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LA CRISIS ECONÓMICA Y SUS EFECTOS SOBRE EL MERCADO DE
TRABAJO. UNA INTRODUCCIÓN.
José Ignacio Pérez Infante (Moderador).
La incidencia de la crisis económica, iniciada con el deterioro, si no
derrumbe del sistema financiero norteamericano, ha tenido en España una
repercusión desconocida en crisis anteriores, por los efectos acumulativos
tanto por el lado de la oferta como del de la demanda que han acompañado a
las perturbaciones iniciales, entre las que destacan la explosión de las burbujas
financiera e inmobiliaria, que han ido acompañadas de importantes
restricciones crediticias y de la consiguiente caída generalizada, especialmente
en 2009, de la industria y la construcción, así como del consumo privado y la
inversión privada.
Además, el retraso en el reconocimiento de la situación de crisis
económica, la indecisión e imprevisión en el planteamiento de las políticas
económicas, con continuas correcciones y rectificaciones, y la falta de
autonomía en la mayoría de las políticas macroeconómicas anticíclicas, como
las monetarias e incluso las fiscales, al depender estas políticas de las
decisiones de órganos no nacionales como el Banco Central Europeo, y de la
influencia de los mercados especulativos han impedido la puesta en marcha de
medidas expansivas dirigidas a superar la situación de recesión económica.
Más bien, al contrario, el objetivo de reducir el déficit y la deuda pública y el
inicio de la subida de los tipos de interés puede estar incidiendo en la dirección
opuesta, en la de dificultar y retrasar la salida de la crisis.
De hecho, si se compara el año de mayor crecimiento del PIB antes de
la crisis, 2006 con el 4%, con 2009, que ha sido el año de mayor retroceso
económico de los tres de crisis económica, con el -3,7%, la oscilación de la
tasa de variación del PIB en sólo tres años ha sido de 7,7 puntos porcentuales,
cuando en el promedio de la OCDE ha sido de 6,6 puntos y en el de la zona del
euro de 7,2 puntos. Sin embargo, en Alemania y en Reino Unido esas
oscilaciones han sido similares o incluso superiores a las de España, 8,3
puntos en el primer país y 7,7 puntos en el segundo. En cualquier caso, el
modelo productivo español, muy dependiente de actividades inestables y muy
procíclicas, como la construcción y las relacionadas con el turismo, y la notable
dependencia económica, tecnológica y energética de la economía española
respecto de economías más desarrolladas pueden explicar esas fuertes
fluctuaciones de las variaciones del PIB.
El efecto más significativo de la crisis económica española en el
mercado de trabajo es el intenso incremento de la tasa de paro, que, según los
datos de la EPA del primer trimestre de 2011, asciende al 21,3%, más que el
doble de la media del conjunto de la UE y de la zona del euro, que no supera el
10% en ninguno de los dos casos. Es decir, mientras que la tasa de paro del
promedio europeo aumentó desde 2007 en menos de tres puntos porcentuales,
en España se incrementó en más de trece, lo que significa que se multiplicó por
casi 2,6 veces en algo más de tres años.
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Y ello porque una de las características principales de la evolución del
empleo español, procíclica como en casi todos los países, es que es
fuertemente fluctuante, mucho más que en otros países, creciendo más que en
prácticamente todos los demás en las fases expansivas y retrocediendo mucho
más en las recesivas. Comparando, como en el caso del PIB, 2006 y 2009, el
empleo en España, en términos de empleo equivalente de la Contabilidad
Nacional, pasó de crecer el 3,3% en el primer año a descender el 6,6% en el
segundo, lo que supone una oscilación de la tasa de variación anual del
empleo entre los dos años de 9,9 puntos porcentuales, cuando esa oscilación
fue de solo 3,6 puntos en el conjunto de la OCDE y de 3,5 puntos en el
promedio de la UE. Alemania ha tenido únicamente una oscilación de ocho
décimas y Reino Unido de 2,5 puntos.
Todo esto significa que el empleo es mucho más sensible al ciclo
económico que el PIB o, lo que es lo mismo, que la elasticidad empleoproducción (∆L/L/∆PIB/PIB) es muy elevada en España, superior a uno si se
consideran las variaciones del empleo de las distintas fases económicas en las
últimas décadas: en concreto, 1,4 si se tienen en cuenta las oscilaciones de las
dos magnitudes entre 2006 y 2009. Por el contrario, en la mayoría de los
países desarrollados es muy inferior, en torno a 0,5, 0,55 si se considera las
oscilaciones entre los dos años considerados en la OCDE y 0,49 si se
considera las oscilaciones en la UE-27.
La razón de estas fuertes oscilaciones del empleo en la economía
española, muy superiores a las de otras economías de nuestro entorno político
y económico, podrían explicarse, al menos parcialmente, por dos
características del mercado de trabajo y la regulación laboral española: la
importante dualidad del mercado de trabajo que provoca una elevada tasa de
temporalidad, lo que supone una mayor facilidad tanto para contratar en las
épocas expansivas como para finalizar los contratos en las recesivas, y las
grandes dificultades de las empresas para la flexibilidad interna, que limitan las
posibilidades de modificación de las condiciones de trabajo y, en concreto, de
la jornada laboral, así como del descuelgue de los salarios cuando las
empresas atraviesan por dificultades económicas. Todo ello hace que los
ajustes de las empresas españolas ante las crisis sean principalmente a través
del empleo y, sobre todo, al principio, de carácter temporal, en vez de, como
ocurre en otras economías, mediante otros procedimientos, como la reducción
de la jornada laboral o la mayor adaptación de las condiciones salariales y de
trabajo.
Además, esta crisis económica está siendo mucho más negativa por sus
efectos en el mercado de trabajo que otras anteriores. Así, si se considera la
media anual desde el cuarto trimestre de 2007, que es cuando se empiezan a
detectar esos efectos, hasta el primero de 2011 el empleo descendió en casi
setecientas mil personas y el paro aumentó en más de novecientas mil
personas. Tanto el descenso del empleo como el aumento del paro duplican los
que se produjeron en la crisis de 1992-1994 y más que triplican los que se
produjeron en la de 1976 a 1985. Por otra parte, el punto álgido de la crisis
actual, el primer trimestre de 2009, es el de máxima destrucción de empleo e
incremento del paro de toda la serie histórica de la EPA creada en 1964.
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