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XXXIII Reunió Cercle d’Economia
Jueves 24 de mayo
La sostenibilidad global como reto para el crecimiento empresarial: el caso
Unilever
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
Paul Polman, CEO de Unilever
Cristina Gallach, Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas,
Consejera especial del Secretario General
Cristina Gallach inició su intervención afirmando que el mundo no había estado nunca
tan bien como ahora en términos de desarrollo, esperanza de vida, escolarización o
niveles de pobreza. Sin embargo, más de 3.000 millones de personas viven con menos de
2,5 dólares al día, y por lo tanto vivimos una época dual, en que se simultanea lo mejor y
lo peor. En paralelo, estamos sometiendo a nuestro planeta a una situación límite, y por
eso debemos operar en una doble dimensión: en las personas y en el medio ambiento.
Ese es precisamente el cometido de la ONU: conducirnos hacia un mundo mucho más
radiante, sostenible y al que las próximas generaciones puedan acceder en un estado
óptimo. ¿Cómo? Mediante una nueva agenda para el desarrollo sostenible en el largo
plazo: los diecisiete objetivos de desarrollo sostenible.
Su precedente fueron unos objetivos del milenio a los que Gallach se refirió en términos
elogiosos: aumentaron los niveles de asistencia médica de la población, sacaron a mucha
gente de la pobreza y lograron una mayor conectividad. Sin embargo, no fueron
efectivos del todo con la pobreza extrema, con el cambio climático o con la desigualdad.
Por eso Naciones Unidas ha lanzado un nuevo plan, más global, inclusivo, pactado con
sus 193 miembros y con una visión de largo plazo. Incide además en todos los países, en
lugar de hacerlo solo en aquellos en vías de desarrollo, y constituye para la ponente “la
última oportunidad de salvar al planeta y construir una sociedad sostenible, mucho más
justa y próspera, medioambientalmente segura e inclusiva”.
Referida a su forma de aplicación, Gallach apuntó a la imprescindible movilización del
sector privado y a la necesidad de una vinculación estrecha con la sociedad civil, que
conforman un triángulo junto a las administraciones que se erige en el único garante de
que este plan puede aplicarse de forma eficaz y sin tardanza.
A continuación, la ponente apuntó que estos objetivos dan pie además a muchas y
grandes oportunidades de negocio en cuatro sectores –alimentación y agricultura,
ciudades, energía y materiales y salud y bienestar–, que podrían ascender hasta a
12.000.000.000.000 dólares y crear 380 millones de puestos de trabajo.
Una de las claves para alcanzar esos registros sería pivotar de una economía lineal a otra
circular, en la que el reciclaje y el reúso resultarían fundamentales.
En el bloque final de su intervención, Gallach insistió en que el cumplimiento de estos
diecisiete objetivos es la única forma viable de crecimiento a largo plazo. Hoy, 4.500
millones de personas viven en la base de una pirámide en la que podrían escalar a su
siguiente eslabón de la mano de una agricultura sostenible, del acceso a una asistencia
médica asequible y de una mejor educación. En ese camino, la ponente tildó a Unilever
de empresa pionera en la incorporación de varios de los diecisiete objetivos a su modelo
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de negocio y de referente y gran movilizador. En ese sentido, Gallach recordó un
proverbio africano que afirma que para ir rápido hay que ir solo, pero que para llegar
lejos es necesario ir acompañado.
Tomó la palabra a continuación Paul Polman, quien afirmó admirar la resistencia de los
españoles, puesta a prueba durante la crisis pero demostrada también en la década de
1980, en que nuestro país se miró con fuerza en Europa y demostró una altísima
capacidad de adaptación. A ese respecto, lamentó la vocación de ir por separado tanto
de los partidarios del Brexit como de quienes apoyan la independencia de Catalunya, en
un momento en que lo que debemos hacer es ir juntos, porque los intereses globales son
más importantes que los personales o los regionales.
El ponente indicó a continuación que, desde su última intervención en las reuniones del
Círculo de Economía para hablar de sostenibilidad, las cosas parecen no haber
cambiado, y que de hecho podría haber recurrido a la misma presentación que realizó
hace quince años.
Y es que, como dijo Charles Dickens, seguimos viviendo “en el mejor de los tiempos” y en
“el peor de los tiempos”: algo especialmente cierto para los ejecutivos, expuestos a una
presión sin precedentes.
Un primer reto es el de tender hacia una estructura organizativa del mundo que
responda a una nueva realidad, en que Europa y Estados Unidos han dejado de
representar el grueso de la economía y en que sin embargo siguen siendo los faros de
organizaciones como la OCDE o el IMF. En un contexto en que la economía mundial se ha
multiplicado por seis mientras la población lo ha hecho sólo por tres, el entendimiento
político entre país es imprescindible, y requiere efectivamente un nuevo gobierno
corporativo global.
Polman indicó de todos modos que lo más parecido a esa gobernanza global es lo que
está haciendo la ONU: el único marco desde el que conducir al mundo hacia los diecisiete
objetivos de desarrollo sostenible glosados en su intervención por Cristina Gallach.
El ponente afirmó a continuación que el otro gran reto que afrontamos es el de tratar
mejor al planeta, evitando que la mayoría de recursos acaben siendo incinerados o que
el mar hoy tenga más presencia de plástico que de peces. Se calcula de hecho que las
catástrofes naturales nos cuestan cada año un 5% del PIB mundial, y por eso es tan
importantes que 193 países se pusieran de acuerdo en 2015 en París para llevar a cabo
un esfuerzo colectivo para descarbonizar le economía global. De lo contrario, se
cumplirán los presagios por los cuales la mitad de los vertebrados que viven hoy en el
planeta desaparecerán en los próximos veinte años, o la afirmación del filósofo
canadiense Hubert Reeves sobre que “el hombre es la especie más insana, porque adora a
un dios invisible y destruye una naturaleza visible sin darse cuenta de que esa naturaleza
es en realidad el dios al que adora”.
