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ANALISIS
KATH WESTON: LAS FAMILIAS QUE ELEGIMOS. LESBIANAS,
GAYS Y PARENTESCO
1) Contextos históricos y teóricos.
Publicado en 1997, Las familias que elegimos se enmarca plenamente en una
segunda fase del renacimiento del estudio antropológico del parentesco.
En el apartado sobre Lewis Henry Morgan y la lectura de “La gens
iroquesa”, se ha visto la forma de proceder de este investigador en su
estudio del parentesco, desde su formación como abogado y su perspectiva
evolucionista. Este evolucionismo significa que, para Morgan, la cultura y
sociedad occidentales son la cumbre hacia la que apuntan, sin llegar, tanto
los grupos humanos anteriores en el tiempo como los coetáneos, como los
iroqueses, que supuestamente permanecen en estadios evolutivos
“inferiores”. Por lo tanto, cualquier aspecto de otra cultura se
compara, para Morgan,
con su “equivalente” en la cultura occidental.
Aunque antropólogos posteriores consiguieron, en alguna medida, liberarse
de este etnocentrismo y, sobre todo, de los supuestos del evolucionismo, lo
cierto es que apenas se había cuestionado la proyección de la base biológica
del parentesco. Éste es algo que generalmente se ha dado por sentado en
el mundo occidental con referencia al estudio del parentesco en otras
partes.
Desde la exposición por Rivers de su método
genealógico26, se han utilizado las genealogías para describir una
“verdad” biológica que se supone subyace a cualquier construcción
cultural del parentesco. Para decirlo de forma muy sencilla, se ha supuesto
que las relaciones consanguíneas y de alianza
(matrimonio) son “reales”, que se pueden dibujar y que son la
manera “correcta, normal” de entender el parentesco;; mientras que
cualquier otra manera de construir el parentesco (por ejemplo, los
sistemas clasificatorios que reúnen en una sola categoría posiciones que
nosotros consideramos, en base a la genealogía, distintas, como F y FB)
es una construcción cultural sobre esta “realidad”, siendo necesario ex
plicar por qué no sigue nuestro planteamiento genealógico.
Schneider desvela los supuestos de este enfoque:
“Parentesco” (kinship) es una categoría analítica de uso frecuente en
antropología desde que Morgan la inventase. En el uso que le han dado
Morgan y sus seguidores, no se corresponde con ninguna categoría cultural
conocida por el
hombre. (...) he entrecomillado la palabra “parentesco” con el fin
de afirmar que es una noción teórica que está en la mente del antropólogo y
que en realidad carece de un referente cultural discernible.
(...) Si el “parentesco” se estudia en el nivel cultura, sin embarg
o, resulta evidente que “parentesco” es un artefacto del aparato analítico
del antropólogo y que carece de un equivalente concreto en las culturas de
cualquiera de las sociedades que estudiamos.
De ahí la conclusión de que el “parentesco” (...) es un no-tema, ya que
no existe en ninguna cultura conocida por el hombre. (Schneider 2007
[1972], en Parkin, R. y L. Stone, Antropología del parentesco y de la familia.
Pp. 451, 454. Madrid: Ramón Areces)
Schneider dice además que, ni siquiera en occidente, existe el parentesco tal
como se venía estudiando: “Yo insisto en que estos elementos
biológicos” tienen una importancia fundamentalmente simbólica y
en que su significado no es en absoluto la biología”.
Para los investigadores que seguían con interés en el tema, la crítica de
Schneider tuvo el efecto de enfocar su mirada en los aspectos nítidamente
nobiológicos del parentesco. Así, por ejemplo, surgió el concepto de “rel
atedness” (modo de vinculación) utilizado –aunque no sin críticas- por
Carsten para hablar del parentesco no como una posición adquirida al nacer
sino como un proceso a lo largo del tiempo que tiene lugar mediante actos
prolongados de compartir hogar y comida.
Pero incluso más influyente en el resurgimiento de la antropología
fueron dos vertientes emergentes de la vida occidental: la mayor
visibilidad y el reclamo para la aceptación de la homosexualidad como
identidad sexual y forma de vida, y las innovaciones de la medicina en el
campo de las nuevas técnicas de reproducción asistida.
