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Transcript
Como avisar con anticipación un tsunami
( Publicado en Revista Creces, Septiembre 1999 )
Los tsunamis que se generan en el fondo del océano a consecuencia de un
terremoto, producen estragos al chocar con la costa. En el último decenio se
han producido 82 tsunamis, con miles de muertos y grandes daños. Es
necesario buscar métodos que puedan anunciar con tiempo el riesgo a la
población.
Tsunami se ha llamado a las olas gigantes que repentinamente llegan a la costa
provocando desastres. Ellas se generan impulsivamente por un terremoto que se
produzca en el fondo marino, o menos frecuentemente, por erupciones volcánicas
submarinas o por impactos de meteoritos en el mar. La mayor parte de los tsunamis se
producen en el Océano Pacífico y las estadísticas señalan que el 86% son debidos a
terremotos. Este es el océano más afectado, ya que aquí existen diversas placas
tectónicas que al presionarlas producen los terremotos en el fondo marino.
En el año 1960, se produjo un terremoto en las profundidades del mar, cuyo epicentro
estuvo a 150 kilómetros de la costa de Chile. El tsunami originado viajó a través del
océano y llegó a golpear las costas de Japón, dejando 119 muertos y cuantiosos daños
materiales. Más grave fueron las consecuencias del tsunami que en 1998 afectó a
Papúa Nueva Guinea, donde una ola de 15 metros de altura chocó con sus costas
produciendo un enorme daño y matando a 2200 personas que vivían en la costa. El que
más daño se recuerda que haya provocado fue el que se produjo en el año 1883,
debido a una erupción del volcán Krakatoa en Indonesia. Esta generó una ola de una
altura equivalente a un edificio de 12 pisos y barrió la costa, matando
aproximadamente a 30.000 personas.
Desde 1990 hasta 1999 se han producido 82 tsunamis. Diez han sido los más
devastadores, costando 4000 vidas. Históricamente se reportan alrededor de 50
tsunamis por década, pero en esta última la cifra se ha elevado considerablemente. Es
muy probable que el incremento sea sólo un problema de estadística, ya que en la
última década ha mejorado notablemente el sistema global de comunicación. En el
pasado muchos de estos tsunamis pasaban inadvertidos. Sin embargo, parece evidente
que ahora las víctimas han sido más numerosas, probablemente por el aumento de
población que vive en las zonas costeras.
Muchas veces los terremotos que se producen a distancias de la costa no son
percibidos, y la ola llega sorpresivamente. Tal fue el caso del tsunami que afectó a
Nicaragua en el año 1992, que mató a 170 personas y dejó a 13.000 sin hogar.
La dinámica del tsunami
En primer término, hay que diferenciar al tsunami de las grandes olas que se producen
frecuentemente en el mar, ya sea por la suma de factores como el viento o por la
fuerza gravitacional de la luna o del sol. Ellas sólo afectan a la superficie del mar, sin
comprometer a las aguas profundas. La ola del tsunami, en cambio, es producida por
un terremoto en las profundidades del océano. Este compromete a un enorme volumen
de agua que se desplaza en las profundidades a una velocidad de 700 kilómetros por
hora (la velocidad de un Boeing 747), y que se va propagando en el océano abierto
hasta cubrir cientos de kilómetros de ancho. En este caso, la ola en la superficie no es
muy grande y sólo adquiere altura al llegar a la costa. De allí que el nombre Tsunami,
palabra japonesa, significa "ola del puerto". Es decir, la ola en el océano pasa
inadvertida, para adquirir toda su potencia destructiva al llegar a las aguas costeras de
menor profundidad.
Al acercarse a la costa y disminuir la profundidad del océano, la enorme masa de agua
disminuye su velocidad, pero al ser empujada por la energía cinética adquirida, se
eleva sobre la superficie, formando grandes olas. Ya en la costa, la fricción del agua en
el fondo, junto a la presión que la empuja, hace que se eleve aún más y termine en un
espectacular rompiente, que arrastra una gran cantidad de arena, y bruscamente
inunda todos los terrenos costeros. La ola no es una sola, sino que son varias, una
detrás de otra, y el daño que produce no es sólo debido a la brusca inundación, sino
también al posterior brusco retiro del agua, que termina por socavar y arrastrar hacia
el océano todo lo que destruyó a su paso, más lo que quedó en pie. El proceso,
acompañado de un enorme ruido (según dicen los testigos), no da tiempo para nada, y
de allí el alto número de víctimas que provoca.
Como anunciar un tsunami
Predecir un tsunami es de una importancia básica para poder prevenir a la población y
salvar así muchas vidas. Hasta ahora sólo la alerta puede venir de las detecciones
sismológicas de terremotos oceánicos, por la probable formación de un tsunami. Pero
ello es incierto, porque no se sabe qué dirección lleva, y por otra parte no siempre hay
una relación entre la intensidad del terremoto y la formación del tsunami. Predecir su
magnitud y la dirección que tomará la onda por este sólo antecedente es muy difícil, ya
que las variables son muchas, incluyendo la topografía del fondo del mar. Por ello
muchas son también las falsas alarmas que en definitiva significan altos costos por el
rápido desplazamiento de las personas.
Teruyuki Kato del Instituto de Investigación de Terremotos de la Universidad de Tokio,
dice haber desarrollado un sistema de boyas ancladas en el fondo del océano que
podría medir el movimiento vertical de las olas. Estas estarían conectadas con diversos
satélites que trasmitirían en tiempo real la aparición de un tsunami. Para ello utilizarían
los satélites que actualmente se usan para establecer las posiciones en la navegación
(Global Positioning System).
Sin embargo, es posible que este método no sea muy acucioso, dado que las olas del
tsunami en mar abierto, no son de gran altura. Pero Kato confía en su método, y señala
que no es difícil distinguir un tsunami de las olas corrientes, ya que éstas tienen ondas
más largas (New Scientist, Mayo 8, pág. 7, 1999).
Es por eso que la Federal Emergency Management Agency (FEMA), en Estados Unidos,
ha tratado de implementar otro sistema de alarma, que mide directamente la
formación de un tsunami en las profundidades del océano, ya que según señalan, olas
que se desplazan por su superficie no son muy notables. El instrumento consiste en un
detector de presión, que instalado en el fondo del mar, puede detectar el cambio de
presión en tiempo real. Este enviaría una señal acústica a una boya anclada cercana.
Esta a su vez estaría conectada con diversos satélites que se comunicarían con
estaciones terrestres. Esta información, unida a la que entregan los sismógrafos en
tierra, podría anunciar acerca de la dirección del desplazamiento y el tiempo que se
demoraría la ola en llegar a la costa.
El prototipo ha funcionado muy bien y, a una profundidad de 6000 metros, puede
detectar hasta el más mínimo tsunami. El instrumento que se coloca en el fondo, no
detecta las olas que pueda producir una tormenta en la superficie, ya que éstas no
afectan el fondo del mar. Estas boyas se colocarían a algunos cientos de millas de la
costa, en las regiones en que los terremotos submarinos son frecuentes.
(Scientific American, Mayo 1999, pág. 44).
Artículo extraído de CRECES EDUCACIÓN - www.creces.cl