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El Inmaculado Corazón de María
Tu padre y yo te buscábamos angustiados
(Lc 2,41-52)
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 12,6)
Alegra mi corazón con tu auxilio y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho.
ORACIÓN COLECTA
Oh Dios, tú que has preparado en el corazón de la Virgen María una digna morada al Espíritu Santo,
haz que nosotros, por intercesión de la Virgen, lleguemos a ser templos dignos de tu gloria.
PRIMERA LECTURA (Is 61, 9-11)
Desbordo de gozo con el Señor
Lectura del Profeta Isaías
Su estirpe será celebre entre las naciones, y sus vástagos, en medio de los pueblos. Los que los
vean, reconocerán que son la estirpe que bendijo por el Señor. Desbordo de gozo en el Señor, y me
alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo,
como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus
brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos
ante todos los pueblos.
SALMO RESPONSORIAL 1 Sam 2, 1-8 (R.:1ª)
R/. Mi corazón se regocija por el Señor, mi salvador
Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación. R/.
Se rompen los arcos de tus valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía. R/.
El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece. R/.
Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria. R/.
SEGUNDA LECTURA (Ef 3,8-12.14-19)
Experimenten el amor de Cristo, que sobrepasa todo conocimiento
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios
Hermanos: a mí, el más insignificante de todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a los
gentiles la riqueza insondable que es Cristo, y aclarar a todos la realización del misterio, escondido
desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo. Así, mediante la Iglesia, los Principados y
Potestades en los cielos conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno,
realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado acceso a Dios, por la fe
en él. Por esta razón, doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo
y en la tierra, pidiéndole que, de los tesoros de su gloria, os conceda por medio de su Espíritu
robusteceros en lo profundo de vuestro ser, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, que el
amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; y así, con todos los santos, lograréis abarcar lo ancho, lo
largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano. Así
llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios.
Hermanos:
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (cf Lc 2,19)
R/. Aleluya, aleluya
Dichosa es la Virgen María, que conservaba la palabra de Dios, meditándola en su corazón.
R/. Aleluya, aleluya
EVANGELIO (Lc 2,41-52)
Tu padre y yo te buscábamos angustiados Evangelio
Lectura del Santo Evangelio según san Lucas
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió
doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño
Jesús se quedo en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la
caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no
encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo,
sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían
quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le
dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos
angustiados.» Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de
mi Padre?» Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió
bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acoge, Señor, la ofrenda y las súplicas que te presentamos en la contemplación de María, la Madre
de Dios; haz que sean agradables a tus ojos y atraigan sobre el pueblo el auxilio de tu protección.
Prefacio: El Inmaculado Corazón de María
El corazón de María es el corazón de una que vive según la Nueva Ley.
Padre, Dios todopoderoso y eterno:
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar
por Jesucristo, nuestro Señor.
Tú diste a la Bienaventurada Virgen María
un corazón sabio y obediente,
para poder cumplir a la perfección tu voluntad;
le diste un corazón nuevo y amable,
en el que tú bien te complacías
y en el que inscribiste la ley de la Nueva Alianza.
Le diste un puro e indiviso corazón,
para que fuera digna de ser
la Virgen Madre de tu Hijo
y de regocijarse viéndote para siempre.
Le diste un corazón firme y vigilante
para que pudiera aguantar sin miedo la espada de dolor
y esperar en fe la resurrección de su Hijo.
Con toda la compañía de los ángeles,
y unidos a su canto de alegría,
nosotros también cantamos tus alabanzas
entonando sin cesar:
R/ Santo, santo, santo...
ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Lc 2,19)
María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón
Oración después de la Comunión
Dios Padre amoroso: En esta tu eucaristía hemos saboreado con gozo el Pan de Vida y el Vino de
alegría de tu Hijo Jesucristo. Llénanos con su Espíritu de amor para que nuestro amor, como el de
María, sea serio y duradero. Por eso te pedimos que la indiferencia no lo extinga, ni la riada de la
impaciencia o del odio lo barran. Que arda la llama permanente que caliente los corazones de todos
y que experimentemos siempre el fuego ardiente que nos une a ti, nuestro Dios vivo, ahora y por los
siglos de los siglos. R/ Amén.