Polman se refirió todavía a un tercer reto: la tecnología, considerando que su avance es
tan rápido que la gente ha perdido la capacidad de adaptarse y perdido la referencia
sobre cuáles pueden ser sus consecuencias. Y este lamentablemente no es un detalle
menor, porque avances como la inteligencia artificial, el Internet de las Cosas o la
robótica van a destruir hasta 2.000 millones de empleos, comprometiendo seriamente el
funcionamiento a largo plazo del mundo.
De la combinación de esos tres retos surgen precisamente los objetivos de desarrollo
sostenible, para cuya consecución el ponente indicó que no nos hacen falta ni más
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doctores ni poner de nuevo los pies en la luna: sólo es necesaria voluntad y coraje, y
entender la que, en esencia, es una lógica de gasto –si ahora mismo las guerras, la
deforestación y el cambio climático nos cuestan un 15% del PIB mundial, ¿por qué no
destinar entre un 3 y un 4% a solucionarlos?
Polman afirmó además que quienes hemos tenido la suerte de poder estar en una
reunión como esta, de comer bien y de trabajar donde queremos –una situación en la
que se encuentra apenas el 2% de la población–, tenemos la obligación de trabajar para
quienes no han tenido esa oportunidad, y es que hasta quienes ganan la lotería tienen
obligaciones. En su celebre libro El hombre en busca de sentido, el neurólogo austríaco
Victor Frankl apuntó de hecho que el hombre construyó la estatua de la libertad en los
Estados Unidos, pero olvidó erigir también una estatua de la responsabilidad.
El ponente añadió que es especialmente importante que el sector privado acuda a esa
llamada a la responsabilidad. Y es que los gobiernos de todo el mundo aportan 160.000
millones de dólares a ayudar a los países en vías de desarrollo, pero para alcanzar los
4.000.000.000.000 necesarios hacen falta muchos más soportes. Además, esa no ha de
ser una disposición meramente filantrópica, sino plantearse como una inversión. Así lo
ha hecho Unilever, que ha simultaneado un plan para crecer el doble de rápido que el
resto de mercado con el objetivo de mejorar las vidas de 1.000 millones de personas.
Ese cambio de mentalidad pasa por entender que 2.000 millones de personas sin acceso
a la sanidad conforman un mercado potencial de 2.000 millones de compradores de
productos de sanitación, o que los 4 millones de niños que mueren cada año por no
haberse lavado las manos y haber contraído alguna infección necesitan que alguien les
venda jabón.
Polman lamentó sin embargo que, ante ese reto y esa gran oportunidad, la vida media de
las empresas cotizadas haya pasado de 70 a sólo 17 años: un acortamiento que tiene que
ver con que estas sólo piensan en sus accionistas, y olvidan realmente por qué están
aquí. Ese cortoplacismo aplica también a su consumo energético, en que Unilever ha
querido marcar un punto de inflexión y recurre sólo a energía verde por un doble
motivo: legar un mundo mejor a nuestros hijos y nietos, pero también ahorrar costes.
El ponente se detuvo a continuación en explicar que también es importante que las
empresas presten atención a su cadena de valor: algo que, en el caso de Unilever, ha
permitido un ahorro medio de 700 millones de dólares al año, pero, sobre todo, evitar
que mucha comida se desperdicie o combatir la deforestación o el trabajo infantil.
Por último, Polman se felicitó por la redoblada necesidad de transparencia que ha
impartido el auge de Internet, en que generaciones como la de los millennials no
consumen productos de empresas que no son responsables. El ponente consideró
asimismo que generalizar el modelo de Unilever sólo requiere una cosa: el liderazgo de
personas con un enfoque de largo plazo, capaces de colaborar entre ellas y
transparentes con más grupos de interés además de sus accionistas.
En el espacio dedicado al coloquio, Polman defendió su decisión de no vender Unilever a
un fondo de capital riesgo argumentando que la economía real ha de plantar cara a la
puramente especulativa, pese a que esta última multiplica por cinco o por seis el tamaño
de la primera. No podemos permitir que la economía real represente apenas el 15% de
la actividad bancaria, y que ese ingente capital restante no se rija por ninguna norma ni
estándar moral. Hace dos o tres décadas, un accionista compraba una acción y la retenía
por espacio de entre 7 y 8 años, y hoy en cambio la media de permanencia es de apenas
7 meses.
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Sobre qué contribución pueden realizar los individuos o empresarios a los objetivos de
desarrollo sostenible de la ONU, Polman recomendó el siguiente itinerario: conocerlos, a
través de su resumen ejecutivo; ver cuáles pueden integrarse en cada negocio; trabajar
en la cadena de valor; e ir abordando sucesivamente proyectos cada vez más grandes,
hasta participar en aquellos que requieren una labor de advocacy intensa y coordinada.
Por último, y en relación a cuál podría ser la afectación de la administración Trump
sobre esos objetivos de desarrollo sostenible, el CEO de Unilever se refirió a una tensa
visita a la Casa Blanca hace apenas dos semanas para defender el acuerdo de París, y
consideró contraproducente que Estados Unidos no adhiera al mismo cuando la energía
verde genera en el país 3 millones de puestos de trabajo frente al millón que brinda la
carbónica. Si acaba no adhiriendo, otros países como China ocuparán su espacio, pero
Polman consideró alentadoras campañas como la que han lanzado recientemente 5.000
empresas estadounidenses, reclamando a Trump que reconsidere algunas de sus
posiciones a través de la prensa.
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