Download Crisis y replanteamiento actual de la ética

Document related concepts
Transcript
Crisis y replanteamiento actual de la ética
(En Una ética para tiempos difíciles. Centro de Espiritualidad Ignaciana. 1998)
Alberto Simons s.j.
Introducción: El concepto de crisis.
Como el significado de la palabra "crisis" puede resultar ambíguo y, a veces negativo,
conviene señalar el significado que le vamos a dar. Según Toni Mifsud:
"El término crisis, prescindiendo de las discusiones académicas y semánticas, dice
relación con la configuración convergente de tres elementos: novedad, derrumbe y
búsqueda ( .. ) la novedad de una situación provoca el derrumbe explicativo de una
situación anterior, exigiendo la búsqueda de una formulación explicativa más
conforme a la nueva situación".
Nosotros, por nuestra parte, vamos a tratar de enfocar la crisis actual de la ética como
una oportunidad que se nos presenta de buscar clarificar, enriquecer y profundizar el
sentido positivo y, sobre todo, imprescindible que tiene la dimensión ética de nuestra
vida. Pero para ello tenemos que examinar, aunque sea breve y esquemáticamente,
el proceso por el cual se ha generado la crisis.
I. Génesis histórica
Dos cambios importantes y sucesivos se han dado en Occidente que han modificado
substancialmente la sociedad y, por tanto, la perspectiva ética de ésta: el que se ha
llamado la modernidad y el que vivimos actualmente con la denominación no muy
clara de postmodernidad. Veamos los rasgos más característicos de ambos desde la
perspectiva que nos interesa.
1) La modernidad
A partir de las revoluciones científicas que se dan en Europa desde el siglo XVI, en el
siglo XVIII se cristaliza una actitud cognitivo-moral que M. Weber denomina de
racionalización con un síndrome lógico-empírico que penetra y atraviesa todas las
realizaciones intelectuales, artísticas e institucionales de Occidente.
Esto conlleva un proceso de secularización por el cual la religión cristiana pierde el
centro. Su puesto lo ocupará la economía, puesto que las ciencias modernas,
descencadenantes de todo este cambio tan fundamental, se han aplicado
principahnente, a través de la revolución industrial, a la potenciación de la economía
de corte liberal- capitalista. Este cambio del centro institucional en la sociedad marca
la ruptura entre la sociedad tradicional, o premodema, y la sociedad moderna.
La visión pre-moderna, tradicional, del mundo como una visión cósmica integrada de
la realidad, salta hecha pedazos. Le sucede una visión descentrado, diferenciada
en subsistemas con su lógica propia; una pluralidad de centros de valor. Surgen
tres esferas de valor independientes: la ciencia, la moralidad y el arte. Se da al
mismo tiempo la aparición de ideologías socio-políticas que conllevan una visión
diversa del mundo. Se consolida una percepción diferenciada y pluralista de la
realidad. A la religión le han surgido competidores en la función primordial de dar
sentido. Las ideologías totalizantes pueden hacer las veces de religión. La religión
pasa a ser un asunto de opción personal y se recluye cada vez más en el ámbito de
la esfera privada.
Así, en resumen, podemos decir que la modernidad está caracterizada por la
aparición de las diversas "esferas de valor" o dimensiones de la razón y su creciente
autonomización. Esta diferenciación de la razón conduce a su fragmentación o
desintegración y al creciente dominio, bajo las circunstancias de la revolución
industrial, de la racionalidad científico-técnica-económica.
A partir de esta última racionalidad se da un sistema de valores en el que el
rendimiento, la utilidad y la eficacia son virtudes incuestionables se pueden resumir
en lo que es la funcionalidad: todo ha de servir para algo, quizás para un propósito
que es un medio para otro medio, el cual, a su vez está encadenado a otro en una
rueda sin f in. El sistema y su funcionamiento es el objetivo. Los medios han
ocupado el lugar de los fundamentos y fines, constituyéndose como algo
valioso en si mismos; el funcionamiento del sistema es el objetivo. Con ello el
hombre es valorado no por sí mismo sino por la utilidad práctica que tenga. El
hombre tecnológico es un hombre sin preguntas últimas y por tanto sin valores de
fondo; que no necesita saber nada fuera de su especialidad porque otros lo saben por
él, y sólo tiene que apretar botones (ep. De Kodak). Así los hombres se convierten,
como se ha dicho, en "borregos laboriosos" (Steven Lukes) o "idiotas habilidosos"
(Erik Erikson).
