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TEMA 9. LA FILOSOFÍA DE MARX
INTRODUCCIÓN
Marx es uno de los pensadores más importantes de la historia, que ha ejercido en el pasado y
sigue ejerciendo en el presente una influencia notable.
El pensamiento de Carlos Marx no puede ser bien entendido al margen del contexto histórico
que le tocó vivir y de su propia vida.
Contexto
El siglo XIX es el siglo de la Revolución Industrial. Esta se inició en Gran Bretaña a finales del
siglo XVIII y desde allí se extendió al resto del mundo. Esta Revolución se consumó en el
desarrollo militar y la expansión colonial que dio origen al Imperio Británico.
En el terreno económico, la Revolución Industrial consolidó el modo de producción capitalista
y dio lugar a una nueva división de clases sociales: la burguesía y el proletariado. El objetivo de
la clase dominante es la acumulación de capital y, para ello, se sirve de una continua
innovación tecnológica (la máquina de vapor o la “Spinning Jenny” textil) y la explotación del
proletariado. A medida que avanzó el siglo se produjo una emigración masiva del campo a la
ciudad pues las fábricas necesitaban “ejércitos de obreros” y se fue reemplazando la mano de
obra humana por las máquinas.
En cuanto al contexto político del s. XIX, el espíritu de la Revolución Francesa, los ideales de
libertad, igualdad y fraternidad, es vencido por la presión de las monarquías europeas y la
derrota de Napoleón en Waterloo en 1814. En Francia se restaura la monarquía con Luis XVIII.
En 1815 el Congreso de Viena intenta volver al Antiguo Régimen, con un monarca absoluto
legitimado por la voluntad divina y la clásica división de la sociedad en estamentos. No son
extraños los diversos estallidos revolucionarios -1830, 1848, 1871- que intentan recuperar los
valores liberales vislumbrados durante la Revolución Francesa.
En el plano científico, el s. XIX se caracteriza por el surgimiento de ciencias como la sociología
o la psicología y la idea de la evolución de las especies de Darwin.
En el terreno cultural a lo largo del siglo se desarrolla el movimiento cultural llamado
Romanticismo. Este hace frente a la verdad de la ciencia y busca la verdad en el arte. Dentro la
filosofía surgen, además del marxismo, el positivismo y el vitalismo. El positivismo es una
filosofía de la historia creada por Comte que confía en la ciencia como guía para que la
humanidad resuelva todos sus problemas. El vitalismo es su antagonista: para Nietzsche la
ciencia y la razón no son la respuesta al destino de la humanidad sino las razones de su caída.
Biografía
Karl Marx nació en 1818 en Tréveris, ciudad de la Prusia renana. Inició sus estudios
universitarios en Bonn, prosiguiéndolos en Berlín, donde se concentró en el estudio de la
Historia y la Filosofía, en una época en la que la influencia del pensamiento hegeliano era
predominante. En 1841 se doctoró con una tesis sobre la filosofía de Epicuro.
En 1842 comenzó su colaboración con la "Gaceta Renana", revista dedicada a cuestiones de
"política, comercio e industria", en la que destacó por su carácter crítico, y de la que
posteriormente sería redactor jefe. En esta época Marx entra en contacto directo con los
problemas políticos y sociales de Alemania, lo que dará lugar a un giro en su pensamiento y a
la adopción de una actitud crítica ante la teoría del Estado de Hegel.
A raíz del cierre de la revista, en 1843, censurada por las autoridades, Marx se traslada a París,
donde colaborará con Arnold Ruge en los "Anales franco-alemanes", revista en la que publica
1
su "Crítica de la filosofía hegeliana del Derecho". En París, entrará en contacto con el
movimiento socialista francés, a través de Proudhon y Louis Blanc, dos de sus líderes
destacados, conociendo también al anarquista ruso Bakunin. En esa época iniciará sus
estudios de la Economía política inglesa, sumergiéndose en la obra de Adam Smith y Ricardo,
lo que supondrá un nuevo giro en su pensamiento.
En 1844 entabló de nuevo contacto con F. Engels, a quien había conocido anteriormente,
llegado a París procedente de Inglaterra, iniciándose una colaboración duradera entre ambos,
que dará su primer fruto en 1845, con la publicación de La sagrada familia.
En 1845 Marx es expulsado de Francia, trasladándose a Bruselas. Allí continuará su actividad
política e intelectual, plasmada en las conocidas Tesis sobre Feuerbach y en La ideología
alemana, escrita ésta en colaboración con Engels, y que no será publicada hasta 1932, pero
que contiene ya los elementos fundamentales de la concepción materialista de la historia.
En 1847 se asocia a la Liga Comunista. De nuevo en colaboración con Engels, redacta los
principios y objetivos de la misma, recogidos en el conocido Manifiesto comunista, que sería
publicado en Londres en 1848. Ese mismo año comienza una oleada de revoluciones en
Europa. Marx será expulsado de Bélgica, donde se temía el éxito de la revolución, dirigiéndose
a Francia, invitado por el gobierno provisional y, después, a Alemania. Tras las derrotas de las
insurrecciones a lo largo de toda Europa, se trasladará de nuevo a París, pero será nuevamente
expulsado de Francia, por lo que se dirigirá a Londres, donde establecerá su residencia.
En Londres desarrollará una intensa actividad intelectual (son conocidas sus largas sesiones de
trabajo en la biblioteca del Museo Británico), que le llevará a la realización de su obra cumbre,
El capital (en 1867 se publica la primera edición del primer tomo; los dos volúmenes restantes
serán publicados póstumamente por Engels, en 1885 y 1894), colaborando también en el
"New-York Tribune". En 1859 publica, como fruto de sus trabajos sobre economía, la
Contribución a la crítica de la Economía política, donde expone su teoría del valor, que se
convertirá en la piedra angular de sus estudios sobre el capital. No obstante, Marx no
abandona su actividad política en el movimiento comunista internacional, de la que será una
muestra su participación en la creación, en 1864, de la AIT (Asociación Internacional de
Trabajadores), que sería conocida también como la Iª Internacional.
En 1871, tras la revolución que lleva a la Comuna de París, Marx organiza manifestaciones de
apoyo y escribe La guerra civil en Francia, en la que interpreta la Comuna como el primer
intento de instituir la dictadura del proletariado.
Fallece el 14 de marzo de 1883, siendo enterrado en el cementerio londinense de Highgate.
La génesis del marxismo
La obra de Marx contiene elementos que pertenecen a campos de la reflexión y la actividad
considerados tradicionalmente como de orden diferente. Eso ha permitido tratar a Marx como
un economista y un historiador (vertiente científica), como un filósofo (vertiente filosófica) o
como un revolucionario (vertiente político-revolucionaria), estableciendo una separación
arbitraria en el conjunto de su pensamiento. Pese a ello, ha predominado entre sus estudiosos
el afán por comprender su obra en conjunto, dado que el mismo Marx no estableció tales
distinciones, y que utilizó elementos procedentes de un campo para aplicarlos a otro.
Filosofía y revolución han de ir de la mano; tal es la enseñanza fundamental de Marx: "Los
filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; lo que importa ahora es
transformarlo" (Tesis sobre Feuerbach, 11). La comprensión teórica del mundo capitalista solo
tiene valor en la medida en que pueda hacer visible y viable su transformación práctica.
