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ORGANIZACIÓN CIVICA DE GUATEMALA
Cuadernos Cívicos No. 1
Abril 2009
La filosofía de la OCG
¿Por qué estamos como estamos?
Algo anda mal en nuestro pais y no terminamos de comprenderlo. En un
pais tan religioso como Guatemala, la realidad cotidiana contradice el
principio mas elemental de cualquier religión o moralidad: la vida humana
se respeta y se obliga a los demás a hacerlo. El debilitamiento de este
principio es la tragedia de nuestra sociedad.
En medio de la discusión sobre si se trata de una crisis politica o de la
crisis económica, la verdad es que todos coincidimos en que nos
enfrentamos a desafíos que tienen que ver con los fundamentos de la vida
social y la vigencia de la ley y del orden. Se presiente un vacio moral en
la sociedad y la gente no sabe donde buscar.
Es obvio que en alguna parte perdimos el rumbo y que no hemos logrado
integrar la moralidad en la vida pública. Este desafío nos llega de varias
maneras, como pérdida del sentido de la virtud, la crisis cultural y el
deterioro de los valores. Este vacío espiritual, sin embargo, no puede
dejarse sin llenar. Si no es cubierto por valores que surjan de un diálogo
moral compartido, será llenado -como ya lo estamos viendo en una gran
parte del mundo- por mandatos totalitarios o por teocracias.
Nuestra propuesta, por tanto, como movimiento cívico no partidista
consiste en retomar el civismo como una filosofia de la convivencia que
empieza en la afirmación personal pero que no termina ahí, sino que
culmina en la revalorización de la vida en común, es decir, la vida en
sociedad. Por ello, si se quisiera ponerle un nombre a nuestro ideario,
escogeriamos la denominación de un “fundamentalismo cívico”. (1)
En todo caso, independientemente de las etiquetas, la actualidad
en Guatemala del tema del civismo está relacionada con la situación de
falta de compromiso social de los guatemaltecos, que se pone de manifiesto
en los problemas de autodisciplina, la pérdida del criterio de autoridad, la
permanente puesta en cuestión de las normas con relativa independencia
de cómo hayan sido elaboradas y, en general, la alarmante ausencia del
A Guatemala se le conoce en el mundo entero por ser un pais “fundamentalista”. No solamente en
las expresiones religiosas sino también en las corrientes políticas. Si de verdad somos un pais de
creyentes, entonces creamos en las virtudes cívicas fundamentales.
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sentido de lo colectivo, de lo público, de lo que es y constituye nuestro
patrimonio común.
A esto se suman dos factores: el desprestigio en el que han caído
la politica y los partidos políticos y el constante bombardeo mediático de
una corriente ideológica que, en nuestros lares, ha implicado la exaltación
del individualismo y la negación del valor moral que tiene la consecución
de los fines sociales, incluyendo el menosprecio a la función pública.
Los pilares del civismo:
La palabra civismo viene del concepto latino 'civitas', y remite a la
capacidad de convivencia, civilidad y urbanidad. Ser cívico es, por tanto,
respetar a las personas con las que se convive y a las instituciones que
conforman el cuerpo social.
Como afirma el filósofo español Francesc Torralba:
«El respeto por la dignidad de la persona, su integridad física y moral, sus
decisiones libres y responsables, junto con el deber de tratarla
equitativamente y de tener un especial cuidado con su vulnerabilidad, son
los pilares del civismo».
Estos principios se han de concretar en unas virtudes cívicas o hábitos de
comportamiento social, porque lo que interesa no es el conocimiento
teórico del civismo sino su puesta en práctica.
Al referirnos a lo cívico no estamos pensando en un conjunto de casas y
calles, sino en sus habitantes y sus relaciones. Unas pautas de civismo
deberian tener en cuenta la mayor cantidad y diversidad posible de
personas, así como los puntos de contacto entre éstas.
Civismo y Ciudadanía:
En realidad, civismo es un término que como liberalismo, democracia o
constitucionalismo surge en el ámbito de la ciencia política y adquiere
nuevos significados en otros ambientes. Muy relacionado a la noción de
civismo, se encuentra el concepto de la ciudadanía. En primera instancia,
la ciudadanía es una relación política. Se es ciudadano por razón de la
familia o se es ciudadano por el lugar de nacimiento, como es el caso de
Guatemala. También la ciudadanía se puede adquirir o perder y cada país
tiene sus propias leyes al respecto.
El ciudadano se define por el ejercicio de unos derechos y deberes, y el
civismo puede comprenderse como el ejercicio activo de la ciudadania. Un
ciudadano puede calificarse como cívico cuando cumple las obligaciones
sociales y políticas con libertad y responsabilidad.