Lectio
La Memoria del Inmaculado Corazón de María, se celebra al día siguiente de la Solemnidad del
Sagrado Corazón de Jesús.
La devoción al Inmaculado Corazón de María, junto con la del Sagrado Corazón de Jesús, fue
promovida por San Juan Eudes en el siglo 17.
El Papa Pío VII y Pío IX sugirieron su celebración como Purísimo Corazón de María. En 1944, el
Papa Pío XII extendió esta devoción a toda la Iglesia fijando la celebración del Inmaculado Corazón
de María el 22 de agosto, 8 días después de la Asunción. Con la renovación litúrgica, se cambió la
fecha para un día después de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
Lucas escribe: "María, por su parte guardaba estas palabras y las meditaba en su corazón".
El evangelista Lucas presenta a María como la primera creyente después de pascua. Ella da inicio a
la comunidad de fe, nacida también del Espíritu lo hemos recordado en la fiesta de Pentecostés,
nos repite, para terminar, que María "guardaba todas estas palabras en su corazón". La última
palabra misteriosa de Jesús (2, 50), pero también todas las demás que habían precedido y todos los
acontecimientos que habían surgido de ella.
En su corazón…El corazón desarrolla una sinergia, un lazo invisible, pero de irresistible fortaleza,
que nos une con Dios, con los hombres y con cuanto nos rodea.
El Corazón de María, expresa el corazón físico que latía en el pecho de María, Ella entregó la
sangre más pura para formar la Humanidad de Cristo, y en el que resonaron todos los dolores y
alegrías sufridas a su lado; y el corazón espiritual, símbolo del amor más santo y tierno, más
generoso y eficaz, que la hicieron corredentora, con el cúmulo de virtudes que adornan la adornan.
El Corazón de María es el de la Hija predilecta del Padre, que con mayor dulzura y ternura haya
amado a su Hijo. El Corazón de la Esposa donde el Espíritu realizó la más grande de sus maravillas,
concibió por obra del Espíritu Santo al Emmanuel, Dios con nosotros.
El Corazón de María es también un corazón humano, muy humano. Es el corazón de la Madre:
Todos los hombres hemos sido engendrados en el Corazón Inmaculado de María: "Mujer, he ahí a
tu hijo" (Jn 19,26.) San Juan nos representaba a todos. Porque amó mucho mereció ser Madre de
Dios y atrajo el Verbo a la tierra; con mucho sufrimiento, ha merecido ser Madre nuestra.
El amor a su Hijo y a sus hijos es tan especial, pues se puede decir que guarda en su corazón las
acciones más insignificantes de sus hijos, hermanos de su Hijo Jesús.
Ante los acontecimientos difíciles. Le preguntó al Ángel y le pregunta a su Hijo, y con su hijo se
identificó cuando en la cruz Jesús también preguntó: ¿por qué? No se trata de mantener un silencio
estéril, la postura ante el misterio de la vida solicita una respuesta. Nos invita a pensar que de la
pregunta humilde hecha oración viene la respuesta elocuente de un Dios que habla y se revela hasta
en sus silencios y en los acontecimientos, los menos o más afortunados.
¿Qué dice de Jesús?
Pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Él decidió quedarse en el templo. Decide quedarse para escuchar y dialogar con los doctores de la
ley. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.
Jesús, a pesar de que ya había comprendido que debía estar en la casa de su Padre – Dios, aceptó
vivir bajo la autoridad de María y de José. De ellos aprendió a obedecer al Padre – Dios.
“Cada año por la fiesta da Pascua”. Estas palabras nos ayudan a definir mejor el contexto espiritual
en el que el texto se desarrolla, y de este modo se convierten, para nosotros, en la puerta de entrada
en el misterio, en el encuentro con el Señor y con su obra de gracia y de misericordia sobre
nosotros.
Junto a María y José, junto a Jesús, también nosotros podemos vivir el don de una nueva Pascua, de
un “paso”, una superación, un movimiento espiritual que nos lleva “a la otra parte”, a más allá. El
paso es claro y fuerte; lo intuimos siguiendo a la Virgen María en esta experiencia suya con el Hijo
Jesús. Es el paso de, la dispersión a la interioridad, de la angustia a la pacificación de la
superficialidad a la profundización y testimonio.
