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EL MESTER DE JUGLARÍA Los cantares de gesta son narraciones versificadas que explican hechos de guerra. Fueron compuestos por juglares que han permanecido en el anonimato y su divulgación era oral. El contacto directo con el público condicionaba los rasgos de estas narraciones, que debían de ser, sobre todo, dinámicas; por eso en ellas predomina la acción (abundancia de verbos) y algunas veces se pasa directamente de la descripción al diálogo. A menudo el juglar emplea expresiones para reclamar la atención del público y despertar su imaginación. Estos extensos poemas eran recitados o cantados al son de instrumentos musicales en las plazas de los pueblos o en los salones de los castillos. Sus versos tienen número de sílabas irregular, aunque predominan los de 14 y 16 sílabas. La rima es asonante y se repite a lo largo de series. El tratamiento de los personajes secundarios se simplifica al máximo. Suelen identificarse con una sola característica, positiva o negativa, y se agrupan alrededor del héroe como aliados a antagonistas. El héroe es tratado con mayor detenimiento y siempre es presentado como valiente, religioso, leal… En todos los casos el juglar se muestra voluntariamente parcial, consiguiendo la simpatía o el rechazo del público mediante epítetos épicos y adjetivos explicativos. Con el uso del adjetivo especificativo el narrador consigue precisión y objetividad. El realismo es uno de los rasgos característicos de los cantares de gesta castellanos. Se consigue con la referencia a datos concretos de la época: religión, historia, geografía, costumbres… El léxico de estas narraciones es sencillo y se agrupa en campos semánticos que indican realidades concretas (guerra, indumentaria…). La plasticidad y la ambientación sonora se consiguen con técnicas muy sencillas pero eficaces (los colores, las formas y el fragor de las batallas apenas requieren adjetivos y se desprenden, sobre todo, de la propia acción). Las repeticiones acentúan la intensidad de la escena. BATALLA DE ALCOCER Embrazan ya los escudos delante del corazón bajan las lanzas en ristre envueltas con el pendón, inclinan todas las caras por encima del arzón y arrancan a combatir con ardido corazón. A grandes voces les dice el que en buen hora nació: “Heridlos, mis caballeros, por amor del Creador! Yo soy Ruy Díaz, el Cid, de Vival Campeador”. […] Vierais allí tantas lanzas todas subir y bajar, y vierais tantas adargas horadar y traspasar; tantas lorigas romperse y sus mallas quebrantar y tantos pendones blancos rojos de sangre quedar, y tantos buenos caballos sin sus jinetes marchar. A Mahoma y a Santiago claman unos y otros ya. […] Al buen Minaya Álvar Fáñez le mataron el caballo y en su ayuda corren prestas las mesnadas de cristianos. La lanza tiene quebrada y a la espada metió mano, y aunque a pie lucha Minaya certeros golpes va dando. Viólo mío Cid Ruy Días de Vivar el Castellano y acercóse a un alguacil, que tenía buen caballo y diole un tajo de espada certero con diestro brazo que le cortó por el talle y echólo en medio del campo. Y al buen Minaya Álvar Fáñez le fue a ofrecer el caballo: “Cabalgad, Minaya, yq que sois mi diestro brazo. […]