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Transcript
LA UNIVERSIDAD POR UN NUEVO HUMANISMO
JUBILEO DE DOCENTES UNIVERSITARIOS
II ENCUENTRO NACIONAL DE DOCENTES
UNIVERSITARIOS CATOLICOS
COMISION: LA PERSONA HUMANA: GENEALOGIA,
BIOLOGIA Y BIOGRAFIA
106: PERSONA: META PRIVILEGIADA DE LA PSICOLOGIA
“SALUD MENTAL Y LIBERTAD FRENTE AL PROBLEMA
DEL ABORTO”
Lic. M. Carolina Pavía
Instituto de Etica Biomédica
Pontificia Universidad Católica Argentina
Bs.As., Octubre de 2000
II ENCUENTRO DE DOCENTES UNIVERSITARIOS CATOLICOS
Comisión 106: “La persona: meta privilegiada de la Psicología”
Salud mental y libertad frente al problema del aborto
Lic. M. Carolina Pavía1
Resumen
En el presente trabajo se aborda el tema de la libertad de la mujer frente al
problema del aborto y las implicancias desde una perspectiva de la salud mental.
Se resumen conceptos vertidos por profesionales que se dedicaron a indagar los
factores de predisposición (Ney, 1997; Wickett-Ney,1989) y las consecuencias
psicológicas del aborto en la mujer (Rue-Speckhard, 1992; Cassadei, 1996;
Casey, 1996; Agich, 1996; Ney, 1997). Se desarrollan las nociones de negligencia
y abuso infantil, crisis vital y embarazo, mecanismos psicológicos implicados y
duelo patológico. Se presentan los diferentes cuadros post-aborto y, se introduce
una reflexión acerca de la responsabilidad, el grado de conciencia y libertad de la
mujer ante el problema. Concluimos que existen factores de predisposición que
inciden en la plena capacidad de conciencia frente a la decisión de abortar. Estos
factores interactúan con el medio de la mujer, colaborando o no para una mayor
toma de conciencia. No negamos la existencia de libertad, responsabilidad y
culpabilidad de la mujer frente al aborto (como tampoco lo niega la mujer que
abortó), sino que apelamos a su graduación, abriendo el campo a la
responsabilidad que todos tenemos, directa o indirectamente, frente a la decisión
que ella tome. Finalmente, señalamos la importancia profesional y social ante un
fenómeno que repercute psicológicamente en la mujer, a quien, en tanto persona,
la consideramos meta privilegiada de la psicología, y a la cual nos debemos con
responsabilidad en nuestra labor cotidiana.
1
Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires
Profesor Asistente del Magister en Etica Biomédica de la Pontificia Universidad
Católica Argentina
Docente e Investigador del Instituto de Etica Biomédica de la Pontificia Universidad
Católica Argentina
Psicóloga Clínica en el Area Infanto-Juvenil
Egresada del International Institute for Pregnancy Loss and Child Abuse Research and
Recovery (IIPLCARR), Victoria, Canadá
Miembro Adherente del Consejo Académico de Etica en Medicina
Miembro Adherente de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad
1
II ENCUENTRO DE DOCENTES UNIVERSITARIOS CATOLICOS
Comisión 106: “La persona: meta privilegiada de la Psicología”
Salud mental y libertad frente al problema del aborto
Lic. M. Carolina Pavía2
Introducción
El propósito del presente trabajo es introducir un campo de reflexión en el
área de la salud mental. Más específicamente, se trata de presentar
conocimientos científicos a partir de los cuales abordar el tema que nos reúne en
este simposio: la libertad humana en el contexto de la enfermedad psíquica,
considerando a la persona como la meta privilegiada de la psicología.
Para ello, recurriremos al estudio de un fenómeno de relevancia actual: el
aborto y sus implicancias psicológicas.
