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Transcript
06/10/04
Avicultura, y otras producciones intensivas:
alternativas de profilaxis para la viabilidad del sector
Rafael Díaz Pérez. Asesor técnico del Ministerio de Agrigultura-TRAGSEGA
ANTECEDENTES
Es en los años 60 cuando surge una verdadera revolución de la ganadería debido,
entre otras cosas, al éxodo rural hacia las grandes ciudades, donde las oportunidades
laborales y el nivel de vida hacían de estas áreas una opción muy atrayente. Esta
migración vino acompañada de un aumento de la demanda de alimentos y,
específicamente, de proteínas de origen animal, lo que obligó a los distintos sectores
ganaderos a “intensificar” sus producciones para acortar los períodos productivos,
incrementar los rendimientos y mejorar el resultado de sus explotaciones desde un
punto de vista económico. Ello produjo algunos efectos indeseables tales como un
fuerte impacto medio ambiental de las producciones agro-ganaderas, un descenso, en
muchos casos, de la calidad de las producciones, y la creación de toda una gama de
condiciones disgenésicas que conllevan la aparición de enfermedades asociadas a la
producción intensiva, como el incremento de la casuística debida a sobreinfecciones
por coccidios, histomonas, sobrecrecimientos bacterianos de flora patógena, por citar
algunos de los más destacables.
Con ello surge la necesidad en el sector ganadero, que contó desde un principio con el
apoyo de la comunidad científica, de encontrar un sustancias destinadas a disminuir la
prevalencia y la repercusión sanitario-económica de estas enfermedades.
Respondieron a esta demanda coccidiostáticos e histomonótatos que, junto con
antibióticos, se hicieron ingredientes ordinarios de las fórmulas zoo-bromatológicas.
CONCEPTOS GENERALES Y PROBLEMÁTICA
Si bien es cierto que, en algunas explotaciones, se ha producido una “vuelta a estados
anteriores” con la llamada “ganadería ecológica”, no lo es menos que su trascendencia en el
sector, tanto por lo reducido de su demanda, como por lo elevado de su coste de producción,
obliga a centrar el análisis de la situación presente y futura de la avicultura en lo que constituye
el grueso de su producción: la rama intensiva del sector.
De modo general, se puede decir que existen dos razones para incluir sustancias antibióticas
en los piensos. La primera de ellas es el tratar a los animales que padezcan algún tipo de
patología asociada a un “ataque” por microorganismos (uso terapéutico) y la segunda es el
estimular y acelerar el crecimiento de animales en situación saludable (uso como promotor del
crecimiento).
En este sentido, la experiencia demuestra que las medidas higiénicas de precaución y de
adaptación a las necesidades etológicas de los animales en su entorno artificial no son
suficientes para el mantenimiento de las explotaciones ganaderas (problema especialmente
acuciante en las avícolas y las cunícolas) libres de coccidiosis, hitomoniaisis y cuantas
patologías puedan asociarse a las de producción intensiva.
El uso de antimicrobianos ha contribuido de manera reseñable a mejorar la salud humana y
animal. Ahora bien, el empleo abusivo (y, por ende, indebido) de este tipo de productos ha
favorecido la aparición de organismos resistentes a su acción, lo que supone evidentemente un
problema sanitario en toda su extensión. Cuestión que ha impulsado a las Autoridades e
instituciones nacionales e internacionales a llevar a cabo acciones para regular tal abuso,
eliminando su utilización con efecto antibiótico (2005) y con efecto promotor de crecimiento en
el 2012, si bien se ha considerado la necesidad de emitir a medio plazo un informe acerca de
las alternativas reales a la utilización de aquellas sustancias en la alimentación de los animales.
En la actualidad se permite el uso de cuatro antibióticos como aditivos en alimentación animal
(salinomicina sódica, monensina, flavofosfolipol y avilamicina), habiéndose prohibido con
anterioridad el empleo de otros cinco (avoparcina, bacitracina de zinc, espiramicina,
virginiamicinal, y fosfato de tilosina), ya que son moléculas que pertenecen a clases de
compuestos que son utilizados al mismo tiempo en medicina humana, y la aparición de
resistencias cruzadas ha puesto sobre aviso a la comunidad científica internacional.