A nosotros nos queda ponernos en camino, descender también en el camino y unirnos a la caravana,
a la comitiva de los peregrinos que están saliendo hacia Jerusalén para la celebración de la fiesta de
Pascua. Sin ostentación ser procesión de Dios entre los hombres, todos como Peregrinos hacia la
Pascua definitiva.
* “Iban” uno de los verbos que se suceden a lo largo de los versos de este texto. Un texto en el que
aparecen los protagonistas en movimiento, en éste contexto, hay también un profundo movimiento
espiritual, caracterizado por el verbo “buscar”, expresado de modo repetido: “ se pusieron a
buscarlo”; “se volvieron en su busca”; “angustiados te buscábamos”; “ ¿por qué me buscabais?”.
Esto nos hace comprender que el viaje, el verdadero recorrido es reconocer en el texto un viaje
espiritual; es un viaje de búsqueda de Jesús, debemos movernos, como María y José.
* “Se pusieron a buscarlo”. Es importante que nos abramos a una comprensión más profunda de
esta realidad. También porque Lucas usa dos verbos diferentes para expresar la “búsqueda”: en los
vv. 44 y 45, que indica una búsqueda esmerada, repetida, atenta, como de quien pasa revista a algo,
de abajo a arriba; y el segundo en los vv. 48 y 49, que indica la búsqueda de algo que se ha perdido
y que se quiere encontrar. Jesús es el objeto de todo este movimiento profundo e interior del ser; es
el objeto del deseo, del anhelo del corazón...
* “angustiados”. María abre su corazón delante de Jesús, contándole, todo lo que ha sentido dentro
de sí. Ella no teme contarle sus sentimientos. Pero ¿qué es la angustia, este dolor que ha visitado a
María y a José en la búsqueda de Jesús, que se había perdido? El término que encontramos viene
usado sólo cuatro veces en todo el Nuevo Testamento y siempre por Lucas. La angustia que prueba
a María nace precisamente de la separación, de la ausencia, de la lejanía de Jesús. En nuestro caso
cuando él no está, desciende el sin sentido, la angustia, el vacío, la disipación y aunque
aparentemente fluya todo normal. Volverlo a encontrar es el único modo posible de recuperar la
alegría de vivir.
María perdió a su hijo y encontró al Hijo de Dios. El caso es que ella no paró hasta recuperarlo y se
atrevió a pedirle una explicación a su comportamiento. Fue ansiosa su búsqueda y grande su anhelo
por reencontrarlo.
La respuesta que Jesús dio a su madre no aclaró su comportamiento: la paternidad de Dios no había
sido obstáculo para su maternidad; no lo pudo entender muy bien, pero tuvo que convivir con él. Y
hubo que irse acostumbrando a no comprender a quien habría dado a luz. Se puede amar a Dios
como María hizo con Jesús, sin llegar a entender sus razones; pero sin dejar de custodiarlo, mientras
vivamos en su compañía. Y de hecho, a medida que crecía Jesús, crecía ante su madre como Hijo de
Dios.
La forma de conservar a Dios es respetando sus decisiones y aceptando sus opciones, por extrañas
que nos parezcan es, como lo hizo María; conservar cuanto con él vivía entrañablemente en el
corazón: guardar en silencio cuanto veía.
ALGUNAS PREGUNTAS
* Esta Palabra del Señor, en su simplicidad, es también muy clara, muy directa. La invitación a
salir, a tomar parte en la fiesta de Pascua está dirigida también a mí. ¿Me decido, entonces, a
levantarme, a ponerme en movimiento, a afrontar el tramo de camino que el Señor pone delante de
mí? Y más: ¿acepto entrar a formar parte de la comitiva de aquellos que han optado en su corazón
por el santo viaje?
* ¿Siento como mía la experiencia de la búsqueda del Señor? ¿O bien no me parece importante, no
siento la falta, me parece poder hacerlo todo por mí? ¿Me he percatado en mi vida alguna vez de
haber perdido al Señor, de haberlo dejado lejos, de haberlo olvidado?
* La angustia, de la que habla María, ¿ha sido alguna vez mi compañera de viaje, presencia triste en
mi jornada, o en periodos largos de mi vida? Quizá sí. Descubrir, gracias a esta Palabra, que la
angustia viene provocada por la ausencia del Señor, por la pérdida de él, ¿me es de ayuda, me
ofrece una luz, una clave de lectura para mi vida?