La triple influencia del pensamiento de Marx
Se ha convertido ya en un tópico tradicional presentar la obra de Marx como el resultado de
una triple influencia: a) la de la filosofía hegeliana (vertiente filosófica); b) la del socialismo
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utópico francés (vertiente político-revolucionaria) y c) la de la Economía política inglesa
(vertiente científica). A partir de la síntesis de estos elementos, Marx construye su
pensamiento: un pensamiento original, creativo, que ejercerá una influencia indudable en la
segunda mitad del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX, y que sigue vivo en el presente.
a)1 Crítica de la filosofía hegeliana
De la filosofía hegeliana (asimilada en sus años de estudiante en Berlín) o, más bien, de su
crítica del idealismo hegeliano (y el de sus epígonos), resultarán algunos conceptos
fundamentales en su pensamiento. Veámoslo.
 Dialéctica y materialismo. La vuelta del revés de Hegel. La realidad como proceso histórico:
Marx conservará de la filosofía hegeliana la idea de que la realidad es dialéctica (Marx y
Engels consideraron la dialéctica como la dimensión positiva, revolucionaria, de la filosofía
de Hegel) es decir, que no es algo acabado, per-fecto, dado de una vez por todas, sino algo
en proceso, in fieri, una corriente en marcha que, a través de la superación de tensiones y
antagonismos (tesis-antítesis), conduce a fases superiores de desarrollo (síntesis) en una
línea de progreso. La realidad es, pues, historia, pues lo real no se realiza sino a través del
proceso histórico, que tiende a un fin propio. Sin embargo, Marx y Engels invertirán la
dialéctica hegeliana ("vuelta del revés"). Así, Marx rechazará el idealismo de Hegel, que
concibe lo real como el proceso (dialéctico) de despliegue y realización del Espíritu
Absoluto, considerando que no es el pensar el que determina y regula el ser de la realidad,
sino que es el ser el que determina el pensar. En esto consiste el materialismo.
 El Hombre no es espíritu: Para el idealismo, el ser humano es fundamentalmente espíritu o
autoconciencia. En cambio, para Marx, el Hombre no tiene una esencia o "naturaleza" fija,
dada de una vez por todas; por el contrario, su "naturaleza" viene definida por las
condiciones históricas en las que se desarrolla la producción material, socialmente
organizada, de sus medios de vida, en y con la Naturaleza.
 No "todo lo racional es real” ni “todo lo real es racional": El panlogismo hegeliano parecía
justificar el Estado prusiano de la época como el necesario y único orden racional posible
de la realidad social (elemento conservador – reaccionario del pensamiento de Hegel).
Ahora bien, esa realidad social, en plena expansión del capitalismo, es considerada por
Marx como deshumanizadora, alienante y contraria a la razón.
 La verdadera filosofía no puede sino ser revolucionaria: Para Hegel, la filosofía es una
reflexión puramente especulativa, que se limita a reproducir, en el orden del discurso, la
realidad, una vez que ésta ha cumplido su proceso de formación. Entendida así, la filosofía
es, para Marx, una forma de ideología que configura (desfigurándolo) el orden social. El
marxismo propone la superación de la filosofía, a través de su realización prácticorevolucionaria. "Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos;
lo que importa ahora es transformarlo" (Tesis sobre Feuerbach, 11).
a)2 Ni derecha hegeliana, ni izquierda hegeliana
La filosofía hegeliana se había bifurcado en dos corrientes, la derecha y la izquierda hegeliana.
Marx criticará a la derecha hegeliana, que primaba la interpretación cristiana de Hegel, su
papel justificador de una sociedad plagada de desigualdades, al desarrollar una filosofía que
propone la aceptación de la historia y de su "resultado final", el Estado prusiano de la época.
Respecto a la izquierda hegeliana, pese a las simpatías iniciales por ella y a la amistad que
mantuvo con algunos de sus representantes (Arnold Ruge, Bruno Bauer, Feuerbach), Marx
criticará (en La sagrada familia y La ideología alemana) su incapacidad para ir más allá de la
crítica académica de la religión y la petición de algún derecho político. De Feuerbach, no
obstante, le atraerá inicialmente su defensa del materialismo, pero le decepcionará que se
trate de un materialismo mecanicista (olvidando, pues, la dialéctica), y que sus reflexiones se
queden en un plano puramente teórico. Lo que Marx consideraba positivo en la filosofía
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hegeliana, la concepción dialéctica de la realidad, Feuerbach lo elimina de su discurso; y lo que
Marx consideraba negativo, la consideración puramente teórica, abstracta, de la realidad,
como algo que ocurre en y para la conciencia, Feuerbach lo conserva en su discurso. Particular
consideración le merece, no obstante, el estudio que Feuerbach hace de la alienación. El
resultado de la crítica a la izquierda hegeliana se plasma en las breves Tesis sobre Feuerbach,
expresión de su ruptura definitiva con el idealismo hegeliano y el de sus epígonos.
b) Crítica del socialismo utópico francés
Marx entrará en contacto con esta corriente de pensamiento durante su primer exilio en París,
donde conoce a hombres como Saint-Simon, Fourier, Proudhom o Louis Blanc, y también al
anarquista ruso Bakunin. Entre las ideas socialistas de la época, destacan algunas como la
importancia del progreso de la ciencia y la industria, y el deseo de llevar a cabo un estudio
científico de la realidad social, así como el cooperativismo y la lucha contra las desigualdades
sociales. Pero, junto a éstas, se encontraban formulaciones visionarias y moralizantes que
provocarán el rechazo de Marx y la crítica de este socialismo "utópico" y alejado de un
socialismo realista y "científico". No obstante, el rechazo de las desigualdades sociales, la
necesidad de una revolución social y la idea de la lucha de clases, entre otras, pasarán a formar
parte, reformuladas desde el socialismo científico, de su pensamiento.
c) Crítica de la Economía política inglesa
Marx acusará a la Economía política inglesa (Adam Smith y David Ricardo), en la que también
se inicia durante su primer exilio en París, de ser un mero instrumento ideológico legitimador
del capitalismo, al presentarlo como si fuese algo natural, justo e inevitable. Sin embargo, de
ella tomará las herramientas técnicas del análisis económico (sobre todo, la idea de valortrabajo). Es, pues, en la crítica de la Economía política donde Marx encuentra los elementos
para dotar de una “base científica” a las pretensiones revolucionarias del proletariado.
ANTROPOLOGÍA
El ser humano
El trabajo, la actividad transformadora por la que el hombre produce sus medios de vida,
constituye la esencia del ser humano. Hegel se limitaba a considerar la actividad del ser
humano como pensamiento. Marx, en cambio, la contempla como trabajo. Es la producción,
pues, y no la religión (Feuerbach) o la autoconciencia (Hegel), lo que distingue al ser humano
de los animales. "El hombre se diferencia de los animales a partir del momento en que
comienza a producir sus medios de vida".
Mediante la actividad productiva, el hombre se constituye en una doble relación:
a) Con la naturaleza: El ser humano es esencialmente un ser genérico, universal, que niega la
naturaleza mediante el trabajo para afirmarse a sí mismo. El hombre tiene necesidades, al
igual que los animales, pero mientras que estos satisfacen sus necesidades
inmediatamente, el hombre lo hace mediatamente, a través del trabajo. El hombre debe
producir los instrumentos para transformar la naturaleza. El trabajo es una mediación
dialéctica, universal y negativa. El hombre, a través del trabajo, niega dialécticamente la
naturaleza, puesto que la transforma en producto humano. De este modo, también el
hombre se niega a sí mismo como ser natural, es decir, se distancia de la naturaleza y se
produce como hombre.
b) Con los otros hombres: El ser humano es un ser social. Para Marx, el hombre no es solo
individuo, es animal social. De ahí también que Marx se opusiera al anarquismo, que es
individualista. El individuo humano es una abstracción, porque el ser humano real o
concreto existe en sociedad, que se configura en la colaboración laboral entre los sujetos.
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En este sentido, Marx afirma que "La esencia humana (…) es, en su realidad, el conjunto
de las relaciones sociales".
Mediante la actividad productiva, el hombre realiza y desarrolla su ser a lo largo de un proceso
histórico. El ser humano es un ser histórico. En este punto, Marx es deudor de Hegel, quien no
consideraba al Espíritu Absoluto como sustancia fija o determinada de antemano, sino como
sujeto que se realiza a sí mismo en la historia. Según Marx, la esencia humana no es una
naturaleza fija. Al contrario, el ser humano se realiza a sí mismo dialécticamente, es decir, a
través de la historia, en la que se suceden diversos modos de producción conforme a las leyes
descubiertas por el materialismo histórico. De acuerdo con su propia legalidad interna, el
proceso histórico conduce a la conquista progresiva de cotas superiores de libertad,
emancipación y realización humanas. Hegel situaba el tiempo de culminación del proceso
histórico en el Estado prusiano de su época. Marx, en cambio, reserva el final de la historia al
futuro, a la sociedad sin clases, a la sociedad comunista.
La alienación
Es en los Manuscritos económico-filosóficos y en La ideología alemana (escrita ésta en
colaboración con Engels), donde se encuentran los principales análisis de la naturaleza de la
alienación del ser humano. El "extrañamiento" del sujeto en el proceso de su objetivación
había sido ya estudiado por Hegel, pero será a raíz de la crítica de la noción de alienación
mantenida por Feuerbach como irá perfilando Marx su propia interpretación.
La alienación en Feuerbach
Feuerbach plantea el problema de la alienación en su obra La esencia del cristianismo, en el
contexto de la explicación del origen y naturaleza de la religión. El ser humano no es el
producto de los dioses, sino los dioses el producto del ser humano: la religión es una invención
del hombre. Una vez creado el mundo trascendente de la religión, se produce una extraña
inversión, por la que se intercambian los papeles del creador y de la criatura, dando lugar a la
alienación religiosa. En efecto, una vez creado Dios (o los dioses), los seres humanos no lo ven
ya como su propia imagen, sino que lo conciben como algo superior, hasta el punto de invertir
completamente la relación de semejanza, creyéndose ellos imagen de Dios, y terminando por
someterse a él. Es en ese sometimiento en donde se consuma la alienación, la enajenación del
ser humano, que supone la pérdida de sí mismo, la renuncia a su propia naturaleza en favor de
la de un ser ajeno. De este modo, el ser humano se convierte en algo extraño para sí mismo
("extrañamiento"). El producto de su objetivación se le impone como la verdadera y única
realidad, a la que debe someterse, viéndose obligado a vivir "para otro".
La alienación en Marx
a) Alienación económica y social
Marx extenderá la noción de alienación a todas las esferas de la actividad humana, empezando
por la acción productiva, que constituye la esencia del hombre. En el trabajo, la acción
productiva del sujeto lleva a cabo una transformación en el objeto, que es modificado por ella;
el objeto se convierte, así, en resultado o producto de la acción transformadora del sujeto: en
su obra y propiedad. Al mismo tiempo, dado que el ser humano consiste en su acción
productiva, y dado que la acción productiva se manifiesta y se plasma (se objetiva) en el
producto, la posesión del producto supone la realización del sujeto mismo. Por eso, en su
objetivación a través del trabajo, el ser humano se realiza como tal.
Para Hegel, alienación equivalía a objetivación: el sujeto (Espíritu Absoluto) se convertía en
objeto (Naturaleza), pasaba a su contrario y, de este modo, se extrañaba o se alienaba. En
Marx, por el contrario, no cabe identificar los conceptos de objetivación y alienación, porque
la objetivación es necesaria y beneficiosa, mientras que la alienación es perjudicial. La
objetivación es necesaria para la realización del ser humano a través del trabajo. La alienación
es, en cambio, un desajuste en el proceso de la autorrealización humana.
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La alienación proviene, según Marx, de un desajuste del proceso productivo. Esta se origina
con la división del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción y alcanza su
cima en la sociedad burguesa, cuyo sistema económico es el capitalismo.
La alienación consiste en la explotación económica del trabajador, pero también tiene una
dimensión social: la condición económica de la alienación coincide con la división de la
sociedad en clases. Las clases sociales representan una ruptura del hombre, esto es, su
desgarramiento interior en el proceso productivo alienante. La causa de la alienación son
determinadas condiciones económicas de la sociedad que se concentran en la propiedad
privada de los medios de producción. El trabajo crea las relaciones sociales de producción. Por
tanto, la sociedad tiene su origen en la actividad económica; y si en esta se introduce la
propiedad privada de los medios de producción, la sociedad queda dividida en dos clases
antagónicas: la clase explotadora y la explotada. Esto es, de hecho, lo que ha ocurrido a lo
largo de la historia, desde la división del trabajo.
Aunque la alienación es, según Marx, una constante de la historia humana, alcanza su cota
más alta con el recrudecimiento del capitalismo burgués, tras la Revolución Industrial de
principios del siglo XIX. Analicemos la alienación con arreglo a los presupuestos de la
antropología marxista:
 Alienación en cuanto al producto del trabajo. En el sistema económico burgués, el
capitalista es dueño de los medios de producción (las fábricas y las máquinas) y
compra la fuerza de trabajo del obrero. El precio que el capitalista paga por la fuerza
de trabajo se llama salario. De esta manera, el producto del trabajo deja de pertenecer
al proletario. La plusvalía es el beneficio de la venta del producto en el mercado. Con la
venta de la fuerza de trabajo, el proletario renuncia a la plusvalía, que pasa a
pertenecer exclusivamente al capitalista. En definitiva: en la sociedad industrial
capitalista, el resultado de la acción productiva del trabajador (el producto del trabajo)
no le pertenece a éste, no es considerado y usado como suyo, sino que deviene
propiedad de otro, el capitalista, y al trabajador le resulta ajeno (enajenación) y
extraño (extrañamiento). Es en esta situación cuando puede hablarse de "alienación":
"El objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un extraño, como
un poder independiente del productor... El trabajador se relaciona con el producto de
su trabajo como con un objeto extraño… Cuantos más objetos produce el trabajador,
tantos menos alcanza a poseer y tanto más sujeto queda a la dominación de su
producto, es decir, del capital" (Manuscritos económico-filosóficos).
 Alienación en cuanto a la actividad y la persona del trabajador. En estas
circunstancias, lo alienado o extraño no es solo el producto, sino también, y más
radicalmente, la actividad productiva, así como el productor mismo. En efecto, la
actividad del trabajador no es para él, sino para otro; no le pertenece a él, sino al
capitalista, que ha pagado su salario e impone las condiciones de su desempeño
(trabajo en cadena, tareas repetitivas, jornadas agotadoras, etc.). De esta manera, es
el capitalista quien, con la apropiación del producto, se apropia de la actividad del
trabajador, resultándole a éste ajena y extraña. Además, la desposesión del producto y
de la actividad productiva misma supone la pérdida, la negación, del propio trabajador,
su des-realización: "La realización del trabajo… aparece como des-realización del
trabajador… El trabajador pone su vida en el objeto, pero a partir de entonces, ya no le
pertenece a él, sino al objeto" (Manuscritos económico-filosóficos).
El siguiente texto resume las ideas fundamentales expuestas hasta el momento:
"¿En qué consiste entonces la enajenación del trabajo? Primeramente
en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su
ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega;
no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física
y espiritual, sino que mortifica su cuerpo, arruina su espíritu. Por eso el
trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo, fuera de
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
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sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo
suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por
eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio
para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se
evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una
coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la
peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un
trabajo de autosacrificio, de ascetismo" (Manuscritos económicofilosóficos).
Alienación en la relación del hombre con la naturaleza. El ser humano se define como
el productor universal de sí mismo. El hombre realiza su propio ser en la
transformación de la naturaleza. Pero en el capitalismo, la naturaleza, en lugar de
convertirse en el “cuerpo inorgánico del ser humano”, aparece como algo ajeno al
trabajador, como propiedad de otro. El mundo se vuelve hostil para el desposeído. Las
masas de obreros que han emigrado a la ciudad para trabajar en las fábricas pierden
también el hábitat natural que les acogía. En este sentido, la situación del obrero
industrial es aún peor que la del siervo del feudalismo, porque este tenía al menos una
cierta acogida en la tierra de labranza. Marx piensa que la alienación ha ido en
aumento a lo largo de la historia hasta llegar al culmen en la sociedad capitalista.
Alienación con respecto a los otros hombres. El ser humano, a diferencia de los
animales, es capaz de trabajar no solo para sí mismo y sus propias necesidades, sino
también para los demás y para la transformación del mundo a favor de la “especie”
humana. Pero en el trabajo alienado se corta toda relación con la naturaleza y con la
humanidad: cada uno trabaja para sí mismo, y el “otro” aparece, todo lo más, “como el
ser extraño al que pertenecen el trabajo y el producto del trabajo”. La humanidad, bajo
la explotación del trabajo asalariado, aparece, pues, escindida, separada en dos partes
(capitalista / proletario) que no reconocen su común humanidad, pues se ven
mutuamente como instrumentos para satisfacer sus intereses egoístas. Esta división
de clases expresa la alienación, porque ninguna de las clases sociales -tampoco la
burguesa- realizan la esencia entera del hombre. La clase proletaria es la de aquellos
que trabajan y no se benefician, pero la burguesa es la de aquellos otros que tampoco
se realizan puesto que no producen. La división en clases se traduce en la oposición
entre el individuo y la especie humana, porque ninguna de las dos clases enfrentadas la burguesa y la proletaria- representa al hombre completo. Los individuos no pueden
reconciliarse con su especie porque pertenecen solo a una de las clases sociales, y
ninguna de ellas contiene al género humano en su totalidad.
Marx concluye que la conciliación del ser humano consigo mismo ha de venir de la revolución
que suprima la propiedad privada de los medios de producción y la división en clases sociales.
Solo el comunismo permitirá la eliminación de todas las alienaciones y la humanización del
ser humano.
b) Otras formas de alienación. La alienación ideológica
La alienación no solo se da en el terreno de la actividad productiva, del trabajo. En estrecha
relación con la alienación económica está, como hemos visto, la alienación social (a través de
la división de la sociedad en clases). De ambas deriva la alienación política, con la división
entre la sociedad civil y el Estado. El Estado es el instrumento a través del cual la clase
dominante ejerce su poder sobre la clase sometida. Lejos de convertirse en el garante de la
realización humana y la libertad de los individuos, como pensaba Hegel, se convierte en agente
de represión y sometimiento, en función de las exigencias de las relaciones de producción, de
las que deriva y a las que sirve. En la sociedad comunista, con la abolición de la propiedad
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privada de los medios de producción y la supresión de las clases sociales, el Estado dejaría de
existir como tal.
De la alienación económica y social derivan también las distintas formas de alienación
ideológica. La ideología es el conjunto de representaciones (ideas, imágenes, símbolos, mitos)
y valores de la sociedad en un momento dado. A ella pertenecen la moral, el arte, la religión, la
filosofía y las demás manifestaciones espirituales de la vida social. Según Marx, las ideas, las
expresiones del espíritu humano, no son la causa del proceso económico y de la organización
social, como suponía Hegel. Al contrario: las formas ideológicas son reflejo de las condiciones
materiales de la existencia humana. Estas son reflejos de la realidad que la conciencia social
proyecta, pero la alienación económica distorsiona inevitablemente la conciencia que la
sociedad tiene de sí misma. Así, no solo es falsa esta conciencia, al ocultar, en vez de revelar, la
verdadera realidad económica y social, sino que constituye un instrumento de opresión en
manos de la clase dominante, presentando una justificación interesada de esa realidad cuyo
fin es que los explotados consideren naturales y, por tanto, justificables e inevitables, sus
condiciones de vida. La ideología se constituye, pues, en la culminación del proceso de
alienación. Algunas de las formas de la conciencia ideológica son las siguientes:
 La religión. Es una forma de la conciencia social muy criticada por Feuerbach. Marx
denomina “opio del pueblo” a la religión porque adormece la conciencia de
explotación del proletario, con la promesa de una vida mejor. De ahí que la religión se
alíe con los intereses de la clase opresora.
 La filosofía. En su versión tradicional, es la interpretación idealista de lo real, que
exime del compromiso revolucionario.
 La moral burguesa. Es una justificación para tranquilizar la conciencia de los
capitalistas.
 El derecho o la teoría del Estado. Son ideologías tendentes a conservar la situación de
la clase dominante.
Marx concluye que la conciliación del ser humano consigo mismo ha de venir de la revolución
que suprima la propiedad privada de los medios de producción y la división en clases sociales.
Solo el comunismo permitirá la eliminación de todas las alienaciones y la humanización del
ser humano.
El humanismo marxista
¿Es el marxismo un humanismo? Se trata de una cuestión disputada. Autores como Louis
Althusser lo han negado de forma rotunda (“El marxismo es un antihumanismo”). Otros, en
cambio, creen que sí lo es, y argumentan del siguiente modo: 1) el marxismo promueve una
crítica y una lucha contra la alienación del ser humano, que tiene como fin acabar con su
explotación, con su conversión en cosa, en algo inhumano, y lograr su liberación. En este
sentido, el marxismo mantiene el ideal ilustrado de la emancipación y realización plenas del
ser humano; 2) el marxismo niega la existencia de un ser (Dios) distinto y superior a la
Naturaleza y al Hombre, y establece la prioridad y la autonomía del Hombre que, como ser
natural y humano, realiza y consuma sus potencialidades a lo largo de la historia, “haciendo
suya” la Naturaleza; y 3) el marxismo puede afirma que el Hombre, y solo el Hombre, es el
principio de la sociedad y el sujeto de la historia.
