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La Imaginación Sociológica, de Charles Wright Mills (1960) Breve introducción: Wright Mills escribe en USA luego de la segunda guerra mundial, y efectúa una crítica a la sociología norteamericana muy en boga desde entonces: la de Talcott Parsons (por considerarla una teoría desprovista de empiria, y escrita en un lenguaje técnico e incomprensible) y la de Paul Lazarsfeld (por considerarla un “empirismo abstracto”, que se regocija entre datos inútiles que poco hablan de la estructura social). Además, se preocupa por el malestar de la época en la cual vive y por el destino y la actualidad de las ciencias sociales y la misma sociedad. Capítulo I: la promesa Los hombres, en la época de Wright Mills, tienen la sensación de estar atrapados: hay un malestar. Al mismo tiempo, hay cambios estructurales en la sociedad, pero los hombres no explican sus inquietudes en el marco histórico. Sin embargo, la historia de una sociedad está conformada tanto por la estructura social como por las biografías particulares. En consecuencia, sólo la imaginación sociológica permite pensarlas en conjunto y resolver la inquietud, porque el individuo sólo puede comprender su existencia situándose en su época; él forma a la sociedad y la sociedad lo forma a él. La imaginación sociológica es lo que permite captar la historia y la biografía, y la relación entre ambas dentro de la sociedad. Esa es la tarea y la promesa de las ciencias sociales, que fue reconocida por el analista social clásico (como por ejemplo, Marx, Durkheim o Weber). Para poder abarcar esos dos niveles (el histórico y el biográfico), el analista social tiene que cambiar de perspectivas, abarcar distintas disciplinas. La imaginación sociológica distingue: a) inquietudes personales del medio (son individuales, se producen en áreas limitadas). Por ejemplo, una persona no tiene empleo. b) Problemas públicos de la estructura social (trascienden el ámbito local). Por ejemplo, 15 millones de personas no tienen empleo). Pero en estos 15 millones de personas también hay una inquietud personal: para resolverla, muchas veces es necesario considerar los problemas estructurales. Toda sociedad estima cierto conjunto de valores. Si los valores estimados por la gente no son amenazados, hay una situación de bienestar; si sólo algunos están amenazados, hay crisis; si todos son amenazados, hay pánico; si no se reconocen valores pero tampoco una amenaza, hay indiferencia; si no se reconocen valores pero de todos modos se siente la amenaza, hay malestar. Wright Mills define a su época como de indiferencia y malestar (no se sabe cuál es la amenaza ni a qué). La tarea política e intelectual de las ciencias sociales, lo que los demás le demandan, es poner en claro los elementos del malestar e indiferencia con la imaginación sociológica. En la modernidad, las ciencias físicas y biológicas son el modelo de pensamiento, mientas que la imaginación sociológica queda relegada a lo literario. Actualmente esos modelos están en duda: ni lo científico ni lo artístico formulan inquietudes individuales ni problemas públicos. Por lo tanto, Mills plantea que esa debe ser la función de las ciencias sociales, pero que no se corresponde con la idea imperante en ese momento (1960) en USA (relacionada con técnicas, acrónica –es decir, suprime la historia-, un excesivo énfasis en el método, mecanicista, teorización extrema, parcialización), a diferencia del análisis social clásico, más interesado en las estructuras sociales históricas (inquietudes y problemas). Además, Mills sostiene que el trabajo sociológico tiende a moverse en una de tres direcciones (cada una con sus correspondientes deformaciones): 1) 2) 3) Hacia una teoría de la historia, que busca abordar la totalidad de la vida social del hombre. Es sistemática (busca establecer etapas y regularidades). Hacia una teoría sistemática de la “naturaleza del hombre y la sociedad”. Es clasificatoria. Posee una visión estática de la sociedad y un alto grado de generalidad. Talcott Parsons, sociólogo estadounidense muy “popular” en esa época, es un representante deformado de esta corriente. Hacia el estudio empírico de los hechos y problemas sociales contemporáneos: tiende a no relacionar datos; aborda temas muchas veces insignificantes; realiza