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LA ÉTICA DE KANT
I. INTRODUCCIÓN
El estudio analítico del derecho no debe limitarse a su forma extrínseca, más aún,
debe extenderse a niveles intrínsecos que nos conduzcan a una adecuada
valoración moral del mismo.
Dicho estudio llamado también “jurisprudencia normativa”, enfrenta un problema
filosófico (determinar cuáles son los principios de justicia y moralidad social que
permiten someter a examen, discusión y juicio las regulaciones e instituciones
jurídicas y cuáles son las implicaciones de esos principios sobre materias
específicas); que es encarado por la “ética normativa”, misma que se ocupa de
formular y justificar juicios morales y determinar qué acciones o instituciones son
buenas y justas.
En el pensamiento occidental actual, existen teorías de justicia y moralidad social1
que comúnmente son clasificadas en: teleológicas y deontológicas.
Las teorías Teleológicas son aquellas que hacen prevalecer lo bueno sobre lo
moralmente correcto, es decir, juzgan a las acciones por como ellas y sus
consecuencias contribuyen a alcanzar cierta meta valiosa o a realizar cierto estado
de cosas intrínsecamente bueno. Por su parte las teorías Deontológicas, llamadas
también: “formalistas”, dan prioridad a lo moralmente correcto sobre lo bueno,
juzgando principalmente a las acciones por sus cualidades intrínsecas.
El principal representante de las teorías deontológicas fue Kant, quién desarrollo
una delas teorías más importantes sobre la ética, dentro del campo filosófico.
II. MARCO TEÓRICO
1. VIDA Y ESCRITOS
Immanuel Kant nació en 1724 en la ciudad de Königsberg, al este de Prusia.
Vivió casi toda su vida en su ciudad natal donde murió a los 80 años. Venía de
un hogar severamente cristiano.
Podemos mencionar que Kant logró sacar a la filosofía del embrollo en que se
había metido en cuanto a la diputa entre racionalistas y empiristas. Con Kant
muere por tanto una época de la historia de la filosofía. El murió en 1804, justo
cuando comienza a florecer la época llamada Romanticismo. En su tumba en
Königsberg se puede leer una de sus más famosas citas. Hay dos cosas que
llenan su mente cada vez de más admiración y respeto, pone y es “el cielo
estrellado encima de mí y la ley moral dentro de mi. Y continúa: “ Son para mí
pruebas de que hay un Dios por encima de mí y un Dios dentro de mí”. 2
1
Teorías de ética normativa.
Jostein Gaarder, “ El mundo de Sofía”, Traducción : Kirsti Baggethum y Asunción Lorenzo, Edit.
Patria , 1997, Pag. 408.
2
2. ESCRITOS
Kant tuvo siempre gran preocupación por los problemas morales. Tres son las
obras que escribió sobre el problema moral: “Fundamentación de la metafísica
de las costumbres” (1785), “Critica de la razón práctica” (1788) y “Metafísica de
las costumbres (1795).
La “Fundamentación” trata el tema con mayor claridad en la expresión, llegando
a ser la obra más fácil y más popular de Kant, Además, desarrolla los conceptos
fundamentales de la moral kantiana, retomados luego en la “Critica”, con mayor
técnica filosófica y por lo tanto con mayor dificultad de compresión por parte de
los que se inician en el campo de la filosofía.
Los conceptos fundamentales son: practicidad y autonomía de la razón,
universalidad, aprioridad intrínsecas al deber, imperatividad categórica del
principio de la moralidad y el reino de los fines. En la “Crítica de la razón
práctica” la doctrina se profundizará con la inclusión de los tres famosos
postulados de la libertad, de la inmortalidad del alma y de la existencia de Dios.
LA BUENA VOLUNTAD
En la conducta humana podemos distinguir dos elementos: por una parte los
instintos, las tendencias, los deseos, los sentimientos presentes en cada
hombre y cada acto; por otra parte, más allá de todos estos elementos
individuales y diferentes en cada uno, existe la razón capaz de motivar nuestras
acciones independientemente del conjunto de las motivaciones de orden
empírico. Partiendo de este análisis Kant pretende elaborar una filosofía moral
pura, convencido del poder de la razón para descubrir la ley moral.