Al desaparecer este conjunto de antibióticos con efecto promotor de crecimiento se ha obligado
a la industria y al sector de la alimentación animal a crear una serie de “alternativas” a estos
productos, tales como el empleo de ácidos orgánicos, productos vegetales, enzimas o
prebióticos, entre otras sustancias. El interrogante que surge inmediatamente, a partir de lo
descrito anteriormente es, por una parte, si estas sustancias son alternativas reales de los
antibióticos y, de otra, si es necesario someter a los mismos controles estrictos existentes en la
actualidad para los aditivos a este conjunto de productos, muchos de ellos con un origen
natural.
Empezando por los ácidos orgánicos, decir que son un conjunto de sustancias con pH ácido
(como su propio nombre indica) y que tienen un cierto poder antimicrobiano utilizándose
precisamente con este fin.
Es importante señalar que estos ácidos ejercen sobre los microorganismos dos tipos de efectos
distintos, aunque estrechamente relacionados. En primer lugar, producen un efecto
antimicrobiano debido a la acidez en sí, esto es, consecuencia del descenso del pH extracelular.
El segundo efecto, más importante en la práctica, es específicamente antimicrobiano, debido a
la forma no disociada de los mismos. Ello requiere una explicación:
Todos los microorganismos tienen un pH óptimo de crecimiento y un intervalo de pH, fuera del
cual les resulta imposible proliferar. Esto se refiere al pH del medio o extracelular, ya que el pH
intracelular tiene que estar necesariamente próximo a la neutralidad, incluso el de los
organismos que crecen mejor a pH ácidos (acidófilos). El mantenimiento de estas condiciones
adecuadas de pH se consigue mediante diversos mecanismos de homeostasis (Booth, 1985).
Las bacterias entéricas, como Escherichia y Salmonella sólo crecen a pH próximos a la
neutralidad (neutrófilos). Dada la naturaleza logarítmica de la escala de pH, una disminución de
1 o 2 unidades (equivalente a un aumento de 10 o 100 veces en la concentración de protones)
tiene un efecto drástico sobre la proliferación de microorganismos. La mayoría de las bacterias
crecen mal a pH inferiores a 5, pero este nivel de acidez no garantiza, naturalmente, la
esterilidad microbiológica, ya que muchas bacterias pueden sobrevivir en estas condiciones
durante periodos prolongados de tiempo.
Un pH extracelular muy alejado de 7 modifica fuertemente el gradiente de protones, principal
componente de la fuerza proto-motriz, necesaria para los procesos de transporte a través de la
membrana, motilidad y síntesis de ATP acoplada al proceso respiratorio. Además, el
metabolismo anaeróbico de bacterias se encuentra regulado por el pH del medio (Booth,1985).
El efecto de la acidificación del medio depende de la concentración y fuerza del ácido. Por lo
tanto, este tipo de efecto antimicrobiano ocurrirá igual con ácidos orgánicos que con
inorgánicos, salvedad hecha de la necesidad de utilizar una cantidad mayor de un ácido
orgánico (débil) que de un ácido inorgánico (fuerte) para alcanzar el mismo pH.
El efecto antimicrobiano de muchos ácidos orgánicos se ejerce a través de la forma no
disociada, y este factor tiene mayor importancia que el descenso del pH por sí mismo. La forma
disociada de los ácidos, al ser un anión, es altamente polar y por tanto no atraviesa fácilmente
la membrana plasmática de los microorganismos. La forma no disociada del ácido, por el
contrario, sí atraviesa la membrana. Una vez en el interior de la bacteria, el ácido puede
disociarse y entonces afecta directamente al pH intracelular microbiano (Östling y
Lindgren,1993). Esto puede afectar gravemente a su metabolismo, ya que afecta al gradiente
de protones y de carga con el exterior, e interfiere con los sistemas de transporte de
aminoácidos y fosfatos. Además, muchas enzimas esenciales para el metabolismo microbiano
se inactivan a pH ácidos (Bearson et al., 1997) .