una sobrevalorización del método. Deformación: el empirismo abstracto de Paul Lazarsfeld. Capítulo II: La gran teoría La gran teoría es asociación y disociación de conceptos, usando una terminología elaborada por y para sí misma. De esta manera, se hace difícilmente inteligible. Para sus cultores, eso es complejo y avanzado. Para sus detractores, una forma de ocultar que no dice nada. Wright Mills se encontraría más bien en esta última postura, aunque no cae en el extremo: cree que debajo de su elaboración teórica (superflua), la gran teoría algo dice. Para ello, transcribe algunos incomprensibles fragmentos del libro de Parsons (principal referente de “la gran teoría”), llamado “El sistema social”, para interpretar lo que quiere decir. Según Wright Mills, las 550 páginas de “El sistema social” pueden ser reredactadas en 150, sin perder el más mínimo contenido (signo de la superfluidad con la que escribe Parsons). Resumiendo, Parsons dice que en “el sistema social” los individuos actúan según valores compartidos, es decir, normas. De este modo, hay un equilibrio social. El equilibrio se mantiene por socialización (las personas se forman de modo de aceptar los valores aceptados) y por el control social (todos los medios para mantener a la gente dentro del sistema). Pero con su teoría del equilibrio, Parsons admite no poder explicar por qué alguien puede llegar a salirse del sistema y cómo se da el cambio histórico. En otras palabras, la sociología parsoniana es apologética del mantenimiento del statu quo, al excluir de sí misma todo cambio medianamente significativo. Lo que Mills le critica es no poder resolver esos puntos y olvidar que el equilibrio social es más metafórico que real. Mills sostiene que la gran teoría se maneja en un alto nivel de generalidad, incompatible con la observación. Es decir, la gran teoría posee un elevado grado de irrealidad, y no piensa problemas o rasgos reales (a diferencia de la interacción constante entre los niveles particular –biográficoy general –histórico- que tiene que llevar a cabo la imaginación sociológica). En el caso de Parsons eso se da explicando como universal una estructura de legitimación. Mills, por el contrario, propone distintos modelos-guía para cada sociedad histórica; por ejemplo, la forma de legitimación del nazismo es distinta a la de la democracia liberal. En Parsons se eliminan las estructuras de dominio, y las diferencias de grado y de forma en cómo se legitiman las estructuras (dado que para él son todas iguales). En consecuencia, la sociología parsoniana excluye la idea de conflicto. El sistema establecido es armónico; las perturbaciones tienen que inducirse, son ajenas a su naturaleza. De esta manera, no se puede abordar el cambio social, la historia. Y si seguimos, tampoco se pueden plantear problemas relevantes (que tienen que ver con lo histórico o con el conflicto) o, si lo hacen, los resuelven fuera de la gran teoría (lo que sería una contradicción). Investigar un cambio de estructura es hacer una comparación histórica (al menos esa es una parte), y eso sólo es posible mediante la promesa de las ciencias sociales. Parsons tiene, según Mills, un trasfondo conservador; su gran teoría tiende a legitimar las formas permanentes de dominio. De todos modos, si bien su oscuridad le da mayor poder ideológico, también restringe su posible influencia. Por lo tanto, la gran teoría, para Mills, no representa un gran poder político, sino que, en todo caso, sólo sirve como legitimación “científica” de una forma de dominación. En suma, Mills dice que “The Social System” es 50% de palabrería, 40% de sociología de libro de texto (planteos que ya hicieron los sociólogos clásicos) y 10% de un uso ideológico posible. Capítulo III: El empirismo abstracto El empirismo abstracto, otra de las “corrientes” sociológicas en boga en USA a mediados del siglo XX, cuyo principal representante fue Lazarsfeld, sobrevalora el método de la sociología. Esta excesiva obsesión por la metodología, según Mills, inhibe la conceptualización. De esta manera, el empirismo abstracto termina por NO proponer ninguna teoría importante. El método del empirismo abstracto consiste en: obtener datos mediante entrevistas o cuestionarios a una muestra de individuos; clasificar las respuestas y “relacionarlas”. El resultado