La elección del tema no es azarosa, sino que es fruto de un trabajo de
investigación que realizara en el Instituto de Etica Biomédica de la Universidad
Católica Argentina; el cual surgió como preocupación por profundizar el tan
debatido y casi “trillado” tema del aborto, objeto de estudio abordado por la
Bioética. Pues bien, el objetivo no era focalizar sobre lo sucedido en la vida
naciente que muere en el aborto sino rescatar las consecuencias que de tal acto
se desencadenan en la mujer que aborta. Así, centramos nuestra mirada de
estudio en la otra persona implicada en el fenómeno del aborto; persona que
resulta frecuentemente olvidada.
Precisamente, debido a que es la persona la meta privilegiada de la
psicología, es que creemos necesario no olvidarnos de quien se ve afectada por la
interrupción voluntaria de su embarazo. Por lo tanto, en la presente ponencia nos
centraremos en la mujer, con el fin de poder encontrar mejores medios con los
cuales asistirla profesionalmente en el momento en que las secuelas psicológicas
del aborto se manifiesten interfiriendo en su normal vida de relación, adecuada
adaptación al medio, y salud psíquica en general.
Más aún, nos interesa plantear, en dicho contexto, la capacidad de plena
conciencia y libertad que la mujer posee frente al aborto y cómo trabajar la
culpabilidad en el proceso de tratamiento y “curación” de las consecuencias
acaecidas.
El camino al aborto: factores de predisposición (N.A.I)
En este punto recorreremos brevemente los factores de predisposición al
aborto. Denominaremos así a aquellos fenómenos que han sido descriptos por el
Lic. en Psicología – UBA. Docente e Investigador del Instituto de Etica Biomédica de la Pontificia
Universidad Católica Argentina.
2
2
Dr. P.G. Ney (1987 y ss.) como resultado de su continuo trabajo de investigación y
práctica con las mujeres que ha vivido una experiencia de aborto.
Tales factores se reúnen en bajo los conceptos de negligencia y abuso
infantil (N.A.I).
Estos fenómenos han sido descriptos en la literatura psicológica del
desarrollo infantil. Para mencionar algunos de los trastornos con los cuales se los
relaciona en la psicopatología general, enunciamos los siguientes trastornos de la
conducta: trastornos de la alimentación (Kent et al, 1999), trastorno de depresión
mayor, trastornos límite de la personalidad, trastorno disocial, y trastorno de
abusos de sustancias (Al-Mateen et al., 1998).
Asimismo, trabajos realizados en torno al NAI, han logrado delimitar los
siguientes términos: negligencia emocional, intelectual, educacional, médica,
abuso verbal, físico y sexual (DSM-IV, 1995; Al-Mateen et al., 1998; Ney, 1997).
Para poder diferenciar cada uno de tales términos necesitamos, primero,
tener en claro a qué nos referimos cuando hablamos de negligencia y de abuso.
La negligencia remite a la falta u omisión de aquellos cuidados básicos que
hacen al crecimiento y desarrollo infantil, tanto en sus aspectos de nutrición física,
intelectual y emocional, con los necesarios complementos médicos.
En tanto, el abuso, se refiere a aquellas acciones que agreden o afectan de
modo negativo el concepto de sí mismo del niño en proceso madurativo.
Es importante tener presente que ambos conceptos se deben a una mala
vinculación entre el cuidador y el niño y que, por lo general, se dan en conjunto y
no aisladamente unos de otros.
Ahora bien, ¿cuándo estamos frente a situaciones de negligencia?
La negligencia física se da cuando el cuidador no cubre las necesidades
físicas básicas de un niño, hasta el punto que estas omisiones pueden causarle
un daño físico.
La negligencia emocional, cuando no se proporcionan los apoyos
emocionales necesarios, como el amor, la protección y la supervisión.
La negligencia educacional, cuando no se proporciona una estimulación
intelectual apropiada o no se escolarice al niño.
La negligencia médica, cuando los padres o cuidadores no solicitan
cuidados médicos inmediatos o no cumplan con una pauta que se considera
importante para la salud y el bienestar del niño.
¿En qué consisten los fenómenos de abuso?
