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La filosofía en la historia: Grecia y el logos en la antigüedad
Los comienzos de la filosofía
Mito y filosofía
La historia de la filosofía comienza en Grecia. Los griegos constituían
un pueblo que vivía en el Mediterráneo oriental, principalmente en las
costas e islas del mar Egeo y del mar Jónico. Su civilización se
extiende a lo largo de varios siglos, a través de los cuales se pueden
diferenciar etapas, pero se conviene en que llega a su culminación en
la Grecia continental en el siglo V a.C., que recibe el nombre de
Pericles.
Los griegos fueron un pueblo notablemente creador en muchos
terrenos. Sus aportes en literatura, escultura y arquitectura, así como
en ciencia y filosofía, y en la organización social y política, fueron
decisivos en toda la civilización occidental posterior. Los griegos
estaban en contacto e incorporaron conocimientos de los pueblos del
cercano oriente, como los egipcios y los babilonios, que habían
producido descubrimientos matemáticos y astronómicos importantes.
A pesar de que derrotaron a los persas en el siglo V a.C, luego de
haber sufrido gran cantidad de luchas internas, sucumbieron frente a
Alejandro de Macedonia en el s. IV y posteriormente ante el empuje
de las legiones romanas, s. II a.C. El mismo Alejandro había sido
educado por uno de los mayores filósofos griegos, Aristóteles, y la
costumbre romana era confiar la educación de los niños a los griegos.
Muchas palabras griegas pasaron al latín y de allí a las lenguas
modernas europeas; así tenemos la palabra filosofía que
etimológicamente deriva del griego phileo, “yo amo” y shopía,
“sabiduría”.
En la Grecia continental, se desarrollaron pequeñas comunidades
autónomas, las polis, cuya población al crecer debían emigrar y fundar
colonias que mantenían un vínculo más espiritual que material con la
metrópoli. Pueblo de navegantes, campesinos, artesanos y
comerciantes, amante de la autonomía y la libertad, abierto a las otras
civilizaciones, logró emanciparse económica, política y mentalmente.
Este pueblo fue el que comenzó a filosofar. Pero ellos no fueron los
primeros en comenzar a filosofar, ni lo hicieron de un día para otro,
ni fueron los primeros en formularse preguntas filosóficas, sino que
fueron los que iniciaron una consideración racional de esas preguntas,
y con ello, los que dieron nacimiento a la filosofía.
Con anterioridad los mismos griegos y muchos otros pueblos se
habían preguntado por los comienzos del mundo, elaborando
diferentes cosmogonías, es decir, explicaciones acerca del modo en
que se habían generado el cosmos. Estas cosmogonías tenían un
carácter mitológico, es decir constituían explicaciones que no
pretendían ser racionales, eran aceptadas como una creencia, tenían
un origen anónimo que se perdía en la noche de los tiempos.
La filosofía se fue diferenciando progresivamente de las explicaciones
mitológicas en la medida en que los filósofos trataban de dar
explicaciones más o menos racionales que podían ser aceptadas o
rechazadas por medio de la argumentación; las explicaciones
filosóficas ya no pertenecían al folclore de los pueblos, ni
erananónimas, sino que eran las ideas de tal o cual filósofo.
Tales, que vivió en el siglo VII a.C., en la ciudad de Mileto, en Jonia,
está considerado habitualmente el primer filósofo. Forma parte del
grupo de los presocráticos, es decir, de los filósofos anteriores a
Sócrates, de quienes solo se conservan breves fragmentos y algunos
testimonios de sus contemporáneos. La pregunta que se formula Tales
es de qué están hechas todas las cosas, cuál es su principio o
fundamento. Su respuesta fue: el agua. Todo está hecho de agua,
este libro, aquella mesa, etc. Pero, lo que distingue la explicación de
Tales dé una respuesta mitológica es que llegó a ella a partir de ciertas
observaciones y por un proceso de razonamiento. En efecto, Tales
observó que el agua es fundamental para todos los seres vivos, que
la reproducción tiene lugar siempre en un medio acuoso. Que el agua
puede pasar del estado líquido al sólido y al gaseoso. Estas razones
hoy no nos resultan convincentes, pero en el tiempo en que fueron
dadas, deben valorarse como un intento de pensar racionalmente y
por cuenta propia.
Heráclito y Parménides. El cambio y lo permanente
Hubo dos filósofos, Heráclito que vivió en la ciudad de Éfeso, y
Parménides, en Elea, que estudiaron la cuestión del cambio y llegaron
a conclusiones muy diferentes. Ambos vivieron hacia la misma época,
pero sus ideas son absolutamente contrarias.
