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Transcript
Asunto: Tiempo de tormentas, 1973-1985. La crisis económica.
Los Estados Unidos. El malestar político
norteamericano, de Nixon a Reagan.
Madrid, 6 de febrero de 2014.
A quien corresponda:
El deterioro del liderazgo mundial de los Estados Unidos sumado a la herencia
política de Nixon, pesó en la política interna norteamericana 1. Gerald Ford de reputada
decencia no tardó mucho en perdonar a Nixon, lo que contribuyó poderosamente a hacer
pensar que en Estados Unidos la Justicia
se impartía a machetazos a la hora de
aplicarla. Además sería el presidente
norteamericano más conservador
llegando a vetar hasta 39 medidas del
Congreso. Por si fuera poco, presidió la
retirada de Vietnam.
Su liderazgo estuvo abstraído de
tonos grises que pudieran haber velado
su intelectualidad. En un debate con el
EE.UU.. Grand Rapids, Michigan. 1976.
demócrata Ford llegó a decir que en
Gerald y Betty Ford.
realidad no existía una dominación
soviética en el Este de Europa, lo que le fue muy criticado. Pero, sin embargo, tenía
otras virtudes más objetivas: no era tortuoso, como Nixon, y dispuso de un Gobierno
compacto que funcionó bien; era amable más que débil, -dijo ser “un Ford no un
Lincoln”, priorizando la representación de lo utilitario, pero de forma sincera y
bienintencionada.
Jimmy Carter, el candidato demócrata que triunfó en la elección de 1976, tenía un
talante moral y populista, como la de un predicador que recorriese las pequeñas
poblaciones en el sur de los Estados Unidos a fines del XIX. Gobernador de uno de esos
Estados, pues su promoción a candidato se explica por la ausencia de Edward Kennedy,
intentó moralizar la política exterior norteamericana, excesivamente diplomática, que
había sido atribuida a Kissinger.
1
Fuente principal: Javier Tusell. Manual de Historia Universal. 9. El mundo actual. Historia 16,
2001.
El secretario de Estado Brzezinski, lo describe como una persona muy decente, de
gran inteligencia, pero a veces ingenuo y de enorme dedicación al trabajo, minucioso
pero mostrando gran flexibilidad táctica. Carter fue ridiculizado por hacer demasiado
patente su amor hacia su mujer.
Leía con ella a diario la Biblia en
castellano para avanzar en el
conocimiento del idioma. Para no
parecer un predicador religioso
concedió una entrevista a
Playboy en la que admitía “haber
sentido lujuria”. Este extremismo
en las declaraciones le ponía,
sobretodo, en ridículo.
En realidad, los candidatos
EE.UU.. Washington (DC). El papa Juan Pablo II en
una visita a los EE.UU.. Un cuarto de la población
de 1976 no conectaron con sus
estadounidense es católica. El papa fue a la Casa
conciudadanos, pero finalmente
Blanca para una reunión con el presidente de
quizá por una reacción contra la
Estados Unidos, Jimmy Carter (EE.UU.), para
situación anterior, los demócratas
discutir una variedad de asuntos humanitarios y
ganaron las elecciones con el 51
políticos. 1979.
% de los votos dominando los
dos tercios del Congreso. Carter
obtuvo el 75 % con un programa de pleno empleo, mientras que Ford atrajo a los que
temían la inflación.
Ambos problemas eran de gran envergadura para la política económica
norteamericana, pero los candidatos no llegaron a dar respuesta.
Outsider de la clase política de Washington, Carter no llegó a convertirse en un
insider de la misma ni siendo el Presidente. No llegó a influir en el Congreso
norteamericano. Él a su vez, en sus memorias, recuerda que el Congreso no atendió sus
requerimientos a pesar de que entre ambos existía una identidad de adscripción política
que hubiera favorecido la colaboración.
Pero si algo destacó de su equipo fue la desunión y el número de sesiones de su
Gabinete, que disminuiría de 36 al principio a tan sólo 6 al final de su mandato. Por si
fuera poco, su secretario de Estado y el asesor de seguridad en persecución del
comunismo chocaron y se tradujo en frecuentes filtraciones a la prensa. Tuvo
problemas, además, con los precios de la energía, hizo un speech, una brillante
jeremiada contra la difícil situación, pero que no proporcionó, en absoluto, soluciones
propiamente dichas.