El abuso emocional consiste en la falta de aportación de apoyo psicológico
al niño. Es por lo general, rara vez notificado y difícil de demostrar cuando se
sospecha su existencia, básicamente por cuestiones culturales o de miedo a la
retaliación.3 Podemos esclarecer un poco más la definición, recurriendo a la
tipología observada por Briere (1992): 1) rechazo deliberado, 2) degradación o
devaluación, 3) promover sentimiento aterrorizador, 4) aislamiento, 5) corrupción,
6) explotación, 7) negación de la estimulación emocional esencial, el interés o la
3
El término retaliación está tomado del inglés “retaliation”, que significa represalia, acción vengativa.
3
disponibilidad, y 8) cuidado del hijo poco fiable y poco uniforme. Estos tipos
representan una idea de la forma concreta que toma el abuso emocional.
El abuso físico consiste en una aplicación de una acción física, que puede
dar lugar a una lesión permanente. Es la segunda forma con más frecuencia
notificada de abuso infantil. Puede deberse a un ciclo de violencia, y es resultado
de interacciones entre características del niño, del agresor y del entorno social.
Cabe aclarar, que esto último se aplica también a cada uno de los tipos de
negligencia y abuso. En todos esos casos se trata de interacción de vínculos, en la
que están implicados todos los “personajes” de la relación.
El abuso sexual se produce cuando un adulto o una persona con autoridad
se sirve de un niño para obtener una gratificación sexual. La mitad de los niños
que sufren abusos tienen entre 9 y 12 años. En Estados Unidos de América, un
27% de las mujeres y un 16% de los varones, indican haber sufrido abusos
sexuales antes de lo 18 años. Estas cifras remiten a la población norteamericana.
Un dato interesante es que se produce con la misma incidencia en todos los
grupos étnicos, religiosos y clases socioeconómicas.4
Las secuelas de la negligencia incluyen el retraso del crecimiento, la mala
vinculación, las malas habilidades de relación social y la cólera.
Las secuelas del abuso emocional consisten en una baja autoestima,
depresión y dificultades en las relaciones personales.
Las consecuencias del abuso físico conllevan conducta violenta, depresión,
abuso de sustancias y dificultades en las relaciones personales.
Las agresiones verbales, físicas y sexuales tienen un severo impacto en la
autoestima infantil, debilitándola y dando lugar a sentimientos de inseguridad y
falta de confianza en sí mismo y en los demás.
Finalmente, el abuso sexual resulta en conductas autolesivas, trastorno
límite de la personalidad, trastornos disociativos, depresión, baja autoestima,
problemas sexuales y dificultades en las relaciones personales. El abuso sexual
altera el desarrollo psicosexual.
Todos los fenómenos que recién detallamos, afectan la cognición y las
emociones del niño respecto del agresor, de sí mismo y del mundo en
general.
Tales factores predisponen a la actual niña y futura mujer embarazada al
riesgo de recurrir al aborto.
¿Por qué?
Estaremos en mejores condiciones de responder a esta pregunta al estudiar
la noción de crisis vital que comporta un embarazo.
Crisis Vital y Embarazo
El concepto de crisis vital permite considerar al embarazo como una
situación de crisis, pues implica la necesidad de acomodación y asimilación
(noción de adaptación) a una nueva situación.
4
Sería interesante contar con aquellas que representan a nuestra población. Una fuente en la cual consultar
tales datos es el INDEC: Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de nuestro país.
4
“Si el embarazo no es una crisis, entonces, la pareja no atraviesa por los
cambios necesarios para convertirse en padres. Ser padres crea siempre una
situación de ‘kiros’, o una serie de crisis”.5 Este comporta la necesidad de
ajustarse a una nueva situación y se entiende como una crisis de incorporación
(Ney, 1997), ya que implica asimilar la idea de una nueva vida, con todo lo que ello
comprende.
Para ello, la mujer embarazada recurrirá a sus mecanismos adaptativos. En
caso de no contar, entre ellos, con una sólida autoestima será más difícil
atravesarla exitosamente. Este será el caso de una mujer que, de niña, ha sido
objeto de NAI; siendo más propensa a recurrir al aborto. Esto pues, Una mujer
embarazada con tales características, experimentará una mayor vivencia de crisis
a partir de la cual decidirá acoger o rechazar al bebé, continuando o no con el
embarazo.
