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ARTICULACION : PSICOFARMACOLOGIA Y
ACOMPAÑAMIENTO TERAPEUTICO
Dra. Judith Portela*
El tratamiento farmacológico forma parte, muchas veces, de una estrategia
que no puede ser desconocida por todos los integrantes del equipo
terapéutico.
El dictado de la materia de Psicofarmacologia en segundo año de la carrera
de A. T. de ésta Universidad persigue ese objetivo: conocer, comprender,
tomar posición, dar cuenta de la respuesta del tratamiento en la
cotidianeidad que generalmente comparte el acompañante terapéutico, pero
además en detectar acciones o efectos no deseados que puedan afectar su
calidad de vida. A veces puede actuar de nexo, y el paciente puede plantear
dudas, desconfianzas, temores, expectativas a través del él. O evitar los
hiatos terapéuticos como enuncia el Dr. Stagnaro, causas de recaídas por
ejemplo en el pasaje de una internación al tratamiento ambulatorio donde
suele producirse la suspensión de la medicación y con ello la necesidad de
nuevas internaciones.
Es importante que el AT no se muestre ni prejuicioso ni complaciente con
respecto a la medicación sino informado, el conocimiento es lo que
permitirá entender determinadas intervenciones terapéuticas.
La Psicofarmacología es la rama de la farmacología que estudia los efectos
de las sustancias químicas sobre el psiquismo normal o patológico, sin
restringirse al estudio de los efectos beneficiosos exclusivamente, sino
incluyendo todos aquellos que modifican en sentido favorable o
desfavorable.
No es sencilla la transmisión de conocimientos tan específicos en una
carrera humanística pero existe en los alumnos una predisposición a la
incorporación de conocimientos nuevos que ha facilitado la tarea y los
prepara para situaciones de marcada complejidad y desafíos terapéuticos.
Si el AT integra un equipo interdisciplinario y el paciente es medicado
debe contar con la información básica y elemental para entender que papel
juega ese medicamento en ese tratamiento.
Es necesario conocer la existencia de factores específicos que tienen que
ver con las características del fármaco: vía de administración, como se
metaboliza o degrada, su mecanismo de acción, como se elimina y factores
inespecíficos que el propio AT podrá objetivar, que tiene que ver con
variables que no dependen del medicamento sino con las expectativas del
paciente, de la familia, de las experiencias previas y hasta del medio
sociocultural. Estos factores, aunque no dependen de las propiedades
farmacológicas, pueden modificar la respuesta terapéutica. Sumado a los
factores específicos determinarán una acción positiva, negativa y hasta
neutra.
La administración de medicación no goza en todos los ámbitos de “buena
prensa” y esto se ve reflejado en muchos pacientes que se muestran
reticentes a la medicación. Tal situación obedece en parte a la historia de
los abordajes biológicos, donde muchos tratamientos se asemejaban más a
elementos de tortura que a verdaderos recursos terapéuticos. Es necesario
contextualizar el momento histórico en que se aplicaban para tener una
comprensión objetiva de los mismos pero reconocer además que sobre ésta
base se fueron desarrollando nuevas moléculas a modo de espiral con
mayores efectos terapéuticos y menores efectos secundarios y adversos.
El A. T. debe saber que a veces aliviar con la palabra no basta, constituye
una situación ideal pero a veces no alcanza o no es suficiente. Y esto
configura a veces una disonancia dentro del equipo de salud, quien debe
estar informado cuando el paciente requiere medicación. Se pueden dar
situaciones altamente perjudiciales donde existen desavenencias o
desacuerdos acerca de la necesidad de medicación con lo cual el paciente y
la familia quedan rehenes de una situación que confunde y atemoriza. Se
deben acordar estos aspectos, no dar mensajes contradictorios que a veces
encubren una puja de poderes, psicoterapia versus medicación,
acompañamiento versus psicofármaco.
Siempre la administración de un medicamento debe apoyarse en una base
de confianza y seguridad otorgado por quien lo administra y refrendada por
el equipo. Es necesario, además, dar información al paciente y a su familia
de que sustancia estamos administrando, el tiempo que debe tomarlo y la
advertencia acerca de los efectos indeseables que pudiera llegar a
experimentar. No podemos desdeñar el temor que a veces implica tomar un
psicofármaco y las fantasías que a veces se disparan. Es un vínculo
terapéutico sólido lo que garantizará la continuidad del tratamiento.
La medicación no sólo se instaura en las situaciones de crisis, también de
manera profiláctica o preventiva esto significa que aunque hayan remitido
los síntomas se continua administrando en general en dosis más bajas, para
evitar recaídas o accesos de mayor gravedad.
La acción del fármaco debe ser estudiada en el contexto vincular del
paciente tanto en relación con su familia como con el equipo terapéutico.
Si el medicamento no está indicado correctamente puede resultar
pernicioso para la salud física o mental. En ocasiones la expectativa de la
cura está depositada exclusivamente en él y existen muchos cuadros,
vínculos enfermos que requieren más de la psicoterapia para la resolución
del conflicto. Situaciones de causa social, desocupación, exclusión de
sistema, duelos de distinta índole. Aquí el acompañamiento, la palabra y la
contención son indicaciones de primera línea.