En cuanto a la política exterior el balance durante la presidencia de Carter pudo ser
negativo. La política norteamericana con respecto a la revolución de Irán fue dubitativa
y contradictoria: intentó imponer una fórmula constitucional en este país, priorizando el
eje fundamental de los derechos humanos, pero no pudo convencer al sha de la
necesidad de resistir o de enfrentarse a una revolución islámica que alejaba de la
liberalización.
El secuestro de rehenes por seguidores de Jomeini
en la Embajada norteamericana en Teherán proporcionó
una visión marcada por la indecisión. Con un paro
situado en el 8 %, solo el 20 % de los norteamericanos
estaba de acuerdo con la política a seguir en torno a
Irán, máxime cuando los iraníes humillaron a la
presidencia del país más poderoso del mundo, al
negarse a liberarlos hasta que Carter hubo abandonado
la Casa Blanca.
Iran. Teherán. Noviembre
de 1979. Un cartel muestra
marines estadounidenses
prisioneros de las milicias
armadas que han rebasado
la Embajada el 4 de
noviembre. Una cita de
Jomeini dice: "Otros hablan,
nosotros actuamos".
Este hecho y la invasión de Afganistán en
diciembre de 1979 por la URSS provocarían un
importante cambio en la política exterior
norteamericana y una evolución en presupuesto de
defensa. Hasta la fecha, Estados Unidos había
disminuido sus gastos militares en un 35 % mientras
que en la URSS habían crecido un 4 % anual. Cuando
en 1979 Deng Xiaoping visitó EE.UU. recriminó a los
norteamericanos no haber parado los pies a los
soviéticos, a tiempo, en el terreno militar.
Con este balance las posibilidades de reelección de
Carter en 1980 eran muy escasas. Edward Kennedy lo
presentaba como una especie de republicano clónico,
mientras Reagan utilizaba contra él una retórica patriótica y le recordaba lo negativo de
su economía durante los últimos cuatro años. La crítica cruzada fue devastadora para el
presidente saliente.
En las elecciones un 40 % de los que votaron a Reagan no eran conservadores sino
personas que buscaban el cambio en Estados Unidos. Dos tercios de los electores
pensaron que Reagan era más apropiado para mantener una postura dura contra los
soviéticos. El propio cambio cultural y espiritual de los setenta trajo como consecuencia
la preferencia por un candidato que representara esos valores. Reagan consiguió una
victoria arrolladora.
Un rasgo característico de estas elecciones fue que el 47 % del electorado se
abstuvo, una verdadera novedad. Los abstencionistas fueron fundamentalmente
electores demócratas de clase obrera de la mitad Norte del país. Otros demócratas
liberales votarían a Jackson, pero no lo hicieron por él.
Ronald Reagan imprimió su sello durante los años ochenta en los Estados Unidos
comparable a Roosevelt, su héroe político de juventud. Reagan nacido en 1911, de
origen humilde, de infancia infeliz, en su juventud trabajó de salvavidas, locutor
radiofónico y, a partir de 1937, como actor cinematográfico.
En su vida profesional hizo un total de cincuenta y tres películas, de escasa calidad.
Muchas del género western, del que era muy aficionado. Dotado de gran capacidad para
las relaciones públicas, se convirtió en dirigente del sindicato de actores y eso le
enfrentó a los comunistas a los que culpaba de que las productoras le marginaran
durante una parte de su vida.
Como actor, sabía aprenderse su papel y dejarse dirigir y eso, unido a su capacidad
para la comunicación, le propulsó a la carrera política. En 1960 era un demócrata
progresista, pero su espontaneidad y su procedencia de un medio popular perfilarían su
carrera política dentro del Partido Republicano. Apoyó a Goldwater y en 1966 decidió
convertirse en gobernador de California.
El demócrata saliente Brown le atacó afirmando que mientras el estaba preocupado
por mejorar California, Reagan estaba actuando como artista en una película en la que
un chimpancé se unía al reparto. Pero Reagan triunfó y su etapa como Gobernador fue
positiva: limitando el gasto público devolvió impuestos, incluso vetando el decidido por
el legislativo. También destacaría su política de orden público en la conflictiva
Universidad californiana que había padecido el clima revolucionario de los sesenta.
USA. 1980. Ronald Reagan en
campaña electoral.