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El civismo responde a una idea básica: es necesario que las personas se
respeten unas a otras; y hay que respetar las cosas que son de todos para
que todos las puedan disfrutar cuando las necesitan. En las campañas de
civismo que acostumbran a promocionar los gobiernos locales, se insiste
mucho en los aspectos más externos del respeto debido a las personas y a
las cosas públicas. Se propugna el mantenimiento de una ciudad limpia,
ordenada, sin contaminación, una ciudad que reprima las actitudes
discriminatorias y agresivas, una ciudad amable en el más amplio sentido
de la palabra. Eso está bien, pero el fondo de la cuestión no consiste sólo
en hacer que una ciudad sea más habitable, sino en que las personas
adecuen su manera de ser –su carácter o ethos, decían los griegos– a las
condiciones de la vida en común. Es decir, que asuman unos cuantos
valores como fundamentales, pero no sólo formalmente, sino de verdad.
De tal manera que la ciudadania puede ser vista desde una doble
perspectiva. La primera como una relación politica establecida, como lo
vimos anteriormente, y la segunda como un ideal a alcanzar. En otras
palabras, la ciudadania nos viene dada pero también es una meta. Es una
realidad y un proceso simultáneamente.
Volviendo al civismo. El civismo como tal agrupa un amplio rango de
actitudes y comportamientos. Existe un cierto acuerdo por el cual un
comportamiento civico es el que se realiza teniendo en cuenta sus
consecuencias positivas sobre el resto de la comunidad. Una actitud civica
también supone esta orientación hacia lo público. Vendria a ser como la
empatía, pero no sólo hacia nuestro interlocutor sino hacia el conjunto de
la comunidad a la que pertenecemos – o de comunidades ya que estamos
en una época de identidades múltiples - .
Las virtudes cívicas:
Desde los tiempos de los antiguos griegos se ha hablado de que así como
conocemos las virtudes personales también existen las virtudes civicas que
tienen que ver con las relaciones con los demás. Es más, para los filósofos
griegos las virtudes personales, y la misma condicion de humanidad, sólo
tiene sentido a la luz de que se vive con otros, es decir, se “convive”. Vivir,
y hacerlo plenamente, es convivir.
Modernamente los pensadores de la ética civil discuten sobre cuales han
de ser las virtudes cívicas que hay que transmitir en el marco de una
sociedad democrática. Así que mientras, para algunos serían la libertad, la
igualdad, la solidaridad, el respeto y el diálogo; para otros la lista debe
incluir la solidaridad, la responsabilidad, la tolerancia, la profesionalidad
y la buena educación. Hay listas más largas en las cuales se incluye la
sociabilidad, la benevolencia, la urbanidad, la cortesía, la amabilidad, la
tolerancia y la hospitalidad.
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Como se vé, hay coincidencias básicas, pero al margen de cualquier
enumeración que escojamos, lo que parece urgente es la necesidad de
fomentar y educar a la población en una serie de hábitos de conducta que
conformen y ordenen nuestras relaciones sociales, a las cuales podemos
llamar las virtudes cívicas.
No obstante, hay niveles más profundas que la simple buena educación. El
civismo se construye sobre la base de un humanismo ecuménico, como
diría Adam Shaff, que consiste en preocuparse por el otro, en el altruismo.
La conciencia altruista, en palabras de Paul Ricoeur, se caracteriza por
pensar en el otro como en uno mismo. Lo cual necesariamente evoca la
enseñanza judeo-cristiana y debería provocarnos a advertir que el civismo
debería ser la expresión de la responsabilidad social de las personas de fé.
El civismo es la ética minima ciudadana. Se necesita una ética del
ciudadano porque sin normas comunes, sin una cultura ética compartida,
no funcionan ni la democracia ni el orden social. Es necesario que la
democracia sea la expresión de un “demos”, de un pueblo dispuesto a
respetar las instituciones, a reforzarlas, a compartir unos valores comunes
y a adecuar su conducta a estos valores. Es una ética mínima porque tiene
que poder ser aceptada por todos, con independencia de las creencias
religiosas o de las costumbres y tradiciones de cada uno
Para Victoria Camps, de la Universidad Autónoma de Barcelona, el
concepto de virtud cívica es el equivalente antiguo de lo que hoy
entendemos por civismo. De hecho, hablamos de “virtudes cívicas” para
referirnos a aquellas cualidades o formas de ser que cualquier ciudadano
debería adquirir y poner en práctica.
La educación cívica:
Todas las culturas transmiten mediante la educación un modelo de
persona, un modelo de comportamiento y un modelo de sociedad. El
nuestro está claro: deseamos que nuestros conciudadanos sean libres,
responsables, cooperadores, solidarios, justos y compasivos. Necesitamos
que su comportamiento esté dirigido por proyectos de felicidad privada que
sean compatibles, compartibles y cooperadores respecto de la felicidad de
los demás. Y aspiramos a una sociedad justa, que mejore el bienestar y las
posibilidades de cada uno de sus miembros.