En el contexto de los factores de N.A.I, es que podemos reconocer la
importancia de los vínculos que se establecen en las familias, pues la historia
familiar de vínculos queda implicada en el desarrollo madurativo de la persona.
Cabe señalar, que la importancia de este tipo de enfoque queda de relevancia al
entender la función primordial de la educación de los hijos dentro de la familia:
“célula básica de la sociedad”.
Pues bien, no sólo está inmersa la propia mujer embarazada en la situación
de un posible aborto sino el contexto familiar en su totalidad. Esto concierne no
sólo a la familia de la mujer, sino también a la del hombre, padre del hijo por
nacer. El varón es también partícipe de esta historia. Entonces, su propia historia
de vínculos influirá en la capacidad de entablar un vínculo con su hijo por nacer.
Esto influirá en la decisión de continuar o no con el embarazo.
Un papel importante en el desenlace del embarazo, también lo tiene la
sociedad entera, pues de la acción de alguno de ellos (amigos, médicos,
sacerdotes, sociedades pro-vida, etc.) podrá influir positivamente para que la
madre y/o el padre logren afianzar su vínculo con el hijo por nacer y atravesar, así,
exitosamente, la crisis.
Es a esta altura de la ponencia en la cual nos podemos empezar a
cuestionar la responsabilidad de toda la sociedad con respecto al
desencadenamiento de un aborto; así como también podemos comenzar a
reflexionar acerca de la distorsión de la conciencia de una niña con características
de NAI y sus implicancias a nivel de su plena capacidad de conciencia y uso
adecuado de su libertad.
Mecanismos psicológicos implicados en la decisión de abortar
La decisión de abortar se ve soportada por una serie de mecanismos
psicológicos entre los cuales se destacan: desensibilización, deshumanización,
negación, racionalización, disociación y represión.
5
NEY, P.G., Deeply Damaged, Victoria-BC, Pioneer, 1997, p.154.
5
El grado en que la mujer embarazada sea consciente del vínculo con su hijo
dependerá de su propia capacidad de sensibilización, resultado de sus vínculos
parentales más tempranos. En caso de haber mediado experiencias de N.A.I, será
más propensa a la desensibilización de sus propios sentimientos e instintos
maternales, desafectándose del bebé.
Esto último plantea una situación particular en cuanto a los mecanismos
biológicos en la especie humana, ya que la desafectación del bebé predispone a la
disolución de la restricción de la agresión contra la propia cría.
Reflexión a parte, pero importante: con ello, el camino al aborto cuestiona,
indirectamente, la disolución de mecanismos básicos, biológicos y necesarios para
la preservación de la especie humana.
Pues bien, tanto la desafectación como la desensibilización pueden ser
considerados punto de partida del proceso psicológico subyacente a la decisión y
al acto de abortar, pues facilitan el consecuente proceso de deshumanización
personal, tanto de la propia madre como de su hijo por nacer, haciendo factible la
terminación biológica, física, del embarazo tras la ruptura del vínculo psicológico.
Una vez tomada la decisión de abortar, se refuerzan mecanismos de
negación, racionalización, disociación y represión que permiten continuar con el
proceso psicológico ya desencadenado.
Si bien son términos conocidos y fáciles de comprender, daremos algunos
ejemplos de cómo se aplican y se evidencian en el caso de la mujer que aborta.
La negación es un mecanismo psíquico defensivo por el cual la mujer niega
que ha estado embarazada y que ese embarazo conllevaba la idea de un hijo por
nacer. Una frase común podría ser: “Yo no estuve embarazada. Sólo fue un
retraso y por eso me apliqué una inyección; para que mi ciclo volviera a su
normalidad”.
Son muchas y muy conocidas las frases que ejemplifican el mecanismo de
racionalización. Lamentablemente, muchas de ellas provienen de las disciplinas
biomédicas. Ej.: “No estoy embarazada, pues no es un bebé. No es un hijo, es un
‘conjunto de células’. No es un ser humano, ni menos aún, persona.”
