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MOVIMIENTO DE CURSILLOS DE CRISTIANDAD
DIÓCESIS DE SAN FRANCISCO
www.elpartenon.com/mcc
E-mail:[email protected]
Grupo:................................................
PRIMERA REUNIÓN DE OCTUBRE DE 2004
Revisión de vida: en el mes del santo de Asís, modelo de humildad y entrega, compartamos el paso de Dios por nuestras vidas.
FERMENTAR LOS AMBIENTES – EVANGELIZAR
El MCC se define como un movimiento de Iglesia que tiene un método propio para posibilitar la vivencia y
convivencia de lo fundamental cristiano, para crear núcleos de cristianos que vayan fermentando de evangelio los
ambientes. Actualmente nos resulta más familiar la expresión fermentar evangélicamente los ambientes, que vertebrar
cristiandad; aunque ambos términos significan lo mismo, el primero es más bíblico.
Se trata de procurar que el individuo concreto viva la gracia, pero la solución no es meramente a nivel individual,
sino orgánica y total. Ante este problema, la actividad apostólica que en general se lleva a cabo se puede encuadrar en
tres concepciones distintas: los que creen que la solución está en salvar almas, y por ahí dirigen sus mejores esfuerzos.
Los que ponen la confianza en las organizaciones y en ellas canalizan sus energías y por último, los que trabajan por
construir y vertebrar la cristiandad, porque creen que ahí está la clave de la solución del problema.
Precisamente en la expresión vertebrar cristiandad, los Cursillos encuentran su expresión genuina y exacta, su
finalidad concreta y precisa, su campo de acción y sus posibilidades de eficacia, puesto que los Cursillos no tienden a
aumentar el número de devotos practicantes, ni a convertir incrédulos o cretinos, ni a salvar almas perdidas, ni tampoco a
aumentar los cuadros de las organizaciones existentes o a crear una nueva organización; sino a fermentar
evangélicamente los ambientes a través de católicos prácticos que, con su vida den la tónica cristiana a una vida
que ha dejado de serlo.
¿Cómo se realiza esta tarea? Los Cursillos son un medio para esta fermentación. Su finalidad consiste en la
conversión del individuo, en su transformación sobrenatural, por obra de la Gracia y en situarle después en el lugar preciso
para que, en colaboración con los demás, pueda trabajar en esa transformación del mundo, vertebrando cristiandad.
La verdadera misión del cursillista, es buscar las ocasiones propicias para anunciar a Cristo con la palabra y
exhortar a cada uno según las dotes de su ingenio y según su deber, a que cumplan diligentemente su cometido, conforme
a la mente de la Iglesia; aclarando los principios cristianos, defendiéndolos y aplicándolos convenientemente a los
problemas actuales. Penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la
comunidad en que vive.
El MCC, es un movimiento evangelizador: lleva la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y
transforma desde dentro la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad con que ellos están
comprometidos, su vida y ambientes concretos. No hay humanidad nueva, si no hay hombres nuevos iluminados por el
Evangelio. En resumen, lo que es preciso evangelizar, se concreta en la cultura y las culturas del hombre, tomando
siempre como punto de partida, la persona y teniendo siempre presente las relaciones de las personas entre sí y con Dios.
Leer IF 142-143
En la proclamación de esta Buena Nueva tiene un primer lugar el testimonio. El hombre contemporáneo cree más
a los testigos que a los maestros; cree más en la experiencia que en la doctrina; en la vida y los hechos que en las
teorías. La primera forma de testimonio, es la vida misma del evangelizador que hace visible un nuevo modo de
comportarse.
El centro del mensaje consiste en la proclamación de que en Jesucristo se ofrece a todo hombre, la salvación
como Don de Gracia y Misericordia de Dios. Una salvación que se realiza en la comunión con Dios, que comienza en esta
vida y culmina en la eternidad. La evangelización ha de anunciar también la esperanza en el más allá, el amor de Dios, el
amor a Dios y al prójimo, el bien y el mal, la oración, la Iglesia y los Sacramentos.
El MCC es un agente importante dentro de la pastoral ambiental, ya que impregna de Evangelio los ambientes, a
través de personas y de grupos, siendo levadura, sal y luz del mundo. Leer IF 148
“Nadie pude dar lo que no tiene”. No podemos irradiar el mensaje de la Buena Nueva, si no lo estamos viviendo.
