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AMIGOS Y SERVIDORES DE LA PALABRA 1 diciembre 2015, martes. 1 semana de Adviento DE LA PALABRA DEL DIA Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quien es el Hijo sino el Padre, ni quien es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar. Lc 10, 21-2 ¿Cómo vivir esta Palabra? Lucas, en el Evangelio de hoy nos trae una oración de Jesús más bien rara. Lucas es el evangelista más atento a captar al Maestro en oración, pero no nos trae casi nunca los contenidos de la misma. Aquí es una de esas raras veces que llegamos a conocerlos. Se trata de una oración exultante de alegría y de alabanza en relación directa con el Padre. Por esto desde los Padres de la Iglesia primitiva, era llamada también iubilum, es decir “grito de júbilo”. El Rabbí de Nazaret sabía, por conocimiento propio, que aquellos que debían haber reconocido al Mesías con mayor facilidad, –los escribas y los doctores de la Ley (los doctos y sabios de su tiempo)-, no habían llegado a reconocerlo. Al contrario, Jesús hace notar que son en realidad los pequeños, los pobres, los sencillos (como sus discípulos), los que captan quien es Jesús y lo siguen. Muchos sabios o eruditos en la historia han intentado encontrar a Dios y conocer a Jesús, pero en vano, porque no han buscado por el camino que lleva a Él: el camino de la humildad y de la cruz. También nosotros, quizás, estamos tentados de ver en Jesús un hombre fuerte, capaz de superarse a sí mismo trascendiendo los límites de su humanidad. Pero Jesús no es un héroe, ni un superhombre, es sencillamente un hombre que se revela también Dios, en el humillación, en la pequeñez y en la debilidad, esa fuerte debilidad de Dios de la que habla san Pablo (1 Co 1,25). Por esto toda la fuerza de Jesús está en la dulzura y ternura de su corazón: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” Mt 11,29 En este itinerario de Adviento, apenas empezado, es Jesús mismo quien hoy nos traza el camino seguro para encontrarlo en su venida: es el camino de nuestra pequeñez y pobreza, de nuestra debilidad que se entrega totalmente a su Gracia. Repitamos a lo largo del día con frecuencia esta oración-júbilo salida del corazón del Hijo. San Ignacio de Antioquia, en una ardiente oración a los fieles de Roma les pide dejarlo ir a alcanzar la pura luz del martirio, para ser finalmente HOMBRE. La voz de un gran mártir y obispo “¡Dejadme llegar a la pura luz! Llegado allí, seré hombre”. Ignacio de Antioquia . Carta a los Romanos 6,2 Comentario de Don Ferdinando Bergamelli SDB [email protected] Casa di Preghiera San Biagio www.sanbiagio.org [email protected]