El primer intento de Reagan por llegar a la
presidencia en 1976 tuvo como adversario a Ford
situándose a la derecha de su partido. Victorioso por
un amplio margen, en las primarias de 1980, Reagan
llegó a la presidencia ya con una edad avanzada
cercano a su 70 aniversario. Su discurso inaugural
quiso abrir “un nuevo comienzo” de los Estados
Unidos, bajo la divisa de que “el Gobierno no es una
solución a nuestros problemas, el Gobierno es
nuestro problema”.
Durante su presidencia se quejaba del excesivo papel del Gobierno en la vida de los
ciudadanos pero sin alcanzar un programa en materias concretas. Bromas y citas
ocasionales y su sonrisa que disimulaba que era medio sordo además de su escasa
preparación y dedicación por no leer sus papeles, le alejaban de estar al día de algunas
de las grandes cuestiones que debía tener entre las manos: decía que los ICBM una vez
disparados podían ser enviados atrás o aseguraba que los submarinos nucleares no
llevaban misiles. Era un verdadero entusiasta de los períodos de relajamiento, al
mediodía, por la tarde, los fines de semana y sus extensas vacaciones.
Algunas conclusiones caricaturescas acerca de Reagan, como que al tener muy
pocas ideas disponía de una extraordinaria capacidad para comunicarlas y es más ser
muy convincente. Estas afirmaciones no se basaban en evidencias empíricas sino que
Reagan tenía a su favor un sentido del humor y la suficiente seguridad como para
bromear siempre, incluso sobre sí mismo. Quizás un valor muy norteamericano.
Uno de sus principales problemas fue no contar al principio de su presidencia de un
equipo político sólido. El elegido fue de forma apresurada: el secretario de Estado Haig
o su segundo de abordo fueron nombrados sobre la marcha, incluso por teléfono. En
realidad, Reagan era un solitario que no confiaba más que en sí mismo o en su mujer y
ésta no dudaba en consultar a los astrólogos en las ocasiones políticas importantes,
como el viaje a la URSS.
Como Carter, Reagan no pudo con la división interna de su Gabinete: los
enfrentamientos entre los secretarios de Estado y de Defensa fueron constantes. Haig no
quiso cumplir su programa sino el suyo propio. Más influencia tuvieron los consejeros
de la Casa Blanca que tenían acceso directo a su persona: Edwin Meese, James Baker,
George Bush, etc., especialmente el segundo, que desempeño la jefatura de su Gabinete.
Si hubiera que hacer un balance de su permanencia,
en cuanto a su primer mandato, Reagan coincidiría con la
actitud de Nueva Derecha en materias morales, como la
difusión del control de la natalidad o el aborto sin
permiso paternal. También redujo los programas sociales
en 25.000 m. de dólares, para acabar con la dependencia
a las ayudas sociales, y aumentó el gasto militar en un 41
%. Sus recetas económicas no funcionaron en este primer
período.
El presidente Ronald
Reagan en su discurso de
victoria. 1984.
El verdadero director de la política económica fue
Stockman, que percibió ciertas contradicciones y el
hecho de que Reagan principalmente le interesaba la
política, es decir, el slogan y los votos. Lo cierto es que
naciones con mayor protección social crecieron más. En
el segundo año del mandato, el paro alcanzó al 11 % en
Estados Unidos aunque la inflación se quedó en un 6 %.
La recuperación se produjo a mediados de los ochenta.
En política exterior Reagan aportó un nuevo sentimiento de orgullo a los
norteamericanos. La verdad es que encontró la dirección a seguir pero careciendo de un
programa. Su visión monolítica y simplista de que el Bien eran los propios valores y el
Mal los relacionados con la URSS, creó en el electorado una creencia de superioridad
moral norteamericana. En consecuencia, proporcionó armas en el Tercer Mundo a
quienes consideraba como luchadores por la libertad y no tuvo inconveniente en
describir a los Estados Unidos como un arsenal de la democracia.
En una sola semana –en octubre de 1983- se enfrentó con dos situaciones que
pudieron afectar a la credibilidad presidencial: un atentado en Líbano con 240 marines
muertos y una invasión de la isla caribeña de Granada que le enfrentó a Margaret
Thatcher y que pudo convertirse en un pequeño Vietnam. Pero explicó todo a los
ciudadanos y le perdonaron, en parte, éstos, aburridos de tanta pasividad e
incertidumbre. Más adelante, en política interna, durante su segundo mandato,
reaparecieron cuestiones que provocaron su victoria electoral inicial –Irán, por ejemplo–
pero la exterior le proporcionó éxitos cuya autoría no le correspondería.
Afectuosamente, JAG.stilo.