Respecto al ambiente sociocultural existen en general distintas posturas, a
veces se consume una “pastilla salvadora” que puede yugular los síntomas
sin analizar los conflictos subyacentes. A su vez existe una presión social
que exige un equilibrio que desemboca en síntomas neuróticos,
psicosomáticos o psicóticos.
Es necesario no perder de vista que hay cuadros psicopatológicos donde el
psicofármaco configura una vía para llegar al paciente. Y es uno de los
recursos actuales que facilita la reinserción social, familiar y laboral del
paciente pero fundamentalmente que permite que los pacientes con
patologías crónicas no deban permanecer más de por vida en las
instituciones manicomiales.
Existe mucha deserción de los tratamientos psicofarmacológicos en los
cuadros psicóticos crónicos, pero los porcentajes de deserción no difieren
de otra enfermedades crónicas tales como la Epilepsia o la Diabetes. Es
necesario modelar actitudes a través de la Psicoeducación tratando que se
tome al tratamiento como un aliado para conseguir sus objetivos vitales: no
hay posibilidad real de trabajo, estudio, pareja en una persona sometida a
los avatares de sus crisis o descompensaciones que van deteriorando su
calidad de vida y el funcionamiento social.
Si bien la farmacoterapia es fundamental en ciertos cuadros, el desarrollo
de nuevas técnicas de tratamiento psicosocial potencia la eficacia del
mismo si logra desarrollar efectos protectores en el medio familiar y
mejorar la adhesión del paciente al tratamiento.
En ocasiones se impone administrar casi a la fuerza la medicación, es
preciso encontrar la manera que el propio paciente se haga cargo porque de
otro modo el tema del control familiar para que tome la medicación pasa a
ser un campo de batalla. La estabilidad a costo de un acoso distorsiona las
relaciones, tensiona a todos y no conduce a que el paciente acepte su
responsabilidad en el control del trastorno.
En la actualidad se propicia la firma por parte del paciente o la familia de
lo que se denomina consentimiento informado, esto es un acuerdo entre el
profesional y quién tomará la medicación aceptando éste las condiciones
del tratamiento farmacológico. En la práctica, en este medio se realiza muy
poco y este paso se realiza más “de palabra”, donde se advierten las
características del fármaco, los posibles efectos adversos, el tiempo de
tratamiento y los resultados esperables.
El A.T. deberá estar atento porque en ocasiones el boicot proviene de la
propia familia que inconscientemente, o no tanto, necesita de ese miembro
descompensado para sostener un equilibrio familiar o si se sostienen los
síntomas se justifica la necesidad de internarlo, mantenerlo fuera del hogar
y marginarlo.
Un porcentaje alto de pacientes no toma la medicación, y no lo dice y otros
lo hacen a dosis diferentes de las indicadas, incluso suspenden de manera
abrupta, aunque en general se advierte que debe ser de manera gradual.
Esto sucede aún en pacientes con rasgos de personalidad o modos de
funcionamiento que sugieren un estricto cumplimiento. Este dato suele ser
advertido por otros integrantes del equipo que no es el médico
administrador.
La conciencia de enfermedad, la noción de autocuidado, la elaboración de
proyectos son objetivos de todo el equipo de trabajo, como decía Pichón
Riviere “debemos crear en el mundo circundante del paciente y ante todo
de su familia las condiciones necesarias para que el mismo no pierda su
conexión con la realidad”.
Antes de terminar quiero comentar brevemente acerca de una encuesta
realizada entre los alumnos de primero y segundo año de A.T. quienes
acuerdan en la necesidad
del dictado de la materia, algunos
lo
argumentaron desde la interdisciplina, para conocer la totalidad del
tratamiento instituido y añadir al conocimiento de las patologías mentales
su abordaje psicofarmacológico. Coinciden además en que se debe dar
información al paciente y a la familia no sólo planteado como un derecho
sino también como una estrategia para lograr la conciencia de enfermedad.
Respecto al daño que puedan causar los psicofármacos a nivel cerebral, los
alumnos presuponen que sí pueden provocarlo, y efectivamente un
psicofármaco puede causar daño en el organismo si no se administra
correctamente, no se controla su administración, ni se monitorean su
efectos terapéuticos como sus efectos adversos.
* Medica Psiquiatra.
Jefa Servicio de Psiquiatria Hospital Escuela de Salud Mental de San Luis.
Docente de la Carrera de Acompañamiento Terapéutico Universidad
Catolica de Cuyo.
Cordinadora del Grupo Psicoeducativo de Ansiedad. HESM.
BIBLIOGRAFIA:
Psicofarmacología Psicodinámica. J: Moizeszowicz. Edit. Paidós.
Depresiones y Antidepresivos. De la Neurona y de
Molécula y de la Palabra.Edit. Panamericana.
la Mente, de la
Acompañamiento Terapéutico. G. Pulice-G.Rossi. Edit.
Polemos.