El sistema tecno-económico tiende a satelizar o colonizar todos los espacios de la
vida social y penetra en la educación, la política y la ética civil y personal. Así, por
ejemplo, el derecho se divorcia de la justicia y se convierte en un mero reglamento de
juego en la sociedad.
En conclusión, el hombre de la modernidad cree que con la ciencia y la técnica,
aplicadas sobre todo al desarrollo económico, puede saber todo y puede todo: es el
gran proyecto del progreso. Si Prometeo es el símbolo de la modernidad, Narciso y
Dioniso serán los símbolos de la postmodemidad.
2) La postmodernidad
La postmodemidad surge a partir del momento en que el "occidente" toma conciencia
de que el proyecto moderno ya no es válido. La modernidad se basaba en la idea o
ilusión del progreso a partir, sobre todo, de las posibilidades de la ciencia y la técnica.
Este proyecto se viene abajo con las dos guerras mundiales. Baudelaire dirá que "el
progreso no es sino el paganismo de los imbéciles".
La postmodernidad viene a constituir un ajuste de cuentas con la modernidad. No
sólo se rechaza un tipo de pensamiento, sino un estilo de vida que ha resultado
claramente insatisfactorio aún para las sociedades autoras y beneficiadas de esa
modernidad.
Dado nuestro propósito, de la postmodernidad destacaremos los siguientes rasgos
teniendo en cuenta que más que un sistema racional es una sensibilidad:
- Se da un desencanto o decepción respecto de la razón, pues como veíamos
antes, ésta se ha ido estrechando de forma racionalista, positivista-tecnológica,
cayendo en el utilitarismo y pragmatismo, en beneficio de un determinado sistema
económico neoliberal, deshumanizando a la sociedad e instrumentalizando al ser
humano. La razón ya no puede darnos una visión totalizante de la realidad ni
ofrecernos fundamentos y fines. Como diría J.C. Mariátegui: "A la razón la han
matado los racionalistas".
La consecuencia de la postmodernidad es quedarnos con un pensamiento débil, es
decir sin grandes ambiciones y seguridades. La postmodernidad no tiene esperanza
de poder cambiar "el mundo".
- Se decreta el fin de la utopías, pues el cambio histórico total es imposible. El
proyecto emancipador y de progreso de la modernidad es retórico. Ya no se cree en
las grandes palabras como Progreso, Justicia, Igualdad, Fraternidad, como tampoco
en los "metarrelatos", es decir las cosmovisiones globales portadoras de sentido.
Sólo se dan los relatos como explicaciones pequeñas y fragmentarias. El cristianismo
también es criticado como metarrelato.
- También se decreta el fin de la historia, pues vivimos en un tiempo sin horizonte
histórico, sin orientación, meta, ni visión de la totalidad. Se dice que la historia se la
han inventado los historiadores y existe sólo en los libros de texto. Hay tan sólo
acontecimientos sin ninguna conexión entre sí. Los hombres somos átomosindividuos que estamos juntos por casualidad. Así, pues, erramos por siempre sin fin
ni objetivos últimos, sin brújula ni esperanza.
- Esto hace que vivamos en la inmediatez del presente. No hay que escapar del
presente sino disfrutarlo "carpe diem". El pasado y el futuro quedan en la sombra y
con ellos la perspectiva histórica. Hay que tener un pensamiento de fruición en
oposición al pensamiento funcional, es decir disfrutar los momentos de la vida por sí
mismos. Se da un esteticismo presentista pues el ideal no es la eficacia y el
rendimiento sino la capacidad de vivir lo bello en el momento. Es el tiempo del "yo" y
del intimismo, de la meditación trascendental y del cuidado del cuerpo; de las dietas y
los gimnasios.
- En la perspectiva ética se da un politeísmo de valores y consensos "blandos".