Los procedimientos de las NTRAS, en los que el material biológico utilizado
(óvulo o esperma) puede proceder de las personas que después ejercerán de
padre/madre del bebé que nace, o de otras personas que no tendrán ninguna
relación con ese bebé, llevan a deslindar aspectos de la
maternidad/paternidad que antes no se distinguían, entre madre/padre
biológico, madre que alumbra al bebé, madre/padre que reciben y crían al
bebé...
Estas NTRAs también ofrecieron nuevas posibilidades a las parejas gays y
lesbianas, antes definidas como no-procreativas, de tener hijos y formar
familias si así lo deseaban.29 Es en este contexto donde cobra su relevancia
el libro de Kath Weston, Las familias que elegimos.
2.El trabajo de campo.
Como nos dice Weston (p. 33): “El trabajo de campo que sirvió de b
ase a este análisis fue realizado en el Área de la Bahía de San Francisco
entre 1985 y 1986, más
una visita de seguimiento en 1987.” Explica su elección del sitio por l
a gran población de lesbianas y gays en esta ciudad a partir de los años
setenta, al ser la ciudad estadounidense en la que mejor aceptación tenía la
homosexualidad.
Según se haga la lectura de este libro, sería importante apuntar todas las
fuentes que utiliza Weston para recabar datos para su análisis. Veremos una
multitud de fuentes, entre ellas, las más características del trabajo de campo
etnográfico actual: entrevistas en profundidad grabadas, historias de
vida, observación participante...
También veremos el uso de material histórico de varios tipos y discusiones
sobre los cambios observados por las personas que participan en la
investigación. La atención a los procesos históricos es un aspecto
principal del estudio de Weston, un aspecto que nos permite una
comprensión mucho más rica y contextualizada de sus datos. Si
únicamente dispusiéramos de sus observaciones de 1985-1986, podríamos
entender, en alguna medida, los conceptos y construcciones de parentesco y
familia de ese momento, pero nunca comprenderíamos su origen en los
procesos anteriores de los movimientos gay y lesbiano, en el paso de una
identidad propia de no-procreación a una identidad que incluye la posibilidad
de la procreación.
Asímismo, la capacidad de percepción de Weston le permite distinguir
distintas maneras de pensar en la familia dentro de los grupos de gays y
lesbianas, por ejemplo, frente a las personas que buscan procrear, siendo
homosexuales, describe también a las personas que reivindican la
elección como base del parentesco y critican la procreación, para las
personas homosexuales, como una imitación de las familias
heterosexuales. De nuevo, este análisis fino se debe, en parte, a la
comprensión de los procesos históricos.
Finalmente, Weston dice que su propia identidad como lesbiana fue
fundamental a la hora de realizar el trabajo de campo, ya que los
participantes en la investigación la veían como alguien con quien podían
hablar con toda naturalidad de estos temas. Siempre que leamos un texto
etnográfico, debemos preguntarnos por la posición del investigador en
relación con su campo y con los participantes. En este caso en particular,
debemos reflexionar sobre las ventajas de la identificación de Weston con
los participantes y preguntarnos si esta identidad en algún momento le
impide ver o analizar
ciertos aspectos, si consigue dar el paso hacia atrás que permite
un “extrañamiento” suficiente.
3. El texto elegido: cuestiones fundamentales.
Como se ha comentado en otros lugares, esta asignatura tiene un doble
propósito:
1) la lectura de unos ejemplos de etnografías de distintas corrientes teóricas,
de distintos momentos en la historia y la actualidad de la antropología del
parentesco, y de distintos lugares geográficos y culturas;
2) el análisis de ciertos aspectos de estos ejemplos de etnografías (enfoque
teórico, preguntas principales, producción de datos,
análisis, conclusiones...) que ayudará al alumno a entender cómo
se construye una etnografía y le preparará para afrontar esta tarea propia
del trabajo antropológico.
Esta lectura corresponde, como se ha visto, a la reformulación postSchneider de la antropología del parentesco.
Corresponde, también, a los nuevos “objetos” de análisis de la an
tropología del parentesco, ya que, en lugar de buscar un “otr
o” lejano en el espacio (los pueblos que en tiempos pasados
se denominaron “primitivos” por no pertenecer a las llamadas
“grandes civilizaciones” históricas) o conceptualmente (los grup
os no-modernizados, no-urbanizados y no-industrializados de
Occidente), se busca
a los “otros entre nosotros” y se hace investigación antropológica “
en casa”.