Por este motivo los cursillistas, debemos asumir nuestro propio compromiso de dar testimonio, fermentar de Evangelio los
ambientes, vivir y hacer vivir el compromiso de evangelizar perpetuando el pueblo de Dios.
Tenemos ante nosotros un reto y es aumentar en número los adeptos al Señor, lo cual será posible si tenemos en
cuenta los principios y esencia del MCC; sin olvidar lo que afirma Pablo VI cuando dice: “Las técnicas de evangelización
son buenas, pero ni aún las más sofisticadas pueden suplir la acción discreta del Espíritu Santo”.
Reflexionemos:
- ¿Qué condiciones se necesitan para ser agente evangelizador? ¿Nos reconocemos como tales?
- Relatemos situaciones simples y concretas en las que hemos dado testimonio con nuestras vidas.
NO BASTA TENER AL ESPÍRITU SANTO, ES NECESARIO ESTAR LLENOS DE SU FUEGO PARA EVANGELIZAR.
SEGUNDA REUNIÓN DE OCTUBRE DE 2004
Revisión de vida: compartamos el paso de Dios por nuestras vidas, con alegría y sinceridad.
APRENDIENDO A ORAR
¿Por qué rezar? Para vivir. Porque para vivir de verdad hay que rezar. Porque vivir es amar. Una vida sin amor no es vida, es
soledad vacía, es cárcel y tristeza. Sólo quien ama vive de verdad. Y solamente ama quien se siente amado, alcanzado y
transformado por el amor. Así como la planta no puede florecer y dar sus frutos si no recibe los rayos del sol, también el corazón
humano no puede abrirse a la vida verdadera y plena si no es alcanzado por el amor. Ahora bien, el amor nace y vive del encuentro
con el amor de Dios, el más grande y verdadero de todos los amores posibles; más aún: el amor que está más allá de cualquier
definición que podamos dar y de todas nuestras posibilidades. Al rezar nos dejamos amar por Dios, y nacemos al amor. Por lo tanto,
quien ama vive en el tiempo y para la eternidad.
¿Y quién no reza? Quien no reza corre el riesgo de morir interiormente, porque tarde o temprano le faltará el aire para
respirar, el calor para vivir, la luz para ver, el alimento para crecer y la alegría que da sentido a la existencia.
“¡Pero yo no sé rezar!” “¿Cómo se reza?” Empieza por darle algo de tu tiempo a Dios. Al comienzo, no importará que ese
tiempo sea mucho, sino que tú se lo des con felicidad. Fija tú mismo un tiempo para darle cada día al Señor, y dalo con fidelidad,
cotidianamente, cuando lo sientas y cuando no. Busca un lugar tranquilo, donde haya algún signo que te remita a la presencia de
Dios. Medita en silencio e invoca al Espíritu Santo para que sea Él quien diga en ti: “¡Abbá, Padre!”. Llévale a Dios tu corazón, aunque
esté confuso. No tengas miedo de decirle todo: tus dificultades y tu dolor, tu pecado y tu incredulidad, y también tu rebelión y tu
oposición, si así las sientes.
Abandónalo todo en las manos de Dios. Recuerda que es Padre-Madre en el amor, que todo lo recibe, todo lo perdona, todo
lo ilumina, todo lo salva. Escucha su silencio. No quieras recibir enseguida respuestas. Persevera. Como el profeta Elías, camina en el
desierto hacia el monte de Dios. Y cuando te hayas acercado a Él, no lo busques en el viento, en el temblor o en el fuego, en signos
de fuerza o de grandeza, sino en la voz sutil del silencio. No pretendas poseerlo, deja, en cambio, que pase por tu vida y por tu
corazón, que toque tu alma y se deje contemplar por ti, aunque sólo sea de espaldas.
Escucha la voz de su silencio. Escucha su Palabra de Vida. Abre la Biblia y medita con amor. Deja que la palabra de Jesús
hable al corazón de tu corazón. Lee los Salmos, donde encontrarás expresado todo lo que querrías decirle. Escucha a los apóstoles y
a los profetas. Enamórate de la historia de los patriarcas, del Pueblo elegido y de la Iglesia naciente. Y cuando hayas escuchado la
Palabra de Dios, sigue caminando por los senderos del silencio, dejando que el Espíritu te una a Cristo, Palabra eterna del Padre.
Al comienzo, te podrá parecer que el tiempo es demasiado. Persevera con humildad, dándole a Dios todo el tiempo que
logras darle, pero nunca menos de lo que estableciste poder darle cada día. Verás que, de cita en cita, tu fidelidad se verá premiada.