es la “aseveración estadística”. “The People´s Choice” es el libro clásico de Lazarsfeld, en el que estudia, mediante este método, la intención de voto en Ohio en 1940. Muchos problemas tratados por los empiristas abstractos exigen conocimiento histórico y reflexión psicológica; para Mills, los empiristas abstractos sólo traducen conceptos ya establecidos por los sociólogos clásicos a índices estadísticos. Características del empirismo abstracto: estudios técnicos, cuantitativos, ateóricos, especializados, “modernizados”. El empirismo abstracto genera dos tipos de profesionales: el administrador intelectual y el técnico en investigación. Este tipo de investigación posibilita la burocratización del estudio social. El empirismo abstracto busca adoptar la filosofía de las ciencias naturales: dicen usar “el método científico”, aunque no se dan cuenta que no hay uno solo. Lazarsfeld define a la sociología como la que provee el método para que una disciplina deje de ser filosofía social para transformarse en ciencia empírica organizada. La sociología, para Lazarsfeld, hace la ciencia y las herramientas para ser ciencia. Dice también que debe estudiar acontecimientos contemporáneos y masivos, preferentemente, e interpretar científicamente los datos obtenidos (explicar el por qué de los resultados). En consecuencia, el sociólogo posee tres funciones: 1) es forjador de ciencia; 2) es forjador de herramientas y 3) es un intérprete. Con respecto a la insignificancia de los temas, los empiristas abstractos dicen que, con el tiempo, los estudios se acumularán, permitiendo generalizar sobre la sociedad. Mills llama “psicologismo” a la base de este pensamiento, al pretender sumar estudios de ambiente para reconstruir la estructura social. Para Wright Mills, los datos no se suman, sino que se seleccionan y relacionan mediante una teoría, que el empirismo abstracto no utiliza. Además, Wright Mills sostiene que la entrevista posee limitaciones, ya que los conceptos usados para interpretar los datos muchas veces apuntan a factores estructurales e históricos (por encima del nivel de la entrevista) y/o a factores psicológicos (por debajo de la profundidad alcanzable en una entrevista). Las entrevistas, hechas generalmente por sociólogos poco preparados, tampoco pueden aportar por sí solas una teoría: el teórico nunca ve directamente los hechos. Mills afirma que la investigación social sólo progresa mediante ideas. El empirismo abstracto confunde exactitud con verdad: su método elimina grandes problemas estructurales, por no poder aplicar a ellos la estadística. Mills acepta ese método (estadística, entrevista) siempre y cuando pueda aplicarse, pero no como un único método, sino en combinación con otros. Tanto la inhibición metodológica (característica del empirismo abstracto) que pregona una superelaboración del método, como el fetichismo del concepto (prevaleciente en la gran teoría), que impulsa la construcción de grandes teorías desprovistas de contenido empírico/real, traicionan a la ciencia social clásica y, por lo tanto, a la promesa. Capítulo IV: Tipos de practicidad El investigador social, por su trabajo, asume decisiones morales y políticas. Por ende, el “artesano intelectual” (es decir, el investigador con imaginación sociológica) debe reconocerlas, separar los hechos de los valores. En esto se diferencia del que estudia en pequeña escala, que acepta de hecho la estructura social (oculta sus juicios de valor). Hay un aumento en el uso burocrático de los estudios sociales, usados también de distintas maneras ideológicas (ya que la ciencia social forma imágenes de la sociedad y de la legitimación del poder). Ante la demanda de legitimaciones por parte de algunas instituciones, el investigador social cumple un papel burocrático o ideológico, y eso forma parte de la confusión actual (en 1960) en las ciencias sociales. Definir problemas prácticos es hacer valoraciones; en USA, las ciencias sociales, en la segunda mitad del siglo XIX, buscaban el mejoramiento social de las clases más humildes. En términos de Mills, en ese entonces, la ciencia social buscaba “convertir las inquietudes de la gente de las clases más humildes en problemas para los públicos de la clase media”. En la época de Mills es distinto: los investigadores sociales buscan asesorar a