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Divino Maestro: Fiesta de la Memoria
Palabras del presbítero Alberto Bustamante, presidente del CONSUDEC,
con motivo de la 38ª entrega de la distinción Divino Maestro (Salón de
actos del Colegios Del Salvador, 19 de septiembre 2014)
“Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo: «He
deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión,
porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno
cumplimiento en el Reino de Dios». Y tomando una copa, dio gracias y dijo:
«Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no
beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios». Luego tomó
el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi
Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». Después
de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza
sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes». (Lc 22, 14-20)”
Nuevamente, y nunca nos cansaremos de perseverar en la realización de esta
celebración, CONSUDEC, querido organismo de la Iglesia Argentina que es
casa común de la escuela católica, encarnada en estas tierras, desde hace 90
años, los acoge para honrar y reconocer agradecidos el testimonial servicio de
estos hermanos nuestros que durante años vivieron con pasión educativa el
mandato misionero de Jesucristo, el maestro, “vayan por todo el mundo y
anuncien la Buena Notica a toda la creación…Ellos fueron a predicar por todas
partes y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la
acompañaban” (Mc 16,15.20).
Bastará con que estemos atento a las presentaciones de los galardonados para
constatar que “fueron a predicar por todas partes”, y seguramente si nos
hablaran nos dirían que “el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los
milagros que la acompañaban”.
Con los milagros de fundar obras educativas y no de organizar la retirada de
las obras educativas , con los milagros de rescatar vidas, de curar heridas, de
promover dignidades, de consolar angustias, de acompañar soledades, de
ayudar a encontrar sentido, de dignificar pobrezas, de fraternizar divisiones, de
sanar ignorancias. Todos estos milagros, y muchos más, realizaron estos
hermanos nuestros.
En estos años de servicio en CONSUDEC he tenido la dicha de recorrer
nuestra Patria a lo largo y ancho de su extenso territorio, he disfrutado de la
exuberancia de su belleza, he contemplado la vida de la escuela católica
sembrada en parajes cordilleranos, en montes, en llanuras, en estepas, en
selvas, en ruidosos centros urbanos, he visto a nuestras escuelas celebrar vida
y dolerse en muertes, la he visto levantarse y caerse, con luces y sombras y
siempre, siempre sostenida en su misión evangelizadora por la Gracia de
Jesucristo, el Redentor del hombre y por la intercesión de María su admirable
madre y madre nuestra.
En ese marco de peregrinación por la Argentina secreta, la que no se visibiliza
desde los centros de poder ni desde la farandulización mediática, ha sido un
honor, un lujo, haberme encontrado personalmente con muchos de a quienes
hoy otorgamos la distinción Divino Maestro.
En “cien años de soledad”, la obra del genial Gabriel García Márquez, los
habitantes de Macondo adquieren la enfermedad del sueño que, primero, es
insomnio, y después es olvido. José Arcadio Buendía encuentra la solución: ir
pegando papeles a cada cosa con su nombre y su función para que todos lo
recuerden y así puedan vivir.
Si la escuela es el ámbito en donde se cultiva sabiduría y no solo conocimiento
e información, donde se enseña a hacerse preguntas fundamentales para no
nadar en la superficie, no puede haber otro camino que entrar en diálogo con el
saber acumulado por generaciones. Sin memoria es imposible vivir.
Preservar la memoria de los antepasados es deber impostergable de la misión
educativa.
Quizás, como en la enfermedad del sueño en Macondo, debamos ser aquellos
que recordemos, a quienes olvidan, cómo se nombran las cosas y para qué
sirven. Por eso Celebramos este día de fiesta para la Educación Católica
Argentina porque la vida de a quienes hoy honramos nos ayuda a nombrar las
cosas y decirnos para que sirven.
Y ¡Cuánto necesita la Iglesia y la Patria de esa memoria!
Como nos lo dice el Papa Francisco, ¡Cuánto necesita la Iglesia recordar que
está para la misión que la plenifica y no para el encierro que la enferma en
internismos estériles!
¡Cuánto necesita la Iglesia recordar que la comunión alienta la misión y llena de
gozo y que la fragmentación y la división esteriliza, amarga y genera pesadillas!
¡Cuánto necesita la Iglesia recordar que debe ser casa de la misericordia,
“hospital de campaña” para los rostros heridos y no edificio frio y esclerotizado
habitado por doctrinarismos abstractos, y eticismos sin bondad! Basta recordar
las palabras del Papa san Juan XXIII: “Hoy, la Iglesia debe usar no las armas
de la severidad, sino la medicina de la misericordia”.
¡Cuánto necesita la Patria hacer memoria del valor de la entrega y rechazar la
cultura del capricho enfermizo, del individualismo posesivo y de la casi
patológica búsqueda de los propios intereses!
¡Cuánto necesita hacer memoria del valor del encuentro, de la amistad social y
rechazar la confrontación y la prepotencia! ¡Cuánto, hacer memoria de que
siempre será realidad que estamos como estamos porque somos como somos
y no por supuestas conspiraciones!
Agradecemos profundamente a estos hermanos nuestros que con su
testimonio nos ayudan a hacer memoria de todo esto.
No puedo culminar esta intervención sin destacar que en este marco
conmemorativo, hemos querido hacer memoria de alguien que nacido en
Navarro, Provincia de Buenos Aires, el 5 de abril de 1914, consagrado en la
congregación de los hermanos Maristas y designado secretario del
CONSUDEC en Agosto de 1952, fue muy especial para la vida de la escuela
católica, tan especial que alguien supo decir de él: “Tardará mucho tiempo en
nacer, si es que nace, un argentino tan hondo, tan grande y memorioso y
universal y sabio, si es que nace”. CONSUDEC hace memoria agradecida en el
centenario de su nacimiento, del Hermano Marista Septimio Walsh, “educador
de estirpe y neto pastor católico cuya figura irradió la luz de Jesucristo, y de su
evangelio durante más de 40 años”.
(Minuto de silencio y entrega de placa)
Jesucristo, Divino maestro, hemos hecho memoria de tu propia entrega en la
entrega de los galardonados, ellos se hicieron en ti pan partido que se repartió
para que cientos y cientos de muchachos y chicas tuvieran parte en tu Reino.
Agradecemos la Eucaristía de sus vidas en las que, como en la tuya no falto la
presencia permanente de María Santísima. Sea ella quien bajo la advocación
de Lujan, continúe intercediendo y protegiendo a CONSUDEC y a la escuela
católica para que siempre sean fiel a la misión de anunciar el gozo del
evangelio.
Pbro. Lic. Alberto Agustín Bustamante, presidente de CONSUDEC
Fuente: AICA (Agencia Informativa Católica Argentina)