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DIÓCESIS DE TEPIC, A. R. COMISIÓN DIOCESANA DE DIACONADO PERMANENTE V. ENCUENTRO DIOCESANO DE ASPIRANTES AL DIACONADO PERMANENTE. JULIO 23 DE 2011. LA FAMILIA DEL ASPIRANTE AL DIACONADO PERMANENTE, SU PAPEL EN EL PROCESO DE FORMACIÓN. Por: Pbro. Lic. Ramón González Ramos. I. INTRODUCCIÓN La familia ha sido definida como la célula básica de la sociedad. La familia es la primera sociedad con la cual el ser humano se encuentra. En esta sociedad el hombre nace, crece y se desarrolla. Esta pequeña sociedad es indispensable para que el ser humano pueda lograr subsistir y sin esa pequeña sociedad el hombre estaría condenado a morir1. Solamente la leyenda de Rómulo y Remo, a quienes se atribuye la fundación de la ciudad de Roma, dice que a estos dos pequeños gemelos que fueron abandonados por su madre Rea Silvia y echados en una cesta al Río Tíber fueron amamantados por la loba Luperca, mas sin embargo, esto no fue permanente ya que un pastor de nombre Fáustulo y su esposa Aca Larentia los recogieron y los acabaron de criar. La leyenda misma no concibe que un ser humano pueda existir al margen de una familia, por lo cual podemos comprender la importancia de esta pequeña célula social en el desarrollo armonioso del ser humano. Los términos: sociedad, social, socio, etc., tienen su raíz en la palabra latina socius-i = socio. El ser humano es el único ser de la creación terrena que necesariamente tiene que ser socio de los demás ya que es el único ser que para subsistir necesita del otro que es semejante a sí mismo, es decir el hombre. El hombre para satisfacer sus necesidades desde las más básicas hasta necesidades secundarias tiene necesidad de sus semejantes para satisfacerlas, por lo cual ha de asociarse, ha de unirse a los otros a fin de recibir y de aportar a los demás. 1 La familia, por lo tanto, es ese grupo social en el cual las personas que lo integran guardan entre ellos unas relaciones muy estrechas. Estas relaciones no sólo son sociales, sino también de tipo biológico, genético, psicológico, moral y espiritual. Por lo tanto, la familia es una pieza fundamental en el desarrollo de todo ser humano para que pueda lograr un auténtico desarrollo. Quehacer fundamental de la familia es ir humanizando a sus miembros a fin de que éstos aprendan a relacionarse de con los demás de manera verdaderamente humana. A este proceso de humanización le podemos también llamar: educación, la cual consiste en la prolongación y el término de la procreación. Es en la familia en donde el individuo conoce y asimila la existencia de las identidades del ser humano, tanto biológicas, como psicológicas y espirituales: ser varón o ser mujer. Desde la familia el individuo aprenderá a relacionarse con su entorno como varón o como mujer. También es dentro de la familia en donde conoce y hace suyos los diferentes roles sociales que son ser: papá, mamá, hermano, hermana, abuelo, abuela, tío, tía, primo, prima, amigo, amiga, etc., etc. Así pues, según sea la familia en la que cada individuo nace, crece y se desarrolla será también la calidad de ser humano que se va ir forjando en el individuo de la especie humana. II. LA FAMILIA2 ¿Qué es la familia? Abundan las definiciones sobre la familia, considerándola desde diversas perspectivas: antropológica, sociológica, ética o jurídica. Pero difícilmente nos encontramos con una definición que logre satisfacer plenamente a todos. Desde la antropología cultural J. L. Flandrin la define como: «personas unidas por el matrimonio o por la filiación que viven bajo el mismo techo». Desde la sociología, se ha insistido en ver la familia como una unidad económica. Por ello I. Alberdi propone la siguiente definición: «la familia está formada por dos o más personas unidas por el afecto, el matrimonio o la filiación, que viven juntas, ponen sus recursos económicos en común y 2 Cf. ALBUQUERQUE Eugenio, Ética de la familia, Editorial CCS, Madrid 2006, pp. 14-20. consumen conjuntamente una serie de bienes en su vida cotidiana». Esta comprensión de familia es muy amplia. Aquí pueden quedar incluidas algunas formas que emergen en la sociedad actual (familias monoparentales, matrimonios reconstituidos después de un divorcio, parejas de hecho: sean o no del mismo sexo). Con estas ambigüedades se encuentra el derecho de la familia que no parte de una definición precisa. Naturalmente que la familia se puede definir desde diferentes puntos de vista. Es verdad que la familia se comprende como un grupo social que tiene su fundamento, en primer