Otra consecuencia negativa de este proceso se debe al aumento de la turgencia celular. Al
producirse la disociación del ácido en el interior de la célula, la concentración interior de
aniones aumenta. Esto, a su vez, desencadena un mecanismo de compensación de la carga
eléctrica que obliga a la bacteria a aumentar los niveles de Na +, K+ y/o glutamato, lo que lleva a
un incremento mayor de la fuerza iónica intracelular y del abultamiento. Tal proceso provoca un
gran aumento de la presión mecánica sobre la pared del microorganismo, lo que hace que
eventualmente estalle (Foster, 1999).
Naturalmente, el efecto inhibitorio debido a la forma no disociada no tiene lugar si la
acidificación se produce utilizando ácidos inorgánicos fuertes, por la sencilla razón de que todo
el ácido se encuentra disociado en disolución. La mayor o menor actividad inhibitoria de la
forma no disociada depende, en primer lugar, de la capacidad de ésta para atravesar la
membrana plasmática (exterior) de la bacteria por lo que, en general, resultarán más eficaces
moléculas de pequeño tamaño y carácter hidrofóbico.
Con todo, este tipo de toxicidad se debe seguramente a otros efectos del anión en el interior de
la célula y, por tanto, su toxicidad hay que determinarla empíricamente para cada ácido
orgánico y cada tipo de microorganismo. El cuadro 1 muestra las Concentración Mínima
Inhibitoria (MIC) de algunos ácidos orgánicos comúnmente empleados. En general, estas
concentraciones se encuentran alrededor de 1 mM, muy lejos de las MIC típicas de los
antibióticos, que generalmente son de nivel micromolar (Östling y Lindgren, 1993).
Cuadro 1.- Concentración mínima inhibitoria de ácidos no disociados (mmol-1) para el
crecimiento de enterobacterias (concentración media a un intervalo de pH entre 4,2-5,4) en
condiciones aerobias y anaerobias.
Cepa
Enterobacter
agglomerans
E.coli
Rahnella aquatilis
Serratia fonticola
Hafnia alvei
Salmonella
typhimorium
Yersinia
enterocolitica
Ácido láctico
Aeróbico Anaeróbico
7
6
Ácido acético
Aeróbico Anaeróbico
4
2
Ácido fórmico
Aeróbico Anaeróbico
0.7
0.7
7
7
8
8
7
4
5
6
7
4
8
8
7
9
9
6
7
3
9
5
0.9
1.1
0.9
0.9
0.8
1.0
1.0
0.8
1.2
0.8
6
4
6
4
0.7
0.5
Para poder evaluar las consecuencias de la adición de acidificantes al alimento, hay que tener
en cuenta que los ácidos orgánicos van a tener un efecto no sólo en el pienso en sí, sino
también en el estómago e intestino del animal. Además, estos efectos no se van a limitar a la
inhibición de los microorganismos potencialmente tóxicos, sino también de la flora microbiana
del intestino y de la fisiología del animal. Resulta muy difícil hacer generalizaciones, ya que los
efectos pueden ser totalmente distintos al variar el tipo de ácido, el pienso sobre el que se
aplica, y la especie y edad del animal.
En primer lugar, debe considerarse el efecto del acidificante sobre el pienso en sí. El descenso
del pH será mayor o menor dependiendo de la capacidad del efecto tampón del propio pienso.
