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BUSCANDO UN REFUGIO INTERIOR
Desde el punto de vista budista, la mente de una persona común está debilitada y
distorsionada por la fuerza de los errores y los conflictos emocionales que acarrea en
sí misma. Por esta debilidad y distorsión es incapaz de ver las cosas tal y como ellas
son. Lo que percibe es una visión deforme y determinada por sus propias neurosis
emocionales y sus prejuicios.
El propósito del budismo, como religión, es eliminar de la mente esos elementos
distractivos y facilitar así, una percepción válida. Mientras que tales elementos
distorsionantes no hayan sido arrancados de raíz , la percepción de la persona
siempre estará empañada. Pero una vez que los errores sean eliminados, el individuo
entrará en un estado en el que la realidad es percibida siempre tal y como es.
Entonces, al existir la mente en perfecta sabiduría y liberación, el cuerpo y la palabra
fluyen de un modo perfectamente positivo y natural.
Los tibetanos somos afortunados por haber nacido en una sociedad donde el
conocimiento espiritual, estaba al alcance y era altamente apreciado. Sin embargo,
por el hecho de haber nacido en un medio así, quizá algunas veces lo dimos como
garantizado. El mismo Buda dijo: "comprueba mis enseñanzas como un mercader de
oro analiza antes de aceptarlo y comprarlo". El Buda enseñó durante un largo tiempo
a gentes de todo tipo y nivel de inteligencia. Consecuentemente, cada una de sus
enseñanzas debe ser cuidadosamente calibrada en su significación para determinar
si es cierta literalmente, o sólo en circunstancias particulares o a seres de limitado
entendimiento. Aceptar cualquier doctrina o aspecto de ella sin analizarla será como
construir un castillo sobre hielo. Haciéndolo así, la práctica de la persona
permanecerá siempre inestable y carecerá de la fuerza y profundidad necesaria.
También es un error practicar sin un entendimiento y conocimiento de la doctrina.
El practicante debe saber muy bien lo que hace y por qué lo hace. Aquellos que
somos monjes o monjas, y que dedicamos nuestra vida entera la práctica del Dharma
(enseñanzas del Buda), debemos ser muy cuidadosos en practicar inmaculadamente.
La Sangha (comunidad de practicantes) es muy importante para la estabilidad de la
doctrina, por lo tanto, debemos hacer todo lo posible para emular al mismo Buda.
Cualquiera que considere la posibilidad de ordenarse, debe, en primer lugar, pensarlo
muy bien; no hay necesidad alguna de hacerse monje, para convertirse en un monje
inferior. La Sangha tiene responsabilidad de ser la encarnación de los preceptos. Si
lo que en el fondo se desea es continuar viviendo la vida ordinaria, es mejor no
hacerse monje, dejar la ordenación para aquellos de mayor inclinación espiritual y
practicar simplemente como un laico lo mejor que se pueda.
Todas las religiones del mundo son parecidas, en cuanto que proveen los
métodos para cultivar los aspectos positivos de la mente y eliminar los negativos. El
budismo es una religión de un carácter particular, de un especial sabor, debido a que,
habiéndose desarrollado en la India, cuando ésta era un país de un elevado nivel
espiritual y filosófico, presenta tanto un abanico completo de ideas espirituales,
como métodos de aproximación racional al desarrollo del espíritu.
Esto es particularmente importante en nuestra era, en la que se concede a la
mente racional tal relevancia. Debido a esta faceta de racionalidad, el budismo
encuentra muy poca confrontación con el mundo moderno. En verdad, muchos de los
hallazgos de la ciencia moderna, tales como los de la física nuclear, que son
considerados como nuevos descubrimientos, han sido debatidos hace mucho tiempo
en las antiguas escrituras budistas. Debido a que el último consejo de Buda fue que
no aceptaran nada por la simple fe, sino mediante la investigación racional. Así el
mundo budista ha mantenido muy vivo, dentro de su ámbito, el espíritu de
investigación.
Que una persona sea budista o no, viene determinado por si ha tomado refugio o
no en las Tres Joyas Budistas (El Buda, El Dharma y La Sangha -la comunidad de
practicantes-) de una forma pura, desde lo más profundo de su corazón. Por el mero
hecho de recitar oraciones budistas, jugar con rosarios mántricos o caminar
alrededor de los templos, no se es budista. Incluso un mono puede ser adiestrado en
estas cosas. El Dharma es una cuestión de mente, de espíritu, no de actividades
externas. Es por esto que para ser budista, uno debe entender exactamente lo que
son las tres Joyas: El Buda, el Dharma y la Sangha, y cómo se relacionan con la
propia vida espiritual. Se dice, que el Buda es el maestro, el Dharma es camino y la
Sangha los compañeros espirituales que ayudan a recorrerlo.
