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SGI Quarterly Nª 31
El Budismo en la vida diaria
La sabiduría
Un buda es caracterizado como una persona de profunda sabiduría. La idea
de la sabiduría es esencial para el Budismo. Pero la sabiduría puede ser
un concepto vago y elusivo, difícil de definir y difícil de encontrar.
¿Cómo se llega a ser sabio? ¿Es la sabiduría algo que podemos
desarrollar activamente, o simplemente se debe esperar a hacerse más
sabio conforme se envejece? Tal vez se deba a que la sabiduría sea un
concepto tan confuso que ha perdido su valor como un importante ideal en
la sociedad moderna y, más bien, se ha llegado a dar una gran
importancia a la información y al logro de conocimientos.
Josei Toda, el segundo presidente de la Soka Gakkai, caracterizó la
confusión entre los conocimientos y la sabiduría como uno de los
principales fracasos de la sociedad moderna.
Su crítica queda completamente demostrada en el sorprendente progreso de
la tecnología en el último siglo. Si bien el desarrollo científico y
tecnológico han mostrado sólo a medias un registro de alivio del
sufrimiento humano, ha triunfado notablemente en su capacidad y
eficiencia para liberar la muerte y la destrucción.
Toda comparaba la relación entre los conocimientos y la sabiduría con el
de una bomba y el agua. Una bomba que no extrae agua (conocimiento sin
sabiduría) es poco útil.
Esto no niega la importancia de los conocimientos. Pero los
conocimientos pueden ser utilizados para generar tanto una
destructividad extrema como un bien profundo.
La sabiduría es lo que dirige a los conocimientos hacia el bien –hacia
la creación de valor.
Las enseñanzas budistas, tales como el concepto de las cinco clases de
sabiduría, describen y analizan en detalle la dinámica de la sabiduría y
la manera en que se manifiesta en los diferentes niveles de nuestra
conciencia.
Cuando la sabiduría está funcionando en nuestra vida, tiene el efecto de
capacitarnos para superar las perspectivas profundamente arraigadas de
nuestro pensamiento habitual y llegar a una visión fresca y holística de
una situación dada. Podemos hacer una amplia valoración de los hechos,
percibir la esencia de un tema y dirigir un curso seguro hacia la
felicidad.
El Budismo también compara la sabiduría con un espejo claro que refleja
la realidad tal como es. Lo que se refleja en ese espejo es la
interrelación y la interdependencia de nuestra vida con todas las demás
formas de vida. Esta sabiduría disipa nuestras ilusiones de separación y
despierta en nosotros un sentido de empática igualdad con todos los
seres vivientes.
El término “Buda” describe a una persona que manifiesta libremente esta
sabiduría inherente. Y lo que hace que esta sabiduría emerja en nuestra
vida es la misericordia.
El Budismo ve el universo, y la vida en sí, como una corporificación de
la misericordia –el entretejido de los “hilos” de los fenómenos
interdependientes, que originan la vida y la nutren en todas sus
maravillosas y variadas manifestaciones.
Enseña que el propósito de la vida humana es ser un activo participante
en las misericordiosas funciones del universo, enriqueciendo y realzando
el dinamismo creativo de la vida.
En consecuencia, es cuando actuamos con misericordia que nuestra vida se
pone en armonía con la fuerza vital universal y manifestamos nuestra
sabiduría inherente. La acción de alentar y de compartir la esperanza
con los demás nos despierta a una identidad mayor y más libre, que
trasciende los confines de nuestro ego. La sabiduría y la misericordia
son, de esta manera, inseparables.
Para la práctica budista es fundamental el dominio de sí mismo, el
esfuerzo por “ser maestro de su mente”. Esta idea implica que mientras
más profundamente luchemos por desarrollar un espíritu altruista, emana
de nosotros más sabiduría de Buda y, a su vez, podemos dirigir las cosas
más poderosamente –nuestros conocimientos, nuestros talentos y las
peculiares particularidades de nuestro carácter– hacia el fin de crear
felicidad para nosotros mismos y para los demás.
Hablando en la Universidad Tribhuvan de Nepal en 1995, el presidente de
la SGI Daisaku Ikeda comentó: “Ser maestro de la propia mente significa
cultivar la sabiduría que reside en lo más recóndito de nuestra vida, y
que emana en profusión inagotable sólo cuando somos impulsados por una
misericordiosa determinación por servir a la humanidad, por servir al
pueblo”.
Si queremos que la historia humana cambie y se redirija de la división y
el conflicto hacia la paz y una fundamental ética de respeto por la
santidad de la todas las formas de vida, son los seres humanos mismos
quienes deben cambiar. La comprensión budista de la sabiduría
misericordiosa puede servir como una poderosa base para esa
transformación.
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