en
nuestro pueblo, comenzando por la petición de perdón por sus propias culpas e
injusticias históricas, para poder luego proponerlo a la sociedad.
Diversos grupos creyentes los están haciendo así para responder a los compromisos éticos y
evangélicos hacia la reconciliación. Entre ellos la Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria y
las Comunidades Cristianas Populares han insistido en la normalización política en Euskal Herria y
en el avance en los procesos de la paz; han animado a las comunidades cristianas a promover
posturas de diálogo, apertura, flexibilidad; han propuesto denunciar los obstáculos que impiden una
auténtica paz, defender los derechos humanos individuales y colectivos, sobre todos de los más
pobres, dentro del modelo de una Europa de los Pueblos, social y solidaria; han reclamado con
urgencia la reunificación de todos los presos y presas en Euskal Herria; han expresado la
solidaridad con todas las víctimas de las diversas violencias; han trabajado para que nuestra Iglesia
asuma su renovación en profundidad y sea servidora de su Pueblo, en la sociedad secularizada
vasca, promoviendo la relación solidaria entre todos los Pueblos. Esta también han sido y siguen
siendo el trabajo y propuestas de Herria 2000 Eliza para los ámbitos sociales, culturales, políticos
que se condensan en la emblemática y decisiva petición de amnistía.
La amnistía propone un cambio decisivo para la resolución del conflicto, un camino hacia un nuevo
paradigma de relaciones y realización de la paz.
a) Una propuesta episcopal y de otros grupos
A partir de los años 1976-1980se va consolidando un magisterio colectivo por parte de los
Obispos de Euskal Herria/sur (Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria), quienes firman
varias Cartas pastorales conjuntas en las que se posicionan ante las nuevas situaciones con el deseo
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de servir a la justicia, reconocimiento de la identidad del pueblo vasco, llamando a la paz desde la
conciencia ética. Además los Obispos de Bilbao y San Sebastián publican, entre otras, una Carta
pastoral sobre las actitudes de pacificación ante los cambios institucionales para conseguir una
sociedad más justa y reconciliada (cfr. J.A. Pagola, Una ética para la paz. Los Obispos del país
vasco 1968-1992.)
También las acciones violentas de ETA provocan diferentes reacciones por parte de los
Obispos vascos que se posicionan condenando el terrorismo, la tortura y toda violencia, y
reclamando la amnistía. Así por ejemplo, los Obispos de San Sebastián ante dos muerte violentas
causadas por esa organización afirmaban:
“Las condena el más elemental sentido de humanidad, las reprueba el pueblo que tiene derecho
a vivir en paz... No bloqueemos el camino de la reconciliación y de la amnistía” (1977).
En su Nota ante muertes acaecidas en un control policial de dos militantes de ETA habían
hecho pública
“...su más enérgica protesta por las actuaciones sangrientas que, más allá de una legítima
defensa, conducen a la eliminación de personas humanas, aunque sea por parte de la fuerzas del
orden... Pidiendo a autoridades y ciudadanos, una sincera y cristiana postura de total amnistía...
“(1977).
Los Obispos de Pamplona, Bilbao, San Sebastián abogan por “la concesión de una amplia y
generosa amnistía que, junto con la renuncia a la violencia armada, como vía de consecución de las
reivindicaciones sociales o políticas, pueda ser un camino de esperanza hacia el diálogo y la paz”
(nov. 1977).
J.M. Uriarte, obispo auxiliar de Bilbao, apoya la ‘amnistia osoa’ como clamor inmenso de una
gran parte de nuestro pueblo. J.Argaya y J.M. Setién piden “a las autoridades y ciudadanía una
sincera y cristiana postura de total amnistía con la renuncia a actitudes, sentimientos y acciones
inspiradas por deseos de lucha y revancha” (Nota, marzo 1977).
No sólo los obispos, también el CP de Pamplona en sesión del 19-20 de febrero de 1976
solicitó la amnistía.
Grupos cristianos, por su parte, promovieron con 1069 firmas un escrito presentado a la
Conferencia Episcopal Española pidiendo que ésta solicitara la amnistía, que fue uno de los
primeros compromisos asumidos por la Coordinadora de Sacerdotes y dela Comunidades Cristianas
Populares de Euskal Herria.
b) Sentido cristiano de la amnistía en Euskal Herria
En la línea de las reflexiones de los obispos y grupos citados, la amnistía se entiende en la fe
cristiana como el inicio de un nuevo paradigma de relaciones universales que abarcan, implican y
comprometen en todos los campos abriendo caminos diferentes. No significa tan sólo excarcelación
de presos. Su sentido y su praxis van mucho más allá y abarcan, además de esa medida, el proceso
hacia un nuevo marco de relaciones en todos los órdenes de la convivencia. De esta manera la
amnistía se entiende ante todo como liberación de ataduras, de sistemas y de relaciones que niegan,
impiden, atascan o dificultan nuevas posibilidades liberadoras sistémicas, organizativas y
relacionales. Es la liberación de la liberación, es decir, un proceso o método que encamina las
energías liberadas de sospechas precisamente por su capacidad de alterar y de cambiar el sistema
imperante, de abrir horizontes ocultados y de realizar posibilidades creativas.