La disociación media como mecanismo defensivo para separar una idea de
un afecto, haciendo que pierdan fuerza y su registro psíquico se distorsione. Como
ejemplo, podemos mencionar (con relación al anterior) la función de separar la
idea de “células” = “pre-embrión” = “vida humana” = “hijo” = “persona”, con el
afecto que cada uno de los últimos términos implica, añadiendo el componente
afectivo y humano de estar embarazada.
Finalmente, la represión (mecanismo más conocido por el común de la
gente, no sólo por los profesionales de la psiquiatría o psicología) remite a refrenar
o contener en el ámbito inconsciente, ideas o afectos para que no accedan a la
esfera consciente. Quizás en un poco más difícil de graficar o ejemplificar que los
dos mecanismos anteriores, pues no queda pura y expresamente manifiesto en
los enunciados. De él depende que podamos mantener ciertas ideas o afectos
fuera de nuestro foco de atención, de modo de poder continuar nuestra vida
normalmente y no estar con todos los sentimientos y/o ideas “a flor de piel”. Ahora
bien, en el caso que estamos analizando, la represión colabora, reforzándolos,
con los dos mecanismos anteriores para que los afectos e ideas que el aborto
implica no sean conscientes.
6
Lo interesante es que la característica de los mecanismos mencionados es
evitar que la mujer sea consciente de la pérdida o muerte del hijo por nacer.
Pérdida que, de todos modos, se hará sentir debido a la característica traumática
que posee “deshacerse” del embarazo.
Creemos que si no mediaran tales mecanismos, la mujer no abortaría; pues
se daría cuenta (realizaría una toma de insight, de autopercepción y conciencia)
de la realidad de sus comportamientos y de las emociones a ellos subyacentes.
Y, precisamente, la finalidad de los mecanismos descriptos es defenderse de
aquellos sentimientos, afectos, emociones o incluso ideas que no puede manejar y
que superan su capacidad de adaptación al medio y a las circunstancias.
Tal es la situación que encontramos al estudiar el fenómeno del aborto a
nivel psicológico en la mujer.
Nos queda aún por recorrer un tramo del proceso psicológico subyacente al
acto de abortar, para luego tener todos los elementos con los cuales continuar
reflexionando.
Duelo parcial o patológico y alteración del estado de salud psico-física
A los mecanismos ya estudiados subyace un proceso psicológico de duelo
necesario de ser elaborado, ya que en un momento existió un vínculo con el niño
por nacer, y que “eventualmente los padres deberán hacer el duelo de la pérdida
que el aborto produjo. Toda separación humana requiere de un duelo. Si no lo
elaboran, comenzarán a desarrollar síntomas que surgen de un duelo parcial o
patológico. Toda pérdida debe ser elaborada en algún momento. Cuanto más
ambivalente sea el vínculo, más difícil será su elaboración. La negación no
es efectiva por mucho tiempo. Las defensas de aislamiento y distracción no
perduran definitivamente.”6
Si tal proceso se ve interferido u obstaculizado en su normal desarrollo se
comienza a gestar un proceso de duelo patológico, comportando síntomas de
distrés que, con el paso del tiempo, se transforman en un cuadro de
depresión (Zolese-Blacker, 1992; Speckhard-Rue, 1992; Sutton, 1997; Casey,
1997). Esto cobra importancia frente al hecho del aborto provocado, pues a pesar
de tratarse de un bebé o embarazo rechazado, el vínculo se ha establecido y
resulta necesario realizar el proceso de duelo correspondiente.7
De esto último, podemos concluir en la incidencia psico-física que el aborto
tiene sobre la salud de la mujer, ya que el mismo resulta un agente estresante,
con un alto impacto emocional (por su carácter traumático y por la ruptura
psicobiológica del vínculo materno-fetal), que genera un monto de estrés excesivo
(distrés) y que puede dar lugar al surgimiento de afecciones somáticas (tales como
6
NEY, P.G., op.cit., p.149.