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ONTOLOGÍA
La dialéctica
Marx tiene una concepción dialéctica de la realidad. Marx presenta su dialéctica como una
inversión de la dialéctica hegeliana. La suya, es una dialéctica de la materia, y no del Espíritu; y
es una dialéctica de la transformación de la realidad, no de su justificación o “transfiguración”.
Se apoya, sobre todo, en la categoría de contradicción, y es una dialéctica abierta e inacabada,
porque la historia y el mundo real están también inacabados. No hay, pues, “sistema”
concluido. Y la dialéctica no pretende servir para justificar la realidad, sino para transformarla
o comprender sus permanentes transformaciones.
Marx aplicó la dialéctica a la historia y a la economía. Esta doctrina se conoce con el nombre
de “materialismo histórico”. Engels, en cambio, la aplicó a la naturaleza, creando el
“materialismo dialéctico” (expresión que es de Engels, y no de Marx).
El materialismo
Frente al idealismo hegeliano, Marx propone una ontología materialista, pero ¿en qué sentido
es el pensamiento de Marx un “materialismo”? Aquí, como en otros muchos casos, las
palabras pueden conducir a muchas confusiones. El materialismo tiene en Marx y Engels un
sentido polémico: es una inversión del idealismo de Hegel y los hegelianos, y solo puede
entenderse adecuadamente si se lo considera como tal.
Engels escribió que “el problema cardinal de toda la filosofía, especialmente de la moderna, es
el problema de la relación entre el pensar y el ser, el problema de saber qué es lo primero, si el
espíritu o la naturaleza” (Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana). El idealismo
otorga la prioridad al pensamiento y al espíritu; el materialismo, al ser (o realidad) y a la
naturaleza. Por eso el materialismo de Marx y Engels podría ser llamado también “realismo” o
“naturalismo”. Obsérvese que de lo que se trata es de dar la prioridad a una cosa sobre otra,
no necesariamente de negar una cosa y afirmar con exclusividad la otra. Es decir, en este
planteamiento, ser “materialista” no implica necesariamente el afirmar que solo existe la
materia.
Ahora bien, resulta que hay dos clases de idealismo y, por tanto, también de materialismo:
1. Desde el punto de vista cosmológico u ontológico, el idealismo afirma la prioridad del
espíritu sobre el mundo material: éste es creación y manifestación del Espíritu
absoluto (infinito); en cambio, el materialismo afirma lo contrario: lo que llamamos
espíritu no es sino un producto de la realidad material (la naturaleza). Estas doctrinas
son, pues, metafísicas.
2. Desde el punto de vista histórico, el idealismo afirma que la historia consiste en la
realización gradual de ciertas ideas, y que la historia camina hacia una meta ideal
fijada de antemano. En cambio, el materialismo afirma que si bien son los seres
humanos los que hacen la historia, sus ideas y móviles conscientes se encuentran
determinados por la realidad “material” (económica) en que viven. Estas doctrinas
pertenecen a la filosofía de la historia o a la sociología.
Engels es el creador de una concepción materialista cosmológica llamada materialismo
dialéctico. En cambio, a Marx se debe el materialismo histórico, el cual es una teoría
exclusivamente sociológica. Como tal, no se interesa en absoluto por problemas metafísicos, ni
afirma -ni niega- que “todo es materia”.
El materialismo dialéctico
El materialismo dialéctico fue desarrollado por Engels en Anti-During (1878), en su obra
póstuma e inacabada Dialéctica de la naturaleza (1925) y en otros escritos. Se basa en la fusión
de dos doctrinas totalmente contrapuestas: 1) el materialismo “clásico” del siglo XVIII
(Holbach, La Mettrie, etc.) y primera mitad del siglo XIX (Büchner, Vogt, Moleschott, etc.); y 2)
la dialéctica de Hegel. Pero al fusionar ambas doctrinas, Engels las transforma:
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1. El materialismo. Engels tiene que hacer una grave objeción contra el materialismo
“clásico”: el ser mecanicista -como lo era toda la ciencia entonces-; es decir, el
concebir la realidad como un conjunto de objetos terminados y sometidos únicamente
a movimientos mecánicos (cambios de lugar). Frente al mecanicismo, Engels defiende
una concepción del mundo “como un proceso, como una materia sujeta a desarrollo
histórico” (Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana). Para ello se basa
en descubrimientos científicos que los mecanicistas aún no conocían: las teorías de la
célula y de la transformación de la energía, que la Tierra tiene una “historia” -como
demuestra la geología- y que los seres vivos actuales son el resultado de una larga
evolución (Darwin). Como consecuencia de esta visión procesual e histórica de la
naturaleza, Engels se aleja también del materialismo “clásico” en su concepción de la
relación entre la materia y la mente: la mente no se identifica con la materia
(materialismo “reduccionista”), sino que es algo “nuevo” que, sin embargo, surge de la
materia y sigue dependiendo de ella (materialismo “emergentista”).
2. La dialéctica. Engels convierte la dialéctica hegeliana del Espíritu en una dialéctica de
la naturaleza. De ahí que su materialismo sea “dialéctico”, lo cual le permite explicar el
carácter procesual e histórico de la realidad. Las tres leyes fundamentales del
materialismo dialéctico son:
1) Ley de la transformación de la cantidad en cualidad: Cambios cuantitativos
graduales dan lugar a cambios cualitativos (“salto cualitativo”) que transforman la
realidad. Ejemplo: la evolución de las especies.
2) Ley de la unidad de los contrarios: La unidad de la realidad consiste en una
compenetración de opuestos en acción recíproca.
3) Ley de la negación de la negación: En el encuentro entre contrarios, un contrario
anula a otro, el cual a su vez anula al primero. Ejemplo: la semilla se niega
transformándose en planta, la cual a su vez produce la semilla como “negación de
la negación”.
Aunque el materialismo dialéctico de Engels se convirtió más tarde en la filosofía “oficial” del
marxismo soviético, no está claro hasta qué punto pudo aceptarla Marx. De hecho, las críticas
de Marx al materialismo “clásico” (en el que incluye a Feuerbach) se refieren a cuestiones muy
distintas. Le achaca el ser excesivamente teórico: Feuerbach, en efecto, “considera la realidad
únicamente como objeto de contemplación”. Como consecuencia de ello convierte al ser
humano en un ser pasivo-contemplativo, ignorando su dimensión activa y transformadora de
la realidad, y “no comprende la importancia de la actuación ‘revolucionaria’, práctico-crítica”
(Tesis sobre Feuerbach, 1).
Además, según Marx, no es posible separar la naturaleza del ser humano: la naturaleza “real”
es la naturaleza transformada por el ser humano y, por tanto, introducida en el devenir
histórico de la humanidad. Esto es lo que no supo tampoco ver Feuerbach: que el mundo que
nos rodea no está así dado desde toda la eternidad -para que lo contemplemos pasivamente-,
sino que es un “producto histórico, resultado de toda una serie de generaciones que lo han
transformado” (La ideología alemana). Marx profesa, así, un humanismo que se encuentra
ausente en Engels. Para Marx lo real es el mundo humanizado por el trabajo humano; en
cambio, Engels construye el materialismo dialéctico a partir de la consideración de la
naturaleza como algo independiente del ser humano.