Kant plantea el problema de la ética como la cuestión del bien supremo. Los
bienes pueden ser buenos para otra cosa o buenos en si mismos. En este
sentido Kant dice que la única cosa que es buena en sí misma , sin restricción,
es una buena voluntad. El problema moral queda trasladado, no a las
acciones, sino a la voluntad que las mueve. 3
“ Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda
considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una “buena voluntad”.
El
entendimiento, el gracejo, el juicio, o como quieran llamarse los “talentos” del espíritu; el valor, la
decisión, la perseverancia en los propósitos como cualidades del “temperamento”, son sin duda,
en muchos respectos, buenos y deseables; pero también pueden llegar a ser
extraordinariamente malos y dañinos si la voluntad que ha de hacer uso de estos dones de la
naturaleza y cuya peculiar constitución se llama por eso “carácter”, no es buena.
El poder, la riqueza, la honra, la salud misma y la completa satisfacción y el contento del propio
estado, bajo el nombre de “felicidad”, dan valor y tras él, a veces arrogancia si no existe una
buena voluntad que rectifique y acomode a un fin universal el influjo de esa felicidad y con él el
principio todo de la acción ...”4
El concepto Kantiano de voluntad buena es concepto de una voluntad siempre
buena en sí misma, por virtud de su valor intrínseco, y no sólo por su relación
3
4
Jualian Marías, “Historia de la Filosofía”, Edit. Alianza. 1986, Pag. 284
Immanuel Kant, “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”, 1785, Capítulo Primero.
con la producción de algún fin como, por ejemplo, la felicidad.5 En este sentido
no se puede decir que una voluntad sea buena en si misma sólo porque causa,
buenas acciones; ya que puedo desear una buena acción que las circunstancias
físicas me impidan realizar, mas mi voluntad será buena a pesar de eso.
Ahora bien para comprender el significado de “voluntad buena”, Kant recurre al
concepto de deber, que es para él el rasgo más destacado de la conciencia
moral. Por lo tanto una voluntad que obre por el deber es una voluntad buena.
“Para desenvolver el concepto de una voluntad digna de ser estimada por sí misma, de una
voluntad buena sin ningún propósito ulterior... vamos a considerar el concepto del deber ”. 6
3. EL DEBER Y LA INCLINACIÓN
Kant distingue entre acciones realizadas de acuerdo con el deber y acciones
hechas por, o a causa del deber, concluyendo que sólo tendrán valor moral estas
últimas. El ilustre profesor de filosofía toma el ejemplo de la conservación de la
vida propia, “Preservar la vida propia es un deber y, además todo el mundo tiene
la inclinación inmediata a conservarla. “ Si preservo mi vida simplemente porque
tengo la inclinación a hacerlo así, mi acción no tiene valor moral según Kant.
Para tener ese valor, mi acción tiene que realizarse a causa de que es deber mío
el preservar mi vida. Ahora bien cuanto menor sea la inclinación a cumplir con el
deber, mayor es el valor moral de la acción si realmente se realiza en el sentido
del deber, dicho de otro modo significa que cuanto más tengamos que
dominarnos para cumplir con nuestro deber, tanto más morales somos. De lo
dicho concluimos que cuanto más bajas sean las inclinaciones de un hombre
tanto más alto será su valor moral si supera aquellas inclinaciones, lo cual no es
tarea fácil a nuestro entender.
“ Cuando las adversidades y una pena sin consuelo han arrebatado a un hombre todo el gusto
por la vida, si este infeliz ... conserva su vida, sin amarla sólo por deber y no por inclinación o
miedo, entonces su máxima si tiene un contenido moral.