Se trata de vivir bajo el signo de Dionisio, buscando la exaltación de la vida en su
finitud, de los valores múltiples, disminuidos, parciales, de las realizaciones nunca
plenas. Sólo caben consensos temporales, locales y, por tanto, revocables. Se trata
de una “ética débil y provisional”, pues es la única que respeta al hombre en lo que
tiene de particular, de imprevisible y, en el fondo, de infinito.
- Hiperindividualismo narcisista y hedonista. Se vive, según Lipovetsky, la
segunda revolución individualista. El lema de este individualismo es: "el mínimo de
coacciones y el máximo de elecciones privadas posibles, el mínimo de austeridad y el
máximo de deseo".
Hemos dado una visión más bien crítica tanto de la modernidad como de la
postmodernidad, pero es evidente que han aportado y aportan todavía muchos
elementos positivos.
3) Nuestras sociedades latinoamericanas.
En nuestras sociedades latinoamericanas y, en la nuestra en particular, se da una
combinación y, a veces, superposición de lo propio de una sociedad tradicional, de lo
moderno y de lo postmodemo. Por ejemplo, mientras el país oficialmente trata de
modernizarse, la juventud tiene rasgos que se pueden llamar postmodemos. Lo que
sí es importante tener en cuenta es que la realidad, y la nuestra en particular, no se
puede encasillar.
II. Factores de la crisis
Podemos, de forma resumida, señalar los siguientes:
a) Histórico – social.
El tránsito de una sociedad tradicional a la modernidad y postmodernidad, genera dos
tipos de reacciones opuestas. Por una parte, mientras una moral de corte
relativísta, subjetivista, pragmática e individualista se va generalizando desde las
más altas instituciones del Estado hasta la permisividad individual del "todo vale"; por
otra parte, y de alguna manera como reacción, se da una moral tradicionalista
legalista, dogmática y rígida.
Esto es lo que Adela Cortina denomina
respectivamente camaleones y dinosaurios. Sobre esto volveremos luego más
ampliamente.
b) Filosófico - antropológico
En las sociedades occidentales, habituadas a fundamentar la moral en la religión, la
aparición del pluralismo ha producido una crisis de sentido, ya que tanto los porqué
y los para qué vivimos (fundamentos y fines) ya no son modelos compartidos
socialmente, como tampoco el quién somos; pues es bastante generalizada la crisis
antropológica de identidad que se da en nuestras sociedades occidentales. Hubo,
pues, que recurrir a la filosofía moral - es decir a la ética - para ver si ofrece modelos
de fundamentación que valgan para cualquier persona, sea cual fuere su fe religiosa
o secular.
c) Religioso.
Conjuntamente con el pluralismo, la diversidad confesional, el agnosticismo y el
ateísmo que se van haciendo frecuentes entre nosotros, la religión y el
cristianismo en particular, por lo menos sociológicamente, siguen siendo
mayoritarios y su presencia sin duda es significativa. Esto suscita una situación
paradójica para los cristianos que tenemos que vivir en una sociedad y cultura
plurales, pues no es fácil distinguir los valores positivos de los procesos
deshumanizadores y alienantes. Por otra parte, se ha ido dando un tránsito de lo que
se ha llamado "moral cristiana" a una "ética civil" o autónoma, que desconcierta a
muchos cristianos y a lo cual nos referiremos más adelante. Se da también la
aparición de una religiosidad "light" de escape, evasión y "consuelo", sin mayor
compromiso ético.
d ) De certeza y evidencia ética.
En el sentido de que en las sociedades pluralistas, como la nuestra, la valoración
ética, que en nuestro medio, era clara y, en general, no cuestionada hace algún
tiempo, ha dejado de ser evidente y uniforme, lo cual desconcierta a quienes han
vivido en la situación anterior.
A la ética se le han presentado nuevos retos y problemas que no encuentran
respuesta en la moral tradicional. Retos que vienen, por una parte, de las ciencias,
en particular de la biología, psicología, economía, sociología, ecología, cibernética.