El materialismo histórico
El materialismo de Marx encuentra su expresión en el llamado “materialismo histórico”. Su
primera formulación aparece ya en La ideología alemana (1845), pero la formulación definitiva
se encuentra en la Contribución a la crítica de la economía política (1859). El materialismo
histórico fue definido por Engels como: “La concepción de la historia universal que ve la causa
final y la fuerza propulsora decisiva de los acontecimientos históricos importantes en el
desarrollo económico de la sociedad, en las transformaciones del modo de producción y de
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cambio, en la consiguiente división de la sociedad en distintas clases, y en las luchas de estas
clases entre sí” (Del socialismo utópico al socialismo científico).
Engels considera a Marx como el creador de este materialismo, siendo su mayor
descubrimiento científico (junto con la teoría de la plusvalía): “Así como Darwin descubrió la
ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia
humana” (discurso pronunciado por Engels en el cementerio de Highgate en Londres, el 17 de
marzo de 1883, durante el funeral de Marx). Se trata, en realidad, de una teoría sociológica,
más que filosófica, y Marx y Engels insisten en su carácter científico y en su base empírica. La
historia de las sociedades humanas, al ser concebida como el resultado de la actividad
productiva de los seres humanos, encuentra en tal actividad un elemento objetivo, material,
mensurable, del que se pueden extraer leyes tan objetivas como las que puede aspirar a
formular cualquier otra ciencia. Hasta entonces se había creído que la forma en que se
organizaba la producción dependía exclusivamente de la voluntad de los seres humanos, al
igual que las formas de organización social y política y, por supuesto, las formas de la
conciencia social. Marx afirma lo contrario: las relaciones de producción son independientes
de la voluntad de los seres humanos, y el modo en que los seres humanos producen la vida
material "condiciona el proceso social, político y espiritual de la vida". Marx resume la
concepción materialista de la historia en un breve párrafo de la Contribución a la crítica de la
economía política:
"En la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones
determinadas, necesarias e independientes de su voluntad, en relaciones de
producción que corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus
fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones constituye la
estructura económica de la sociedad, o sea, la base real sobre la cual se alza una
superestructura jurídica y política y a la cual corresponden formas determinadas
de la conciencia social. En general, el modo de producción de la vida material
condiciona el proceso social, político y espiritual de la vida. No es la conciencia
de los hombres lo que determina su ser, sino al contrario, su ser social es el que
determina su conciencia. En un determinado estadio de su desarrollo las fuerzas
productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones
de producción existentes o, por usar la equivalente expresión jurídica, con las
relaciones de propiedad dentro de las cuales se habían movido hasta entonces.
De formas de desarrollo que eran de las fuerzas productivas, esas relaciones se
convierten en trabas de las mismas. Empieza entonces una época de revolución
social."
El análisis de la historia llevado a cabo por Marx da como resultado la distinción en toda
sociedad de dos capas constituyentes. Marx designa estructura económica de la sociedad,
modo de producción o infraestructura a una de las capas; y superestructura, a la otra.
1. La estructura económica de la sociedad o modo de producción es el sistema de la
organización productiva. Según el materialismo histórico, este es el estrato
fundamental a partir del cual se explica verdaderamente cada sociedad y cada época,
así como la evolución histórica. La estructura económica está compuesta por:
 Las fuerzas de producción. Son el origen o la fuente de la actividad económica,
constituyen el elemento dinámico de la economía. Son, fundamentalmente, la
actividad del trabajador, su capacidad de trabajo o fuerza de trabajo, y los
medios de producción (instalaciones, máquinas, herramientas, etc.) necesarios
para realizar el trabajo y obtener los productos deseados. En el sistema
capitalista, la principal fuerza de producción es la propia clase proletaria, la cual
aporta el trabajo que, en definitiva, es el que produce la riqueza.
 Las relaciones sociales de producción. Son las relaciones que se establecen
entre los seres humanos de acuerdo con su situación respecto a las fuerzas de
producción. Estas relaciones no son libres, sino que están determinadas por la
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actividad económica. Jurídicamente, se expresan por las relaciones de
propiedad. Las relaciones sociales de producción son el elemento social
estático, determinan la situación de cada clase social y, por lo tanto, de cada
individuo, dentro del proceso económico. Las relaciones de producción
constituyen la forma vigente de la sociedad civil, tendente a conservar el
dominio de la clase explotadora. En el sistema capitalista, la burguesía posee
los medios de producción, y el trabajador solo posee la fuerza de trabajo, que
se ve obligado a vender para sobrevivir.
2. La superestructura presenta dos niveles:
 La superestructura jurídico-política. Formada por el conjunto de normas, leyes,
instituciones y formas de poder político que, condicionadas por la estructura
económica, ordenan y controlan el funcionamiento de la actividad productiva
de los ciudadanos. Las formas del Estado son los instrumentos a través de los
cuales las clases dominantes ejercen su poder sobre las clases sometidas. Lejos
de convertirse en los garantes de la realización humana y la libertad de los
individuos, como pensaba Hegel, se convierten en agentes de represión y
sometimiento, en función de las exigencias de las relaciones de producción, de
las que derivan y a las que sirven.
 La superestructura ideológica. Constituida por las formas de conciencia
ideológica (o ideología), que no son sino el conjunto de representaciones
(ideas, imágenes, símbolos, mitos) y valores de la sociedad en un momento
dado. A esta capa pertenecen la moral, el arte, la religión, la filosofía y las
demás manifestaciones espirituales de la vida social. La ideología realiza una
doble función: a) mistificación de la realidad (no revela sino que oculta la
verdadera realidad económica y social); b) justificación interesada de esa
realidad cuyo fin es que los explotados consideren naturales y, por tanto,
justificables e inevitables, sus condiciones de vida. La ideología dominante en
cada momento corresponde, en efecto, a la ideología de la clase dominante.
3. La relación entre la estructura y superestructura ideológica se ha prestado a
numerosos malentendidos. Marx dice que la estructura económica determina o
condiciona qué superestructura existe en cada momento. Por tanto, se trata solo de
“determinación” o “condicionamiento”, no de producción causal. Por otro lado, existe
una acción recíproca, es decir, dialéctica, entre estructura y superestructura, aunque la
estructura ejerce una determinación más fuerte. Engels lo explicó en una carta a J.
Bloch (21-9-1890): “Según la concepción materialista de la historia, el factor
determinante en ella es, ‘en última instancia’, la producción y la reproducción de la
vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado jamás otra cosa. Si a pesar de ello alguien
fuerza tal proposición para hacer decir que el factor económico es el único
determinante, éste transforma lo dicho por nosotros en una palabra vacía, abstracta,
absurda”. Por tanto, tanto Marx como Engels concibieron la posibilidad de una acción
de la superestructura sobre la estructura. De no ser así, no se comprendería el papel
de la lucha social y del combate político e ideológico entablado por ambos contra el
modo de producción capitalista, ni sus reiteradas llamadas a la conciencia de clase, la
organización política y la revolución social del proletariado: tal revolución sería
inevitable, según la dialéctica de la historia, hubiera o no movimiento obrero, por lo
que la lucha social e ideológica sería innecesaria e inútil.