Ser benéfico en cuanto se puede es un deber; pero además, hay muchas almas tan llenas de
conmiseración, que encuentran un placer íntimo en distribuir la alegría en torno suyo, sin que a
ello les impulse ningún movimiento de vanidad o de provecho propio, y que pueden regocijarse
del contento de los demás, en cuanto que es su obra. Pero yo sostengo que, en tal caso,
semejantes actos, por muy conformes que sean al deber, por muy dignos de amor, que sean, no
tienen, sin embargo, un valor moral verdadero ... Cuando ninguna inclinación le empuja a ello ... y
realiza la acción benéfica sin inclinación alguna, sólo por deber, entonces y sólo entonces, posee
ésta acción su verdadero valor moral. ”
4. APRIORIDAD
Una acción hecha a causa del deber tiene su valor moral, “no en el propósito”
que por medio de ella se quiere alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido
resuelta; no depende de la realidad del objeto de la acción, sino meramente del
Carlos Santiago Nino, “Introducción al análisis del Derecho”, Edit. Astrea. 1998 2da ed. Pag. 405
... Según Kant la felicidad no es buena sin calificaciones, porque depende en gran medida de
circunstancias externas; uno hombre puede merecer la felicidad y no lograrla y, a la viceversa , no
merecerla y obtenerla.
6 Idem Nota al Pie N° 3.
5
“principio del querer”, según el cual ha sucedido la acción, prescindiendo de
todos los objetos de la facultad del desear.
Los propósitos que podamos tener al realizar las acciones, y los efectos de éstas
considerados como fines y motores de la voluntad, no pueden proporcionar a las
acciones ningún valor absoluto y moral. ¿ Dónde pues, puede residir este valor,
ya que no debe residir en la voluntad en la relación con los efectos esperados ?.
No puede residir sino en el “principio de la voluntad”, prescindiendo de los fines
que puedan realizarse por medio de la acción, pues la voluntad, puesta entre su
principio “a priori”7, que es formal y su resorte “a posteriori”, que es material, se
encuentra, por decirlo así en una encrucijada, y como ha de ser determinada por
algo, tendrá que ser determinada por el principio formal del querer en general,
cuando una acción sucede por deber, puesto que todo principios material le ha
sido sustraído.
Por lo tanto el valor moral de la acción no reside en el objeto, en los éxitos, en
las consecuencias positivas, sino que es anterior a la misma actividad, es
“a priori”, , antes de la realización práctica, reside en la misma voluntad, en su
intención.
5. EL DEBER Y LA LEY
Obrar a causa del deber es obrar por reverencia a la ley como tal. Y la
característica esencial de la ley como tal es la universalidad estricta que no
admite excepción alguna. Las leyes físicas son leyes universales también lo es
la ley moral.
En resumen de todo lo anteriormente analizado, tenemos que la voluntad buena,
el único bien sin restricciones y absoluto, se manifiesta en la acción 8 a causa
del deber; que el deber significa acción por respeto o reverencia a la ley, y que la
ley es esencialmente universal.
Una vez que Kant ha privado a la voluntad de todos los impulsos (o todos los
estímulos) que le podía proporcionar seguir una ley particular, lo único que
puede aún servirle de principio es la conformidad universal de las acciones a la
ley en general 9, es decir: obrar siempre de tal modo que pueda al mismo tiempo
querer que mi máxima 10 sea ley universal.”.11
A lo dicho surge la pregunta ¿ puede una máxima así tomar la forma de la
universalidad ?. Kant ofrece un ejemplo; imaginemos a un hombre en un
situación angustiosa, y que solo puede liberarse del apuro formulando una
promesa que no tiene la intención de cumplir. O sea: nuestro hombre no puede
mejorar su situación sino mintiendo. ¿ Le es lícito hacerlo ? Si obra de ese modo,
7
Ver nota al Pie N° 8. Máximas a priori.
Ésta acción conforme al punto anterior sobre aprioridad.
9 Frederick Copleston, “Historia de la Filosofá”, Edit. Ariel – Barcelona, Vol. VI, Pag. 301
10 Kant se refiere a las máximas formales o a priori, que confieren valor moral a las acciones; a
diferencia de las máximas empíricas o materiales que se refieren a fines o resultados deseados.
11 También llamado principio del deber, es una formulación de lo que Kant llama el imperativo
categórico.
8
su máxima dirá que tiene derecho a formular un promesa sin intención de
cumplirla ( o se, que tiene derecho a mentir) si sólo por ese medio se puede
librar de una situación desastrosa. Por lo tanto podemos plantear la cuestión del
siguiente modo: ¿ Puede ese hombre querer que la tal máxima se convierta en
ley universal ? Una vez universalizada, esa máxima afirmaría que todo el mundo
puede hacer una promesa sin intención de cumplirla ) o que todo el mundo tiene
derecho a mentir) cuando se encuentra en una dificultad de la que no se puede
librar por otros medios. Según Kant, es imposible querer esa universalización,
pues eso equivaldría a querer que el mentir se convierta en ley universal. Por lo
tanto, la máxima no puede tomar la forma de la universalidad.
