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Que nuestro corazón descanse en Dios
Mar del Plata, 8 de diciembre de 2012
Queridos hermanos turistas:
Como Obispo de Mar del Plata, deseo darles la bienvenida a nuestra diócesis,
adonde han venido para pasar unos días de descanso.
Es bien sabido que no sólo la ciudad de Mar del Plata, sino varias otras ciudades de
nuestra costa o de nuestro interior, ejercen un especial atractivo como lugar de
vacaciones y de sana recreación en familia o entre amigos.
El contacto con la naturaleza en sus distintas formas, la intensificación de los
vínculos familiares, las charlas distendidas, las reuniones informales que fomentan la
amistad, la ausencia de obligaciones laborales o de compromisos urgentes, el mar y
otros paisajes, permiten una recuperación física y anímica después de meses de trabajo y
esfuerzo que, a veces, constituyen una rutina exigente y agotadora.
Pero el merecido descanso y nuestras bienhechoras vacaciones quedarían sin sentido
completo si nos olvidáramos de Dios. En Él, en efecto, está la plenitud de la vida y la
fuente de energías reparadoras para nuestro espíritu fatigado por los problemas
cotidianos de la vida y las oscuridades que siempre parecen oponerse a nuestra ansia de
felicidad.
En cuanto seres humanos, llevamos en nuestro interior un deseo irrenunciable, que
nos acompaña, aunque no siempre tomemos conciencia explícita de él. Deseamos una
vida mejor, en la cual pudiéramos satisfacer nuestras legítimas aspiraciones, pero desde
temprano en la vida descubrimos que nuestros logros son inestables y efímeros, siempre
amenazados por el disgusto. Anhelamos plenitud, pero nos enfrentamos continuamente
con el límite que nos pone la realidad. ¿Dónde encontrar entonces una mayor calidad de
vida y satisfacción plena de nuestros anhelos?
“La fuente de la alegría cristiana es la certeza de ser amado por Dios, de ser amado
personalmente por nuestro Creador… con un amor apasionado y fiel, un amor que es
mayor que nuestra infidelidad y nuestros pecados, con un amor que perdona”
(BENEDICTO XVI, 1-VI-2006). Estas palabras de nuestro Papa, son como el eco de otras
pronunciadas por uno de los más grandes genios del pensamiento que produjo la fe
cristiana, el gran obispo San Agustín de Hipona: “Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro
corazón está inquieto hasta que descansa en ti” (Confesiones, I,1).
Dios es nuestro descanso. Dios revelado en Jesucristo, quien nos infunde la gracia,
la fuerza y la paz del Espíritu Santo para renovar y rejuvenecer nuestro espíritu.
Necesitamos recuperar nuestro contacto con Él si lo hemos perdido, acrecentarlo si lo
hemos dejado enfriar.
Durante estos meses de verano, decenas de sacerdotes venidos de otras diócesis nos
acompañan en nuestras iglesias, capillas y santuarios y se suman a los que trabajan
establemente en la diócesis, para brindar un servicio espiritual conforme a los mayores
requerimientos.
Estamos en el Año de la Fe. Los días de descanso pueden ser una excelente ocasión
para alimentar la luz que ella nos trae. La confesión sacramental de nuestros pecados
puede devolvernos la paz perdida. La asistencia a la Santa Misa dominical o incluso
cotidiana, nos aportará la fuerza reconstituyente que necesitamos, al alimentar nuestro
espíritu con la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Las palabras del Señor,
grabadas en nuestra memoria, podrán ser mejor asimiladas si nos preocupamos por
hacernos tiempo para rezar.
A quienes se encuentren en Mar del Plata, los días lunes, a las 20:30 h., al término
de la Misa vespertina, los espero en la iglesia Catedral de San Pedro y Santa Cecilia,
para compartir con ustedes una reflexión que alimente la fe. También para saludarlos y
bendecirlos personalmente.
En espera de encontrarlos pronto, los saludo deseándoles la Paz de Cristo y les dejo
mi cordial bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
+ ANTONIO MARINO
Obispo de Mar del Plata