Y advertirás que, poco a poco, crecerá en ti el gusto por la oración: lo que al inicio te parecía inalcanzable, se tornará cada vez más
fácil y hermoso.
Comprenderás que lo que cuenta no es obtener respuestas, sino ponerse a disposición de Dios, Y verás que todo lo que
presentes en la oración, poco a poco, se irá transfigurando.
Cuando vayas a rezar con el corazón agitado, si perseveras, advertirás que, luego de haber rezado largamente, no obtendrás
respuesta a tus interrogantes, pero ellos se irán derritiendo como la escarcha ante el sol. Y en tu corazón irrumpirá una gran paz; la
paz de estar en las manos de Dios, y de dejarte conducir con docilidad por Él hacia el lugar que te ha preparado. Entonces tu corazón
renovado podrá cantar el cántico nuevo, el “Magnificat” de María estará espontáneamente en tus labios y será cantado porla
silenciosa elocuencia de tus obras.
Sin embargo, no faltarán momentos de dificultad. A veces no podrás acallar el ruido que te rodea y que está en ti. A veces
sentirás el cansancio y hasta el desagrado de rezar. A veces tu sensibilidad preferirá cualquier otra cosa menos que estar en oración
frente a Dios, como si ese fuera sólo tiempo perdido. Sentirás finalmente, las tentaciones del Maligno, que tratará de separarte del
Señor, de alejarte de la oración. No temas. Las mismas pruebas que tú vives las experimentaron antes los santos, a menudo mucho
más abrumados. Persevera, resiste y recuerda que lo único que realmente podemos darle a Dios es la prueba de nuestra fidelidad.
Con la perseverancia salvarás tu oración y tu vida.
Llegará después la hora de la noche oscura, cuando todo te parecerá árido e inclusive absurdo en las cosas de Dios. No
temas. Ese es el momento en que Dios lucha junto a ti: remueve todo pecado en la confesión humilde y sincera de tus culpas y busca
el perdón sacramental. Dale a Dios más de tu tiempo. Deja que la noche de los sentidos y del espíritu se convierta para ti en la hora
de la participación en la Pasión del Señor. En este punto, Jesús mismo cargará con tu cruz y te conducirá consigo hacia la alegría de
la Pascua. No te asombrará, entonces, descubrir como amable esa noche, ya que la verás transformada para ti en noche de amor,
inundada por la alegría de la presencia del Amado.
No tengas miedo, por tanto, de las pruebas y de las dificultades de la oración. Recuerda solamente que Dios es fiel y no
permitirá nunca una prueba sin salida, no dejará nunca que seas tentado sin darte la fuerza para soportar y vencer. Déjate amar por
Dios. Como una gota de agua que se evapora bajo los rayos del sol y sube para volver a la tierra como lluvia fecunda o rocío
consolador, deja así que tu ser sea cincelado por Dios, plasmado por el amor de los Tres, absorbido y restituido a la historia como
regalo fecundo. Deja que la oración haga crecer en ti la libertad de todo miedo, el valor y la audacia del amor, la fidelidad a las
personas que Dios te ha confiado y las situaciones en las que te ha puesto, sin buscar evasiones o consuelos mediocres. Aprende, al
rezar, a vivir la paciencia de esperar los tiempos de Dios, que no son los nuestros, y a seguir sus caminos, que a menudo tampoco
son los nuestros. Un don especial, fruto de la fidelidad en la oración, será el amor por los demás y el sentido de la Iglesia. Cuanto más
reces, mayor misericordia sentirás por los demás, más querrás ayudar a quien sufre, más tendrás hambre y sed de justicia para con
todos, especialmente con los más pobres y débiles, más te harás cargo del pecado de los otros para completar en ti lo que falta a la
Pasión de Cristo.
Al rezar se aprende a rezar, y se gustan los frutos del Espíritu, que dan verdad y belleza a la vida. Al rezar uno se
transforma en amor; y la vida cobra el sentido y la hermosura que Dios ha querido. Al rezar se advierte la urgencia de llevar
el Evangelio a todos, hasta los últimos confines de la tierra. Al rezar se descubren los infinitos dones del amado y se
aprende a darle gracias por cada cosa. Al rezar se vive. Al rezar se ama, se alaba.
(De la carta abierta sobre la oración, por el teólogo Bruno Forte)
Reflexionemos:
Dialoguemos sobre la importancia de la oración en nuestras vidas. Compartamos testimonios actuales.