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El carácter de los ciudadanos del reino (parte II)
El hombre en su estado natural tiene la tendencia a ser desequilibrado. Para muchos es difícil
concretar sus pensamientos con sus acciones y eso pasa en los ciudadanos del reino. Es posible que
tengan un buen reconocimiento de sus pecados y la salvación en Cristo, pero que al mismo tiempo su
vida no sea un reflejo de tales beneficios.
En el reino tanto nuestra posición como nuestro comportamiento están íntimamente relacionado. En
otras palabras, no se puede ser un ciudadano del reino si no se vive como un ciudadano del reino.
Hemos hablado acerca del carácter progresivo y lógico de las bienaventuranzas. Ellas están
agrupadas de tal manera que las primeras cuatro muestran el carácter del reino al respecto de su
salvación o entrada al reino, y las siguientes son consecuencias inmediatas.
En otras palabras: Los pobres en espíritu son los que lloran su pecado, al mismo tiempo son
humildes y mansos y tienen hambre y sed de justicia, una justicia que ellos no pueden alcanzar. Lo
que resultará es que una vez ellos son justificados entonces deberán ser misericordiosos con los
demás, limpiar su corazón, ser pacificadores aunque la consecuencia de ello sea la persecución, pero
pueden mantenerse gozosos cuando eso suceda.
Nos concentraremos hoy en estudiar las otras cuatro bienaventuranzas que nos quedan y veremos la
manera tan preciosa en las que ellas se entrelazan para mostrarnos el complemento del carácter de
los que viven en el reino de Dios.
Bienaventurados los misericordiosos
Algunos suelen malinterpretar esta bienaventuranza y la ven como algo simplista, como algo
legalista. Ellos piensan —Voy a tener misericordia de los otros para que Dios la tenga de mí— pero
no, la misericordia es algo que no puede producir alguien que no la ha alcanzado primero. La
misericordia es una respuesta por la que ya hemos recibido.
Pero ¿Qué es la misericordia? ¿En qué se diferencia de la gracia? La misericordia es definida
usualmente como no recibir lo que merecemos, usualmente al respecto de nuestra miseria; la gracia
es entendida como recibir algo que no merecemos. En ese sentido, sólo aquellos que han
experimentado ser librados de la ira de Dios podrán aplicar misericordia con otros.
El Señor es la fuente de la misericordia; nadie lo es en la medida en que él lo es. Él tiene
misericordia de quien quiere tener misericordia.
Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun
cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! (Ef 2:4-5).
El profeta Miqueas lo describe de manera preciosa (Miq 7:18):
¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No
retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia.
Dios da su misericordia a los que tienen hambre y sed de justicia y ahora ellos deben ser
misericordiosos. Un cristiano que no vive en consecuencia con la gracia que ha recibido es una gran
perversión de la cual debe arrepentirse. Me gusta pensar en esto con el ejemplo del mismo Señor
Jesús en Mateo 18: 23-34 (leer).
¿Estamos siendo misericordiosos con los que están lejos de Dios? ‘¿Cómo reaccionamos ante
aquellos que no han venido al conocimiento de la verdad?
Bienaventurados los de limpio corazón
En los tiempos de Jesus la secta de los fariseos casi que gobernaba la esfera religiosa de Israel. Ellos
habían hecho e la ley de Dios un cúmulo de mandamientos y ordenanzas humanos estrictas y
difíciles de cumplir pero que no estaba de acuerdo con la espiritualidad. Por ejemplo, ellos habían
asignado el diezmo para las pequeñas hojas de menta, pero en cambio descuidaban mandamientos
importantes; todo esto como resultado de observar solo asuntos externos.
En alguna ocasión ellos acusaron a los discípulos de comer con las manos sucias. Eso no era solo un
asunto higiénico. Ellos creían que las personas contaminaban sus manos con dinero de paganos y
cosas que tocaban que había sido tocada por gente pecadora, entonces tenían un ritual de limpieza en
que la persona primera se lavaba lentamente las manos por arriba y luego por debajo un par de veces
hasta quedar “purificados.
Esto es solo un ejemplo del extremo de la religión ritualista de los fariseos. Pero Jesus ensaña aquí
que la verdadera limpieza o consiste en la observancia de cosas externas, sino en el corazón.
El corazón era visto por los judíos como el centro de las acciones y la voluntad. Como el lugar donde
se fraguaban las acciones del hombre. Ellos solían usar varios órganos del cuerpo para definir el tipo
de emoción que sentían. Por ejemplo, cuando estaban enamorados o con rabia, usaban la palabra
entrañas, porque, describían ese el lugar donde se supone sentían la emoción. Jesus dijo esto:
«Porque del coraz6n salen los malos pensamientos, los homicidios, las fornicaciones, los hurtos, los
falsos testimonios, las blasfemias» (15:19; d. Jer. 17:9; Ro. 1:21; 2:5).