Los trabajos relacionados con el tema indican un menor grado de relación y afectación madre-hijo pero no
refieren la inexistencia del mismo (Narita et al.,193). El vínculo se afianza hacia el final del embarazo: al
comienzo se caracteriza por ser ambivalente, definiéndose hacia el final de la gestación. Incluso, los
movimientos fetales promueven un mayor incremento del mismo (Mikhail et alter, 1991).
7
7
las que se observan en el Síndrome Post Aborto8). A su vez, el proceso de duelo
desencadenado por la ruptura vincular despierta emociones de tristeza y aflicción.
En caso de no elaborarse el duelo, se desencadena un proceso patológico, en el
que la tristeza y la aflicción se convertirán en síntomas depresivos. Tal depresión
incidirá nuevamente en el sistema inmunológico, alterando el bio-ritmo (Ney, 1997)
y afectando el estado de salud de la mujer.
En este punto podríamos continuar con la descripción de los cuadros
clínicos observados luego del aborto en la mujer, pero –si así lo hiciéramos- nos
desviaríamos de nuestro objetivo inicial. Por tanto, sólo mencionaremos los
cuadros y las posibles líneas de investigación que se continúan trabajando al
respecto.
Para ello nos serviremos de un cuadro comparativo de los tres cuadros
existentes (Cassadei, 1996), empleando las siguientes categorías: a) aparición o
emergencia, b) duración, y c) naturaleza.
Tabla II. Cuadro comparativo de nosología post-aborto
CUADRO
NOSOLOGICO
APARICION O
EMERGENCIA
DURACION
NATURALEZA
PSICOSIS POST
ABORTO
Luego y enseguida del
aborto
Hasta 6 (seis) meses
Predominantemente
psiquiátrica
SINDROME POST
ABORTO (PAS)
Luego y enseguida del
aborto, o luego de varios
años (6 años, como
promedio seguro)
Larga data de latencia
inconsciente
Psicológica (grado
intermedio)
ESTRÉS POST
ABORTO
Entre 3 (tres) y 6 (seis)
meses luego del aborto
No especificada
Trastorno más leve
(cuadro de estrés)
El Síndrome Post Aborto (Rue-Speckhard, 1992) es el cuadro que
mejor describe los síntomas que padece la mujer post-aborto. Un dato interesante
a destacar es que los autores de la descripción del cuadro formulan que la
aparición florida del Síndrome se da en un promedio de 5 a 6 años luego del
hecho del aborto (Rue-Speckhard, 1996).
En cuanto a las líneas de investigación abiertas, mencionamos:
a) aborto y trauma psíquico, desde la teoría del estrés: PAS, distress y
depresión: afecciones post-aborto del sistema inmunológico (Ney,
1997);
8
Cuadro clínico observado y descripto por Rue y Speckhard en 1992, que caracteriza los síntomas
psicológicos de la mujer post-aborto.
8
b) similitudes y diferencias del PAS con el PTSD: Posttraumatic Stress
Disorder (Trastorno de Estrés Post-traumático-TEPT) (RueSpeckhard, 1996);
c) relación entre aborto y depresión (Rue-Speckhard, 1992; ZoleseBlacker, 1992; Casey, 1997; Ney, 1997; Sutton, 1997).
Si pudierámos detenernos en cada uno de ellos, comprenderíamos mejor la
dinámica interna de cada uno de los cuadros y la lógica de continuidad que existe
entre los factores de predisposición y los síntomas consecuentes del aborto en la
mujer. Sobre todo, resulta de interés continuar investigando la incidencia que el
aborto puede tener en aquellas mujeres que tienen predisposición a sufrir
Trastornos de Ansiedad, desencadenando la aparición de un Trastorno de Estrés
Post-traumático.
Libertad, conciencia y aborto
Hasta aquí, los fenómenos que caracterizan la situación psicológica de la
mujer que aborta. Con estos datos, podemos ahora introducir una reflexión acerca
de la libertad de la mujer en tales circunstancias, así como también comenzar a
cuestionarnos de qué manera mejor asistirla desde lo profesional y humano.