Problemas que van desde la manipulación genética hasta la injusticia y discriminación
social. Gobiernos con políticas pragmáticas que utilizan cualquier medio con tal de
perpetuarse en el poder. Una cultura de la imagen que manipula muchas veces
informaciones y conciencias. Una civilización del consumo donde el hedonismo y el
cuidado del cuerpo son valores prioritarios. Estados que promueven el aborto, y
formas de control de la natalidad forzadas e indiscriminadas. Medios socio-culturales
en que la violencia de todo tipo se ha vuelto ordinaria. Esto sólo para citar algunos
ejemplos.
En nuestras sociedades no sólo se da la inmoralidad que siempre ha existido, que
se sitúa en la clara distinción entre el bien y el mal con una base objetiva, sino
también la amoralidad y la desmoralización. La amoralidad se da cuando se niega
explícita o implícitamente la distinción entre bien y mal, o sólo se tiene en
cuenta lo útil o provechoso para un individuo o grupo. A partir de ello se da la
desmoralización en nuestras sociedades porque los medios han tomado el lugar
de los fines y viceversa: el dinero, el poder, el prestigio, el placer, la empresa, etc.,
son las metas; el bien de las personas y el bien común pasan a segundo lugar.
El ser humano, aún cuando se trata de uno mismo, se desmoraliza, pues se
encuentra postergado y convertido en medio o instrumento para lograr dinero, poder,
éxito, etc.
A este respecto es importante lo que decía el Padre General de la Compañía de
Jesús aquí en el Perú este año en julio: "La globalización como tal no implica una
connotación negativa; más bien ofrece inmensas posibilidades para el desarrollo de la
humanidad. Pero cuando no se respetan los valores más fundamentales de la
persona humana - como ocurre en el campo económico con la absolutización del libre
mercado, la globalización resulta verdaderamente nefasta. Conocemos los efectos
de las políticas neoliberales: concentración de la riqueza, exclusión, ahondamiento
de las diferencias entre ricos y pobres, exacerbación del individualismo,
competitividad desmedida, ausencia de consideraciones éticas y valorales". Más
adelante añade: 'la búsqueda de eficiencia y resultados, otra característica del
esquema actual, no puede hacernos perder de vista el porqué y el para qué del
conocimiento, de la ciencia, de la técnica, de la economía, de la vida humana. Donde
no se respeta la vida humana, Dios está ausente. "
Más ampliamente, parecería ser que el mismo hecho de hablar de "moral" despierta
actitudes de rechazo. Esto se debe, por lo menos en parte, a que en el pasado se
identificara la moral con normas comprendidas como arbitrarias y lo cual generó,
muchas veces, culpabilidades traumáticas. La moral jugaba el papel de aguafiestas
en la vida y sólo señalaba lo que no se podía hacer.
III. Dos reacciones y una alternativa diferente.
A partir de esto, podemos decir que frente al pluralismo inevitable, respecto al juicio
moral en que se encuentran nuestras sociedades, se dan dos reacciones y una
propuesta alternativa.
La primera reacción es la del pragmatismo individualista que, como veíamos,
desemboca en la amoralidad, pues ninguna moral puede quedarse en los medios sin
tener en cuenta lo fundamentos y los fines basarse en el principio pragmático de que
"el fin justifica los medios" en el de que los derechos individuales pueden ejercerse
sin tener en cuenta el bien común. Dentro de esta misma posición se sitúan el
relativismo subjetivista, según el cual la moral depende de cada cultura, grupo o
individuo y que para decidir lo que es bueno malo justo o injusto tenemos que
situarnos en la perspectiva de cada quien y que los resultados valen para él pero no
para los otros, pues no podemos encontrar ningún criterio desde el cual podemos
preferir unas opciones respecto de las otras. Esta postura a veces se defiende
sutilmente invocando el respeto y la tolerancia que sin duda tenemos que tener los
unos respecto de los otros, pero que no se puede confundir con la permisividad del
"todo vale" o con una ética "light".
Por otra parte, la espontaneidad de los sentimientos como criterio del actuar
humano es muy vigente en la actualidad. Es verdad que la pura emotividad es muy
peligrosa en el proceder ético, pero no se puede olvidar también, que, por lo menos
en el cristianismo, el amor es el criterio fundamental y último del obrar.