Así que, es la limpieza de corazón la que deben perseguir los ciudadanos del reino. La limpieza no es
algo limitado solo a lo externo. Esta verdad explotó en la mente de Lutero. Se tenía la idea en su tipo
de que los sacerdotes o los del clero eran más limpios que los obreros, pero luego de encontrarse con
la verdad del evangelio, él escribió lo siguiente:
"Aunque un obrero común, un zapatero o un herrero, puede estar sucio y lleno de hollín o puede
oler mal debido a que está cubierto de suciedad y alquitrán... y aunque apeste por fuera,
internamente es incienso puro delante de Dios porque considera la palabra de Dios en su corazón y
la obedece”
Ahora bien, sospecho que alguien debe estar consolándose con estas palabras y diciendo dentro de si
—Oh si, amén, nadie puede juzgarme por mi apariencia, mi corazón solo lo ve Dios, es delante de él
que debo ser limpio — pero cuanta responsabilidad hay allí. No creas que por que el corazón sólo lo
ve Dios eso quita un peso de encima. ¡Oh no! Antes lo agranda. Si hay limpieza de corazón habrá
limpieza de acciones. El Señor dijo: “¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de adentro del vaso y del
plato, para que lo de afuera también quede limpio.” (Mt 23:26)
Ellos verán a Dios
En una conversación Jesus dijo a Nicodemo: el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
La limpieza de corazón es santidad. Nadie puede verle si no es santo en sus estamentos internos, si
su corazón no es puro. El salmista dijo:
¿Quién subirá al monte de Jehová?
¿Y quién estará en su lugar santo?
4
El limpio de manos y puro de corazón;
El que no ha elevado su alma a cosas vanas,
Ni jurado con engaño.
5
El recibirá bendición de Jehová,
Y justicia del Dios de salvación.
6
Tal es la generación de los que le buscan,
De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob (Salm 24:3-6)
Bienaventurados los pacificadores
Al igual que como vimos en la misericordia, los herederos del reino deben ser pacificadores porque
ellos mismos han encontrado la paz.
Recordemos que dentro de la audiencia a la que el Señor se dirige, había hombres que creían que la
guerra y la revolución eran el camino para la libertad verdadera; me refiero a los zelotes. Ellos eran
un partido nacionalista que pretendía tomar las armas y el poder militar para derrocar a Roma, pero
el Señor les va a enseñar a ellos y también a nosotros cual debe sr la actitud en su reino: ser
pacificadores.
El mundo habla de paz de muchas formas. Algunos piensan en ella como el fin de los conflictos o
las guerras, pero es no es más que una tregua. La verdadera paz está basada en la reconciliación y el
perdón profundo y aquí es a eso a lo Jesus se refiere.
EL hombre era enemigo de Dios y él fue reconciliado por medio de la cruz. Pablo lo expresa de
manera maravillosa en 2 Cor 5:18
Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el
ministerio de la reconciliación;
En otras palabras; nosotros hemos sido reconciliados para reconciliar y hemos encontrado paz para
pregonar la paz.
Pero ¿cómo se hace eso? ¿Acaso es ir por la vida buscando donde hay conflictos y resolverlos o
ayudar a ello? Eso suena noble y no es malo en sí, pero la verdadera paz que proclamamos es la de
llamar al hombre a reconciliarse con Dios. Es por medio de la predicación llamar a los enemigos de
Dios por causa del pecado y traerlos a la reconciliación.
Pablo sigue diciendo:
Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio
de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en
cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así
que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os
rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (2 Cor 5:18-20)
Isaías habló también de esto:
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz, del
que trae las buenas nuevas de gozo, del que anuncia la salvación, y dice a Sion: Tu Dios reina! (Is
52:7)
Por supuesto hay una manera más amplia de pensar en la paz y es cómo obramos mediando
conflictos, pero su máxima expresión está en la reconciliación de los hombres con Dios por medio
del evangelio de la cruz. Ser pacificador es ser un predicador del evangelio. Eso es hermoso.
Los pacificadores serán llamados hijos de Dios porque ellos reflejan el carácter y la naturaleza
pacífica de Dios. Es así como un hijo es entendido para los judíos; como alguien que refleja el
carácter de su padre.
Ilustrar: Historia de Don Richardson en la tribu Sawi (El niño de paz).
Bienaventurados los perseguidos
¿Cómo puede ser que por un lado seamos pacificadores y por otro lado perseguidos? Ese es
exactamente el cuadro que el Señor presenta.
Cuando alguien predica el evangelio, que es ser pacificador, tendrá que dar dos mensajes: Uno
bueno, que es la reconciliación; y otro malo, que es que el hombre es enemigo de Dios. Pues bien,
esa mala noticia no siempre va a ser recibida.
El mundo vive en una continua hostilidad contra Dios a causa del pecado, de modo que no importa
cuánto queramos buscar la paz, siempre encontraremos personas que estarán más interesadas en
hacer la guerra.
Así que Jesus previene a sus oyentes de eso. Es como si dijera sean pacificadores, prediquen el
evangelio y cuando la gente se ofenda por la verdad que proclamen, los van a perseguir, pero incluso
cuando eso suceda, ustedes son bienaventurados. Deben gozarse y no entristecerse.
Cuando los libros del reino exhiban su carácter serán aborrecidos y perseguidos; pero deben sentir
gozo por dos razones básicamente:
-
Un galardón grande en el cielo
Así pasó con los profetas y santos del Antiguo testamento
Los judíos solían admirar a la gente del antiguo testamento y honrarlos, y el Señor dice que cuando
alguien padece se identifica con ellos. Muchos de ellos sufrieron y padecieron por causa de la verdad
y así será a los que procurar reconciliar a los hombres con Dios.
Conclusión: