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Mons. Marino: La Iglesia creció y se extendió por el
testimonio de los mártires
Lunes 8 Feb 2016 | 08:39 am
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Mar del Plata (Buenos Aires) (AICA): El viernes 5 de febrero, el obispo de Mar del Plata,
monseñor Antonio Marino, presidió en la catedral de los santos Pedro y Cecilia una
celebración eucarística en la que instituyó acólito y lectores a algunos seminaristas
diocesanos y en la homilía recordó el 18º aniversario de la muerte del cardenal Eduardo
Pironio, segundo obispo de Mar del Plata.
El viernes 5 de febrero, el obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, presidió en
la catedral de los santos Pedro y Cecilia una celebración eucarística en la que instituyó el
ministerio del lectorado a los seminaristas Gonzalo Domenech y Martín García, y el
ministerio del acolitado al seminarista Gonzalo Garzón. En la homilía recordó el 18º
aniversario de la muerte del cardenal Eduardo Francisco Pironio, quien había sido
segundo obispo de Mar del Plata.
“Celebramos hoy la memoria litúrgica de Santa Águeda, en el mismo día en que
recordamos la partida de este mundo del cardenal Eduardo Pironio, segundo obispo de
esta diócesis de Mar del Plata. Durante esta santa misa conferiremos los ministerios de
lector y de acólito a algunos seminaristas”, comenzó el obispo marplatense su homilía, de
la que transcribimos algunos de sus párrafos.
Santa Águeda
Santa Águeda o Ágata, virgen y mártir, fue una joven cristiana que padeció el martirio en
Catania, Sicilia, hacia la mitad del siglo III, probablemente durante la persecución de
Decio. Bien pronto se difundió su culto y su nombre fue incluido en el canon romano, que
es nuestra plegaria eucarística Iª.
“Si el cristianismo se abrió paso en la historia y la Iglesia fue creciendo en número de
fieles, no fue en primer lugar por la decisión del emperador Constantino que, en el edicto
de Milán del año 313, autorizaba esta nueva religión en el imperio, sino más bien por la
intrínseca fuerza de fecundidad que tenía el testimonio de los mártires durante los
primeros siglos.
“Una mirada atenta a la historia, nos permite comprobar que a lo largo de los siglos la
Iglesia debió hacer frente a temibles cambios culturales y a fuertes crisis internas,
obstáculos que pudo superar gracias al lúcido testimonio de los santos y a la acción
secreta del Espíritu Santo que infundía la savia del Evangelio en el pueblo más sencillo.
“A nadie escapa que en nuestro tiempo y de diversas maneras, la Iglesia y los cristianos
experimentamos el odio del mundo. Más silenciosamente en los países occidentales, a
través del secularismo que excluye a Dios de la vida pública, o bien ataca el carácter
inviolable de la vida del niño por nacer, o el recto significado del matrimonio y la familia, y
destruye las bases morales establecidas por la ley divina y natural.
“En muchos países de África y Asia, nuestros hermanos padecen cruel persecución y
martirio a causa de su fe en Cristo, ante la débil repercusión en los medios de
comunicación social o el silencio de la comunidad internacional.
“Todo lo cual nos exige a los cristianos mucha autenticidad y grandeza de alma para
avanzar en sentido contrario a la corriente cultural con el luminoso testimonio de nuestra
conducta. El evangelio de esta Misa nos exhorta: “Si alguien se avergüenza de mí y de mis
palabras, el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria y en la gloria
del Padre y de los santos ángeles”.
La entrega de un pastor
“Hoy recordamos, de un modo especial en nuestra diócesis, la partida de este mundo del
cardenal Eduardo Pironio. Un hombre de Dios, un buen pastor, un hombre que amó mucho
a la Iglesia en tiempos de oscuridad, que pasó haciendo el bien invitando a la alegría
pascual y a la esperanza que no defrauda.
“Hombre providencial primero en su patria, después en el Celam, y por último desde Roma
en la Iglesia universal. Él nos enseñó a ir a fondo en la autenticidad y grandeza de alma.
Trasuntaba serenidad y bondad, capacidad de cercanía y amistad. La alegría que nos
transmitía con su ejemplo, incluía por cierto aspectos humanos, pero se alimentaba ante
todo de su profunda vida de fe y oración, en su meditación frecuente de la Palabra de
Dios, en su experiencia de la misericordia divina, y principalmente en la contemplación del
misterio pascual.
“Tanto en homilías como en retiros espirituales, o en conferencias, y en numerosos
escritos, sus palabras tenían siempre el perfume de las Sagradas Escrituras,
continuamente citadas o implícitas como trasfondo, y eran el fruto de su experiencia
interior de esos textos rumiados y entendidos desde la hondura de su fe.
“Ya se ha cerrado en Roma la etapa del proceso diocesano de este siervo de Dios, y como
obispo de Mar del Plata he firmado la presentación, ante la Congregación para las Causas
de los Santos, de un presunto milagro acontecido en esta ciudad, atribuido a su
intercesión.
Vocaciones para el ministerio eclesial
“Desde el domingo próximo comienza en la diócesis de Mar del Plata la semana
vocacional, que tiene por finalidad aumentar la conciencia de la necesidad de orar siempre
por el aumento de las vocaciones de especial consagración. Como digo en el Mensaje que
he redactado para esta semana: “Si la vocación a consagrar por entero la vida a Cristo, a
la Iglesia y a los hombres es personal y para un menor número de fieles, el deber de orar
por las vocaciones de especial consagración es común a todos. Es preciso orar, apreciar,
fomentar, colaborar”.
“En esta misa conferiremos el ministerio de Lector a los seminaristas Gonzalo Domench y
Martín García; también el ministerio de Acólito al seminarista Gustavo Garzón.
“Puesto que al sacerdocio se llega por etapas, hoy Gonzalo y Martín reciben un ministerio
que es un reconocimiento y un programa de vida: meditar asiduamente la Palabra de Dios,
asimilar su enseñanza y anunciarla con fidelidad a sus hermanos, para que tenga vigencia
en el corazón de los hombres. Y Gustavo quedará comprometido a un ministerio por el
cual será asiduo servidor del santo altar y distribuirá el Pan de Vida a sus hermanos.
“A los tres les recuerdo palabras fundamentales de la Palabra de Dios que hoy hemos
proclamado. El Apóstol nos invita a profunda humildad: “Dios eligió lo que el mundo tiene
por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los
fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale. Así,
nadie podrá gloriarse delante de Dios”.
Monseñor Marino concluyó diciendo: “Nuestra situación cultural se caracteriza, entre otras
cosas, por una notable ignorancia religiosa. Ojalá comprendamos que evangelizar,
catequizar, invitar al encuentro con Cristo vivo, es la mayor obra de misericordia, junto con
el testimonio de nuestra caridad”.+
Texto completo de la homilía