Como es sabido la educación civica se inicia en el hogar, continúa en la
escuela pero no debería terminar ahí. La educación cívica debería activar
en las personas el interés por los asuntos que conciernen a todos, poner a
su disposición conocimientos y recursos que les hagan sentirse capaces de
desenvolverse en la esfera pública, enseñarles a dudar y a ser críticos y
situar las cuestiones colectivas entre sus primeras preferencias. Si este
proceso es exitoso, obtendremos buenos ciudadanos.
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Es decir, individuos que pensarán en las consecuencias de arrojar
desechos en la via pública y se inhibirán de ello, siempre que tengan un
basurero público cerca. Y si no lo hay, sabrán como exigirlo. Pero esas
personas también serán capaces de organizarse por la defensa de sus
intereses, participar en politica de manera convencional y no convencional
y discrepar de los politicos. Porque ser civico exige un compromiso con lo
político, aunque no fidelidad y sumisión absoluta a los gobernantes.
La educación, para inculcar actitudes cívicas, tiene que ir contracorriente;
tiene que luchar contra una sociedad que fomenta la vida cómoda y fácil, el
placer inmediato, que valora, por encima de todo, el poder adquisitivo del
dinero y el éxito personal a cualquier precio. La clase de persona que se
forma espontáneamente en las sociedades desarrolladas no es el
ciudadano, sino el consumista. Ganarse bien la vida para poder comprar
todo lo que apetezca es lo que da sentido a la vida, el símbolo del éxito y de
que no somos unos seres frustrados. No nos extrañe entonces que una
sociedad bombardeada por esos mensajes sea una sociedad apática y
pasiva.
El individualismo, que no tendría que ser un concepto negativo, si se
entiende como la importancia central concedida al individuo, es
contraproducente cuando se convierte en puro egoísmo. Sin una educación
que enseñe a vivir de otra manera, la persona aprenderá sólo a pensar sí
misma y en sus intereses, y no en el bienestar de los demás. Da lo mismo
que los medios de comunicación nos muestren cada día la tragedia y el
sufrimiento de los demás; olvidarlos es tan fácil como apagar la televisión.
La educación cívica tiene que alcanzar su plenitud en un conocimiento
explícito de las principales nociones de la ética, el derecho y la política. No
basta con un aprendizaje de los conceptos, porque estamos moviéndonos
en el campo de la acción y aún continúa vigente la afirmación de
Aristóteles: “Lo importante no es saber qué es lo bueno, sino ser bueno”.
Mas allá de las buenas intenciones:
Desde que, en 1948, se proclamó la Declaración de los Derechos Humanos,
hemos visto una sucesiva y continuada lluvia de declaraciones de
derechos, muy necesaria, sin duda, pero que ha contribuido a ocultar el
hecho de que el reconocimiento de unos derechos para todos tiene que ir
acompañado de una serie de obligaciones sin las cuales los derechos no
serán respetados.
No estamos ayudando a construir conceptos, sino a edificar hábitos. En
Estados Unidos y otros países tienen mucha importancia los programas
de “learning services”, las actividades de cooperación ciudadana. Muchos
centros educativos colaboran en tareas de limpieza de jardines o de playas,
visitan hospitales o ayudan a niños con dificultades de aprendizaje.
Algunas veces lo hacen los grupos organizados como las iglesias, los clubs
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deportivos o los comités vecinales. En nuestro país no son raros los
trabajos de salubridad, de infraestructura o deportivos que emprenden las
comunidades o los barrios de las ciudades y que deberían ser alentados y
prestigiados por la dirigencia de la sociedad, incluyendo a los gobernantes.
En Guatemala, el civismo tiene que fomentarse por medio de una especie
de “reeducación cívica intensiva”. Aparte de las escuelas donde podrán
aprenderse buenos hábitos de urbanidad y de las universidades donde
podrán analizarse las implicaciones de una conciencia ciudadana, es en
los grupos organizados ( asociaciones, iglesias, partidos politicos, clubs
deportivos, etc.) donde principalmente deben difundirse las virtudes
cívicas y las herramientas para ponerlas en práctica.
Nuestra propuesta, por tanto, consiste en poner en la agenda nacional el
tema del civismo, promover la educación cívica continua y llamar al
esfuerzo unido de los grupos organizados. Si a esto se le quiere llamar
idealismo, entonces somos idealistas, si se ve como una posición
fundamentalista, efectivamente creemos en los fundamentos del civismo.
Lo que nunca queremos ser recordados es como aquellos que viendo el mal
se autocompadecieron, se lamentaron y NO hicieron nada.
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Textos de diferentes fuentes adaptados y compendiados por Marco Tulio Cajas para la
Organización Cívica de Guatemala.
Bibliografía:
Guatemala, 13 de abril del 2009.
La Organización Civica de Guatemala es una asociación política no partidista inscrita en el
Registro de Ciudadanos de Guatemala el 31 de mayo de 1989. Mayor información en la
página web: www.ocgt.org