La mayoría de los piensos que se utilizan en la práctica son muy complejos químicamente y
suelen contener sustancias con capacidad de actuar como tampón. En alimentos de origen
animal, las moléculas más importantes en este sentido son proteínas, fosfatos y el ácido láctico,
mientras que en alimentos de origen vegetal, éstas son los ácidos policarboxílicos y, en menor
medida, proteínas y fosfatos. En definitiva, el efecto de un acidificante sobre el pH del alimento
tiene que medirse experimentalmente, siendo necesario ajustar la cantidad de ácido en función
de la capacidad de tamponización. En general, las leguminosas tienen mayor capacidad
amortiguadora del pH que los cereales. Los efectos de un acidificante sobre el alimento del
ganado no se limitan a la acción inhibidora de microorganismos, sino que pueden producir
otras modificaciones. Por ejemplo, a un pH incluso ácido moderado se puede producir la
desnaturalización de las proteínas, lo que, en general, se traduce en un aumento de la
digestibilidad de las mismas (Belitz y Grosch,1986). Mayor importancia pueden tener los
cambios en la palatabilidad y aceptabilidad del alimento, factor que puede fácilmente limitar la
máxima concentración posible de ácidos órganicos.
Una vez ingeridos, los acidificantes también pueden tener efectos en el estómago del animal.
Esto es importante en el caso de los lechones recién destetados, ya que los mecanismos de
secreción de HClac para acidificar el estómago aún no están completamente desarrollados y,
frecuentemente, se produce una ralentización del crecimiento. Se ha comprobado
experimentalmente que la adición de acidificantes contribuye a disminuir el pH estomacal y
disminuye la incidencia de infecciones por enterobacterias (Bolduan, 1999). La disminución del
pH estomacal también puede afectar a la digestión de proteínas, ya que la principal enzima
proteolítica del estómago, la pepsina, tiene un pH óptimo acído.
En rumiantes, la adición de ácidos orgánicos afecta a las bacterias del rumen, por lo que los
efectos son sumamente complejos y, hasta la fecha, muy poco conocidos (López et al.,1999) .
En conclusión, se estima conveniente que la generalidad de los ácidos orgánicos que
hayan de ser introducidos en el campo de la alimentación animal suministren datos
suficientes sobre calidad, eficacia y seguridad, en el marco de aplicación del Reglamento
1831/2003.
En lo referente a las sustancias de “origen natural”, recordemos que el origen de la mayoría
de los productos químicos utilizados como medicinas y/o como aditivos está en la naturaleza y,
concretamente, en las plantas. Sirva de ejemplo la corteza de sauce blanco (Salix alba), origen
y base del ácido acetil salicílico.
Tomando este hecho como premisa, el hallazgo de sustancias naturales alternativas a la
medicina convencional o halopática y, en lo que a nosotros ocupa, a los aditivos utilizados hoy
en día en alimentación animal debe considerarse como algo, en principio, alentador y muy
estimable. Este tipo de sustancias se caracteriza porque “mejoran la digestibilidad del alimento,
aumentan la ganancia de peso, mejoran la producción láctea, reducen la eliminación al medio
de productos de desecho que pueden llegar a resultar contaminantes (amoniaco y metano
entre otros), y en otros casos aliviar los efectos de algunos procesos patológicos mejorando el
estado de bienestar de los animales”, tal y como reflejan algunos ejemplos del cuadro 2.
Cuadro 2.- Ejemplos de extractos de plantas y sus actividades teóricas.
Nombre común
Nombre científico
Actividad teórica
Allium sativum
Ajo
Estimulante digestivo, antiséptico, fungicida.
Myristica fragrans
Nuez moscada
Carminativo, nematocida
Thymus vulgaris
Tomillo
Antiséptico, antioxidante, vermífugo
Cinnamomum verum
Canela
Antiespasmódico, antiespasmódico
Fuente: Secundino L., et al. Albéitar. 2003
Como se puede observar, algunos de estos productos tienen una actividad que pudiera
considerarse como medicamentos homeopáticos por lo que sería de aplicación el Real Decreto
110/1995, de 27 de Enero, por el que se establecen normas sobre medicamentos
homeopáticos veterinarios.