* ¿La vida del corazón, que María traza con tanta claridad ante mí, hoy me parece que se puede
recorrer?
¿Deseo empeñarme en este desafío, conmigo mismo, con el ambiente que me circunda, quizá con
quien vive más cerca de mí? ¿Estoy dispuesto/a
a optar por descender un poco más en
profundidad, para aprender a “custodiar a través de”, es decir, hasta el fondo, conmigo mismo
totalmente? ¿Para mí el Señor y la relación con él es muy importante, muy involucra dora? ¿Es el, sí
o no, el Amigo precioso, la Presencia más querida a la que quiero abrir de par en par mi corazón...?
CONTEMPLACIÓN – ACCIÓN. ¿A qué me invita el texto?
Que nuestra mirada vuelva a María para que nos acompañe en la escucha atenta de la Palabra, y que
al pasar por la experiencia de perder a Jesús, descubramos al Hijo de Dios y la voluntad del Padre.
Aprendamos a respetar los caminos de Dios y contemplar su acción misericordiosa y amorosa en
cada momento de nuestra vida.
ORACIÓN. ¿Qué le digo al Señor movido por su Palabra?
Gracias, Padre, Bueno, porque en tu Hijo Jesús, nos has manifestado que eres un Dios que precisa
de cuidados, dado que puede perdérsenos tu Hijo en cualquier momento y lugar.
Hoy, tu Palabra, me invita a dialogar contigo sobre lo que me lleva a perder de vista a tu Hijo o
sobre lo que le lleva a Él a esconderse de mi vida y huir de ella.
Me descubro compañero de María en la búsqueda afanosa de Dios y en la angustia por haberlo
perdido. Es una sorpresa agradable, y como tal la siento. Y por lo mismo, agradezco a María el
haber pasado por esta situación y ser la Maestra en la búsqueda y en el hallazgo de Dios.
Caigo en la cuenta de que quien pierde a Dios no lo recupera idéntico a como lo tenía antes. Doy
gracias a Dios por ello: bien valió la pena tu extravío, Señor, tras encontrarte, te recupero más
divino. Me quedo admirado y agradecido con los métodos y las formas de proceder del Padre. No
siempre comprensibles pero siempre estupendos y hechos por amor a sus creaturas.
CONTEMPLACIÓN – ACCIÓN. ¿Cómo debo vivir concretamente la Palabra?
Que nuestra mirada vuelva a María para que nos acompañe en la escucha atenta de la Palabra, y que
al pasar por la experiencia de perder a Jesús, descubramos al Hijo de Dios y la voluntad del Padre.
Aprendamos a respetar los caminos de Dios y contemplar su acción misericordiosa y amorosa en
cada momento de nuestra vida, con una búsqueda continua hecha realidad, evidencia, testimonio.
Apéndice
Decreto, de la Sagrada Congregación de Ritos del 4 de mayo de 1944, por el que se extiende a toda
la Iglesia con rito de la Fiesta del Inmaculado Corazón de María, con misa y oficio propios,
aprobados por San Juan XXIII.
