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Escuela de oración 17 de Mayo de 2013 Queridos amigos: Este domingo celebramos una gran fiesta: PENTECOSTÉS. Muchos cristianos nos reuniremos en diferentes lugares para recordar este gran acontecimiento. Por si acaso no sabéis bien qué celebramos os lo voy a explicar un poquito. Pentecostés es una palabra griega que significa “el día 50”. ¿Qué quiere decir eso? Pues que han pasado ya los 50 días que dura la Pascua que comenzamos con la Resurrección de Jesús y que acaba el tiempo pascual. Los judíos(que son como nuestros abuelos, nuestros antepasados en la fe) también tenían una fiesta llamada así en la que recordaban( y lo recuerdan todavía ahora) la Alianza que Dios hizo con su pueblo a través de Moisés, en el Monte Sinaí, cuando Dios les da los diez mandamientos. Nosotros, cristianos, celebramos la FIESTA DEL ESPÍRITU SANTO. Es una nueva alianza con Dios. El se compromete a vivir en nuestro corazón y a llenarlo de su vida y nosotros nos comprometemos a escuchar y seguir su voz que nos habla muy suave y dulcemente en nuestro interior. Jesús, antes de morir, habló a sus amigos muchas veces del Espíritu. Lo podéis encontrar en el evangelio de San Juan. Les decía entre otras cosas que les convenía que El se fuera para que viniera el Espíritu. ¿Por qué? Porque el Espíritu, como no tiene cuerpo, podría vivir para siempre en nuestros corazones y recordarnos las palabras de Jesús, su manera de actuar y ayudarnos a pensar, sentir y amar como Jesús. Enrique de Ossó quería mucho al Espíritu Santo. La última obra que escribió antes de morir fue su librito: “Novena para honrar al Espíritu Santo”. Dividido en nueve partes, nos ayuda durante nueve días a conocer al Espíritu, a saber cómo actúa en nosotros y en el mundo y a quererlo. En él explica lo que pasó en Pentecostés. Le dejo que os lo diga con sus palabras: “Después de la Ascensión del Señor a los cielos, estaban los apóstoles reunidos con otros discípulos y María, Madre de Jesús, esperando la venida del Espíritu que Jesús les había prometido. Se oyó de repente un ruido como de un fuerte torbellino. Apareció un globo de fuego que dividiéndose en forma de lenguas, fue a ponerse sobre cada uno de los que estaban allí. Entonces fue cuando llenos del Espíritu Santo, se sintieron cambiados de repente en hombres nuevos. Salieron y comenzaron a predicar el Evangelio en Jerusalén, adonde la fiesta había atraído a un gran número de judíos de todas las naciones. Al oírles hablar cada uno en su propia lengua, estaba toda la ciudad admirada y se convirtieron muchos millares de judíos. Las autoridades judías les prohibieron hablar de Jesús, los llevaron a la cárcel y les torturaron. Pero ellos, en lugar de acobardarse, se alegraban de sufrir algo por Jesús y siguieron predicando. Estos hombres, antes cobardes, se proponen nada menos que la conquista del universo. Dentro de poco, el mundo entero resonará con su predicación y se admirará de verse hecho cristiano.” Eso que les pasó a los apóstoles te puede pasar a ti. Cierra los ojos y quédate atento a tu respiración. Escuchar nuestra respiración nos calma, nos hace estar atentos y en silencio. Sólo cuando haces silencio en tu mente y en tu corazón se puede dar el encuentro entre Él y tú. ¿Ya estás dispuesto?. Esa respiración tuya te hace percibir la presencia de Dios en tu vida. El te la regala. Esa vida no está sólo en ti. Está en cada persona y en todo lo que te rodea. ¿Te has parado a mirar la naturaleza? Las montañas, los árboles, los ríos, las flores, el mar, los animales…¡TODO ESTÁ VIVO!! Y todo lo ha hecho para ti, para que disfrutes con ello, lo respetes y lo cuides. Pues esa VIDA, esa ENERGÍA que hay en todo es la VIDA DE DIOS, el ESPÍRITU que lo llena todo. En ese silencio recuerda algún paisaje conocido y contémplalo: el agua, los árboles, los pájaros, el sonido del aire, la brisa del mar…¡Todo te habla de Dios!. Hay personas a las que les gusta llamar a Dios VIDA porque saben reconocer que toda la creación está llena de esa vida. Ahora te invito a que pases a otra escena: la que te ha contado Enrique de Ossó hablando de Pentecostés. Los apóstoles estaban reunidos con María. Estaban con miedo todavía porque temían que, por ser amigos de Jesús, les persiguieran y mataran como a Él. Y de repente, estaban en silencio, orando como tú, y se sintieron fuertes y valientes para salir a las calles y las plazas y hablar de Jesús. Ya no temían lo que les pudieran hacer porque el Espíritu de bondad, de fortaleza, les impulsaba a actuar como Jesús. Y ellos, y los que les querían escuchar se llenaron de una inmensa alegría. Y es que las señales de que estás dejando que el Espíritu actúe en tu corazón son la paz y la alegría. ¿Las sientes en ti? Vive con gozo, juega, canta, baila, estudia, ayuda a los demás y refleja en tu vida que no estás hueco por dentro, que el Espíritu de Jesús VIVE EN TI. Y que no te dé vergüenza decirlo. Pídele hoy, en su fiesta, que te dé un corazón alegre y valiente como el de los apóstoles y el de tantas personas que a lo largo de los siglos han sido como Jesús una BUENA NOTICIA PARA EL MUNDO, un regalo de bondad, amor y paz. ¡FELIZ FIESTA! Un beso y hasta pronto Elisa