En otros casos, sin embargo, la propiedad que se les deba atribuir coincidirá con la definición
de aditivo, según lo que se dispone en el Real Decreto 2599/1998, de 4 diciembre, sobre los
aditivos en la alimentación de los animales, que define aditivo como:” las sustancias o los
preparados que se utilicen en la alimentación animal con el fin de:
a. Influir favorablemente en las características de las materias primas para piensos o de
los piensos compuestos o de los productos de origen animal.
b. Satisfacer necesidades nutricionales de los animales o mejorar la producción animal,
en particular influyendo en la flora gastrointestinal o en la digestibilidad de los piensos.
c. Aportar a la alimentación elementos que favorezcan la obtención de objetivos de
nutrición específicos o atender a necesidades nutricionales particulares momentáneas
de los animales.
d. Prevenir o reducir las molestias ocasionadas por las deyecciones animales o mejorar el
entorno de los animales”, habrá de cumplir con la reglamentación existente para
aditivos destinados a alimentación animal, debiendo de demostrar su seguridad,
eficacia y calidad.
No podemos olvidar, para dar una respuesta satisfactoria a la pregunta sobre el tratamiento
técnico y legal de estos productos, su origen natural, y que no se puede evitar, en muchos
casos, que nuestros animales las ingieran “ad limitum”, por lo que podría plantearse una
paradoja al tratarse de sustancias de origen natural que en nutrición humana se encuentran
debidamente reguladas. Sin embargo, precisamente lo extraordinario del acceso directo y
natural de las mismas a la dieta del hombre explica y justifica este régimen normativo
radicalmente distinto.
El último de grupo de sustancias que se podrían utilizar, llegado el caso, como alternativa al
uso de coccidiostáticos e histomonóstatos son los prebióticos. De éstos decir que es por todos
conocidos los efectos beneficiosos sobre la salud humana de especies bacterianas tales como
Lactobacillus acidophilus, Lactobacillus bulgaricus, Bifidobacterium bifidum, Bifidobacterium
longum, Bifidobacterium infantis, las cuales se incluyen en numerosos productos lácteos.
Probiótico proviene del griego y significa “a favor de la vida”, lo cual puede representar de una
manera muy gráfica el posible efecto de este tipo de microorganismos sobre la salud de los
animales/hombre, si bien su utilización en la actualidad tiene claros efectos como promotor de
crecimiento, existiendo en el mercado un amplio repertorio de microorganismos utilizados con
este fin, sin que debamos de olvidar el efecto “protector” para con la flora patógena.
Este tipo de productos, entendemos, está debidamente cubierto con la D 70/524 y su sucesor,
el R 1831/2003 sobre aditivos en la alimentación de los animales, que habrá de derogarlo en
fechas próximas (18 de Octubre de 2004), por lo que no profundizaremos en el análisis de los
mismos.
De todo lo dicho, y en lo que a la alimentación animal atañe, parece más acorde con los
principios de trazabilidad y transparencia que las sustancias a que se dedica el grueso central
de este artículo (exceptuando ácidos orgánicos y prebióticos) se ubiquen en el ámbito de
aplicación del RD 56/2002 sobre materias primas, sin existencia, pues, de vacío jurídico alguno.
El Plan Nacional de Controles en Alimentación Animal, paralelo al de Investigación de residuos
en animales y sus productos, contempla rigurosas medidas que preservan la salubridad de la
cadena alimentaria “desde el establo a la mesa”, al incluir tales materias primas en el ámbito de
su cuidadosa vigilancia. De otra parte, la inadecuación de estas sustancias en el régimen de
autorización y seguimiento de los aditivos que quedan bajo el Reglamento 1831/2003 procede,
entre otras razones, precisamente de su ubicuidad ambiental, que hace muy dificultosa, por no
decir imposible, la tarea de la precisa determinación del origen de los mismos, colocando a las
autoridades que pretendan sancionar su empleo en la dieta de animales que puedan
alimentarse en el entorno natural (la mayoría, obviamente) en una posición incómoda, por no
decir prácticamente insostenible.
Así, se garantizan la seguridad alimentaria que exige el empleo de estos productos en nutrición
animal, en términos de realismo, viabilidad y control auténtico, sin merma alguna de la salud
pública, la sanidad animal ni el medio ambiente.
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