A la ciudad y al mundo
El culto litúrgico al Corazón de la Santísima Virgen María, cuyos lejanos antecedentes se
remontan a los comentarios de los Santos Padres sobre la Esposa de los Cantares y cuyo
camino prepararon en la Edad Media y en tiempos más recientes santos varones y mujeres,
fue por primera vez aprobado por la Sede Apostólica a comienzos del siglo XIX, cuando el
papa Pío VII instituyó la fiesta del Purísimo Corazón de María para todas aquellas diócesis
y familias religiosas que la solicitaran, fijando su piadosa y santa celebración el domingo
infraoctavo de la Asunción. A mediados de la misma centuria, esta fiesta del Purísimo
Corazón de la Santísima Virgen María, que se estaba propagando cada vez más en el orbe
católico fue dotado, por mandato de Pío IX y obra de la Sagrada Congregación de Ritos con
misa y oficio propios. Además, a este culto al Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen
María la Iglesia tributó el honor debido toda vez que, bajo el símbolo de este Corazón, se
venera con gran devoción la santidad eximia y singular del alma de la Madre de Dios, y
especialmente su amor ardentísimo a Dios y a su hijo Jesús, así como su piedad maternal
hacia el género humano, redimido por la Sangre divina. Fortalecíase, entre tanto, en las
almas tanto de los pastores como de los fieles, el afán y el deseo que la fiesta del Purísimo
Corazón de la Santísima Virgen María redundase en el bien común de toda la Iglesia. Por lo
cual, el día de la Inmaculada Concepción de 1942, nuestro Santísimo Señor el papa Pío XII,
compadecido por los gravísimos sufrimientos con los que son afligidos los pueblos
cristianos por causa de la cruel guerra presente, consagró también a perpetuidad al Corazón
Inmaculado de la Santísima Virgen y Madre al género humano que ya León XIII había
dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Y para que se conservara el recuerdo de dicha
consagración decretó que se extendiera a la Iglesia universal la fiesta del Inmaculado
Corazón de la Santísima Virgen María, con misa y oficio propios, a celebrarse cada año el
día 22 de agosto en lugar de la Octava de la Asunción de la misma Santísima Virgen, con
rito doble de segunda clase. Y ello para que, con el auxilio de la Santísima Madre de Dios,
obtengan todos los pueblos la paz y la Iglesia de Cristo la libertad, los pecadores, libres de
sus reatos, y todos los fieles en fin se hagan fuertes en el amor a la pureza y en el ejercicio
de las virtudes. Así pues, secundando estas disposiciones del Santo Padre, el infrascripto
cardenal Carlo Salotti, obispo de Palestina y prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos,
en la audiencia del día 10 de diciembre de 1943, sometió al mismo Santísimo Señor el
esquema del oficio propio y de la misa del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen
María. Finalmente, Su Santidad aprobó el esquema presentado y mandó que se lo utilizara
para la fiesta del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María en la Iglesia universal,
tal como consta en el ejemplar adjunto. Obsérvese según las rúbricas, sin que obsten
cualesquiera que fueren contrarias.
De la Exhortación Apostólica Marialis Cultus de su Santidad Pablo VI para la recta
ordenación y desarrollo el culto a la Santísima Virgen María
25. Ante todo, es sumamente conveniente que los ejercicios de piedad a la Virgen María expresen
claramente la nota trinitaria y cristológica que les es intrínseca y esencial. En efecto, el culto
cristiano es por su naturaleza culto al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo o, como se dice en la
Liturgia, al Padre por Cristo en el Espíritu. En esta perspectiva se extiende legítimamente, aunque
de modo esencialmente diverso, en primer lugar y de modo singular a la Madre del Señor y después
a los Santos, en quienes, la Iglesia proclama el Misterio Pascual, porque ellos han sufrido con Cristo
y con El han sido glorificados. En la Virgen María todo es referido a Cristo y todo depende de El:
en vistas a El, Dios Padre la eligió desde toda la eternidad como Madre toda santa y la adornó con
dones del Espíritu Santo que no fueron concedidos a ningún otro. Ciertamente, la genuina piedad
cristiana no ha dejado nunca de poner de relieve el vínculo indisoluble y la esencial referencia de la
Virgen al Salvador Divino . Sin embargo, nos parece particularmente conforme con las tendencias
espirituales de nuestra época, dominada y absorbida por la "cuestión de Cristo", que en las
expresiones de culto a la Virgen se ponga en particular relieve el aspecto cristológico y se haga de
manera que éstas reflejen el plan de Dios, el cual preestableció "con un único y mismo decreto el
origen de María y la encarnación de la divina Sabiduría". Esto contribuirá indudablemente a hacer
más sólida la piedad hacia la Madre de Jesús y a que esa misma piedad sea un instrumento eficaz
para llegar al "pleno conocimiento del Hijo de Dios, hasta alcanzar la medida de la plenitud de
Cristo" (Ef 4,13); por otra parte, contribuirá a incrementar el culto debido a Cristo mismo porque,
según el perenne sentir de la Iglesia, confirmado de manera autorizada en nuestros días, "se atribuye
al Señor, lo que se ofrece como servicio a la Esclava; de este modo redunda en favor del Hijo lo que
es debido a la Madre; y así recae igualmente sobre el Rey el honor rendido como humilde tributo a
la Reina"