En oposición a lo anterior y de forma muchas veces reactiva se da un legalismo
rígido y tradicionalista que subraya la necesidad de la obediencia estricta a la
norma objetiva y que ignora la prioridad del hombre frente a la ley, la diversidad de
situaciones, culturas, personas y los nuevos retos que se presentan a la ética. La
actitud de la persona se reduce a una receptividad pasiva e inmadura y se da a costa
de la responsabilidad ética. La moral resultaba, así, represiva y alienante. Muchas
veces esta posición se debe a la angustia y desconcierto que suelen despertar las
situaciones de crisis, a la necesidad de seguridad psicológica, a cualquier precio, que
suelen exigir muchas personas.
A partir de lo anterior es necesario admitir la validez de muchos de los
interrogantes y cuestionamientos hechos a los planteamientos morales
tradicionales que muchas veces habían caído en una mera normatividad no asumida
libre y responsablemente. Pero de esto no se sigue que haya que reducir las
genuinas exigencias éticas y evangélicas en razón de un conformismo sociológico.
En las dos reacciones frente a la crisis que hemos visto se da de alguna manera una
separación entre ética y vida. Valiéndonos de la parábola del sembrador del
evangelio diríamos que en la primera reacción el llamado ético "ha caído entre
espinos y estos al crecer la ahogaron", en la segunda reacción cayó "en las piedras,
donde no había mucha tierra" y se secó. Esperemos que la alternativa que vamos a
plantear sea como la semilla que cayo en tierra y produjo mucho fruto.
Frente a la crisis se da una alternativa diferente a las dos reacciones anteriores:
consiste en la búsqueda de una autenticidad ética, personal y socialmente
responsable. Esta es la alternativa de muchas personas que quizás no resulte
notoria por ser en sí misma más discreta, y no aparece como no aparecen en los
diarios los aspectos más normales y buenos de la vida. Hay instituciones y grupos,
civiles y cristianos, que tratan de hacer coherentes la ética y la realidad, su ética y su
vida. Lo que sigue a continuación está pensado con el deseo de respaldar y cimentar
esta última posición de búsqueda. Pero esto requiere un replanteamiento de la
cuestión ética.
IV. Replanteamiento ético.
En primer lugar es necesario caer en la cuenta de que la ética o la moral no
consisten en cumplir normas que se imponen arbitrariamente al hombre y que
más bien parecerían estorbar su vida y realización humana. Pero tampoco es
consecuente una ética relativista, individualista o pragmática que la hace
depender totalmente de las diferencias de culturas, personas o intereses. Menos aún
tiene sentido una ética fácil (Iíght) del todo vale si me parece bien o me conviene.
Frente a esas falsas alternativas se hace necesario clarificar lo que es la ética y su
significado para el ser humano y su vida.
Ética es lo que realmente da sentido trascendente, autenticidad y coherencia al
quehacer del hombre, en lo personal y en su convivencia con los demás.
De lo que se trata primordialmente es de cimentar, hacer creíble y comprensible
actualmente el planteamiento de la ética en cuanto que no es algo sobreañadido, una
superestructura respecto al ser mismo del hombre y percibido como una carga a
veces innecesaria, sino como la vocación del hombre a ser verdaderamente humano,
a tener que encontrar y dar sentido a su vida en la búsqueda de su realización
auténtica y plena en sus dimensiones personal, social e histórica. El "deber ser" de la
ética surge y se sustenta en el ser mismo del hombre, en su estructura antropológica.
Se trata en el fondo: 'De la captación del valor que tiene en sí mismo todo aquello que
es humano, sin necesidad de justificación exterior a él. De la intuición de que vale
más ser humano y bueno que no serio, que amar es mejor que no amar, que el bien
se justifica y se paga a sí mismo sin necesidad de otro premio distinto, y que vivir
humanamente, en libertad y en justicia, con los hombres y para los hombres, es la
mayor aspiración - y la obligación - del ser humano."