las clases dirigentes. Podríamos hablar, entonces, de dos tipos de practicidad: a) la practicidad liberal. Se centra en la causación pluralista, es decir, que todo hecho tiene múltiples causas pequeñas, subyace una idea de fragmentación. Por ende, la política liberal es de reformas de etalle, de estudios sociales sueltos. La idea predominante respecto a la estructura social es la de equilibrio (cfr. Parsons). Los textos escritos son por y para la clase media ascendente que acepta la idea del tiempo como progreso. Esta practicidad tiende a ser apolítica (por ejemplo, para encubrir valoraciones, se utiliza la idea de “retraso cultural”. Así, se justifican algunas medidas argumentando que son necesarias para alcanzar, en otros ámbitos, el nivel de desarrollo alcanzado por la técnica). Las ciencias físicas son el modelo de pensamiento. El hombre es el que tiene que adaptarse a la sociedad. El hombre ideal es el “socializado” (por ejemplo, que respeta los valores protestantes de la clase media de una ciudad pequeña del interior del país). En consecuencia, “práctico” es todo aquello que se adapta a esa forma de vida, al orden establecido (y a todo lo anterior). b) La practicidad antiliberal o nueva practicidad. Un ejemplo de este tipo de practicidad es la escuela de las relaciones humanas en la industria, que busca “revelar a su clientela directiva cómo pueden mejorar la moral del empleado dentro de la estructura vigente de poder”. Las empresas, el ejército, el Estado, demandan nuevas legitimaciones, por lo que necesitan más técnicos administrativos para las relaciones humanas. La respuesta académica ante esa demanda es la nueva practicidad. Para los académicos surge la posibilidad de ser “nuevos empresarios” (por ejemplo, dirigiendo institutos de investigación y enseñanza). De esta manera, se forman administradores , cada vez más “apolíticos”, que van perdiendo capacidad para percibir problemas políticos. “Práctico” es lo que sirve a los fines de las instituciones que demandan nuevas legitimaciones. Capítulo V: El ethos burocrático Lo que se llamó “la nueva ciencia social” es la suma del empirismo abstracto y la nueva practicidad. Mills dice que la técnica del empirismo abstracto ahora está unida a su uso burocrático, y que por lo tanto dan lugar al desarrollo de una ciencia social burocrática. El empirismo abstracto es burocrático porque sus operaciones intelectuales son burocráticas, sistematizan los estudios, intervienen en la formación de personal, sirve al cliente que sea, aumentan la eficiencia de las formas de dominio burocráticas. En consecuencia, llevan el espíritu burocrático a la vida cultural y moral. Además, al dedicarse a problemas específicos, son una guía práctica para la actividad administrativa. Una agencia de investigación que emplee las técnicas del empirismo abstracto necesita fondos, lo que se convierte en una traba al trabajo social (a la investigación). Otro obstáculo es que, al trabajar en equipos de investigadores, existe un control corporativo de los trabajos. De esta manera, el investigador social queda enmarañado por estas limitaciones y se subsume al ethos burocrático. Al haber una codificación de los procedimientos, los técnicos necesarios los aprenden más rapido. Los institutos también cumplen esta función de preparación. Con los institutos de investigación nacen dos tipos de profesionales: a) Administradores intelectuales. Son una nueva clase de burócratas. Dirigen institutos, planifican estudios sociológicos desde el aspecto teórico. No obstante, Mills los distingue como personas cultivadas, pero sometidas a la burocracia. b) Técnicos en investigación. Son numerosos, jóvenes, metódicos, dogmáticos, pobres intelectualmente. Carecen de imaginación sociológica, desprecian la “filosofía social”. Son los encargados de realizar las encuestas que son la base del método del empirismo abstracto. Este estilo burocrático se corresponde con las tendencias dominantes de la estructura social. En la medida en que la ciencia social es trabajo burocrático, tiende a perder autonomía social y política. Mills destaca la importancia de las “camarillas académicas” que otorgan prestigio académico e influyen en la formación de la siguiente generación académica. De todos modos, sigue habiendo individuos sueltos (no sujetos a camarillas) con