En la práctica todos obramos de acuerdo con lo que Kant llama máximas 12; en
este sentido, para que nuestras voluntades puedan ser moralmente buenas
tenemos que preguntarnos si podemos querer que nuestras máximas se
conviertan en leyes universales.
Es pertinente hacer notar que el concepto de ley universal como tal, se usa como
comprobación de la admisibilidad o inadmisibilidad de máximas, no como
premisa de la cual pudieran deducirse reglas concretas de conducta.
La necesidad de obrar por puro respeto a la ley práctica es lo que constituye el
deber, al cual debe ceder cualquier otro motivo, porque el deber es la condición
de que una voluntad sea buena en sí misma; y el valor de una voluntad así está
por encima de toda otra cosa.
6. EL IMPETATIVO CATEGÓRICO
Imperativo, por que no aconseja, no sugiere, no prospecta la posibilidad de una
acción, sino dice claro y rotundo: tú debes.
Categórico, por que no está condicionado a nada y a nadie; no dice: si quieres
ser feliz, haz esto o aquello; sino simplemente impone.
En este sentido la voluntad buena debe hacer lo que la razón práctica le
presente como deber, tomando la ley moral para nosotros la forma de
imperativo.
Kant quiere hacer una ética del deber ser, que obligue. Para ello busca un
imperativo pero la mayoría de los imperativos no sirven para fundamentar la
ética, porque son hipotéticos, es decir dependen de una condición. Si yo digo:
aliméntate, se supone una condición: si quieres vivir; pero para un hombre
quiera morir, el imperativo no tiene validez. Kant necesita un imperativo
categórico, que mande sin ninguna condición absolutamente. La obligatoriedad
del imperativo categórico ha de encontrarse en el mismo. Como el bien supremo
es la buena voluntad, la calificación moral de una acción recae sobre la voluntad
con que ha sido hecha, no sobre la acción misma. Y la buena voluntad es la que
12
Máximas o Principios subjetivos de volición; en la terminología de Kant.
quiere lo que quiere por puro respeto al deber. Si yo hago una acción buena
porque me gusta o por un sentimiento, o por temor, etc., no tiene valor moral. 13
La voluntad divina que por su naturaleza es santa, no necesita del imperativo
categórico puesto que en ella “ el querer ya de suyo coincide necesariamente
con la ley”. No así la voluntad humana, que a menudo cede a los instintos, sigue
las inclinaciones y queda ofuscada por las emociones. 14
Kant expresa en tres fórmulas su famoso imperativo categórico:
a) Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se
torne en ley universal. (Conocida como máxima de la universalidad, en
cuanto debería extenderse y ser válida para todos)
b) Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la
persona de cualquier otro siempre como un fin al mismo tiempo y nunca
solamente como un medio. (Conocida como la máxima del finalismo)
c) Obra según la máxima que pueda hacerse a sí misma al propio tiempo ley
universal. (Conocida como la máxima de la autonomía)
7. EL SER RACIONAL COMO FIN EN SI MISMO
La segunda forma del imperativo categórico se refiere precisamente a este tema,
pues si bien el hombre se distingue de otro hombre sólo por las notas
individualizantes de la sensibilidad; en el plano racional aquel donde cuenta la
moral, todos los hombres son iguales, y como tales deben recíprocamente
estimarse y tratarse.
Kant se pregunta si este imperativo categórico 15, del cual se derivan las leyes
morales 16, es un principio necesario para todos los seres racionales. Sostiene
que para responder a esta pregunta general debe encontrarse algún fin absoluto
de todos los seres racionales (a diferencia de fines relativos, supeditados a
deseos, que sólo fundamentan imperativos hipotéticos); si se encuentra algo que
tenga valor absoluto, que sea un fin en si mismo, entonces allí estaría el
fundamento del imperativo categórico. Kant afirma que el hombre, y en general
todo ser racional, existe como fin en sí mismo, no sólo como medio para ciertos
usos, y en consecuencia todo hombre debe en sus acciones tratarse a sí mismo
y tratar a los demás como fines y no sólo como medios.