La amnistía es la atalaya de la utopía, de un paradigma donde Euskal Herria sea un pueblo
con el pleno ejercicio de sus derechos en su íntegro territorio, donde la economía pueda pensarse y
ejercerse en función de la igualdad y contra toda discriminación y precariedad, donde la
convivencia con la naturaleza se rija por sus propios principios ecológicos, donde el euskara sea el
vínculo común de intercambio comunicativo. No es un simple “borrón y cuenta nueva” que
interpreta su etimología griega (amnestia: olvido) al pie de la letra. La memoria histórica del
doloroso y cercano pasado de Euskal Herria será amnistiada cuando se sea honesto con el itinerario
de lucha tenaz de este pueblo a quien sistemáticamente se ha negado sus reivindicaciones y
derechos básicos.
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Además de punto de partida, la amnistía es también un proceso específico, una forma de
caminar y de relacionarse individual y colectivamente desde el reconocimiento y respeto de las
personas y de los pueblos como sujetos específicos de derechos con quienes los conflictos,
diferencias y desequilibrios no se resuelven por la ley del más fuerte -en armas o en votos- sino por
el diálogo, la negociación y el acuerdo. Por eso la amnistía niega la negación del otro y se sitúa en
el punto de partida del reconocimiento pleno de nuestras diferencias identitarias. Solamente desde
aquí es posible una reconciliación con el otro que, analizando la injusticia del no reconocimiento de
personas y pueblos, abre caminos de un encuentro nuevo desde la independencia de los sujetos y
desde sus plenos derechos soberanos.
La amnistía, en última instancia, se apoya y desarrolla el carácter teológico liberador de la fe.
Fundamentada en una concepción trascendente de la persona y de sus relaciones superadoras del
enfrentamiento, del odio, de la irreconciliación, inspira una concepción de la existencia humana -en
cuanto referida a Dios- abierta, relacionada, autopoiética y transformadora de lo estático e
inmovilista en dinamismos permanentes de libertad y solidaridad. Es lucha y esfuerzo continuos
que, con osadía y la generosidad, encaminan a las personas, a Euskal Herria y a todos los Pueblos y
Estados hacia un nuevo paradigma de reconciliación.
3.3.4. Hacia una espiritualidad de la reconciliación
Para realizar estos procesos costosos, pero necesarios, es necesaria una profunda motivación
creyente, una espiritualidad específica:
 Vivida en el sentido liberador del sufrimiento, desde la autoridad de los que sufren
(J.B.Metz), dejando que el sufrimiento hable con elocuencia como condición de toda verdad
(Th.Adorno), como autoridad ‘débil’ y universal, garantía del encuentro con Dios (en la cruz
del mundo).
 En eficaz solidaridad compasiva con los que sufren.
 Liberadora, trasformadora, subversiva en la práctica de la justicia.
 Dialogante y acogedora.
 En oración: que no es un tranquilizante una ‘cómoda evasión’ para que Dios resuelva los
conflictos que nosotros hemos generado, sino la escucha de los deseo de reconciliación y de
paz que Dios abriga para con la humanidad, con nuestro pueblo, para ser fieles al Espíritu de
la reconciliación, el definitivo y originante realizador de la reconciliación auténtica.
4. Conclusión: Hacia un nuevo paradigma de convivencia en Euskal Herria desde la memoria,
la justicia, la reconciliación y la paz.
La reconciliación es creadora de paz, impulsa relaciones de convivencia, abre a la compresión
y reconocimiento mutuos, humaniza a las personas y a la sociedad, genera creatividad, abre
caminos de libertad y dispone para nuevos estilo de vida. Es una nueva cultura que integra
memoria, verdad y reparación desde la justicia para todas las víctimas. Dispone a una ética política
integradora democráticamente de todos los derechos humanos individuales y colectivos. Está
motivada, en última instancia, por una profunda confianza en el ser humano, en su capacidad de
relación y religación. Para los creyentes en el evangelio, es el misterio último de la acción salvadora
de Jesús y misión fundamental de la Iglesia en el mundo, alentada por el Espíritu de la
reconciliación, del amor, de la paz.
“La paz viene cuando el poder de la reconciliación pesa más que los hábitos del odio; cuando la
posibilidad del presente y del futuro es infinitamente mejor que la amargura del pasado”
(Declaración de Aiete, oct. 2012).
“La Iglesia que avanza juntamente con toda la humanidad, experimenta la suerte terrena del mundo
tiene su razón de ser en actuar como fermento y como alma de la sociedad que debe renovarse en
Cristo y transformarse en familia de Dios”(GS 40).
Félix Placer Ugarte
Enero, 2012
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