distintas posiciones. La filosofía política de los burócratas se basa en la idea tecnocrática de que las ciencias sociales están atrasada con respecto a las ciencias físicas. Por lo tanto, para esta gente, hay que aplicar los “métodos científicos” para predecir y controlar la conducta social (cfr. Comte). Wright Mills dice que el ethos burocrático se aplicó a sectores no democráticos de la sociedad; si la ciencia social lo aplica también, se vuelve un instrumento de control de masas. Si se subordina a los centros de poder burocráticos, al hablar de “predicción y control”, la ciencia social pierde toda autonomía moral y política. La “gran teoría” (de sociólogos como Parsons) sirve como justificación ideológica de la autoridad. La investigación para fines burocráticos hace a la autoridad más eficaz, al brindar información útil. Estos son los posibles usos de la gran teoría y del empirismo abstracto, y son, según Mills, una amenaza a la gran promesa. Capítulo VI: Filosofías de la ciencia Uno de los motivos por los que reina esta confusión en las ciencias sociales es que hay distintas definiciones de lo que es la ciencia y, por lo tanto, distintos modelos de investigación. Aceptar el método de las ciencias naturales es, para Mills, limitar artificialmente el campo de problemas sobre el que se puede trabajar. El analista social clásico, el que admira Mills, se comporta de una manera radicalmente distinta a la de, por ejemplo, los grandes teóricos o los empiristas abstractos, ya que: a) evita cualquier serie rígida de procedimientos; b) usa la imaginación sociológica; c) abstrae ideas (pero no tanto como los grandes teóricos) d) no se inhibe por el método (como los empiristas abstractos) Así, el modelo clásico es el del artesano intelectual, como Marx, Durkheim, Weber o Simmel El analista social debe dominar el método y la teoría aunque no debe someterse a ellos. Debe ser su propio metodólogo y su propio teórico: la reflexión sobre método y teoría ayuda a la investigación, reformula problemas. El trabajo clásico está entre el empirismo abstracto y la gran teoría: es una abstracción de lo cotidiano que va hacia estructuras sociales e históricas. Este trabajo fue el que generó todas las ideas con las que trabajan el empirismo abstracto y la gran teoría (las “escuelas parásitas”). Cada forma de trabajar en estudios sociales implica una teoría del progreso científico: el empirismo abstracto cree que acumulando estudios se construye la ciencia; la gran teoría postula que el progreso científico se deduce de elaboraciones conceptuales. La ciencia social clásica, por el contrario, sostiene que para que la ciencia progrese deben abordarse los problemas esenciales en el nivel histórico, además que construir (teoría, a partir de la empiria) y deducir (de la teoría) al mismo tiempo La elección y formulación de problemas implica valores. El analista social debe hacerse cargo de los valores que está apoyando (y no dejar que los problemas los determinen los círculos de poder) y no ocultarlos como hacen los empiristas abstractos. Para la ciencia social clásica, la formulación de problemas debe: - incluir cuestiones públicas e inquietudes personales; - conectar ambientes (locales) con estructuras sociales; - mostrar qué valores están amenazados (en la época de Mills, y según él, la razón y la libertad). Capítulo VII: La diversidad humana Una teoría del hombre debe contemplar a cada uno de los individuos posibles dentro de cada uno de los mundos sociales que hubo y que hay. Por lo tanto, para comprender a los hombres y a las sociedades hay que combinar lo general y lo particular, la historia y la biografía dentro de la estructura social (es decir, hay que hacer uso de la imaginación sociológica. La estructura social es la forma en que las instituciones (políticas, económicas, religiosas, etc.) se relacionan entre sí, y cómo se clasifican según la función que desempeñan. Mills considera que en su época la forma más amplia de estructura social (y la predominante) es el Estado-nación, que organiza los medios políticos, militares, culturales, económicos y los ambientes y las instituciones en que los hombres viven sus vidas. No obstante, el Estado-Nación no es la única unidad de estudio de los investigadores sociales. Igualmente, Mills también afirma que los