De estos tres, el más importante para nosotros como individuos, es el Dharma,
porque en última instancia sólo nosotros podemos ayudarnos a nosotros mismos.
Nadie puede alcanzar la Iluminación por nosotros o cedérnosla. La Iluminación llega
para aquellos que practican bien el Dharma, para los que toman el Dharma y lo
aplican en el desarrollo de su propio continum mental. De las tres Joyas, es el
Dharma el refugio último. Escuchándolo, reflexionando y meditando, nuestras vidas
pueden devenir una con él y la Iluminación puede ser una posibilidad inmediata.
La mente de una persona ordinaria es indisciplinada y descontrolada. Para ser
capaces de enfrentarnos a prácticas budistas más elevadas, tales como el desarrollo
del samadhi o la visión profunda de la vacuidad, o comprometernos en los métodos
yóguicos de los diferentes sistemas tántricos, debemos, primeramente, desarrollar
una mente disciplinada. Con refugio y autodisciplina como bases, podremos
fácilmente desarrollar una experiencia progresiva en prácticas dhármicas más
elevadas. Sin un fundamento de disciplina, las prácticas elevadas no fructificarán.
Todos desean practicar las técnicas más elevadas, pero debemos preguntarnos si
antes hemos dominado los prerrequisitos elementales, como la disciplina. El objetivo
del Refugio es transformar a la persona ordinaria en un Buda. Una vez que esto se ha
conseguido, el propósito del refugio ha sido cumplido. En el momento en que nuestra
mente deviene Buda, nuestra palabra se convierte en el Dharma y nuestro cuerpo en
la Sangha.
La esencia del Dharma es el desarrollo de la mente, ya que todo el Karma negativo
y positivo acumulado mediante las acciones de la palabra, el cuerpo, es originado y
dirigido por la mente. Si no desarrollamos una alerta consciente de nuestros
procesos mentales y la habilidad de cortar las tendencias negativas del pensamiento
en el momento mismo en que nacen, veinte años de meditación en una cueva remota
serán de muy poco valor. Antes de la cueva, debemos buscar las buenas actitudes
mentales y desarrollar la capacidad de vivir de acuerdo con el Dharma. Solamente
entonces nuestro retiro en la cueva remota será mejor que al hibernación de un oso.
Aquellos que hablan de retiros tántricos mientras que las diez acciones positivas,
fundamento del Dharma, están aún remotas, no hacen sino reírse de ellos mismos.
Como humanos somos capaces de obtener la Iluminación en una sola vida. Sin
embargo, la vida es corta y la mayor parte de elle ha pasado ya. Debemos
preguntarnos cuánto hemos progresado espiritualmente. La muerte puede llegarnos
en cualquier momento, y cuando llegue habremos de dejar atrás todo excepto las
huellas mentales que nuestras acciones han dejado. Si hemos practicado el Dharma
en nuestra existencia, hemos tratado de vivir con las directrices Dhármicas o hemos
obtenido realizaciones espirituales, esa energía estará ahí con nosotros. Si por el
contrario, nuestra existencia ha sido empleada en la negatividad, la conciencia viajará
a mundos futuros y estará inmersa en pensamientos negativos y memorias obsesivas
de nuestras andanzas samsáricas.
Ahora que tenemos todavía el poder de practicar el Dharma, debemos hacerlo pura
e intensamente. La práctica del Dharma trae la paz para nosotros y para los que nos
rodean, e incluso aunque no alcancemos la Iluminación en esta vida, nos
proporcionará la joya que satisface todos los deseos, que puede ser llevada a las
vidas futuras y ayudarnos en el camino espiritual.
En última instancia, el futuro está en nuestras manos.
La mayoría de las personas hacen los planes más fantásticos para mañana, la
semana que viene o el próximo año, pero lo que verdaderamente cuenta es practicar
el Dharma aquí y ahora. Si se hace esto, todos los planes serán llevados a cabo.
Cuando cultivamos hoy la actividad virtuosa, la ley de la originación dependiente
asegura que una corriente de cambio positivo se pone en marcha. Esa es la preciosa
característica de la vida humana. La humanidad es capaz de influir dinámicamente en
su propio estado futuro mediante la aplicación de la sabiduría discriminativa a todas
las actividades del cuerpo, la palabra y la mente. Usar y desarrollar esa sabiduría que
distingue correctamente es extraer la esencia misma de la vida humana.