4. La lucha de clases es el motor de la historia. “Toda la historia de la humanidad es la
historia de la lucha de clases”, afirma Marx. El conflicto social estalla merced al
desarrollo normal de las fuerzas productivas (desarrollo tecnológico, transformación
de las formas de trabajo, división de éste, etc.), las cuales ya no encuentran un marco
adecuado -sino únicamente trabas- en las relaciones de producción. De este modo se
entra en una fase de revolución social que transforma también la superestructura
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ideológica. Cada etapa histórica lleva en sí misma los gérmenes de su destrucción,
dando origen a otra etapa que se le opone y de cuya oposición habrá de originarse
otra nueva como síntesis de las anteriores. En el proceso histórico, los cambios
cualitativos son fases superiores de desarrollo histórico surgidas de los procesos de
oposición entre clases y, consecuentemente, entre formas de producción. La historia
progresa, según Marx, en la sucesión de diversas formas organizativas de la actividad
económica. Estos sucesivos modos de producción tienen en común el estructurarse
según clases sociales antagónicas. Este proceso dialéctico se encamina hacia un
estadio definitivo en que el enfrentamiento será superado en una sociedad sin clases,
sin propietarios de los medios de producción, en la que cada uno producirá según sus
posibilidades y cualidades y consumirá según sus necesidades: la sociedad comunista.
Hasta ese momento, la humanidad se mantiene en lo que Marx denomina la
prehistoria de la sociedad humana. En el futuro, superado ese momento negativo y
contradictorio que acompaña al proceso histórico recorrido hasta ahora, comenzará la
verdadera historia humana, el momento en el que el ser humano, capaz ya de
adueñarse de su propio destino, realizará todas sus potencialidades. (Citar los modos).
5. En conclusión, la historia no es conducida, según Marx, por la “astucia de la razón”,
como pensaba Hegel: es conducida (no únicamente, pero sí principalmente) por el
desarrollo de las fuerzas de producción, la principal de las cuales es el trabajo humano.
En definitiva, el ser humano es el actor principal de la historia. Pero esa historia solo
puede avanzar al precio de contradicciones y luchas. Y en esa lucha las formas de
conciencia (la conciencia de clase) tienen un papel importante.
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POLÍTICA – LA ACCIÓN REVOLUCIONARIA
Filosofía y revolución
Engels, en el discurso pronunciado ante la tumba de Marx, dijo: “Fue un hombre de ciencia.
Pero con esto no llegamos a tener ni siquiera la mitad del hombre. Porque Marx fue, ante todo,
un revolucionario”. Hombre “de ciencia” y también, en cierto sentido, filósofo, su pensamiento
tenía una finalidad práctica: la transformación de la sociedad. En esto se asemeja a Platón quien también concibió un estado “comunista”- aunque su pensamiento sea la antítesis del
platonismo. Y en esto se opone al idealismo hegeliano: “Los filósofos -escribe- no han hecho
más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”
(Tesis sobre Feuerbach, 11). Así pues, si existe algún “proyecto filosófico” en Marx, éste es el de
la conversión de la filosofía en fuerza revolucionaria, poniéndola al servicio de la
transformación política del mundo.
La alienación del hombre en el capitalismo. Necesidad de la sociedad comunista
Según Marx, la división del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción dan
lugar a la alienación económica y social. A partir de éstas, de carácter estructural, se originan
todas las demás formas de alienación, que serían superestructurales o ideológicas. Aunque la
condición alienada del hombre ha existido desde las primeras sociedades clasistas, Marx piensa
que ha ido aumentando a lo largo de la historia, hasta llegar al culmen en el modo de
producción capitalista.
La sociedad capitalista, tanto en su dimensión económica como ideológica, lejos de propiciar la
realización del hombre, la imposibilita. Por eso Marx promueve una crítica y una lucha contra la
alienación del ser humano en el capitalismo, que tiene como fin acabar con su explotación, con
su conversión en cosa, con su deshumanización, y lograr su liberación. En este sentido, el
marxismo mantiene el ideal ilustrado de la emancipación y realización plenas del ser humano.
Según Marx, la situación alienada del ser humano será definitivamente superada con el
advenimiento de la sociedad comunista, que restaurará al hombre en su genuina humanidad.
Este ideal constituye la finalidad inmanente de la historia. Según el materialismo histórico, la
historia no obedece a un plan racional, como pensaba Hegel, sino que es el resultado del
desarrollo de las fuerzas de producción -la principal de las cuales es el trabajo humano- y las
contradicciones generadas por dicho desarrollo -la lucha de clases-. Sin embargo, Marx sigue
viendo un sentido en la historia, sigue confiando en el progreso del hombre hacia una sociedad
justa y humana: la sociedad comunista. Puede afirmarse, por tanto, que Marx propone un
horizonte utópico, en el sentido de una meta, un ideal, una guía ético-política: “La sociedad
humana o la humanidad social”. La acción revolucionaria del proletariado deberá intervenir en
el proceso histórico para propiciar la consecución de dicha meta.
La dinámica del capitalismo. La inevitabilidad de la revolución
En El Capital, Marx se propone realizar un minucioso estudio del modo de producción
capitalista, cuya estructura es, según él, esencialmente conflictiva. Este ejercicio teórico está
supeditado a un propósito práctico: conocer al enemigo para poder vencerlo.
Marx comienza su análisis del capitalismo a partir de la noción de mercancía, que es la “célula”
de este modo de producción. Una mercancía es todo aquello que se puede vender o comprar
en el mercado. Una mercancía, en sí misma considerada, tiene un valor de uso, en virtud del
cual satisface ciertas necesidades. En el capitalismo, sin embargo, el valor de cambio (el precio
en el mercado) importa más que el valor de uso. Con la expresión “fetichismo de la mercancía”
Marx se refiere a la divinización de las mercancías en el capitalismo. En este sistema, todo se
torna mercancía, incluida la fuerza de trabajo. Esta mercantilización de la realidad (donde todo
es producido para el mercado) es exclusiva del capitalismo.
En la sociedad industrial, el capitalista, propietario de los medios de producción, compra
mercancías para producir otras mercancías, venderlas en el mercado y obtener beneficios, que
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reinvertirá en el proceso productivo con el fin de obtener aún más beneficios, en una espiral
sin fin. El capitalista intentará producir la mayor cantidad posible de mercancías a un coste
cada vez más bajo, para así poder competir con otros capitalistas. Por eso hace trabajar más al
obrero por el mismo salario.
Según la teoría del valor-trabajo, cada mercancía encierra un valor de cambio correspondiente
al tiempo de trabajo socialmente necesario requerido para su producción. Siendo la fuerza de
trabajo una mercancía, su valor se puede también medir en lo necesario para su reposición, es
decir, lo necesario para que el trabajador y sus descendientes, que lo reemplazarán, puedan
existir y reproducirse. Sin embargo, la fuerza de trabajo no es una mercancía más, pues, a
diferencia de las otras, produce riqueza. El obrero vende su fuerza de trabajo y recibe un
salario, pero produce un excedente de valor que no le es remunerado, apropiándose de él el
capitalista de forma gratuita. A este excedente de valor no remunerado se lo llama “plusvalía”
o “plusvalor” (la plusvalía es la diferencia entre el valor creado por la clase trabajadora y el
valor que ella recibe en su conjunto, más que la diferencia entre lo que un trabajador
específico produce y lo que recibe). La acumulación de plusvalía es lo que genera la riqueza en
el sistema capitalista: el capitalista compra la fuerza de trabajo por mucho menos del valor real
que ésta produce. En esto radica, según Marx, la clave de la explotación del trabajador por
parte del capitalista.