problemas importantes no pueden formularse en una unidad menor al Estado-Nación. Para estudiar correctamente una estructura hay que abarcar distintos campos. La forma de hacerlo es mediante el trabajo comparativo, y para eso se necesita de distintas ramas de las ciencias sociales. Los problemas son los que determinan los campos a los que hay que apelar (y no las fronteras académicas, cada vez menos respetadas, las que determinan los problemas a estudiar). Para hacer trabajo comparativo el investigador social usa métodos y conceptos de otras ciencias, sin que necesariamente tenga que manejar todo el saber de esa ciencia. Capítulo VIII: Usos de la historia Mills da varias razones de por qué la sociología no puede prescindir de la historia: 1) Para expresar cualquier problema de una estructura determinada, hay que poder comparar esa estructura con otras, ya que puede cambiar el significado del problema según la estructura de la que se trate. De esto se deduce la necesidad del conocimiento histórico de cada estructura. 2) Es más fácil reconocer una estructura cuando cambia, para lo cual hay que abarcar períodos históricos amplios. Pero además, al no haber leyes sociales que trasciendan una estructura y permanezcan ahistóricas, cada estructura tiene sus propios principios de cambio histórico, que es preciso investigar. 3) Para comprender una sociedad hay que conocer su historia. Pero además, en un mundo que va hacia lo global, hay que conocer también la historia de otras sociedades (todas se interrelacionan). Lo histórico lleva a lo comparativo; todo problema en una estructura tiene que ser pensado en contraste con otras sociedades. 4) Aún cuando se estudie un aspecto particular de una estructura (y por lo tanto, no se compare históricamente), para comprender las tendencias que imperan en ese sector (por qué se generaron, por qué imperan) es necesario tener un enfoque histórico para poder explicarlas. Mills se opone a la “explicación histórica” que explica algo como una persistencia del pasado, pero no por qué persistió (es decir, “esto es así porque así fue siempre”). Dice que implica una ideología conservadora, que genera una actitud pasiva y de determinismo histórico. La historia varía su importancia para explicar una sociedad según la especificidad histórica. Esta última implica que cada época y cada sociedad necesita, para ser explicada o comprendida, distinta cantidad de factores históricos que la expliquen. La sociedad norteamericana necesita menos factores históricos que otras sociedades para ser comprendida, ya que tiene menos historia. Eso explica, según Mills, por qué buena parte de las ciencias sociales norteamericanas prescinde del estudio histórico. La psicología es esencial para comprender al hombre como un actor social e histórico, no sólo como una criatura biológica. Uno de los aportes del psicoanálisis, al mostrar qué influencia tiene la familia en la formación del individuo, es que considera que el individuo sólo puede entenderse en relación a las instituciones de las que forma parte. Esto se opone a la idea de que conociendo a cada uno de los individuos por la suma se comprende a la sociedad (típico del liberalismo). Mills, en cambio, cree que no se puede comprender nunca a individuos aislados, sino solamente en relación a los demás. En fin, ninguna ley general sobre la “naturaleza humana” puede abarcar a la totalidad de la diversidad humana. Capítulo IX: Sobre la Razón y la Libertad Mills se autositúa en el paso de la Modernidad a la Posmodernidad. Como todo cambio de época, esto implica la crisis de ciertos valores y de las definiciones del yo y la sociedad. Tanto el liberalismo como el socialismo caen como explicaciones adecuadas del mundo; ambas comparten la idea iluminista de que una mayor racionalidad llevaría a una mayor libertad, y de que la historia y la biografía se forjan racionalmente. En cambio, en la Posmodernidad (prestar atención a la época en que escribe Mills, 1960, en donde los teóricos de la posmodernidad aún no habían “explotado”), la mayor racionalidad en la organización (burocracia) y en la técnica llevó a una mayor racionalidad funcional en los individuos pero de manera mecánica. Esto se opone al individuo cartesiano que usa la razón para liberarse. La época de Mills es la época de la paradoja de la