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ROJAS MACARENO ANDREA MONTSERRAT
LUNES 3 DE JUNIO DE 2013
DHPC
MTRA. MA. SOLEDAD LUCILA LEÓN HERRERA
LA PERSISTENCIA DE LA MEMORIA – CARL SAGAN
El mundo en que vivimos es tan bello y complejo, que nos resulta difícil describir
algunas de las cosas que nos rodean: se necesita mucha información para describir a un ser
vivo. La vara con que se mide la unidad de información es algo llamado “bit”. Para
responder preguntas sencillas, sólo utilizamos un bit. En cuanto aumenta su complejidad,
necesitamos más de estas unidades.
Por ejemplo, para sobrevivir, la ballena necesita saber hacer cosas. Esta información
se almacena en sus genes y cerebro. La información genética incluye tareas como: saber
amamantar y cómo contener la respiración bajo el agua por 1 km. En cambio, la
información almacenada en el cerebro incluye cosas como: saber quién es su madre, o qué
significa el canto que emiten las otras ballenas. Su biblioteca genética, pero no sólo la de
ellas, sino de todos los seres vivos está hecha de ADN. La función de esta molécula
compleja es almacenar y copiar información: cuantos más bits de información tenga, más se
podrá hacer. El organismo más simple, un virus, sólo necesita unos 10,000 bits, el
equivalente a la información contenida en una página al leer un libro. Sólo necesita esta
cantidad de bits porque las únicas tareas que debe realizar son infectar a otro organismo y
reproducirse. Una bacteria utiliza un millón de bits, el equivalente a unas 100 páginas, ya
que ésta tiene más tareas por desempeñar que un virus: no es totalmente parásita, tiene que
ganarse la vida. Y una amiba unicelular, que para nosotros es microscópica, en el reino de
los unicelulares, es un gigante. Cada una contiene unos 400 millones de bits en su ADN, el
equivalente a unos 8 volúmenes de 500 páginas cada uno. Y una ballena, o un ser humano
requieren de unos 5 mil millones de bits, los cuales contienen información que va desde:
cómo reír, estornudar, caminar, reconocer formas, hasta cómo digerir una manzana.
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LUNES 3 DE JUNIO DE 2013
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La actual tecnología humana sólo puede reproducir una diminuta fracción de la
compleja bioquímica que nuestros cuerpos parecen realizar sin esfuerzo. Pero, ¿qué pasaría
si la cantidad de bits dejara de ser suficiente? Para eso tenemos al cerebro. Como otros
órganos, el cerebro ha evolucionado creciendo a través de millones de años. Su estructura
refleja todos los cambios por los que ha pasado. El cerebro ha evolucionado desde adentro,
hacia afuera: la parte más profunda es la más antigua, el tallo encefálico. Éste dirige varias
funciones biológicas básicas, incluyendo los ritmos vitales, como el latido del corazón y la
respiración.
Las funciones cerebrales superiores han evolucionado en tres fases sucesivas, de
acuerdo con una idea provocadora del biólogo estadounidense Paul Maclean: coronando el
tallo encefálico, está el llamado “Complejo R” (de reptil), que es la sede de la agresión, la
territorialidad y la jerarquía social. Evolucionó hace centenares de millones de años en
nuestros ancestros reptiles. Así pues, en nuestra profundidad cerebral tenemos algo
parecido al cerebro de un cocodrilo. Rodeando al Complejo R, está el Sistema límbico o
“cerebro de mamífero”, que evolucionó hace decenas de millones de años en ancestros que
eran mamíferos pero que todavía no eran primates, como monos o simios. Es una fuente
importante de nuestro ánimo y emociones. Y finalmente en el exterior del cerebro, viviendo
en una tregua incómoda con los cerebros más primitivos, está la Corteza cerebral,
evolucionada hace millones de años en ancestros que fueron primates. Éste es el punto de
partida para todo viaje cósmico. La corteza cerebral, donde la materia se transforma en
conciencia, comprende más 2 terceras partes de la masa cerebral. Aquí es donde están las
ideas y la inspiración, donde leemos y escribimos, donde hacemos matemática y música. La
corteza regula nuestras vidas conscientes y distingue a nuestra especie; es la sede de la
humanidad. Aquí viven el arte y la ciencia: la civilización es producto de la corteza
cerebral.