Marx considera que las contradicciones económicas en la sociedad capitalista son mucho
mayores que en cualquier otra época anterior. Marx supuso que los grandes avances de las
fuerzas productivas (máquinas, tecnología, organización del trabajo, etc.) entrarían en
contradicción con las relaciones de producción, de manera que, siguiendo las “leyes
dialécticas” descubiertas por el materialismo histórico, una revolución social que diera paso a
un nuevo modo de producción era inminente. Además, en el capitalismo, el capital aumenta a
escala vertiginosa y se concentra cada vez más en menos manos, al tiempo que las masas de
obreros y desempleados aumentan, de manera que no hay gente para consumir tanto exceso
de mercancías, produciéndose, de este modo, crisis cíclicas de sobreproducción. Pronto,
pensaba Marx, la cantidad de oprimidos sería tal que se daría el “salto de la cantidad a la
cualidad”, es decir, la cantidad de trabajadores miserables llevarían a un modo de producción
cualitativamente diferente, el comunismo. Del mismo modo que el feudalismo produjo la
burguesía, ésta, para existir y desarrollarse, tiene que producir a aquel que la llevará a la
muerte, el proletariado, que constituye su antítesis. Es inevitable, por tanto, que llegue el día
de la revolución. Así pues, la forma de producción capitalista lleva en sí misma su propia
negación dialéctica; por eso el paso de la sociedad capitalista al comunismo es inevitable. No
obstante, el proletariado tiene que tomar conciencia de su situación de explotación y
organizarse políticamente para intervenir en el proceso histórico y propiciar el tránsito hacia la
sociedad comunista.
El comunismo es, para Marx, el retorno pleno y consciente del hombre a sí mismo, como
hombre social, como hombre humano. La sociedad comunista será una sociedad sin propiedad
privada, sin clases, sin división del trabajo, sin alienación y, sobre todo, sin Estado. ¿Cómo se
conseguirá este cambio radical?
La revolución
Al comunismo no se llegará de manera pacífica, sino a través de la revolución del proletariado,
que arrancará el poder a la burguesía. Esta revolución es inexorable y tendrá un carácter
forzosamente violento, pues nadie cede -y la burguesía no es una excepción- sus privilegios de
forma pacífica.
El camino de la revolución empieza por la concienciación de la clase obrera. El proletariado
debe darse cuenta de que está alienado por el capital, de que eso sucede en todos los países y
de que los responsables son los mismos, la burguesía capitalista, que los mantiene explotados
bajo las condiciones de este modo de producción. Es decir, ha de tomar conciencia de clase y
entender su situación.
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El proletariado debe también dotarse de una organización política. A este efecto, Marx y Engels
redactaron, en 1848, por petición de la Liga de los Comunistas, el Manifiesto del Partido
Comunista.
Además, el proletariado debe comprender que no puede luchar aisladamente, sino que tiene
que unirse por lazos de solidaridad internacional, pues el único vínculo real es el de clase, no el
de nacionalidad ("¡Proletarios del mundo, uníos!"). Solo a través de esta unión la revolución
podrá triunfar, pues ésta habrá de ser global, sino quiere verse condenada al fracaso. Para ello,
Marx y Engels colaboraron con la Asociación Internacional de Trabajadores (conocida
posteriormente como la Primera Internacional de los Trabajadores), fundada en Londres en
1864.
La revolución proletaria, a diferencia de las demás revoluciones acontecidas a lo largo de la
historia, no será una revolución política, que quite del poder a una clase para poner a otra en su
lugar, sino social, pues, con ella, termina la sociedad clasista.
La dictadura del proletariado
Marx distingue las fases del proceso revolucionario en su obra Crítica del Programa de Gotha.
Tras arrebatar los medios de producción a la clase capitalista en nombre de la inmensa mayoría
(socialización de los medios de producción), comienza la fase socialista de la revolución,
preparatoria del comunismo, en la que la clase obrera ejerce su dictadura (dictadura del
proletariado) sobre las antiguas clases explotadoras, mediante su dominio del Estado, en alianza
con los campesinos y otras capas sociales asalariadas. La distribución de bienes materiales y
culturales se realiza en proporción a la cantidad y la calidad del trabajo con que cada uno ha
contribuido: "Cada cual según sus capacidades. A cada cual según lo aportado mediante su
trabajo". Esta fase de dictadura fue pensada por Marx como necesaria, aunque provisional. El
siguiente paso habría de ser la supresión del Estado.
La sociedad comunista
Marx bautiza con el nombre de “comunismo” al nuevo tipo de sociedad que está al servicio del
hombre y en la que la propiedad de los medios de producción, de los recursos naturales y del
producto del trabajo es común y sirve para la realización de todos los humanos, no para su
alienación. La abolición de la propiedad privada se refiere básicamente a esto, no quiere decir
que nadie vaya a tener nada suyo (puedes ser propietario de una casa, según tus necesidades,
pero no puedes ser propietario de una fábrica o una mina, por ejemplo).
Una vez culminada la preparación de la sociedad en la fase socialista, el comunismo, fase final de la
revolución, supondrá la desaparición definitiva de las clases y, con ellas, del Estado. Se instaurará
entonces una democracia popular donde las empresas elegirán a sus representantes, y estos a
otros, organizándose la economía por ramas de producción y cuerpos asamblearios, donde todas
las ramas debatirán sus relaciones (en ocasiones Marx emplea la expresión “modo de producción
de libre asociados”). No habría una unidad política, ajena a esta unidad económica, que interfiriera
en la producción. Por otra parte, las comunas y ciudades, ordenadas productivamente, se
organizarán en formas flexibles y revocables de representación, desapareciendo el centralismo y la
burocracia propia de los Estados. Al haber desaparecido también, como resultado de la educación
en el socialismo, el egoísmo y la rivalidad como fuerzas motrices de la economía, la distribución de
la riqueza se puede efectuar ya según el principio de "Cada cual según sus capacidades. A cada
cual según sus necesidades". Esto supone que se tomará de cada ciudadano, para repartir,
aquello que le sobre y se le proporcionará aquello que necesite. Si el capitalismo tiende a
despreciar el trabajo manual (por ser característico del proletariado) frente al intelectual, la
sociedad comunista valorará todo trabajo como igualmente digno, por ser el único modo de
lograr la plena realización del hombre. En consecuencia, todo ser humano será trabajador y de
ese modo será feliz, puesto que trabajará para sí mismo y para todos los demás miembros de la
sociedad, no para el beneficio de un grupo que lo explota.
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Marx siempre pensó que la revolución del proletariado tendría lugar en la sociedad capitalista
más avanzada, que en aquella época era Inglaterra, y que debía propagarse, para triunfar, por
todos los países capitalistas. Nunca pensó que un modo de producción feudal (Rusia) pudiese
hacer una revolución proletaria, pues le faltaban las fuertes contradicciones propias del
capitalismo. No se puede responsabilizar a Marx de las derivas de dicha revolución, por más
que se inspirara en sus ideas, ni del Estado que, como encarnación del “comunismo realmente
existente”, surgió a partir de ella: la Unión Soviética.
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