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Té eres mi música, Señor”
Domingo 24 b del ordinario
P. Clemente Sobrado C.P.
16 de septiembre de 2012.
“El les preguntó: “Y vosotros ¿quién
decís que soy yo?” (Mc 8,27-35)
¿Quién dice la gente que es Jesús?
¿Qué se dice y comenta?
¿Y quién es para nosotros que estamos tan
cerca de él?
Haciendo mis propias reflexiones me he
olvidado un tanto de la lógica del
Evangelio de hoy, e incluso me he
olvidado de lo que puedan pensar los
demás. Y examinando mi propia vida, o
mejor, examinando lo que ha significado
Jesús en mi vida, me han venido una serie
de experiencias que quiero compartir con
vosotros.
Son las mías.
No sé cuánto puedan serviros a vosotros.
Pero os las ofrezco, pensando que también
puedan ser vuestras, y en todo caso, seros
de utilidad..
Ahí van, como una especie de ramillete de gozosas experiencias de la
presencia y de lo que Jesús ha hecho en mí, en muchos de vosotros y que he
querido sintetizar en esa frase: “Tú eres mi música, Señor”.
Posiblemente hay en todo ello algo de pretensión.
Pero a veces también uno tiene que soñar.
Señor, nos hemos deleitado con nuestra música.
La que brota de la inspiración del corazón humano.
Pero, la verdadera música de nuestra vida queremos que seas Tú mismo.
Así lo ha reconocido también el salmista cuando te dijo:
“Tú eres mi música, Señor”.
Porque tú eres la verdadera música.
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Eres la música de la vida.
Eres la única música que calma el espíritu llenándolo de luz y de serenidad.
Eres la única música capaz de calmar las ansias e inquietudes del espíritu.
Eres la única música que se hace fiesta en nuestro corazón.
Eres la música que nos anuncia cada día tu perdón.
Eres la música que se hace llamada en nuestro espíritu.
Eres la música que nos anuncia la esperanza de lo nuevo.
Eres la música que en el dolor pone esperanza.
Eres la música que en los días sin luz anuncia la Pascua.
Los hombres necesitamos de la música, Señor. Por eso te necesitamos a Ti.
Necesitamos de la música que nos alegre interiormente.
Necesitamos de la música que nos levante el espíritu cansado.
Necesitamos de la música que calme nuestros nervios.
“Tú eres mi música, Señor”.
Todos vivimos demasiado tensos. “Tú eres mi música, Señor”.
Todos vivimos demasiado nerviosos. “Tú eres mi música, Señor”.
Todos vivimos con demasiadas prisas. “Tú eres mi música, Señor”.
Todos vivimos con demasiadas ilusiones marchitas. “Tú eres mi música,
Señor”.
Necesitamos escucharte más.
Necesitamos que Tú calmes nuestras inquietudes.
Necesitamos que Tú nos devuelvas la paz y la serenidad.
Necesitamos que Tú seas nuestra alegría.
Que en nuestras preocupaciones, escuchemos la música de tu invitación:
“no estéis inquietos por el mañana”.
Que en nuestros cansancios, escuchemos la música que nos invita:
“venid a un lugar tranquilo”. “Venid mí todos los que estáis cansados y
agobiados”.
Que en nuestras dudas de cara al futuro, escuchemos la música de tu voz:
“no tengáis miedo, que yo estoy con vosotros”.
¿Te gusta el que hoy no me haya puesto tan serio como Pedro, y me haya
tomado la libertad de disfrutar con estas experiencias espirituales?
Clemente Sobrado C. P
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