lugar, en la relación de los esposos entre sí y entre padres e hijos. Constituye realmente el grupo social primario por excelencia. Se caracteriza por una asociación y cooperación íntimas, cuyo resultado es una cierta fusión de los individuos dentro del todo común. Como todo grupo primario, atiende a las necesidades psicológicas de los individuos, modela los elementos centrales de la personalidad y responde a sus necesidades de afecto, seguridad en intimidad. Es también la familia el ámbito natural en el que el hombre adquiere conciencia de su dignidad, del hecho de ser amado y querido por sí mismo. Es, a la vez, una institución y una «forma de conducta». Es además el lugar del desarrollo personal: no sólo de los hijos, sino también los mismos padres encuentran en la familia un estímulo o un obstáculo para su realización y desarrollo. Como han advertido algunos sociólogos, la familia funciona como una especie de «taller antropológico». Dentro de este taller el ser humano es gestado, arropado y educado; es incluso acompañado hasta su muerte. A diferencia de cualquier otra forma o institución social, sólo en la familia importa el individuo en sí mismo y por sí mismo. La familia representa el hábitat personal y primario del hombre, donde nace, crece y muere como persona humana. La familia, por lo tanto, es mucho más que una unidad social, económica o jurídica. La familia arranca de la unión conyugal y está conformada por lo que constituye la esencia misma de esta unión; y llega a ser un «nosotros», una comunidad de personas que constituye, en realidad, la primera sociedad humana. Realmente, más que una sociedad social, económica o jurídica, la familia es una comunidad de amor y de solidaridad. Es decir, la familia encuentra su fundamento y su razón de ser no en la organización social, en el contrato, o en la ley, sino en la capacidad de amar familiarmente y desarrollarse solidariamente. Amar familiarmente significa: amar en la familia y desde la familia sintiendo vivamente esta pertenencia que llega a impregnarlo todo. Desde la perspectiva familiar, el amor promueve la vida y el bien de todos sus miembros; unos y otros comparten recíprocamente lo mejor de sí mismos. El amor constituye realmente en la familia, la fuerza interior que la orienta e impulsa a una unidad cada vez más profunda, que es el fundamento de la comunidad conyugal y familiar. Y como sucede en el «amor familiar», también esta específica vinculación solidaria tiene su raíz y fundamento en el matrimonio, que representa la base de la familia. La familia es, además, comunidad de solidaridad. Es la solidaridad que atraviesa las barreras y fronteras humanas y que nos hace sentir la cercanía y el influjo de los otros, que promueve el reconocimiento de todos, la participación y el compartir juntos. Esta trama de solidaridad alcanza su mayor intensidad precisamente en la familia, porque en ella se encuentran las raíces de la existencia. La solidaridad no es algo abstracto e indeterminado; más bien se trata de un valor muy concreto y preciso que en la vida real alcanza distintos grados. En la familia llega, sin duda, al grado más alto de intensidad y proximidad. Así, por ejemplo, los hijos llevan impresas las pruebas de la solidaridad que los une a sus padres, no sólo en el espíritu, sino también en todo el cuerpo. Y no es sólo la herencia genética, sino también el influjo educativo, que siempre es decisivo. Es desde el amor y la solidaridad donde los miembros de la familia crecen y maduran y se abren a una relación familiar más universal, a la fraternidad y a la solidaridad con todos los hombres. III. AMOR Y SOLIDARIDAD FAMILIAR El amor y la solidaridad en la familia van a constituir el motor que hará que cada uno de los miembros de la familia verdaderamente alcance su pleno desarrollo. ¿Qué es el desarrollo? Para comprender lo que es el desarrollo, nos vamos a ayudar de tal noción en el ámbito de la biología. Según la biología, los seres vivos se desarrollan a lo largo del periodo que media entre su aparición en el mundo y su plenitud vital. Así, la semilla se desarrolla hasta convertirse en un árbol; el embrión se desarrolla y deviene en un bebé recién nacido; el bebé se desarrolla hasta llegar a ser una persona adulta. Las enseñanzas de la biología invitan a entender el desarrollo de las personas y de los pueblos como un proceso que conduce, en condiciones favorables a una situación de pleno despliegue de sus capacidades, físicas, culturales, políticas, económicas, ecológicas y por supuesto capacidades espirituales y religiosas. En