Si hablamos de libertad, debemos hablar de conciencia. Es precisamente
esta última que nos lleva a realizar una delicada reflexión. Tal reflexión la realizaré
solamente desde el punto de vista profesional, y en base a mi experiencia clínica y
profesional. Dejo, por tanto, los conceptos filosóficos profundos, con la intención
de que sean retomados en otro momento y con la colaboración de un erudito en la
materia. Como adelantara en la introducción, el objetivo de este trabajo es
rescatar a la mujer que aborta de las secuelas que el aborto ocasiona, recordando
que también ella es persona, y por lo tanto, meta privilegiada de la psicología.
De mi experiencia clínica y profesional con mujeres post-aborto, puedo
recoger información acerca de la existencia de una conciencia en el proceso de
decisión de abortar. Tal es así, que uno de los puntos característicos del Síndrome
Post Aborto (cuadro mencionado anteriormente) es el sentimiento de culpabilidad.
Y es éste el que se torna punto de inflexión en los momentos más cruciales del
tratamiento. La mujer que abortó sabe que ella fue quien ”mató” a su hijo. Por más
duro que esto parezca, existe en la mujer una clara conciencia de muerte frente al
aborto. Más aún, esta conciencia se absolutiza y se lleva al 100% de
responsabilidad personal, quedando entrampada en una vivencia de horror y de
angustia intensa que la lleva a autorreproches intensos, que se convierten luego
en conductas de autoagresión, construyendo un círculo vicioso (Ney, 1997) del
cual se le hace muy difícil salir, cayendo en situaciones de depresión profunda,
interfiriendo ello en su normal vida de relación y adaptación al medio y en su salud
psíquica general (tal como introducimos al comienzo de la ponencia).
Cabe aclarar que en cada mujer la manifestación de los síntomas variará de
acuerdo a su predisposición personal y a sus capacidades de afrontamiento y
defensiva. Sin embargo, el recorrido completo del proceso psicológico post-aborto
se caracteriza por el círculo vicioso anteriormente descripto.
9
Frente a la situación psicológica de la paciente post-aborto se plantea,
entonces, un dilema, casi ético, para el profesional. Pues nos resulta imposible
decirle que no es cierto que haya tenido responsabilidad y culpabilidad en el hecho
del aborto, así como tampoco podemos negarle su sentimiento de muerte de un
hijo por nacer. Pero, si esto lo enfatizamos y absolutizamos, tal como lo hace ella,
nos veremos frente a una situación muy delicada; ya que le estaríamos “abriendo
una puerta sin salida” para que entre al círculo vicioso del cual intentamos que
salga.
Es en este punto del recorrido teórico que propongo una posible respuesta
a tal dilema, para que luego sea continuada en su reflexión y estudio por cada
uno de nosotros. La respuesta no es sólo producto de una elaboración personal,
sino que es también resultado de la interacción con alumnos de post-grado en
Etica Biomédica, con demás profesionales y colegas.
Me refiero a considerar los matices y obstáculos que existieron frente a una
plena conciencia frente al hecho del aborto. Sin con ello minimizar la culpa y la
responsabilidad que existió, recurrimos a reconocer las “contribuciones” (Ney,
1997) de las demás personas que se vieron implicadas en el hecho del aborto. De
esta manera, la culpa no se absolutiza, sino que se gradúa, pudiendo así
reconocer la parte de culpabilidad y responsabilidad que la mujer tiene y por la
cual luchar para retomar su sentido de vida, y dejar atrás la estructura o cultura de
muerte en la que se encontraba sumergida.
En este momento, se hace necesario brindar una segunda respuesta: el
camino del perdón de su hijo abortado y de sí misma. Este proceso surge
naturalmente en la rehabilitación post-aborto, pues la mujer necesita saber que su
culpa es perdonada, y así poder recuperarse del trauma del aborto. Nosotros,
como profesionales, de esta manera, la asistimos para evitar el hundimiento de la
paciente en una depresión mayor, y eventuales tentativas de suicidio. Debemos
mencionar que las ideas de muerte y, en ocasiones, tentativas de suicidio y/o
suicidios consumados, se desencadenan como consecuencia de la imposibilidad
de afrontar el trauma del aborto. Aquí, cabe también aclarar que ello dependerá
del contexto y de las características determinadas que hacen a la singularidad del
paciente y a su realidad familiar y social.