Como indica A. Torres Queiruga: "Las normas morales, en cuanto morales, aparecen
fundadas en la propia naturaleza humana; son aquellas pautas de conducta que
ayudan a su realización auténtica: son buenas porque ayudan a ser más y mejores
Personas. Lo específico de la conciencia religiosa no consiste en tener normas
morales distintas, sino en que las comunes son reconocidas por ella como siendo
idénticamente manifestación de la voluntad de Dios ... “
Esto no significa que no podamos hablar legítimamente de una moral o ética
cristiana, en el sentido que el cristiano puede encontrar un refuerzo a sus actitudes
morales en motivaciones de inspiración bíblica: al alimentarse evangélicarnente la fe
ahonda la fundamentación moral en la que puede coincidir en muchos de sus
aspectos con los no cristianos. Recuperará, también así, su papel de inspirar
esperanza en vez de sólo reprimir la iranoralidad.
Lo que sí podemos decir, desde el punto de vista cristiano, es que el Evangelio
explicita lo que tiene de más valioso el ser humano y critica proféticamente la
moral del mundo tal como se da de facto.'
Eso significa también que los cristianos tenemos que encontrar la forma de que los
valores fundaluentales del evangelio puedan ser considerados como válidos y
creíbles aún por los no cristianos.
Ahora bien, el que la ética parta de la misma estru etura del ser humano y en ese
sentido sea autónoma, no quiere decir que sea autárquica o autosuficiete.
Como veremos en la siguiente charla, la ética, por lo menos desde el punto de vista
cristiano, es al mismo tiempo autónoma y teónoma, y debe tener una referencia
objetiva.
A parte de lo dicho, y para no creer que pasa por encima de la moral nos hace libres
o es un modo de liberación, podemos considerar como moral y ético todo lo que
ayuda a la realización del hombre personal y socialmente considerado, que es lo
mismo que Dios quiere para él, lo que lo hace realmente libre, lo que lo lleva a amar,
lo que es auténtico y verdadero en él. En resumen podríamos decir que es mal lo que
inhumaniza al hombre y que todo lo que le ayuda a cumplir su vocación humana, en
la que se expresa la voluntad divina, es lo que constituye llamado ético, el bien ético.
El que la ética se base en el ser humano en cuanto tal nos hace percibir con claridad
que la ética no puede ser relativa sin negarse a ella misma. Como señala Adela
Cortina, el relativismo que afirma que no podemos encontrar ningún criterio desde el
cual preferir unas opciones respecto de las otras, que es imposible distinguir lo justo
de lo injusto, lo malo de lo bueno, es inhumano: "Porque cuando alguien dice 'esto
es justo', si con eso está pretendiendo decir algo, no expresa simplemente una
opinión subjetiva ("yo apruebo x"), ni tampoco relativa a nuestro grupo, sino la
exigencia de que cualquier hombre lo tenga por justo."'
Es defendible la existencia de valores universales y la clave de todos esos valores es
el valor absoluto de las personas. Lo que sí es absolutamente necesario es el
"respetuoso pluralismo" pues si bien el hombre aspira al conocimiento de la verdad
ningún individuo, pueblo o cultura la posee en exclusiva y se hace necesario el
diálogo y la comunicación para encontrarse en la verdad.
Es muy importante caer en la cuenta que la ética no es relativa pero sí evolutiva.
El ser humano no es una realidad estática y pasiva, sino dinámica y activa, es decir
histórica. Justamente la ética nos hace caer en la cuenta de que el hombre, tanto en
su dimensión personal como social, es un ser en proyecto de sí mismo, en tensión,
orientado hacia mayores niveles de realización y de humanización. En la Biblia se
puede percibir con bastante claridad cómo el ser humano va creciendo y madurando
en su percepción ética; así vemos todo el avance que hay entre el "Ojo por ojo y
diente por diente" (ley de talión) del Antiguo Testamento evocado por Jesús y el
"amen a sus enemigos" (cf. Mt. 5, 38 - 44) de él mismo. Por eso podemos esperar
del futuro un mayor esclarecimiento y progreso ético y moral. Pero el hombre no
puede ni debe renegar de su pasado henchido de experiencias. En este sentido es
muy sabia la doble recomendación del Concilio Vaticano II: arraigo tradicional y
respuesta a los retos actuales de cara al mañana.
