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Hagamos las paces Estado de Conmoción el mío
25/05/16
Nuestra Constitución, la suya, la mía y la que debe ser respetada por las autoridades, porque es
nuestra Carta Magna ñ la más grande, la madre de las leyes pues – dice que “podrá decretarse el
estado de conmoción interior o exterior en caso de conflicto interno o externo, que ponga
seriamente en peligro la seguridad de la nación de sus ciudadanos o ciudadanas o de sus
instituciones.” ( Art. 338) Siendo así, yo decreto mi propio estado de conmoción.
Me conmocionó la muerte de Ana Karina, una adolescente de 17 años, alumna del Colegio Andy
Aparicio de Fe y Alegría (La Vega, M. Libertador), que hace unos días iba a su pasantía, el autobús
donde iba fue atracado y ya saben, cualquier cosa puede suceder… no se graduará, Ana Karina era
de un grupo de danza, participaba en actividades de la parroquia… no se va a graduar. ¡Otra vez
maestros enterrando alumnos! Este caso pone en seriamente en peligro la salud mental del
colegio que verá vacío el pupitre de su ex compañera. Añado el dato de que, según PROVEA, la
OLP, no está suponiendo la reducción de la inseguridad en los sectores populares, más bien
supone una tragedia para los habitantes donde opera. Lea el último informe de DDHH recién
presentado por la organización que lleva décadas monitoreando el país en cuanto a derechos
humanos, y dígame si no es para conmocionarse.
Igualmente me conmocionaron los testimonios de unas maestras de Maracaibo, en los cuales
lloraban porque en sus casas no tienen nada para comer. Ahora tenemos que preocuparnos por
los estudiantes y también por los maestros. En el mismo tema de Historias de hambre, mi amigo
Jacinto, médico, me contó que hace unos días vio a una paciente en su consulta y le dijo no había
comido nada, y que no tenía dinero ni para un jugo. Conmocionado, fue y se lo compró él, y se
quedó pensando en el hambre que está sufriendo. También me contó del caso de una joven que
conoce, que trabaja en casas de familia, que se desmayó en el metro por hambre.
En fin, comprenderán que motivos para estar conmocionada no me faltan. Ni les cuento como
quedé cuando una noche de estas vi un tuitter de una alta funcionaria que recomendaba a países
hermanos “copiar el modelo de atención hospitalaria de Venezuela que garantiza 100% de
atención”. Hubo más de uno conmocionado, al rato la funcionaria retiró sus 140 caracteres.
Sin embargo tengo que decir que así como declaro mi “Estado de Conmoción” también declaro
que permanentemente me conmueve, me sorprende la capacidad de resiliencia de los
venezolanos, también la bondad - sí, la bondad –de tanta gente que silenciosamente tiende la
mano. Les cuento, por ejemplo que a raíz de las “historias del hambre” de mi columna pasada,
entre otros insumos, un colectivo de profesionales de muy alto nivel algunos, se están planteando
la creación de un grupo de “ayuda humanitaria” que pueda contribuir a la resolución de
emergencias en alimentos y medicinas, eso me conmueve. Me conmueve la permanente
preocupación y ocupación de educadores por reducir inasistencias en sus escuelas por construir
caminos que frenen la violencia, por formarse para acompañar a víctimas de esta violencia. Son
horas extras no pagadas. Me conmueve porque se lo que significa trabajar más a pesar del
cansancio. Me conmueven los médicos que se arriesgan por sus pacientes, me conmovió el
encuentro de pacientes de enfermedades intestinales inflamatorias (EII) en el Hospital Vargas: un
montón de pacientes escuchando ponentes que no cobran dedicando su sábado a ayudarles. Me
conmueve la “terquedad evangélica” de mis compañeros de la REDHNNA y de la red de Entidades
de Atención, ¡No descansan! ¡No pierden la capacidad de asombro! Me conmueve ver la
insistencia de muchos, muchos, ciudadanos diciendo que contarse es una manera pacífica de
destrancar el juego del país. No veo mayoría proponiendo armarse hasta los dientes.
Cuando me conmuevo, la conmoción se me reduce. Crece mi fe en la humanidad pero crece
también mi convicción de que los pacíficos tenemos que hablar más alto.
Luisa Pernalete