Para Heráclito, todo cambia y nada hay que sea permanente. Heráclito
expresa esta idea diciendo que es imposible bañarse dos veces en el
mismo río porque en el tiempo que va entre la primera y la segunda
que se ingresa al río, las aguas, por el curso de la corriente, son otras
y el río sólo aparentemente es el mismo. Un discípulo de Heráclito
agregó que ni siquiera una vez nos podemos bañar en el mismo río,
porque las aguas cambian a cada momento, continuamente. Por otra
parte, y aunque esto nos provoque cierto vértigo, también nosotros,
los sujetos cambiamos constantemente.
Para Heráclito entonces, todo está en movimiento, todo está
cambiando continuamente, pero este cambio no se produce de
cualquier manera: un niño no se transforma en elefante, es decir, el
cambio se produce siguiendo un cierto orden, a este orden o ley del
cambio Heráclito lo llamó logos. Lo frío se calienta, lo caliente se
enfría, lo húmedo se seca, lo que está seco se humedece. El cambio
se da al pasar de un opuesto al otro. Los opuestos o contrarios se
necesitan entre sí, se condicionan. Si decimos de algo que está frío es
porque conocemos lo caliente, si afirmamos de alguien que está sano
es porque sabemos qué es estar enfermo. Si desapareciera
completamente la enfermedad ya no sabríamos que es la salud. Si se
eliminara completamente la injusticia ya no sabríamos lo que es la
justicia. Por eso decimos que los contrarios se necesitan entre sí. De
acuerdo con Heráclito, el sabio no es el que trata de comprender cada
cosa aisladamente, sino quien intenta aprehender el proceso de
desarrollo, descubrir su legalidad. El desafío de Heráclito es tratar de
comprender un mundo, una realidad que está sometida a un cambio
permanente.
Parménides piensa de un modo totalmente distinto del de Heráclito.
Aunque Parménides ve, como todo el mundo, que las cosas cambian,
considera que no debimos guiarnos por lo que vemos, oímos o
tocamos, es decir, por nuestros sentidos, sino que debemos
considerar la cuestión del cambio solamente con el pensamiento, con
la razón.
A Parménides le parece que hay un principio racional, absolutamente
seguro, que es el siguiente: “Lo que es, es y lo que no es, no es”, o
“El ser es y no ser no es”. Este principio es el punto de partida del
razonamiento de Parménides. Si el ser es y el no ser no es, entonces
el ser no puede haber comenzado en el tiempo, porque antes del ser
hubiera sido el no ser. Pero, ¿Qué hemos dicho? Esto es imposible,
según nuestro principio el no ser no es, así que jamás podría haber
sido el no ser. Por lo tanto, el ser no tiene un comienzo en el tiempo.
Parménides continúa su razonamiento de la misma manera: si el ser
es y el no ser no es, entonces el ser no puede tener un final el el
tiempo, porque después del ser, sería el no ser, lo cual es imposible,
por lo tanto, el ser no puede tener un final. Si el ser no puede tener
un comienzo ni un final en el tiempo, entonces el ser es eterno. Esta
es la conclusión a la que llega Parménides.
De un modo similar razona sobre el cambio. Cambiar es dejar de ser
lo que se es, para pasar a ser lo que no se es. Pero, la razón nos dice
que el ser es y el ser no es, ¿cómo podría ocurrir, entonces, que algo
que no era pasase a ser o algo que fuera dejara de ser? Por lo tanto,
el ser es inmutable.
Parménides llega a la conclusión de que lo que es auténticamente, lo
que es verdaderamente, no cambia, es eterno y es único. ¿Y las cosas
que vemos o sentimos cambiar? Parménides dice que se trata de una
ilusión de nuestros sentidos, que el problema no hay que abordarlo
con los sentidos, sino con la razón.
Parménides es el filósofo de lo permanente, el que busca algo fijo,
algo que no cambie y que al hallarlo lo considera lo único real.
Tarea:
Al finalizar de leer el texto, Construir un esquema comparativo de las
posiciones filosóficas de Heráclito y Parménides.
LÓGOS Y MITO (autores: Juan José Abad Pascual, Carlos Díaz
Hernández – Historia de la Filosofía)
Comparación entre las características del mito y del lógos.
LÓGOS: Palabra griega con un significado muy extenso; así, lógos
quiere decir espíritu, inteligencia, razón, orden cósmico y, en general,
se refiere a toda actividad relacionada con el esfuerzo científico
destinado a comprender la realidad. En sentido estricto “palabra”
(=légein: decir, hablar)
El lógos presenta una serie de connotaciones y propiedades
profundamente antagónicas al mito. El mito apela a la fe a la
aceptación irracional de ciertas verdades, tiende a la exaltación de la
imaginación y los sentimientos, a poner de relieve el valor de ciertos
ritos y determinadas normas de conducta y a predicar la obediencia
ciega a la autoridad: el logos, en cambio, insiste en el valor
cognoscitivo del entendimiento y de la razón humana, intenta
demostrar las verdades que afirma y procura defender a
investigación, la reflexión y el diálogo con el fin de descubrir la
naturaleza de las cosas y descubrir las leyes naturales.