Detrás de la frente están los lóbulos frontales de la corteza cerebral, aquí es donde
anticipamos hechos, donde desciframos el futuro. Si puedo prever un futuro desagradable,
debo tomar medidas para evitarlo. Aquí, en los lóbulos frontales puede estar la garantía de
la supervivencia humana., si tenemos la sabiduría para prestar atención. La estructura
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microscópica del pensamiento está dentro de la corteza. El lenguaje cerebral no es el
lenguaje ADN de los genes, lo que sabemos está codificado en células llamadas neuronas,
diminutos elementos de conexión. Cada conexión representa un bit de información.
Tenemos aproximadamente cien mil millones de neuronas, una cifra comparable a las
estrellas de la vía láctea, y hay algo así como cien billones de conexiones neuronales. Aún
al dormir, el cerebro pulsa, palpita y centellea con el complejo quehacer de la vida humana.
Soñar, recordar, resolver cosas, nuestros pensamientos, visiones y fantasías poseen una
realidad física tangible. Un pensamiento está formado por centenares de impulsos
electroquímicos. Las neuronas también almacenan sonidos y fragmentos musicales,
orquestas enteras tocando en nuestras cabezas. El paisaje de la corteza cerebral humana
tiene surcos profundos, hay una buena razón para ello: aumentan el área disponible para
almacenar información en un cráneo de tamaño limitado.
El mundo del pensamiento se divide en dos hemisferios: el hemisferio derecho de la
corteza cerebral se ocupa principalmente de reconocer formas de la intuición, sensibilidad,
las ideas creativas. En el hemisferio izquierdo reside el pensamiento racional, analítico y
crítico. Existe un diálogo continuo entre los dos hemisferios cerebrales, canalizado a través
del cuerpo calloso: es un puente entre la creatividad y el análisis, los cuales son necesarios
si queremos entender el mundo.
El contenido informativo del cerebro humano expresado en bits es comparable con
el número de conexiones entre las neuronas. El cerebro es un lugar enorme en un espacio
muy reducido. La mayoría de los libros están arriba, en la corteza cerebral. Abajo, en el
sótano del cerebro, están funciones de las que nuestros ancestros dependían para sobrevivir:
la agresión, crianza infantil, sexo, la voluntad para seguir ciegamente al líder. Las funciones
superiores como la lectura, la escritura, el lenguaje, parecen localizarse en lugares
específicos de la corteza cerebral. Por otro lado, cada recuerdo parece estar almacenado en
muchos puntos separados del cerebro. Pero el cerebro hace mucho más que recordar:
compara, sintetiza, analiza, genera abstracciones. Es mucho más lo que debemos descifrar,
que lo que los genes saben. Por eso la biblioteca cerebral es unas 10 mil veces mayor que la
biblioteca genética. Nuestra pasión por aprender es la herramienta para sobrevivir.
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Tenemos las emociones y los patrones de conducta habitual profundamente arraigados
como parte de nuestra humanidad, pero no son característicamente humanos: hay otros
animales con sentimientos. Lo que distingue a nuestra especie es el pensamiento. De algún
modo, la corteza cerebral es una liberación: ya no necesitamos estar atrapados en los
patrones de conducta genéticamente heredados de las lagartijas y babuinos como la
territorialidad, agresión y las jerarquías de dominación. Somos responsables en gran
medida de lo que se introduce en nuestro cerebro, de lo que los adultos terminamos
valorando y sabiendo. Sin estar ya a merced del cerebro de reptil podemos cambiarnos a
nosotros mismos.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

SAGAN, Carl. (200) Carl Sagan: Cosmos (Episodio 11). [Archivo de video].
Recuperado de: http://www.youtube.com/watch?v=wYJwHa6I0js