racionalidad sin razón; la racionalidad no lleva a la libertad sino que tiende a destruirla, y genera al hombre enajenado, la antítesis del hombre libre por el uso de la razón. Estos problemas no fueron formulados por el empirismo abstracto ni por la gran teoría, y eso contribuye al malestar de no saber cuáles son los valores amenazados. En consecuencia, la promesa de la ciencia social consiste también en formularlos (los valores amenazados), considerar (a nivel estructural, teniendo en cuenta la biografía y la historia), cuál es el papel de la Razón en la vida individual libre y en la realización de la historia. Sin explicitar cuáles son los valores amenazados, no hay resolución posible del problema. La historia es indispensable para conocer estructuras y cómo llegar a controlarlas; la libertad es, según Mills, la oportunidad de formular elecciones posibles, discutirlas y elegir. Capítulo X: Sobre política La investigación social y los investigadores son cada vez más usados para fines burocráticos e ideológicos. El investigador social debe conocer y explicitar el sentido político de su trabajo (o, al menos, tener en cuenta cuáles podrían ser sus usos políticos para controlar sus consecuencias). Por lo tanto, el investigador social tiene que hacer juicios explícitos y decidir él acerca de la teoría y el método. En ciencias sociales es inevitable hacer juicios de valor. Por ello, para restarles importancia, hay que explicitarlos. De esta manera, tienen menos poder ideológico. El investigador social también trabaja sobre valores. Mills habla de tres ideales políticos inherentes a la tradición de las ciencias sociales: 1) el valor de la verdad del hecho; 2) el valor del papel de la razón en los asuntos humanos; 3) el valor de la libertad humana Una de las tareas del investigador social debe ser aclarar el ideal de la razón y el de la libertad. Mills también habla de tres posibles posturas del analista frente a la sociedad: 1) filósofo-rey, en donde el sabio tiene el poder y también la responsabilidad; 2) consejero del rey, como por ejemplo, en los usos burocráticos de las ciencias sociales, en donde el investigador tiende a perder su autonomía moral y su racionalidad independiente. Aquí, la responsabilidad queda en el poderoso; la razón se limita al refinamiento de las técnicas administrativas. 3) Investigador independiente, que dirige su trabajo a los “reyes” y a los públicos. De esta manera, piensa problemas públicos e inquietudes privadas. Asumir este papel implica creer que el hombre es libre y que con la razón puede influir en la historia. Sin embargo, Mills sostiene que los hombres que acceden a los medios de poder son más libres para hacer la historia que los demás. Ante la concepción que piensa a la historia como la suma de las modificaciones introducidas por las innumerables acciones de innumerables hombres (y que, por lo tanto, implica que ninguna decisión humana puede por sí sola modificar el curso de la historia), Mills sostiene que en su época la concentración de los medios de poder en manos de una minoría dio la posibilidad de hacer historia, pero, al mismo tiempo, las ideologías dominantes quitaron al hombre medio el deseo de hacer historia. Esto llevó al fin de la Razón y la Libertad como valores supremos y, por ende, al vaciamiento de la política. El investigador que adopta la tercera postura (es decir, el investigador independiente) busca dedicar su trabajo a tres tipos de hombres: 1) a los que tienen poder y lo saben, les imputa grados variables de responsabilidad; 2) a los que tienen poder pero no conocen su alcance efectivo, les hace saber de las consecuencias de sus decisiones, y después les imputa una responsabilidad; 3) a los que no tienen poder y que conocen sólo su ámbito cotidiano, les revela el sentido de las tendencias y decisiones estructurales, y la forma en que se conectan inquietudes personales y problemas públicos. En suma, el investigador, al elegir la tercera postura, cumple una tarea educativa, que es al mismo tiempo una tarea de liberación. Una educación liberadora genera individuos libres y racionales, que se cultivan a sí mismos, y que pueden utilizar la imaginación sociológica. La tarea política del investigador social es traducir inquietudes personales en problemas públicos, y problemas públicos en