Jualian Marías, “Historia de la Filosofía”, Edit. Alianza. 1986, Pag. 286 .. (Aquí se plantea Kant la
espinosa cuestión de si el respeto al deber no es un sentimiento).
13
Esteban Bertolusso, “Lecciones de Filosofía” , Edit. Don Bosco 1986 La Paz – Bolivia, Pag. 131
Referido a la primera formulación del imperativo categórico, indicada anteriormente.
16 Carlos Santiago Nino, “Introducción al análisis del Derecho”, Edit. Astrea. 1998 2da ed. Pag. 403 “
Las leyes o principios morales son según Kant, autónomos o sea son leyes que uno se dá a sí
mismo con abstracción de los dictados de cierta autoridad humana o divina o de los de nuestros
propios deseos o impulsos. Son también categóricos, porque a diferencia de los imperativos
hipotéticos del razonamiento prudencial, lo que ellos orden no está condicionado a que tengamos
ciertos fines o deseos. Las leyes morales son, asimismo, universales, puesto que si son los
principios que queremos como puros seres racionales con abstracción de nuestras inclinaciones y
deseos contingentes que nos diferencian unos de otros, entonces se sigue que cada ser racional
querrá la misma ley que querría cualquier otros ser racional, y por lo tanto, esa ley moral obliga a
todos los seres racionales por igual.
14
15
Las palabras “al mismo tiempo” y “meramente”, inmersas en la segunda formula
del imperativo categórico, referido al tema en cuestión, son de importancia por
los siguiente: es imposible no hacer uso de otros seres humanos como medios.
Al ir al peluquero, por ejemplo, se va a utilizarle como medio para un fin que no
es él mismo. Por eso la ley kantiana dice que incluso en esos casos he de
evitar tratar al ser racional meramente como medio, o sea como si no tuviera
más valor que el de medio para mi finalidad subjetiva.17
7.1 EL REINO DE LOS FINES.
“Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier
otro siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio ”
La concepción de los seres racionales como fines en sí mismos, unida a la idea
de la voluntad racional o razón práctica como legisladora moral, nos lleva al
concepto del reino de los fines. Entendiendo por reino la unión sistemática de
seres racionales mediante leyes comunes. Y como tales leyes tienen en cuenta
las relaciones que se establecen entre aquellos seres como medios y fines,
según la expresión de Kant, es razonable llamar al conjunto reino de los fines.
Un ser racional puede pertenecer a este reino de dos modos. Como miembro, si
aún dando él mismo leyes, está también sometido a ellas. Y como soberano o
cabeza suprema si al legislar no está sometido a la voluntad de nadie.
Según Kant dicho reino, es sólo un ideal, pero al mismo tiempo es una
posibilidad. Sería efectivamente realizado por máximas conformes con la ley
prescrita por el imperativo categórico para todos los seres racionales, si esas
máximas fueran seguidas universalmente. Y los seres racionales deberían obrar
como si mediante sus máximas fueran miembros legisladores de un reino de los
fines.
8. LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
En este punto nos referimos y explicamos la tercera formulación del imperativo
categórico.
En opinión de Kant la voluntad del hombre considerado como ser racional tiene
que respetarse como fuente del derecho al que reconoce como universalmente
vinculante. Todos los imperativos condicionados por el deseo o la inclinación,
por el interés como dice Kant, son imperativos hipotéticos. Por lo tanto un
imperativo categórico, tiene que ser incondicionado. Y la voluntad moral, que
obedece al imperativo categórico, no tiene que estar determinada por el interés,
o sea, no tiene que ser heterónomo, no tiene que estar a merced, por así decirlo,
de deseos e inclinaciones que formen parte de una serie causalmente
Frederick Copleston, “Historia de la Filosofía”, Edit. Ariel – Barcelona, Vol. VI, Pag. 309. Otros
ejemplos que da Kant son: el suicida que se destruye a sí mismo para sustraerse a circunstancias
dolorosas se utiliza a sí mismo, que es una persona, como mero medio de un fin relativo, como es el
mantenimiento de condiciones soportables hasta el fin de la vida. El hombre que hace la promesa
para obtener un beneficio cuando no tiene intención de cumplirla utiliza al hombre al que hace la
promesa como mero medio al servicio de un fin relativo.