Weston lleva a cabo una investigación en profundidad de los conceptos de
parentesco de las personas lesbianas y gays con las que trabajó en San
Francisco y en las redefiniciones que proponen cuando les deja de servir el
parentesco sobre el modelo de sus familias de orientación (las familias en las
que se criaron), es decir, una pareja heterosexual que tiene hijos. Según
Weston, este modelo de familia heterosexual falla, para las personas que se
identifican como homosexuales, no sólo en los casos en los que la familia les
rechaza por su identidad sexual, sino a la hora de querer formar sus propias
familias, familias que se pueden crear a partir de las relaciones tanto con
personas adultas –con relación de amistad y/o con relación sexual- basadas
en intercambios de ayuda y afecto, como con hijos nacidos por medio de las
NTRAs. De allí el título de Las familias que elegimos, que subraya el
carácter no-dado (no necesariamente o únicamente biológico) de estas
familias y su origen en el deseo de una relación familiar.
4. La escritura etnográfica.
Quisiera primero comentar la importancia de leer etnografías enteras, y no
sólo artículos etnográficos. La etnografía en formato libro ha sido el medio
tradicional de la antropología para transmitir la experiencia holística del
trabajo de campo, cumpliendo varias funciones que un artículo corto no
puede abarcar. Desde Malinowski, el libro
etnográfico ha servido para transmitir al lector la sensación de “e
star allí”, de estar observando y experimentando, junto con el autor, la
vida de las personas objeto de estudio; el investigador nos presenta sus
datos para fundamentar su análisis, para convencernos que, de haber
estado allí, hubiéramos llegado a las mismas conclusiones.
Desde el posmodernismo, sin embargo, se ha cuestionado y criticado la
escritura etnográfica, entre otras cosas, porque no hay descripción sin
selección y análisis previos y porque la etnografía producida no es producto
sólo de la observación del etnógrafo y su interpretación sino de la
interacción misma del etnógrafo con personas en un tiempo y lugar
específicos.
En las páginas de un libro el investigador puede exponer en detalle sus
premisas teóricas y su experiencia de campo, construyendo de manera
deliberada y minuciosa la argumentación que fundamenta sus conclusiones.
Además, a partir de una lectura cuidadosa de una etnografía completa,
podemos ver cómo el investigador planteó sus dudas, qué marco teórico
eligió para el análisis, cómo diseñó la investigación para producir la
información que buscaba, cómo ordenó esos datos y construyó sus
argumentos y a qué conclusiones llegó. Este ejercicio de desmenuzar una
etnografía, de
leerla “al revés” para ver cómo se construyó, nos ayuda a const
ruir nuestras propias etnografías, cómo llegar desde las inquietudes que
motivan una investigación hasta el resultado final, el libro etnográfico. Leer
etnografías nos enseña a escribirlas.
Las familias que elegimos es un ejemplo de un canon más moderno de
escritura etnográfica. En este sentido, quisiera resaltar dos aspectos del texto.
Por una parte, es fundamental fijarse en cómo Weston produjo los datos
en su investigación. ¿Qué métodos utilizó? ¿Cuáles no utilizó? ¿Por qué?
Se ha hablado ya de la importancia de los datos históricos para
comprender la actualidad en esta etnografía. ¿Hay otras fuentes que
añadirían información distinta?.
Es muy importante ver cómo se organiza el texto. No se organiza, como
a menudo se organizaban las etnografías de principios del siglo XX, en
apartados como
“Medio ambiente”, “Economía y forma de subsistencia”, “Orga
nización política”, “Terminología de parentesco”, “Religión y cr
eencias”, etc. Weston organiza sus capítulos para ir construyendo
líneas argumentales, una sobre otra. Un ejercicio importante en la lectura
de este texto es extraer los argumentos principales de cada capítulo y ver el
encaje que le permite llegar a sus conclusiones. Por ejemplo, ¿por qué
es el Capítulo 2, “Exiliados del parentesco” tan fundamental al r
azonamiento de los demás capítulos?.
Si se unen estos dos aspectos y se hace un esquema de cuáles son los
argumentos de cada capítulo y qué datos aporta la autora para apoyar
estos argumentos, la alumna podrá ir más allá de lo anecdótico y lograr
una comprensión más profunda de esta etnografía.
EXTRACTO DEL ARTICULO: LA DIVERSIDAD EN LAS FAMILIAS.