este marco de amor y solidaridad los padres se preocupan y ocupan de que cada uno de sus hijos logre el verdadero desarrollo. Cuando solamente se esfuerzan en que el hijo logre el desarrollo en algunos aspectos y no de manera integral, en realidad se da un «maldesarrollo». De igual manera hemos de pensar que en la familia no son solamente los hijos los que tienen necesidad de alcanzar su desarrollo personal, sino también el esposo-padre, la esposa-madre tienen que continuar su proceso de desarrollo como seres físcio-culturalespolítico-económicos-ecológicos-espirituales-religiosos ya que precisamente el proceso de desarrollo termina con la muerte y mientras esta no acontezca el ser humano puede seguir desplegando sus capacidades. En relación al despliegue de las capacidades de los hijos, toca a los padres darles todo el apoyo que está a sus posibilidades brindarles para que éstos verdaderamente se construyan a sí mismos en el proyecto de vida que quieren realizar. No le corresponde a los padres elegir la vocación o el estado de vida de los hijos, sino darles todo su apoyo en un marco de amor y de solidaridad. Refiriéndonos concretamente a la situación de los varones casados que han expresado su deseo, su inquietud, su anhelo, por llegar algún día, si Dios los llama, para ser diáconos; también se hace necesario y urgente que la familia acoja y haga suyo ese anhelo, ese deseo expresado por el esposo-papá en el amor y con amor y al mismo tiempo se hagan solidarios de dicho proyecto brindando todo el apoyo posible para que quien ha experimentado ese llamado verdaderamente le responda a Dios con todas sus fuerzas y capacidades. La solidaridad familiar, en estos casos ha de llevar a los miembros de la familia a hacer suyo ese deseo, esa inquietud y aportar para el logro de dicho proyecto lo que a cada uno le corresponde. La solidaridad de cada uno de los miembros de la familia en relación al varón que aspira al diaconado permanente requiere de una fuerte carga de: 1) Afecto-amor: es necesario expresarle a la persona un verdadero afecto, que realmente la persona se sienta amada, aceptada y querida. 2) Respeto: por parte de los miembros de la familia de quienes aspiran al diaconado permanente ha de haber una actitud de permitirle a la persona que sea ella quien haga su discernimiento personal acerca de lo que desea y no querer imponerle otras aspiraciones ni estar en la actitud de apagar en él esa voz interna que en lo más recóndito de su conciencia resuena para invitarle a abrazar el ministerio diaconal. 3) Apoyo: las grandes empresas nunca se logran de manera individual. Para que alguien llegue a las metas que se ha propuesto requiere siempre del apoyo de otras personas. Cuando el hijo estudia, son los padres quienes le proveen de ropa, alimento y apoyo económico para que termine su carrera. Cuando esto no sucede la persona se frustra al no poder por sí sola realizar sus anhelos. En el caso de los aspirantes al diaconado permanente, también se hace necesario el apoyo, la ayuda por parte de la esposa y de los hijos. No se trata solamente de un apoyo moral, sino también de un apoyo muchas veces laboral. 4) Acompañamiento: la compañía es fundamental para los seres humanos. La persona para que pueda avanzar y llegar lo más lejos posible requiere ser acompañada. En el proceso formativo de los aspirantes al diaconado son muchos los acompañantes: formadores, párroco, comunidad eclesial, etc., sin embargo, hay un acompañamiento que es único e insustituible y es el acompañamiento que la familia le puede proporcionar caminando dentro de lo más posible juntamente con él, de tal manera que el aspirante experimente que en su proceso no está solo, sino que cuenta con sus seres más cercanos y queridos. 5) Aliento: consiste en la actitud de la familia en relación al aspirante o candidato al diaconado permanente para que en los momentos difíciles y oscuros no se decaiga, por el contrario es comunicarle fuerza para que sea capaz de vencer los obstáculos y pueda dar los pasos adecuados y necesarios para logar sus proyectos. 6) Oración: Dentro de las cosas con las que la familia ha de acompañar al aspirante al diaconado permanente está la oración a través de la cual hay que agradecer continuamente a Dios todos sus beneficios y al mismo tiempo hay que pedirle la capacidad para cumplir en todo su voluntad, tanto como individuos como familia. TEPIC, NAY., JULIO 08 DE 2011. PBRO. LIC. RAMÓN GONZÁLEZ RAMOS. DIRECTOR DE LA FORMACIÓN DE LOS ASPIRANTES Y CANDIDATOS AL DIACONADO PERMANENTE DE LA DIÓCESIS DE TEPIC.