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Lectura creyente de la realidad
Día de la tierra
22 de
abril de 2016
Desde su comienzo en el año 1970 el Día de la Tierra se ha
convertido en una tradición mundial. Este año, coincide con la ceremonia de firma del Acuerdo de
París sobre el cambio climático, que tendrá lugar en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York el
22 de abril de 2016. El Acuerdo fue aprobado por los 196 Estados partes de la Convención Marco
sobre el Cambio Climático en París el 12 de diciembre de 2015. En el acuerdo, todos los países se
comprometieron a trabajar para limitar el aumento de la temperatura global por debajo de los 2 grados
centígrados, y dados los graves riesgos, a esforzarse por lograr que sea menos de 1,5 grados
centígrados. La ceremonia se lleva a cabo en el primer día que el Acuerdo estará abierto para la firma,
marcando el primer paso para asegurar que el Acuerdo entre en vigor jurídico tan pronto como sea
posible.
Nos unimos en la oración de tantos grupos que a nivel internacional rezan por esta intención.
Canto: Invocación al Espíritu.
VER con la mirada de Dios
APRENDIENDO DE LOS TESTIGOS…
Francisco de Asís
Francisco de Asís era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa
armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son
inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y
la paz interior.
Cada vez que él miraba el sol, la luna o los más pequeños animales, su reacción era cantar,
incorporando en su alabanza a las demás criaturas. Él entraba en comunicación con todo lo creado, y hasta
predicaba a las flores «invitándolas a alabar al Señor, como si gozaran del don de la razón»… Para él
cualquier criatura era una hermana, unida a él con lazos de cariño. Por eso se sentía llamado a cuidar todo
lo que existe. Su discípulo san Buenaventura decía de él que, «lleno de la mayor ternura al considerar el
origen común de todas las cosas, daba a todas las criaturas, por más despreciables que parecieran, el
dulce nombre de hermanas»… (LS 11-12).
Oración-silencio
Juan de la Cruz
San Juan de la Cruz enseñaba que todo lo bueno que hay en las cosas y experiencias del mundo
«está en Dios eminentemente en infinita manera, o, por mejor decir, cada una de estas grandezas que se
dicen es Dios». No es porque las cosas limitadas del mundo sean realmente divinas, sino porque el místico
experimenta la íntima conexión que hay entre Dios y todos los seres, y así «siente ser todas las cosas
Dios». Si le admira la grandeza de una montaña, no puede separar eso de Dios, y percibe que esa
admiración interior que él vive debe depositarse en el Señor: «Las montañas tienen alturas, son
abundantes, anchas, y hermosas, o graciosas, floridas y olorosas. Estas montañas es mi Amado para mí.
Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas llenos, y en la variedad de
sus arboledas y en el suave canto de aves hacen gran recreación y deleite al sentido, dan refrigerio y
descanso en su soledad y silencio. Estos valles es mi Amado para mí» (LS 234).
Oración-silencio
Patriarca Bartolomé
El Patriarca Bartolomé llamó la atención sobre las raíces éticas y espirituales de los problemas
ambientales, que nos invitan a encontrar soluciones no sólo en la técnica sino en un cambio del ser
humano, porque de otro modo afrontaríamos sólo los síntomas. Nos propuso pasar del consumo al
sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir, en una ascesis que
«significa aprender a dar, y no simplemente renunciar. Es un modo de amar, de pasar poco a poco de lo
que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios. Es liberación del miedo, de la avidez, de la
dependencia». Los cristianos, además, estamos llamados a «aceptar el mundo como sacramento de
comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global. Es nuestra humilde
convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin
costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta» (LS 9).
Oración-silencio
Tomamos conciencia de estos testimonios y nos preguntamos:
¿Qué nos dicen a nosotras estas experiencias?
¿Qué nos motiva a ser parte activa de esta búsqueda?
¿Qué sentimientos despierta en nosotras como franciscanas?
Canto: A tu paso alegras el cielo u otro
JUZGAR a la luz de la Palabra
Isaías 55,6-11
La Palabra de Dios es viva, capaz de fecundar, engendrar y generar vida. La fidelidad del
que creé se mide desde esta dimensión.
“Busquen al SEÑOR mientras se deje encontrar, llámenlo mientras esté cercano. Que
abandone el malvado su camino y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al SEÑOR,
a nuestro Dios, que es generoso para perdonar y de él recibirá misericordia. “Porque mis
pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos—afirma el SEÑOR —.
Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes, ¡más altos que los
cielos sobre la tierra!
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven allá sin regar antes la tierra
y hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así
es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo
deseo y cumplirá con mis propósitos”.
A la luz de este texto nos preguntamos:
¿Cómo ilumina este texto esta realidad?
¿Qué palabra nos está diciendo Dios a nosotras hoy?
¿Qué respuesta es la nuestra?
ACTUAR
Señala el Papa Francisco en la encíclica Laudato Si', “el ambiente humano y el ambiente natural se
degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos
atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social”.
Ahora bien, dado que la suma de los compromisos voluntarios de disminución de emisiones de los
países que firmaron en Paris no son suficientes, ya que nos pondrían en un escenario de un aumento de
temperatura cercano a 3ºC, muy lejos del 1.5º C que plantea el Acuerdo, la amenaza climática sigue
vigente. Por eso, es necesario seguir buscando vías consensuadas y más ambiciosas que ofrezcan
mayores garantías para las poblaciones más pobres y vulnerables del planeta.
La comunidad internacional debe asumir ya las verdaderas causas estructurales del cambio
climático, es necesaria una voluntad real de transformación del modelo económico y de consumo que está
degradando nuestra Madre Tierra y que, a pesar de los esfuerzos realizados en el Acuerdo de Paris que se
va a ratificar, debe traducirse en mayores compromisos de todos los países.
El Acuerdo a ratificar no recoge un marco de derechos humanos sólido, con acciones y propuestas
orientadas a garantizar el respeto, la protección y la promoción de los derechos humanos de todas las
personas. Tampoco se incluye el respeto en el uso de la tierra ni la seguridad alimentaria, más allá de su
dimensión productiva, lo que significa que el derecho a la alimentación queda relegado a un segundo plano.
¿A qué me siento llamada por Dios desde estas realidades?
¿Qué respuesta personal puedo dar? Y a nivel Comunidad?
¿Cómo nos podemos implicar para hacer realidad la defensa del Planeta?
Madre Tierra que estás en el cielo
santificados sean tus mares, tus ríos, tus lagunas.
Venga a nosotros tu reino de plantas y
animales.
Hágase la vida en abundancia
en este planeta y en todo el universo.
Danos hoy el alimento de cada día.
Perdona nuestra contaminación.
No nos dejes caer en la avaricia
de acumular tus riquezas.
Y líbranos de las empresas mineras.
Amén.
Canto: María de Nazaret (Ain Karén) u otro