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La noche, el grito, la muerte
P. Marcos Alba, msps
Jesús, te contemplo sumergiéndote en la noche de tu soledad,
en la noche de tu copa amarga, noche de traición,
en tu angustia ante la muerte, el sudor de sangre, el llanto,
en la noche impenetrable y fría,
noche de las mil preguntas clavadas en tu corazón.
Jesús, te contemplo en el momento de tu grito de dolor
en el grito desgarrado y misterioso de la cruz,
preguntándole a tu Padre: « ¿por qué me has abandonado?»;
ése grito que taladra los espacios y los siglos,
tu grito desarmado y fiel.
Jesús, te contemplo en cruz, clavado, estremecido de dolor
en el más despojo, dando todo y en silencio,
descendiendo hasta la muerte, agitado e indefenso,
entregándote confiado en las manos de tu Padre,
el Padre que ahora no se ve.
Jesús, yo te encuentro tan cercano en mi dolor
solidario hasta el colmo del amor.
Nuestra noches, nuestros gritos, nuestras muertes
con los tuyos se funden en el mismo clamor.
Que bien sabes de las noches de quien llora en soledad,
noches del encarcelando y de los nichos sin hogar;
noches de esperanza hundida, noches de la sinrazón
y la larga noche en vela junto al lecho del dolor.
Noches en las funerarias, noches de insomnio y sudor,
noches de tedio insoportable muerta ya toda ilusión;
noche triste del suicida, del escalofrío en el alma
y la noche interminable del que ya no espera nada.
Nuestras noches y tu noche, se conocen bien, Señor…
Tú conoces nuestros gritos, nuestros llantos y lamentos,
el nacer, hasta la muerte, nuestra vida es grito intenso.
Gritos de hambre, frío y miedo, rabia, angustia y opresión
y los gritos de la guerra, la tortura y violación.
Grito ahogado en el silencio y agarrado al corazón,
gritos de los condenados a pobreza y explotación,
a la migración forzada y a la discriminación,
gritos de niños maltratados y accidentes sin razón.
Nuestra historia es eco sordo de Tu grito de dolor…
Muerte de quien sobrevive sin sentido ni ilusiones,
muerte lenta o repentina, muerte nunca maniatada;
muerte del amordazo, libertades pisoteadas,
muertes de niños y viejos de la noche y la mañana.
Y la muerte del amor cuando ya la vida cansa,
la ilusión que se desgarra cuando llega la desgracia,
muerte en luchas fratricidas y en abortos y emboscadas
y la muerte silenciosa del que perdió la esperanza.
Y tu muerte se prologa en nuestra muerte hasta el final…
Jesús, yo te encuentro tan cercano en mi dolor
solidario hasta el colmo del amor.
Nuestra noches, nuestros gritos, nuestras muertes
con los tuyos se funden en el mismo clamor.