su aspecto humano. En consecuencia, el investigador social debe usar la imaginación sociológica y debe inculcarla en los demás individuos para asegurar la Razón y la Libertad, y por lo tanto, para asegurar los valores de una sociedad democrática. Actualmente, ninguna sociedad es completamente democrática, pero eso es a lo que debe aspirar el investigador social. El empirismo abstracto no puede cumplir una función liberadora pues obstaculiza la originalidad del artesano intelectual, ve a la realidad en fragmentos abstractos, cuando la promesa es trascender los ambientes para entender lo estructural. Pero, igualmente, Mills no cree que en las condiciones actuales el investigador logre sus objetivos, sino que necesita de partidos y movimientos políticos que generen debate y den la posibilidad de influir a todos. Que haya competencia de ideas con importancia política supone la necesidad de estimular la controversia, con la presentación de distintas definiciones de la realidad (y no sólo la oficial). Por lo tanto, el investigador social debe: a) cultivar individuos capaces de pensar definiciones de las realidades sociales e individuales; b) evitar la burocratización de la razón y el pensamiento; c) formar una opinión sobre la naturaleza del cambio histórico y del lugar de los hombres libres y razonables dentro de él. Si los hombres, individualmente (o los pequeños grupos de hombres), no pueden actuar con consecuencias históricas, la función de la ciencia social se reduce a registrar y comprender. Un signo de esto es la idea de que el investigador “no debe salvar el mundo”. Pero Mills plantea que si es posible resolver la crisis por medios intelectuales, el investigador social debe formular esos problemas. Dice Mills: “Lo que yo sugiero es que, dirigiéndonos a dificultades e inquietudes y formulándolas como problemas de la ciencia social, tenemos la mejor oportunidad, creo que la única oportunidad de hacer a la razón democráticamente importante para los asuntos humanos en una sociedad libre, realizando así los valores clásicos subyacentes en la promesa de nuestros estudios”. Apéndice: Sobre artesanía intelectual (Este capítulo es bastante prescindible, pero puede servir para hacerse una idea de lo que Mills entiende por “artesanía intelectual”, en oposición al empirismo abstracto y la gran teoría). Aquí, Mills explicará su método de trabajo y dará consejos a los jóvenes investigadores. Recomienda: - - asociar el trabajo de investigación con sus vidas (toda experiencia puede ser usada como fuente de trabajo intelectual original). llevar un diario o archivo. Eso ayuda a sistematizar los pensamientos, además de que reúne experiencia personal con actividad profesional. También ayuda a formar el hábito de escribir. Llevar un archivo es controlar la experiencia. No escribir los proyectos sólo cuando se necesita pedir fondos (cosa que es una práctica común), sino escribirlos siempre, si no se condicionan por la intención de vender. Tener siempre muchos planes e ideas (no limitarse al que se trabaje en el momento). Discutir con otros investigadores sobre la formulación de esas ideas. Debatir problemas, métodos, teoría. Eso orienta el trabajo. Tomar notas de libros (para utilizar directamente lo que dicen, para rechazarlos, o para usarlos como fuentes de futuras elaboraciones). Proyectar estudios empíricos para sustentar las construcciones teóricas. Organizar ficheros con posibles estudios (ya sea para usarlos en una frase o en un libro entero). La preparación técnica es útil pero no suficiente para la generación de ideas. Sólo se puede ser preparado en algo ya conocido. La reordenación del fichero puede estimular la imaginación sociológica, es decir, buscar nuevas conexiones entre los temas. Usar tipos para organizar nociones generales. Usar la clasificación transversal (cuadros, tablas y diagramas de tipo cualitativo) puede servir para captar nuevos tipos. Pensar en lo opuesto a lo que se está investigando (la comparación ayuda al conocimiento). Usar distintos puntos de vista. Buscar casos comparables, lo cual supone la necesidad de conocimientos de la historia universal. Usar en la presentación del trabajo un lenguaje tan sencillo y claro como lo permitan el asunto y las ideas a exponer. La ininteligibilidad no tiene nada que ver con la complejidad.