El lenguaje del mito propende a ser un instrumento de dominación
que se dirige exclusivamente al conjunto de las personas que
participan en determinadas creencias y excluye al resto; por su parte,
el lenguaje del lógos constituye un medio de comunicación, destinado
a todos los seres humanos. El mito se encuentra siempre completo,
invariable, definitivamente constituido en sus misterios y en sus ritos;
el logos, por el contrario, en tanto en cuanto supone un esfuerzo
racional hacia la investigación de la verdad, no puede encontrarse
nunca acabado, el lógos, la Filosofía, la Ciencia no pueden ser sino
búsqueda constante, como decía Aristóteles.
MITO: Los mitos son relatos de carácter fabuloso o fantástico, en los
que se exaltan las hazañas, fenómenos sobrenaturales y personajes
de los tiempos remotos. Suelen guardar una profunda relación con las
creencias y con los cultos religiosos y forman parte esencial de la
tradición y de los sentimientos culturales.
El advenimiento del logos occidental tuvo lugar en la periferia del
mundo helénico en las costas griegas del Asia Menor (Mileto, Éfeso) y
en la Magna Grecia (Elea, Crotona) y guarda una profunda relación
con una serie de cambios sociales y políticos ocurridos en aquella
época, a saber:
 El desarrollo de la actividad comercial: La fundación de diversas
colonias comerciales a lo largo de las costas mediterráneas
favoreció el desarrollo de la actividad comercial, la cual puso a
los griegos en contacto con pueblos, costumbres, usos y
creencias heterogéneas y diferentes a las suyas, ante las que
resultaba conveniente desarrollar nuevas formas de relación que
permitieran el entendimiento y la comprensión entre personas
de tradiciones distintas y, de este modo, se tendía a superar la
idiosincrasia y los particularismos de cada cultura y a recurrir a
elementos o cualidades objetivos y comunes a todos los seres
humanos, por ejemplo, al intelecto y a la razón.
 El surgimiento de nuevas clases sociales: La antigua Aristocracia,
noble y guerrera, defensora de las tradiciones, fue
paulatinamente desplazada por la nueva clase económica,
comercial y artesana, cuyas actividades e interés eran
completamente diferentes; comenzó a ser sustituida por
principios y leyes de carácter racional y positivo, de acuerdo con
las nuevas situaciones.
 El desarrollo de nuevas formas políticas: Las condiciones
geográficas de la Hélade, por una parte, un litoral enormemente
recordado, con numerosos golfos, cabos e islas, y, por otra, en
las tierras interiores profundos, valles aislados por cadenas
montañosas contribuyeron a la incomunicación y a la separación
de la de la idea de imperio, surgiendo en su lugar una nueva
concepción de la idea de imperio, surgiendo en su lugar una
nueva concepción política, la pólis, la ciudad-Estado, en donde
las relaciones entre las personas se establecieron por vínculos de
proximidad geográfica y de juego político; en consecuencia, el
poder carismático y totalitario de los reyes comenzó a ser
sustituído por la autoridad racional de los nuevos gobernantes y
los antiguos súbditos se convirtieron ciudadanos.
Así pues, el desarrollo de la navegación y la fundación de colonias
comerciales propició el interés por el conocimiento y la contemplación
de la naturaleza, mientras que las relaciones con otros pueblos y las
nuevas organizaciones políticas originaron otras modalidades de
autoridad; de esta manera tuvo lugar el nacimiento, por una parte,
de la ciencia Física, y por otra, de la reflexión política y ética.
La perspectiva científico-técnica
Las características lógicas del espíritu helénico se pusieron también
de relieve en la dimensión científico-técnica de su cultura. Los griegos
asumieron numerosos conceptos y elementos técnicos-científicos de
los pueblos vecinos; por ejemplo, de Egipto y de Mesopotamia les
llegaron multitud de conocimientos matemáticos y astronómicos, la
medicina egipcia gozó de gran renombre en Atenas y el historiador
Herodoto relató que los griegos aprendieron de los caldeos el uso del
cuadrante, del gnomon y la división del día.
Ahora bien, mientras que en los pueblos mencionados, por un lado,
propendieron a otorgar a dichos contenidos un carácter
predominantemente esotérico y misterioso y, por otro, se limitaron
bien a realizar cálculos empíricos bien al uso útil y pragmático de
dichos elementos, los griegos, con otra mentalidad, tendieron a dar
un paso más, y procuraron sistematizar los contenidos matemáticos,
astronómicos, músicos, anatómicos o médicos, etc. De un modo lógico
y científico, es decir, intentaron ordenarlos metódicamente de
acuerdo con principios racionales de carácter universal. Los griegos,
también en este aspecto, fueron los primeros que tendieron a
mantener gran cantidad de hallazgos “técnicos” en el ámbito del
lógos.