V. Fundamento antropológico de la ética.
A partir de lo dicho, conviene considerar lo que constituye el fundamento de la ética
en el ser humano. La exigencia ética no proviene de una autoridad externa al
hombre; es una exigencia de su condición de ser humano. El hombre no puede
elegir ser ético o no. En expresión de López Aspitarte que parafrasea a Sartre, " el
hombre está condenado a ser ético. El animal tiene su vida resuelta por el
dinamismo de sus instintos a los que, por otra parte no puede escapar. Al hombre,
en cambio, los instintos le son insuficientes y no se le ha dado un modo específico y
determinado de ser y comportarse, sino que él mismo tiene que encontrarlo, y en ello
se da conjuntamente el llamado ético y su dignidad de ser humano".
Para explicitar lo anterior, creo que se pueden plantear cuatro dimensiones del
fundamento ético en el ser humano:
1. El hombre como ser consciente, libre y por tanto responsable, se ve en la
necesidad ineludible de elegir y de emitir juicios de valor para poder optar consciente,
libre y responsablemente. Así el hombre sólo es responsable ética y moralmente en
la medida que es libre y consciente y, justamente por ello, responsable de sus actos.
2. El hombre como ser en búsqueda de sentido. De lo anterior se deduce que el
ser humano no tiene un destino predeterminado de encontrar y dar un sentido a la
vida (y a su propia vida) que oriente el quehacer de las personas y la sociedad. Aquí
entra en juego la afectividad del hombre que desea el bien aunque lo haga de manera
equivocada, pues la búsqueda de sentido a la vida es algo que compromete a todo
el hombre y no sólo su inteligencia.
3. El hombre como ser histórico en búsqueda de autenticidad y humanidad. Se
da por la tensión que se encuentra en el hombre entre lo que es y lo que debe,
puede y quiere ser; entre su ser de hombre y su autenticidad y humanidad, es decir
su autorealización personal, social y trascendente. Del ser antropológico se
deriva el deber ser y hacer ético, pero al mismo tiempo el ser del hombre sólo alcanza
su plenitud a través del llamado ético.
El ser proyecto de sí mismo es lo que hace al hombre ser ético. Es el llamado a
construir su propio ser en libertad.
4. El hombre como ser social y solidario. Somos constitutivamente sociales,
modelamos y somos modelados por el medio socio - cultural. El bien y mal que
hacemos repercute en los otros y viceversa. Nuestros actos afectan y cualifican a los
otros hombres y esto es recíproco. Si esto es así, la exigencia ética de construir la
solidaridad es clara.
VI.
Algunas conclusiones.
1.
De lo anterior se desprende una conclusión clara y a mi parecer positiva: a
partir de la crisis es que no podemos pretender que se nos diga lo que tenemos que
hacer desde el punto de vista ético y moral, sino que nos vemos prácticamente
obligados a hacernos nosotros mismos responsables de nuestro
comportamiento ético en lo personal y en lo social, y, por tanto, tener que
encontrar significado y coherencia a la realidad y a la propia vida.
Evidentemente esta constituye un problema que muchos rehuyen pero al mismo
tiempo es aquello que hace que nuestra vida sea digna de ser vivida y no caiga en
la rigidez, la venalidad o la frustración.
2.El hacer lo anterior nos posibilitará ser, como ciudadanos y cristianos,
conciencia moral en nuestra sociedad desmoralizada, y en parte amoral, pero que
tiene una base humana y religiosa de gran valor. Esta tarea me parece indispensable
en nuestro país.
MIFSUD,
Hacia una moral liberadora.
MARDONES, J.M,
Postmodernidad y Cristianismo.
GONZALEZ-CARVAJAL, L.
1991 Ideas y creencias del hombre actual. Sal Terrae.
BRAUDRILLARD, J.
1984 Las estrategias fatales. Anagrama, Barcelona,
LYOTARD, J. F.
1986 La condición postmoderna. Cátedra, Madrid,
GONZÁLEZ FAUS, J.I.
1984 Fe en Jesús y Liberación. I.S.E. T.
TORRES QUEIRUGA, A.
1998 La eutanasia, entre la ética y la religión. Razón y Fe. Abril
JOSSUA, J.P.
1990 Cuestión de fe. Sal Terrae.