17
determinada. Tiene que ser autónoma. Y decir que un voluntad es autónoma es
lo mismo que decir que ella se da a sí misma la ley a la cual obedece.
Kant se refiere a la autonomía de la voluntad llamándola “ principio supremo de
la moralidad”, y único principio de todas las leyes morales y de los deberes
correspondientes”; en cambio la heteronomía de la voluntad es “la fuente de
todos los principios espúreos de la moralidad “.
9. CRITICA A KANT (Ver Nino)
III. CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
La ética kantiana es autónoma y no heterónoma; es decir, la ley viene dictada por la
conciencia moral misma, no por una instancia ajena al yo. Este es colesgislador en
el reino de los fines, en el mundo de la libertad moral. Por otra parte, esta ética es
formal y no material, porque no prescribe nada concreto, ninguna acción
determinada en su contenido, sino la forma de la acción: el obrar por respeto al
deber, hágase lo que se quiera. Kant pide al hombre que realice su esencia, que
sea el que en verdad es, un ser racional. Porque la ética kantiana no se refiere al yo
empírico, ni siquiera a las condiciones de la especie humana, sino a un yo puro, a
un ser racional puro. El hombre, por una parte, como yo empírico, está sujeto a la
causalidad natural; pero, por otra parte pertenece al reino de los fines. Kant no dice
que todos los hombre son fines en sí mismos. La inmoralidad consiste en tomar al
hombre(al propio yo o al prójimo) como medio para algo, siendo como es un fin en
sí. Las leyes morales (el imperativo categórico) proceden de la legislación de la
propia voluntad. Por esto el imperativo y la moralidad nos interesan, porque son
cosa nuestra.
Comprender la ética kantiana no es tarea fácil, más no imposible, aún cuando
aceptemos que el ilustre profesor de filosofía explica sus ideas con claridad,
precisión y con ejemplos, deja vacíos de fundamentación que hacen confuso, más
no incomprensible su teoría.
Una de las conclusiones a las que se llegue indefectiblemente en toda cuestión ética
es que el hombre no es un ser perfecto pues de serlo así, no existirían problemas y
discusiones, sobre el tema. El hombre como tal es un ser que concentra en sí
mismo el bien y el mal; las intenciones, los deseos y la razón; en este sentido es
demasiado pedir que los hombres en general, cada vez que realicen en un acto,
por lo menos piensen en el imperativo categórico que plantea Kant. La verdad es
que los hombres están acostumbrados a actuar por actuar, a hacer las cosas
porque si, ésta es la ética real, no una ética utópica. En la práctica real concreta no
es sencillo emplear la ética kantiana, pues solo de pensar que en cada momento,
en cada acción, el hombre deba elaborar juicios racionales a la manera que Kant
nos enseña para determinar si nuestra acción tiene o no valor moral, si esta o no
conforme al imperativo categórico, viviríamos una vida atormentada por el ojo que
nos, el dedo que nos señala, y entonces no alcanzaríamos la paz ni mucho menos
la felicidad; y es porque la vida está llena de inclinaciones, deseos, gustos,
sentimientos, en definitiva del amor, que no es racional y obedece a las
inclinaciones del corazón.
En este sentido no rechazamos la sesuda y espléndida ética de Kant, pues no
brinda la oportunidad de entender las cosas como son y como pueden o deben ser.
VI. BIBLIOGRAFÍA
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Jostein Gaarder, “ El mundo de Sofía”, Traducción : Kirsti Baggethum y
Asunción Lorenzo, Edit. Patria , 1997
Jualian Marías, “Historia de la Filosofía”, Edit. Alianza. 1986,
Immanuel Kant, “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”, 1785
Carlos Santiago Nino, “Introducción al análisis del Derecho”, Edit. Astrea.
1998 2da ed.
Frederick Copleston, “Historia de la Filosofía”, Edit. Ariel – Barcelona, Vol. VI,
Pag. 301
Esteban Bertolusso, “Lecciones de Filosofía” , Edit. Don Bosco 1986
La Paz – Bolivia,