Conclusiones
Existen ciertos fenómenos en el campo de la psicología que merecen
especial reflexión personal y profesional, al considerar las implicancias que
pueden tener, tanto para el paciente como para los profesionales de la salud
mental y para la sociedad en general.
De ellos nos proponemos reflexionar acerca de uno de tales fenómenos: el
aborto en la mujer en relación con su capacidad de libertad y responsabilidad,
plenas, y sus implicancias en la salud mental.
De lo expuesto surgen cuestionamientos y respuestas posibles frente a la
culpabilidad, la responsabilidad y la libertad de la mujer en tal circunstancia.
Concluimos, entonces, que la mujer que aborta posee factores de
predisposición que inciden en la plena capacidad de conciencia frente a la
10
decisión de abortar. Estos factores interactúan con el medio de la mujer, tanto
afectivo como social, colaborando o no para una mayor toma de conciencia.
Por tanto, no negamos la existencia de responsabilidad y culpabilidad de la
mujer frente al aborto (como tampoco lo niega la mujer que abortó), sino que
apelamos a la graduación de la culpabilidad, abriendo el campo a la
responsabilidad que todos tenemos, directa o indirectamente, frente a la decisión
que ella tome de seguir o no con su embarazo.
Asimismo, reconocemos que existe libertad de acción en tal decisión. Sin
embargo, creemos que no sólo se pone en juego el factor de la libertad personal
de la mujer sino también de quienes se ven implicados en la situación.
Si nos detenemos a reflexionar, específicamente, acerca de la incidencia
que como profesionales de la salud mental podemos tener, podríamos considerar
las siguientes alternativas:
a) que influyamos positivamente en la decisión que la mujer tome,
trabajando desde un counselling eficiente con la mujer con riesgo de
aborto, evitando que termine con la vida del por nacer; o que, aún así,
decida abortar;
b) que influyamos negativamente en su decisión, debido a una omisión o
acción de nuestra parte.
Ahora bien, si ampliamos la óptica e incluimos a la sociedad en su conjunto,
encontraremos que tanto la familia, como el novio, marido o pareja, los amigos,
médicos, sacerdotes, organizaciones no gubernamentales, políticos, etc.; es decir,
nosotros, como comunidad, podemos influir en la formación de conciencia de la
mujer en riesgo de aborto.
Consecuentemente, seremos también nosotros quienes tomemos
conciencia de nuestra responsabilidad para que la mujer pueda ejercitar su
responsabilidad en un marco de libertad y verdad.
Finalizando, podemos decir que no sólo los fenómenos mencionados a lo
largo de la presente ponencia nos permiten describir la realidad de conciencia y
libertad de la mujer frente al aborto; sino que contamos con la realidad más
objetiva y profunda del ser humano, captada por las palabras de S.S. Juan Pablo
II, en su Encíclica Veritatis Splendor: “En lo profundo de su conciencia (...), el
hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino que debe obedecer y
cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándolo
siempre a amar y a hacer el bien y evitar el mal” (VS., 54).
Queda, pues, abierto el camino para seguir profundizando nuestra tarea
profesional y personal ante un fenómeno que repercute psicológicamente en la
mujer, a quien, en tanto persona, la consideramos meta privilegiada de la
psicología, y a la cual nos debemos con responsabilidad en nuestra labor
cotidiana.
11
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. AL-MATEEN, C. et al., “Abuso infantil”, En PARMELEE, D., “Psiquiatría del
niño y el adolescente”, Madrid, Harcourt Brace, 1998.
2. AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION, “Diagnostic and Statistical Manual
of Mental Disorders: DSM-III-R, Washington D.C., 1987.
3. AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION, “Diagnostic and Statistical Manual
of Mental Disorders: DSM-IV, Washington D.C., 1995.
4. BOWLBY, J., “Attachment”, New York, Basic Books, Vol. I, 1969.
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