3.3. Weston: las “familias que elegimos”.
Dentro de la antropología también son significativos los aportes elaborados
por Weston (2003). Su concepto “familias que elegimos” no sólo refuerza la
noción de “relaciones puras”(Giddens, 1995, 1998), sino que pone en
cuestión dos puntos fundamentales en el campo de la antropología del
parentesco. Por un lado, implica tomar a la familia como un concepto
plural, no ajustado a “la representación cultural dominante”, tanto en
términos empíricos como teóricos. Pero, por otro, permite hacer más
palpable que nociones como el sexo/género y la biología retraducen los
conceptos más clásicos de las teorías del parentesco y la familia: la
alianza y la filiación.
El trabajo consistió en observación participante y en la realización de 80
entrevistas en profundidad, divididas equitativamente entre varones gays y
mujeres lesbianas. Giddens incluye al discurso de la sexualidad en la
transmutación del amor como fenómeno propio de la modernidad tardía
(Giddens, 1998: 42). Así, los vínculos sexuales, arraigados en tiempo y
espacio, constituyen los que Giddens denomina como “relaciones puras”
(Giddens, 1995: 116). Esto es, relaciones como el matrimonio o la amistad
(moderna) que no están condicionadas externamente, sino que son autoreferenciales, dependen de lo que sucede al interior de la relación y, por
ello, requieren de una gran reflexividad personal.
La autora opone las nociones familia de elección (gay y lésbica) al de familia
biológica o de sangre (heterosexual), enfrentamiento que resulta peculiar
pues particulariza lo biológico y lo electivo como dos carriles que van
separado. Pero el análisis de Weston va más allá de aquella separación, y se
liga a las valoraciones por las cuales “el declararse lesbiana o gay ha sido
considerado como un rechazo a ‘la familia’ y un abandono del parentesco”.
Dos creencias se esconden detrás de tal apreciación. Por un lado, la creencia
de que gays y lesbianas no tienen hijos, ni establecen parejas duraderas
(como si ello fuera, incluso, una condición esencial de una familia) y la
creencia de que se alejan de su familia de crianza cuando hacen su coming
out (salir del armario). Bajo tales presupuestos, afirmar “que las personas
heterosexuales acceden de un modo ‘natural’ a la familia en tanto que los
homosexuales están condenados a un futuro de soledad y aislamiento es no
solamente vincular estrechamente el parentesco con la procreación, sino
también ver a los gays y las lesbianas como miembros de una especie
incapaz de procrear”.
El concepto de “familias que elegimos” introduce varios elementos que
merecen distinguirse. En primer término, se toma lo biológico y la elección
como una oposición ideológica, como dos principios definitorios que
orientan la organización de las relaciones. Así, “en la frase ‘las familias
que elegimos’, la apropiación representada por el ‘elegimos’subraya el papel
de cada persona en la creación de las familias gays, del mismo modo que la
ausencia de apropiación en el término ‘familia biológica’ refuerza el sentido
de la consaguinidad como un factor inmutable sobre el que la individualidad
ejerce poco control”. En segundo término, y ligado a lo anterior, permite
pensar de manera conjunta familia y no heterosexualidad, conceptos que
otrora se mantenían apartados. Durante mucho tiempo se planteó
(empírica y teóricamente) una relación indisociable entre
heterosexualidad y familia, mediada por la biología y el peso en la
procreación.
Las familias de elección (gay y lésbica) cuestionan ese axioma en dos
niveles: la biología y la heterosexualidad. Si bien el concepto de “elección”
pareciera sólo vulnerar al paradigma biologicista, lo singular de la propuesta
de Weston es que ello también pone en cuestión al heterosexismo.
Detrás de la noción de “elección” trascienden, entonces, otros presupuestos.
Su crítica no se orienta a lo biológico o lo heterosexual per se. No cuestiona
el concebir un hijo a la manera “biológica” (esto es, mediante una unión
heterosexual, o fruto de la reproducción asistida con donante o alquiler de
vientre). Tampoco cuestiona la heterosexualidad en tanto tal. Pues, y aquí
tomamos lo que sostiene Butler, “las prácticas heterosexuales no son lo
mismo que las normas heterosexuales”.
Su objeto de reflexión es el peso social escondido detrás de la biología y
la heterosexualidad que las transforma en normas obligatorias para la
constitución de familias. La ligazón que establece entre biología y
heterosexualidad no es arbitraria. Es el efecto performativo que poseen al
instalarse como matriz de obligatoriedad. Si ambas conforman la norma, lo
que las somete a crítica es la elección y la homosexualidad, como otras
formas de instituir arreglos familiares.